domingo, 4 de octubre de 2009

SABER ACEPTAR LAS CRÍTICAS

"Eres demasiado impulsivo. Has de aprender a controlarte"...

No todos reaccionamos igual ante la crítica, pero lo cierto es que la mayoría de nosotros la llevamos mal. Si atendemos a las estadísticas, encontraremos que ante un comentario crítico, un 70 por cierto de la gente reaccionará sintiéndose herida. Un 20 por ciento la rechazará negándola. Y tan sólo un 10 por ciento reflexionará serenamente, la interiorizará y decidirá si debe o no cambiar alguna conducta.

Tampoco todas las críticas son iguales y, por tanto, producen el mismo efecto; si se trata de una observación (te comunico cómo me afecta a mí algo que tú has hecho o algo que ha sucedido), las posibilidades de que sea bien recibida aumentan considerablemente. En cambio, si la crítica implica un juicio (te digo lo que pienso de ti, colgándote una "etiqueta"), casi seguro que sentará mal.

En cualquier caso, el motivo de que nos afecte tanto no es otro que nuestra inseguridad. Cuanto menos seguros estemos internamente, más vulnerables seremos a la crítica. L a prueba de ello es que somos mucho más vulnerables a la crítica en aquellas áreas vitales en las que todavía no hemos desarrollado una completa seguridad.

La pregunta que a menudo nos formulamos es: ¿ayuda la crítica? Y hay opiniones para todos los gustos. Desde sus acérromos defensores, que la consideran la única forma posible de progreso en nuestras vidas, hasta los firmes detractores, que le niegan bondad alguna. En mi opinión, cuando la crítica implica un juicio a la persona, la respuesta es clara; no ayuda. Y el motivo es que recibimos los juicios como un ataque, y ante un ataque dejamos de actuar serenamente desde nuestra consciencia. Actuamos visceralmente, y lo único que hacemos es huir o contraatacar. Cuando la crítica se limita a una observación, sí puede ayudar. Pero hemos de ser cuidadosos para que no se nos "cuele"en nuestra observación un juicio encubierto.

Hemos inventado un término que nos permite ser críticos teniendo una buena excusa formativa: "la crítica constructiva". He de decir que desde el punto de vista literal, el término "crítica constructiva" simplemente no existe. Las palabras "crítica" y "constructiva" son antagónicas. Las críticas, entendidas como tales, no construyen nada. Lo que ocurre es que utilizamos el término "crítica constructiva" para nombrar a las "observaciones", es decir, a las impresiones personales respecto a un hecho que se realizó sin juicio alguno a la persona. Y las observaciones sí ayudan, y mucho.

No soportamos que nos critiquen, pero no dejamos de criticar a los demás. Es interesante conocer que es precisamente con los que más queremos con quiénes somos más críticos. Solemos decir que es por que tenemos más confianza, pero me temo que en el fondo es porque son los más queremos que sean como nosotros pensamos que tienen que ser. En cualquier caso, es precisamente a los que sentimos más próximos a quienes no perdonamos ni una.

También es cierto que somos especialmente críticos con todo aquello de lo que secretamente nos acusamos. Si en el fondo nos sabemos impulsivos, y no nos gusta, nos faltará tiempo para criticar la impulsividad de un compañero. Quien manifieste los comportamientos que más nos molestan de nosotros mismos será quien esté permanentemente en nuestro punto de mira.

No podemos olvidar en este punto la crítica derivada de nuestro pecado capital favorito: la envidia. La envidia es fuente de crítica gratuita, de crítica corrosiva y malintencionada. Pero es quizá por ser previsible e infundada por lo que a esta crítica no le prestamos especial atención, y es a la que somos menos vulnerables.

He comentado que el principal motivo por el que nos afecta la crítica es nuestra inseguridad. Por tanto, el trabajo para ser inmunes a ella debería ir en la dirección de construir y desarrollar nuestra seguridad. Será ña gran coraza que nos protegerá de cualquier agresión en forma de crítica. En este contexto, no cabría la crítica como agresión, porque simplemente no nos afectaría.

Pero lo cierto es que cada persona nos encontramos en una etapa distinta de nuestro crecimiento, y hemos desarrollado un nivel de seguridad interna distinto. En este contexto, ser más o menos crítico con la gente no debería ser una actitud personal, sino que deberíamos ser más o menos críticos en función de la seguridad que percibamos en la persona a quien dirigimos la crítica. Como me recuerda John Powell, "la mejor forma de mantener la distancia entre la gente es herir", y una crítica, para quien no está preparado para recibirla, hiere.

Abogaré de nuevo por la conveniencia de sustituir críticas por observaciones. Así y todo, si las observaciones inciden sobre aspectos en lo que el otro puede mejorar, deben hacerse siempre en privado, y jamás delante de los demás. La sensación de "linchamiento público" es devastadora para la motivación y para la autoestima. La norma es bien sencilla: hacer los halagos en público y reservar las críticas para la intimidad del despacho cerrado.

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