miércoles, 27 de julio de 2011

Celebra con Saltillo

La ciudad de Saltillo fue fundada originalmente con el nombre de Villa de Santiago del Saltillo, aproximadamente en el año de 1575 ó 1577, no se tiene la certeza por no disponer de un acta de fundación oficial.

La ciudad de Saltillo fue fundada originalmente con el nombre de Villa de Santiago del Saltillo, aproximadamente en el año de 1575 ó 1577, no se tiene la certeza por no disponer de un acta de fundación oficial; esta fue realizada por el capitán de origen portugués Alberto del Canto; su singular nombre se cree comúnmente que le fue dado por un pequeño salto o manantial de agua ubicado al sur del ahora centro histórico de la ciudad, a partir de donde se piensa se inició la fundación de la villa, aunque de esto tampoco se tiene la certeza, debido a lo accidentado del terreno.

Antes de la colonización europea sobre este territorio, éste estaba habitado principalmente por dos grupos índigenas: los huachichiles (o cuauchichiles) y los borrados. Los primeros, los huachichiles, estaban asentados al sur del valle de Saltillo, cerca del Ojo de Agua, mientras que los borrados estaban asentados al noreste del mismo, cerca de estaban los pueblos La Hibernia y La Aurora.

Estas tribus eran nómadas, se dedicaban principalmente a la caza y a la recolección de frutos silvestres. Los huachichiles se caracterizaban por traer la cabeza rapada y pintada de rojo, por lo que se les podía reconocer fácilmente. Durante la guerra, el trofeo más valioso para un guerrero huachichil, al igual que para otros grupos del norte de México y sur de Estados Unidos, era la cabellera de sus enemigos, la cual era exhibida de forma triunfal por el guerrero victorioso.

Estas tribus no eran dóciles, ni sedentarias como las que encontraron los españoles en las costas y al sur de la Nueva España, sino todo lo contrario, además no tenían cosechas, ni edificios, ni religión, por lo que el contacto de estas dos culturas resultó en una sangrienta lucha que se prolongó por más de 300 años y que terminó a mediados del siglo XIX, con el exterminio de los grupos nativos, esto debido en debido en gran medida a las epidemias traídas por los colonos europeos, a la sequía y a la cacería sistemática de estas tribus a manos de los españoles y de las tribus desplazadas por los colonos europeos en el norte de América, tribus tales como los Apaches, Kikapús, Seminoles, entre otros.

Para ayudar en la lucha contra los bárbaros del norte, el virrey don Luis de Velasco II, ordenó la creación de un pueblo contiguo a la villa de Santiago del Saltillo, mismo que sería habitado un grupo de tlaxcaltecas venidos desde el señorío de Tizatlán (al cual los españoles habían rebautizado como San Esteban). El objetivo de hacer esto era para ayudar a aumentar la población de la villa, luego de la región sureste y luego de todo el norte de Coahuila, además de sembrar la tierra y contribuir en el comercio.

Así, en la segunda mitad del año de 1591 se creó la villa de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, habitada inicialmente por un grupo de 102 hombres, 85 mujeres y 58 niños. Los dos pueblos, Santiago del Saltillo y San Esteban de la Nueva Tlaxcala, estaban separados por un pequeño arroyo ubicado en la actual calle de Allende, en el centro de la ciudad; Esta separación de los pueblos duró 236 años, hasta que en el año de 1827, se anexó la villa de San Esteban a la ciudad de Saltillo.

El 8 de Enero de 1811, llegaron a Saltillo alrededor de siete u ocho mil efectivos insurgentes al mando de Mariano Jiménez, en la última semana del mes de Febrero llegó el General Ignacio Allende, quién fue ratificado al mando de los insurgentes, y unos días después llegó el cura Miguel Hidalgo y Costilla. En camino hacia el norte, los caudillos insurgentes fueron emboscados en el camino de Saltillo a Monclova, en Norias del Baján, echos prisioneros y entregados al gobierno de la corona española. En el mes de Septiembre de 1846, la ciudad de Saltillo fue ocupada por tropas norteaméricanas, durante la guerra México - Estados Unidos de América, permaneciendo así por 18 meses.

Así, entre el 22 y 23 de Febrero de 1847 se registró la Batalla de la Angostura, unos 8 km. al sur del valle de Saltillo, en la cual la victoria quedó sin decisión, retirándose el ejército norteamericano hacia Nuevo León y el ejército mexicano hacia San Luis Potosí.

En 1864, ya con Maximiliano en el trono, el presidente Benito Juárez llegó a la ciudad de Saltillo, siendo ocupada ésta por el ejército francés en ese mismo año hasta 1866. Aunque Juárez estuvo poco tiempo en la ciudad, durante este tiempo declaró la separación de los estados de Coahuila y Nuevo León, anexión que sólo los ayuntamientos de Saltillo y Parras nunca habían firmado.

El trabajo en Saltillo

En el segundo cuarto del siglo XX, la ciudad Saltillo dio un giro en sus actividades económicas: cambió de las actividades puramente agrícolas y textiles a las industriales, con la creación de empresas tales como CIFUNSA, CINSA, Exito, Molinos el Fénix, entre otras.

A mediados del siglo XX y con la política proteccionista del gobierno mexicano, se crearon nuevas empresas como Moto Islo en 1961, Zincamex, e Inyec Diesel. En el último cuarto del siglo XX, llegaron a la región empresas internacionales como General Motors y Daimler Chrysler, con sus respectivas empresas satélite, lo que provocó una explosión industrial y un aumento considerable en la población y en el ritmo de vida en la ciudad.

Actualmente se está dando un impulso para la diversificación de la industria, y con la firma del Tratado de Libre Comercio, la región ha tenido una gran prosperidad económica. Además, se está tratando de impulsar el turismo en la ciudad, con el rescate del centro histórico, la creación reciente de museos, centros culturales, etc. El nombre de Saltillo deriva de la pequeña cascada que en remota época formaba el ojo de agua que se encontraba en el original asentamiento



Saltillo está de fiesta

El 25 de julio Saltillo festeja el 434 aniversario de su fundación. Hoy te invitamos a conocer algunos datos y lugares importantes de nuestra ciudad. Ojo de Agua

Cuando los españoles llegaron a lo que hoy es la iglesia del Ojo de Agua lo primero que vieron fue un ‘salto’ pronunciado de agua, por eso le llamaron a la ciudad ‘Saltillo’. Actualmente este ‘ojito’ es parte de una ermita dedicada a Cristo llamada Iglesia del Ojo de Agua. El barrio del Ojo de Agua se fundó en mayo de 1873, convirtiéndose así en la unidad habitacional actual más antigua en la ciudad. Las primeras casas que se edificaron en la localidad se instalaron alrededor del salto de agua que describen los colonizadores españoles en sus crónicas.

Alberto del Canto

Expedicionario, colonizador portugués quien fundó el poblado que hoy es Saltillo el 25 de julio. Se trasladó a América siendo muy joven deslumbrado por los cargamentos de especias, oro y plata que llegaban a España por lo que decidió colaborar en la conquista y colonización del nuevo mundo para alcanzar la gloria terrenal.

La Catedral

Este templo se comenzó a construir en 1745 y se terminó en 1800. Al principio era en realidad una parroquia y fue hasta el 23 de junio de 1891 que adquirió el título de Catedral. Su arquitectura mezcla estilos, va desde el barroco hasta el neoclásico y sobresalen sus portadas y retablos. Es fácil distinguirla debido a su gran torre de 81 metros de altura rematada por una cruz de hierro.

Santo Cristo de la Capilla

Es la imagen más antigua y renombrada de Saltillo. Un Jesús crucificado de tamaño natural que tiene fama de muy milagroso. Fue hecha en España y traída a la ciudad por el comerciante Santos Rojo en 1608.

Alameda Zaragoza

Es el jardín más grande e importante de la zona centro. Sus extensas áreas verdes son perfectas para pasear y admirar las obras escultóricas colocadas en memoria de heroicos personajes. Esta la estatua ecuestre de Ignacio Zaragoza, la Columna de la Independencia, el Busto de Carranza así como la estatua de Miguel Hidalgo y Costilla. Cuenta con un lago que tiene la forma de la República Mexicana y la Biblioteca Pública del Estado de fachada neoclásica construida en cantera rosa.

Manuel Acuña

Es uno de los grandes poetas orgullosamente saltillense quien nació el 27 de agosto de 1849. A los 16 años se trasladó a la ciudad de México donde estudió en el Colegio de San Ildefonso. Fue colaborador permanente de los periódicos y revistas más importantes de la época. Destacan sus poemas ‘Ante un cadáver’ y ‘Nocturno a Rosario’.

El sarape

La palabra sarape proviene del náhuatl ‘tzalanpepechtl’ compuesta por ‘tzalan’ que significa tejido y ‘pepechtl’ que significa manta gruesa. Originalmente fueron traídos desde Tlaxcala por los indígenas de aquella región quienes, aliados con los españoles, vinieron a esta parte de México, para servir de ejemplo a las tribus locales. Es famoso gracias a su colorido y diseño. Se utilizan como prenda para complementar la vestimenta, como tapices que engalanan las paredes de las casas mexicanas.

De cajeta y de perón

Dice el cronista de la ciudad, don Armando Fuentes Aguirre ‘Catón’ que en Saltillo el que no es poeta, hace cajeta. Esto debido a la cercanía de la ciudad con la sierra de Arteaga donde se siembran manzanas y membrillos. Había tal cantidad de estos frutos durante el verano que las abuelas hacían dulces, cajetas y vinos de estos frutos para que no se desperdiciaran.

Las escuelas de Saltillo

La ciudad alberga escuelas de prestigio internacional como el Ateneo Fuente, la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro, la Benemérita Escuela Normal de Coahuila, la Universidad Autónoma de Coahuila, el Instituto Tecnológico de Monterrey campus Saltillo, la Universidad Autónoma del Noreste, el Instituto Tecnológico de Saltillo, la Universidad Tecnológica de Coahuila y la Universidad LaSalle Saltillo. En nuestra ciudad los estudiantes sí que son muy buenos.

Grandes saltillenses

Juan Antonio de la Fuente, encargado por orden del presidente Benito Juárez de la Defensa de Coahuila ante la invasión de las fuerzas francesas. Artemio de Valle Arizpe, personaje poseedor de gran ingeio y fantasía. Fue Cronista de la Ciudad de México. Vito Alessio robles. Estudio en el Colegio Militar donde se graduó de ingenioero. Realizó grandes obras históricas, biográficas y literarias.

Sus museos

De las Aves. Integrado por la colección personal de aves que donó el ornitólogo Aldegundo Garza quien durante 42 años reunió tan valiosa colección. El ave más pequeña es un colibrí y el más grande un avestruz. Del Desierto. Un espacio con diversas salas donde puedes conocer los fósiles de dinosaurios. Además puedes visitar el Museo de la Catrina, El giroscopio, el Museo Taurino, el Museo del Sarape y el Museo del Normalismo.

domingo, 24 de julio de 2011

LA OTRA HISTORIA DE JUAREZ

La otra historia de Juárez (I)
En una alusión a la actitud de Juárez en diversos hechos de la historia, importantes escritores han plasmado varias ideas, que bien merece la pena de ser analizadas y usted tendrá la responsabilidad de creerlas o no.

Cuando en 1850 apareció el cólera en Oaxaca, en forma violenta, segando la vida de los habitantes, Juárez, quien había sido el más implacable enemigo de la Iglesia, se confesó, comulgó y con los brazos cruzados tomó parte en una procesión pública, según lo escribió Mariano Cuevas en su obra: Historia de la Iglesia en México. Juárez, siendo presidente, oficializó, como día de fiesta nacional, el día 12 de diciembre en honor a la Virgen de Guadalupe y que después de que le salvó la vida aquella famosa frase de “los valientes no asesinan”, salió huyendo del palacio de gobierno de Guadalajara, rumbo a Manzanillo, Colima, pero fue alcanzado de nueva cuenta, en Acatlán, Jalisco, por sus enemigos, se refugió, sin lentitud alguna y todo temeroso, en un templo católico del que fue sacado, por un cura de apellido Vargas, en una canasta pizcadora de maíz y burlando, de esta manera a sus enemigos. Desde que escaló los primeros puestos de burócrata hasta antes de ser presidente de la república, Juárez manifestó ser siempre católico práctico.

Asistía públicamente a procesiones con los brazos en cruz y musitando oraciones tras el santísimo sacramento; no sólo eso, exhortaba a los trabajadores de Oaxaca a que hicieran penitencia y se confesaran y comulgaran para implorar el auxilio divino y se dirigía por escrito a los ayuntamientos oaxaqueños, siendo gobernador, recomendándoles que exigieran a los fieles cristianos el pago exacto a la iglesia de los diezmos y primicias, según Celestino Salmerón en su obra: Las grandes traiciones de Juárez. Sigue diciendo Salmerón que: Juárez, con las leyes de reforma, ninguna separación de poderes hizo, sometió brutalmente a la iglesia al poder del estado, cosa que no es una separación, sino una sumisión de la primera al segundo. Intentó organizar una iglesia católica mexicana, una vez que consiguiera separar al clero de la obediencia de los obispos.

Para tal objeto, Juárez, en 1859, colmó de poderes al padre Rafael Díaz Martínez para organizar la iglesia deseada, cuyo jefe o Papa sería el presidente Juárez. No obstante el sonado fracaso que obtuvo, en 1868 “apareció una Iglesia mejicana dirigida por un comité laico”, teniendo como presidente al Lic. Mariano Zavala, magistrado de la suprema corte de justicia… Juárez no quería ninguna separación de poderes, sino una iglesia sometida a la voluntad y en la que él desempeñara el oficio papal de Enrique VIII o de Isabel de Inglaterra.

Juárez hizo educar a sus hijos por sacerdotes católicos y, como dato anexo, cuando su secretario, el cubano Pedro Santa Cecilia, quiso casarse con su hija, solamente por lo civil, Juárez rechazó la proposición diciendo: “Mi hija es una joven decente y el matrimonio civil es un contrato de burdel”. Relato que registra Mariano Cuevas en Historia de la Iglesia en México. (Extractado del periódico El Informador, del 23 de diciembre de 2000, de Lucio Vázquez)
La otra historia de Juárez (II)
En la segunda parte de “La Otra Historia de Juárez”, visto desde la óptica de importantes escritores, donde usted tendrá la responsabilidad de creerlas o no. Se dice que Juárez, antes de morir pedía, desesperadamente, un sacerdote para confesión. Igualmente se dice que, sus compañeros de ideología... se lo negaron.

El tratado de tránsito y comercio entre los Estados Unidos y México, suscrito por Robert McLane, ministro de los Estados Unidos en México, y Melchor Ocampo, ministro de relaciones exteriores de México, en Veracruz, el 14 de diciembre de 1859… fue un negocio propio para obtener el reconocimiento de los Estados Unidos como presidente de México, sin importarle vender la soberanía de la patria.

Por ello, don Ignacio Ramírez “El Nigromante”, el jueves 13 de julio de 1871 y en el periódico liberal, “El Mensajero”, escribió: “Juárez, el más despreciable de nuestros personajes”.

Pero, don Justo Sierra, su defensor ardentísimo, igualmente escribe en Juárez, su obra y su tiempo (Editorial Latino-Americana, S.A. p.p. 206 y 207): “El tratado o pseudos tratado MacLane-Ocampo, no es defendible; todos cuantos lo han refutado bien; casi siempre han tenido razón y formidablemente contra él.

Estudiándolo hace la impresión de un pacto, no entre dos potencias iguales, sino entre una potencia dominante y otra sirviente; es una constitución de una servidumbre interminable”. Don Francisco Bulnes, jacobino y liberal es, quizás, el más honrado de los escritores y quien mejor ha desenmarañado el tratado, dice: “Es ante todo un pacto intervencionista de intervenciones continuas, desde el momento en que se encomienda al Gobierno de los Estados Unidos, cuidar a perpetuidad de la conservación de la paz en México, con lo que México quedaba sin soberanía, sin honor y sin una piltrafa de vergüenza”. Textos tomados del periódico El Informador, del 23 de diciembre de 2000, página 5, del médico Lucio Vázquez.

Sin lugar a dudas, dice el notable escritor Carlos Monsiváis, que Benito Juárez, fue el forjador del estado mexicano; un notable estadista; el héroe de la patria; el primer presidente de la república indígena; el hombre, autoritario y enamorado del poder, pero humano, con virtudes y defectos, prodigiosamente terco, doctrinario, inteligente, solemne y austero; fue un orgulloso indio, que nunca aparentó lo contrario; un auténtico liberal, fue un nómada en su famosa carroza; un demonio según el clero, glorificado no sólo en México sino en el mundo, ateo o creyente laico, bueno, eso parece estar en discusión.

Ya no se sabe en dónde empieza o en dónde termina su leyenda y sin lugar a dudas, usted tiene la mejor opinión. (Extractado del periódico El Informador, del 23 de diciembre de 2000, de Lucio Vázquez)

La muerte de Benito Juárez

La muerte de Juárez
Una tarde Juárez visitó junto con varias de sus hijas la tumba de su esposa Margarita y ahí les platicó una anécdota, tenía que recibir a un grupo de empresarios norteamericanos y no se le acomodaba el cabello, le pidió a Margarita un limón que era lo único que se lo controlaba, ella se lo puso y lo peinó.

Luego le hizo el nudo de la corbata, pues Juárez estaba nervioso y no le salía. Margarita le dijo “¡Que inútil eres!”. Juárez les dijo a sus hijas que ella tenía razón, ¡Sin Margarita se sentía un inútil! En ese mismo lugar Juárez tuvo un mareo que lo hizo sentarse debido a un dolor en el pecho, luego otro episodio de dolor en el pecho que le hizo doblarse mientras su secretario particular, Balandrano, le leía las noticias importantes.

El 17 de julio de 1872 por la tarde, Juárez decide no dar su acostumbrado paseo de su carruaje y se va a dormir en su alcoba de palacio nacional acompañado de Benito, su hijo menor.

Esa noche leyó un libro en francés, en la página 232 que describía la entrada del emperador Trajano a Roma y el inicio de su gobierno de 20 años, Juárez escribió en un pequeño papel: “Cuando la sociedad está amenazada por la guerra; la dictadura o la centralización del poder pueden ser un remedio para aquellos que atentan contra las instituciones, la libertad o la paz”.

Esa noche sólo tomó atole, tuvo náuseas que no lo dejaron dormir, por lo que despertó a su hijo Benito.

El día 18 a las 9 horas tuvo que llamar a su médico Ignacio Alvarado quien llegó cerca de las 10:00. A las 11:00 tuvo calambres muy dolorosos que lo llevaron a la cama. Tenía el pulso bajo y sus latidos débiles.

El tratamiento aplicado, típico de la época, fue arrojarle agua hirviendo en el pecho, cosa que se le hizo luego de colocarle la olla hirviendo en el pecho, con el cual reaccionó. La familia pasó al comedor y se quedó en la recámara con el médico.

Benito platicó al médico historias de su niñez y aprovechó para preguntarle si lo suyo era mortal, contestando el médico: “Sr. presidente: ¡Cómo lo siento!”.

Juárez siguió mal. Su familia estaba reunida, hijas, hijo, yernos y amigos que fueron llegando a la sala. Juárez tuvo la insistencia de los ministros de relaciones exteriores José María Lafragua y el de la Guerra, Gral. Alatorre, en esa tarde ambos pidieron ver al presidente para recibir instrucciones. Juárez en ambos casos tuvo que vestirse y hablar con ellos, escucharlos y darles instrucciones.

Los médicos mexicanos Gabino Barreda y Rafael Lucio, que eran los más prestigiados acudieron a palacio nacional, pero nada pudieron hacer. Juárez se tendió de lado izquierdo poniendo una mano bajo su cabeza.
Muy fatigado, con evidente falta de oxígeno sonrió e inmediatamente murió. Eran las 23:35 del 18 de julio de 1872 cuando los tres médicos reunidos declararon muerto al presidente.

La muerte de Villa

La muerte de Villa
Francisco Villa, después de haberse rendido al Gobierno, se había convertido en hombre de negocios, había cambiado el caballo por el automóvil que él mismo manejaba, hacía frecuentes viajes a la ciudad de Parral Chihuahua, hasta que fue asesinado la mañana del 20 de julio de 1923.

Tenía muchos enemigos; unos porque les había matado a sus familiares, otros por ideas políticas, etc., entre éstos se encontraban Melitón Lozoya, Jesús Salas Barraza, que fue diputado a la Legislatura de Durango; Juan López Sáenz Pardo, Librado Martínez, José y Román Guerra, Ruperto Vara, José Sánchez Pardo, José Barraza, y otros más, los que con toda premeditación formaron un complot para asesinar al Centauro del Norte, alquilando una casa en las calles de Guanajuato y Gabino Barreda, frente a la plaza Juárez de la ciudad de Parral.

Durante varios días estuvieron acechando a su víctima. El día 8 de julio se disponía el ex guerrillero a salir de Parral con rumbo a la hacienda de Canutillo, coincidiendo que en esos momentos los niños del Colegio Progreso salían de sus clases y por el temor de herir o matar a los escolares, falló ese intento para matarlo.

Pasaron los días, el General Villa volvió a Parral y al regresar otra vez a su hacienda de Canutillo, los complotistas esperaban la señal que les diera Juan López, quien sacando de su bolsillo un pañuelo rojo como limpiándose el sudor, fue el aviso para que en los momentos en que pasara el automóvil manejado por el propio Villa, quien llevaba a su derecha al coronel Miguel Trillo y en los asientos traseros a los coroneles Román Contreras y Medrano, “El Dorado” Claro Hurtado y el chofer, se escucharon más de 150 disparos, muriendo instantáneamente Francisco Villa, Trillo, Claro Hurtado y el chofer, resultando herido el coronel Contreras y Medrano, quien murió en el hospital ocho días después.

El destacamento federal se encontraba tomando instrucción militar en un lugar llamado “La Maturana”, acontecimiento que favoreció a los complotistas.

Jesús Salas Barraza fue aprehendido en Nuevo Laredo por el General Paulino Navarro y conducido a la capital de la República, echándose a cuestas toda la responsabilidad sin mencionar al resto de sus compañeros, internado en la penitenciaría del estado.

Al estallar la revolución delahuertista, la Legislatura de Chihuahua decretó su absoluta libertad y se incorporó al Ejército con el grado de coronel posteriormente fue diputado al Congreso de la Unión.
¿Ordenó matar el gobierno a Francisco Villa?, ¿por qué fue liberado y premiado su asesino?
Las mujeres de Villa
Francisco Villa decía que tenía tres grandes vicios: Los buenos caballos, los gallos valientes y las mujeres bonitas. Su nieta Rosa Helia Villa, hija de Octavio, en su novela “Itinerario de una pasión. Los amores de mi General Villa”, reconoce que su abuelo tuvo 18 esposas, pero Martín Moreno en “Arrebatos Carnales” afirma que tuvo 29 mujeres y 25 hijos.

Se asegura que su primer amor fue Guadalupe Peral, pero el que se considera el amor de su vida fue Luz Corral, a quien le apodaba “La Güera”, con quien se casó en 1911 y con ella tuvo una hija, se hizo cargo de tres hijos de Villa cuando Venustiano Carranza lo declaró fuera de la ley, a quienes protegió llevándolos primero a La Habana, Cuba, donde estuvo dos años, luego tres en San Antonio, Texas, Villa le ordenó regresar cuando llegó a la hacienda de Canutillo, pero de ahí se fue muy molesta a vivir a Chihuahua cuando se dio cuenta que también tenía en la hacienda a Austreberta Rentería.

Luz Corral fue la heredera universal de Villa y una de las mujeres que más influencia tuvo sobre él; con Austreberta Rentería tuvo dos hijos: Francisco e Hipólito; de Soledad Seañez Holguín, reconocida por el Congreso como su única viuda, a quien le otorgaron una pensión de 20 pesos diarios, que procreó un hijo: Antonio; Manuela Casas Morales que tenía 15 años a la muerte de Villa, que procreó a Trinidad.

Otras de las mujeres de Villa fueron: María Leocadia; Ma. Isabel Campa, con quien tuvo una hija: Reynalda; Petra Espinoza que procreó a Micaela; Esther Cardona Canales, que tuvo cuates: Esther y Francisco; Asunción Villaescusa que tuvo un hijo: Agustín; Piedad Navárez, que procreó a Agudeo; Guadalupe Coss Domínguez, que tuvo un hijo: Octavio; Macedonia Ramírez que procreó a Ernesto; Juana Torres Benítez tuvo una hija: Juana María; Librada Peña procreó a Celia; María Dominga Barraza tuvo un hijo: Miguel; Francisca Carrillo tuvo como hijo a Francisco; María Hernández tuvo un hijo; María Isaac Reyes procreó a Samuel; Paula Alamillo tuvo una hija: Evangelina; Cristina Vázquez y Dolores Galván tuvieron un hijo cada una; Aurelia Ceferina y Gabriela Villezcas procrearon una hija cada una; Otilia Meraz, María Amalia Baca; Pilar Escalona; María Anaya, entre otras.

En el sepelio de Villa estuvieron presentes Luz Corral que vivía en Chihuahua, Manuela Casas que vivía en Parral y Austreberta Rentería que residía en la hacienda de Canutillo. Si bien a Francisco Villa no se le consideraba guapo, era de complexión fuerte, robusta, con piel “rojiza”, de frente ancha con ligeras entradas y ojos claros con tonos verdes, pero su gran problema era que no sabía cómo librarse de tantas mujeres que querían ser parte de su historia.

Villa decía: “No hagan nunca violencia a las mujeres, llévenlas a todas al altar, que al fin y al cabo, por la iglesia no obligan a nadie y por ese modo no se priven ustedes de su gusto ni las desgracien a ellas.

Ya me ven a mí, tengo una legítima esposa, pero tengo otras legítimas ante Dios, ninguna tiene de qué esconderse ni de qué avergonzarse porque la falta o pecado, si las hay, son míos.

Los reparos y obstáculos de los curas que no los desazonen, que amenazándolos con echar bala, todo se arregla”.

Resumido de suplemento periodístico “Siete Leguas” de Margarita Caballero Rodríguez. Cuarta edición. Parral, Chihuahua.

Los tlaxcaltecas de Saltillo

El capitán don Francisco de Urdiñola dio posesión el 13 de septiembre de 1591, a los tlaxcaltecas que se decían nietos y descendientes de Xicoténcatl “el viejo”, de los terrenos que los españoles habían cedido para ellos y fundaran San Esteban de la Nueva Tlaxcala, a un costado de la villa de Santiago del Saltillo.

Fueron testigos de elegir el sitio más adecuado para edificar la nueva población: El jefe tlaxcalteca don Buenaventura de Paz, el gobernador de los colonos tlaxcaltecas don Joaquín de Velasco, el instructor religioso fray Juan Terrones y su compañero fray Cristóbal de Espinoza, jefes de los colonos tlaxcaltecas y las autoridades de la villa del Saltillo. Acordaron que la fundación se hiciese al poniente de esta última villa, calle de por medio, señalando lugar para plaza, casas reales, iglesia, convento, huertas y anexos en el terreno comprendido entre las calles de Victoria al sur, Manuel Pérez Treviño al norte, Allende al oriente y Manuel Acuña al poniente.

En el acto de fundación se echaron al vuelo las campanas, único rastro que quedaba del destruido convento del padre Gavira y se plantó la cruz de la fundación del lugar, que después se conoció como laza de la cruz, que hoy ocupa un conocido Banco.

El día 17, Urdiñola dio posesión a los religiosos del terreno de la fundación y a 71 indios casados y 16 solteros, de terrenos para casa y huertas; tres leguas de tierra con sus aguas y 20 caballerías, de tierra de labor. Sus nuevas autoridades fueron nombradas, recayendo los nombramientos en don Buenaventura de la Paz como jefe principal; don Joaquín de Velasco como gobernador; don Antonio de Naveda como alcalde; regidor, Gaspar Cleofas; alguacil mayor, Lorenzo de Aquino; y como fiscal de la iglesia y regimiento, Tomás de Aquino.

La llegada de los tlaxcaltecas, expertos agricultores y hábiles artesanos, tuvo una gran influencia en la villa del Saltillo; los montes y pastizales se convirtieron en laboríos y huertas, apaciguando a los grupos chichimecas de la región que se dedicaban a la guerra y el pillaje.

Los colonos tlaxcaltecas fueron muy bien recibidos por los españoles de Saltillo, quienes habían cedido espontáneamente sus mejores tierras y suficientes aguas, convirtiéndolas en un emporio de producción.
Fray Agustín de Morfi, en su obra Crónica de Nuevo México y Viaje de Indios, dice que al llegar a Saltillo se dio cuenta de que “gracias a la actividad de los tlaxcaltecas, no existía un palmo de tierra improductiva sin cultivo.

La cultura tlaxcalteca
La religión de los tlaxcaltecas era muy semejante a la de los aztecas. Tenían un dios principal: Camaxti, equivalente a Huitzilopochtli y era el Dios de la guerra y la caza. Su culto no era tan cruel como el de los aztecas, ya que los sacrificios se realizaban en voluntarios o con prisioneros de guerra y con mucha frecuencia los inmolados eran animales. Su idioma era el náhuatl, que hablaban con más corrección que ningún otro grupo nahaloide.

La familia se formaba por el padre, la madre y la prole. Normalmente el individuo era monógamo y sólo los señores podían tener una esposa y varias concubinas, aunque a los hijos de todas se les consideraba legales. Las reglas morales eran muy estrictas, el hombre debía casarse antes de los 22 años o era rapado y expuesto al escarnio público. El robo, el adulterio y la mentira, al igual que la embriaguez y las faltas a la moral, eran castigados severamente.

Los hijos a partir de los 5 y 6 años eran educados en el hogar con estricto apego a la moral. Una vez pasada la infancia eran enviados a colegios para ser educados por asesores y sacerdotes en distintas disciplinas. A los hijos de los nobles se les enviaba al Calmecac y a los plebeyos al Tepochcalli.

Había colegios para mujeres en donde se les enseñaba la educación moral, las artes, la cocina, el tejido, etc., tratando siempre que fueran agradables y útiles a sus esposos. La base de su alimentación era el maíz, complementada con el frijol, el chile, la calabaza, algunas legumbres, tubérculos, flores, frutos y semillas.

El maguey le proporcionaba el aguamiel y el pulque. Sus pencas cocidas en barbacoa le proporcionaba el mezcale, que al fermentarse producía el mezcal.

La tuna del nopal se comía seca y cruda durante la temporada, la baya del mezquite les servía para fabricar el mexquitamal o panes de gran poder nutricional. Consumían carne producto de la cacería y de animales domésticos como el pavo o perrillos que eran criados para servir de alimento, engordados y sacrificados para las grandes ocasiones.

La cocina típica del noreste conserva en sus principales platillos la herencia tlaxcalteca: Las tortillas, las chalupas y las gorditas pellizcadas nos recuerdan la palabra tlaxcalteca, significa comedor de maíz o de pan de maíz.

Los chicales, el atole de masa, los tamales tienen el mismo origen; el mole, el pipián, el pan de pulque, el esquite, la calabaza con elote y el pulque, no pueden negar que son herencia de la colonización tlaxcalteca.

Saltillo; su fundación

Desde el reino de la Nueva Vizcaya llegó un grupo de españoles encabezados por el joven capitán Alberto del Canto. Según un informe que hizo el cosmógrafo real a Felipe II, aparece el nombre de Saltillo al final de una lista de poblaciones fundadas antes de 1574.

Por otra parte muchos aceptan el año de 1577, como el de la fundación de la Villa de Santiago del Saltillo del Ojo de Agua, por ser el año en que llegó Alberto del Canto y como el 25 de julio, es el día de Santiago Apóstol, el santo más venerado en España, donde se asegura que en el momento de la fundación don Francisco de Urdiñola mandó plantar una cruz en el sitio que juzgó idóneo para crear la villa, una costumbre que tenían los españoles al establecer un poblado. No se especifica el día ni el mes en que llegó Alberto del Canto a la villa de Santiago, sólo que fue en 1577.

Lo que sÍ se sabe es que el grupo estaba constituido por 16 familias, que llegaron con sus hijos, sus sirvientes y sus esclavos, aunque algunos estiman que eran un centenar de personas.

En 1951, el historiador W. Jiménez Moreno halló en el archivo del Parral, Chihuahua, que fue también capital de la Nueva Vizcaya, el expediente relativo a un pleito sobre límites entre aquella provincia y el Nuevo Reino de León, promovido en 1643. En este litigio, conocido como “documento del Parral”, se dice que el capitán Alberto del Canto, comisionado por el gobernador Martín López de Ibarra fundó, en 1577, la villa de Santiago del Saltillo.
Se expresa también que el mismo Capitán avanzó hacia el noreste descubriendo el Valle de la Extremadura, donde hoy está Monterrey y que estableció, en el mismo año, un lugar que llamó Santa Lucía. Como de este suceso existe sólo la referencia habría que considerar esa fundación sólo como un asentamiento.

En 1976, el gobernador Oscar Flores Tapia pidió a un grupo de historiadores estudiar el documento de Parral, quienes establecieron que los datos eran fidedignos, entonces se determina como oficial el 25 de julio de 1577, como el de la fundación de Saltillo. Los primeros pobladores de Saltillo se dedicaban a la agricultura y a la ganadería menor.

Durante varias décadas Saltillo se constituyó como la puerta del avance español al noreste. Sin embargo, los nuevos pobladores fueron atacados por los indios que habitaban en los alrededores y la villa estuvo a punto de desaparecer; en 1581 varias familias se refugiaron en Mazapil y en Durango.

Saltillo; los tlaxcaltecas (II)
Debido al lento avance de la villa y al temor de que los indios comenzaran a causar molestias a los pobladores españoles, se decidió traer a la comunidad un grupo de tlaxcaltecas para que cultivaran las tierras del valle y sirvieran de ejemplo a los nómadas de la región.

El 2 de septiembre de 1591 llegaron a la villa de Santiago de Saltillo, 245 personas que formaban 71 familias procedentes de Tlaxcala, entre ellas 102 hombres y 85 mujeres, 38 niños y 20 niñas. Fueron asentados en un área separada de los españoles, para lo cual se fundó el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala.

Recibieron tierra, ganado e instrumentos de labranza y permiso de portar armas. Sembraron trigo y maíz, huertos de manzanos, duraznos, membrillo y nogales. Introdujeron la cría de borregos y con su lana fabricaron frazadas y nacieron los famosos sarapes.

En 1592 edificaron la iglesia más antigua que existe en la ciudad, la de San Esteban. La villa de Santiago del Saltillo y el pueblo de San Esteban estaban separados por una acequia que corría por donde ahora existe la calle de Allende y eran independientes en sus autoridades civiles y en las religiosas, aunque estaban unidas en la defensa contra los nómadas, la comercialización de sus productos y las fiestas importantes.

El crecimiento fue acelerado y hubo frecuentes conflictos por las tierras y agostaderos entre los españoles y los tlaxcaltecas.

Muchos de ellos, tlaxcaltecas y españoles, salieron de Saltillo para fundar y consolidar otras poblaciones como Parras, Viesca, Monclova, Nava, Nadadores y Candela en Coahuila; Monterrey, Guadalupe, Bustamante y Villa Aldama en Nuevo León e incluso San Antonio en Texas. La riqueza de la región propició la feria del Saltillo, una de las más famosas de la Nueva España durante la época colonial que se celebraba en octubre de cada año.

En el último cuarto del siglo XVIII se construyó la actual Catedral y la capilla del Santo Cristo con piedra sedimentaria y cantera blanca. Este monumento integra corrientes del barroco, el salomónico, el estípite y el anástilo y fue concluida en 1800. Su torre, de estilo neoclásico, fue terminada en 1897.

A finales del siglo XVIII, casi simultáneamente a la catedral, se edificaron los templos San Francisco, una capilla anterior a la actual San Juan y una ermita donde ahora se ubica el Santuario de Guadalupe; además de la Capilla de Landín y el templo El Calvario. Otto Schober

Felicidades, Saltillo

Raúl Cárdenas Silva

En aquellos tiempos era usual designar al santo patrono de acuerdo al día de fundación de la propia localidad, por ello el 25 de julio es unánimemente aceptado por los historiadores como fundación de nuestra ciudad capital; no sucede igual con el año, algunos lo ubican en 1555 cuando el capitán Francisco de Urdiñola estableció el Presidio de Santiago del Ojo de Agua del Saltillo y otros lo consideran en 1577, cuando el portugués Alberto del Canto fundó Saltillo. Surge la duda en virtud del incendio ocurrido el 3 de mayo de 1559 que acabó con la Casa del Cabildo, donde estaban depositados los archivos.

El 2 de febrero de 1559 don Francisco de Ibarra elevó el presidio a la categoría de villa con el nombre de Santiago del Saltillo, el primer ayuntamiento lo encabezó el alférez Alberto del Canto como teniente de alcalde mayor; Cristóbal Pérez y Juan Navarro, alcaldes de primero y segundo voto, Diego Rodríguez y Miguel Núñez fueron regidores, el alguacil agraciado con “vara de justicia” resultó Jinez Hernández.

Hacia 1608, Santos Rojo, exitoso comerciante español, trajo de Jalapa, Veracruz, un hermoso Cristo que fue colocado en el altar de la parroquia al que conocemos como el Santo Cristo de la Capilla. El primer cura de almas fue el padre Baldo Cortez, quien erigió la parroquia citada que dio servicio hasta 1745, año en el que siendo cura propio don Felipe Juárez se inició la construcción de la Catedral en honor del Santo Patrono Santiago Apóstol al lado sur de la parroquia, por cierto, años más tarde, por iniciativa del presbítero José Sánchez de Luque, fue reedificada asignándole la denominación de Capilla del Santo Cristo. El primer templo se construyó en la actual colonia Landín al sur de la ciudad, su fachada fue reproducida en 1977 por el entonces cronista de Saltillo Sergio Recio Flores en una residencia de la calle Nicolás Bravo.

A fin de pacificar a cuachichiles, borrados y rayados, por instancias del virrey Luis de Velazco ante el rey de España Felipe II, se expidió la Real Cédula de 22 de junio de 1591, por la que se autorizó el traslado de 80 familias tlaxcaltecas que fueron asentadas en el pueblo San Esteban de la Nueva Tlaxcala, que fue ubicado hacia el poniente de la Villa del Saltillo, tomando posesión física del terreno el 30 de octubre de 1591. En este hecho se fundamenta el origen del símbolo de la ciudad: el sarape de Saltillo.

El Congreso del Estado decretó el cambio de nombre de la villa el 15 de noviembre de 1827 por el de Leona Vicario, elevándola a la categoría de ciudad, en abril de 1831 retomó su denominación actual; a su vez, el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala también cambió de nombre al de Villalongín, posteriormente, el 4 de marzo de 1834, el Congreso Estatal decidió la unión de ambos integrando así la ciudad saltillense. En mayo de 1835, el gobierno central terminó con las pugnas de ésta con la Nueva Almadén –Monclova– designándola capital del estado de Coahuila; el estado de Texas, que había sido jurisdicción coahuilense, estaba en proceso de lograr su independencia.

En 1833 se inició el servicio ferroviario a la capital del país; en 1867 empezó los cursos el glorioso Ateneo Fuente y al año siguiente se instaló la comunicación telegráfica entre Saltillo y Monterrey; en 1878 se fundó el colegio jesuita de San Juan Nepomuceno; en julio de 1891 se creó la Diócesis de Saltillo, siendo don Santiago de la Garza Zambrano el primer obispo; hacia 1894 la Benemérita Escuela Normal para Profesores iniciaba su noble misión; el Casino de Saltillo fue construido en 1898 y en 1928 fue reedificado al ser consumido por un incendio; el 4 de marzo de 1923 se fundó la Escuela Regional de Agricultura, hoy Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro; en 1944 la Escuela Normal Superior fue una realidad; el Instituto Tecnológico de Saltillo inauguró cursos el 3 de enero de 1951; en 1957 se creó la Universidad de Coahuila siendo su primer rector Salvador González Lobo. Por esta valiosa promoción educativa a nuestra urbe se le conoció como la Atenas del Norte de México.

La situación estratégica de la capital coahuilense le permite una excelente comunicación, en los 70 se construyó una de las primeras autopistas del país: Saltillo-Monterrey. El clima benigno, con promedio anual entre 14 y 18° c, le hicieron ganar con justicia el título de “Ciudad del aire acondicionado”; su ambiente moral y cultural, aunado a sus características geográficas que la exime de calamidades como temblores, ciclones o tolvaneras, la hacen ideal para la formación familiar; por su desarrollo industrial, sobre todo en la rama automotriz, hay quienes la han denominado: la Detroit del Norte de México.

He aquí una muestra de algunos de sus preclaros hijos que le han dado prestigio: historiadores como Carlos Pereyra Gómez, Pablo Cuéllar Valdez y Vito Alessio Robles, escritores como Julio Torri Maynes, Artemio de Valle Arizpe y Armando Fuentes Aguirre, el insigne poeta Manuel Acuña Narro, el jurista Juan Antonio de la Fuente Cárdenas, el presidente de México en 1915, Roque González Garza, el político e industrial don Nazario S. Ortiz Garza; el destacado empresario, don Isidro López Zertuche; el filántropo don Antonio Narro Rodríguez; el inspirado compositor Felipe Valdez Leal; el prestigiado concertista Salvador Neira Zugasti; los cineastas Andrés y Fernando Díaz Pavia –Soler, apellido artístico–, el eximio matador Fermín Espinoza Saucedo “Armillita”, la afamada alpinista Carla Wheelock Aguayo, el añorado director musical Lorenzo Hernández Flores, etcétera.

Sirvan estas líneas como un modesto homenaje a la tierra que nos vio nacer, a los hombres e instituciones que la han engrandecido, en estas fechas en que rememoramos el nacimiento de nuestra pujante ciudad capital de Coahuila.