martes, 15 de octubre de 2013

Desobediencia


 
Obedecer, es algo que realizamos constantemente, y hoy vamos a pensar algunos aspectos de la obediencia y valorar la desobediencia como una opción más.

Solemos pensar que la obediencia es la subordinación que ofrecemos a lo que consideramos una autoridad, es decir, entregar nuestro tiempo y nuestra voluntad a alguien o algo que pensamos que tiene un derecho superior para hacerlo, pero no es una creencia correcta ya que no obedecemos por carisma o por considerarlo superior, obedecer implica una recompensa igual o superior a la entrega que realizamos obedeciendo.

¿Por qué obedecer?

Lo normal no es obedecer sin más, como con casi todo lo que hacemos, con la obediencia buscamos un intercambio, es decir, ofrecemos nuestra sumisión a cambio de algo. Vamos a tener varios entes que nos van a decir lo que tenemos que hacer, y en nuestra mano siempre está la elección de obedecer o no obedecer, pero elegimos obedecer ya que finalmente nos reporta algún beneficio, ya sea pertenencia a una sociedad, por mantenernos en un orden jerárquico, por ganar afecto, por dinero, por evitar una represalia o incluso por preservar nuestra integridad física.
Cuando obedecemos consideramos la motivación ofrecida un valor superior a nuestra sumisión.

¿Obedecemos demasiado?

Si lo pensamos, al cabo del día son muchos los entes a los que obedecemos y a los que ofrecemos sumisión, ya sean padres, hijos, cónyuges, jefes, líderes, normas, autoridades… y tanta obediencia repetitiva puede acabar creando un perfil servicial permanente en nosotros.

Sabemos que la repetición de actos se convierte en un hábito, y los hábitos que se repiten se convierten en costumbres, y la costumbre es algo que pasa a formar parte de nosotros, de ese piloto automático que llamamos subconsciente, y que programa las respuestas más habituales hacia un problema que se repite, evitando así pasar por nuestro pensamiento crítico.

Cuando decimos que una madre está malcriando a su hijo dándole todo lo que pide, es porque está cediendo a la autoridad de su hijo, no solo sin beneficio, sino además con perjuicio tanto para ella como para el hijo. Obedecer ante las peticiones repetitivas de este hijo día tras día se ha convertido en una costumbre que ha hecho que pasen los años y la madre siga siendo servicial a modo de costumbre, sin pensar lo bueno y lo malo de sus actos.
No tengo nada en contra de las madres, es un ejemplo hipotético, tal como podría hablar del jefe que abusa de lo que pide a sus empleados, o de los gobiernos que se aprovechan del sedentarismo cognitivo y sumisión de sus ciudadanos.

¿Qué es la desobediencia?

Desobediencia es el acto de no acatar una norma que se tiene obligación de cumplir, no obedecer.

¿Por qué desobedecer?

Un niño jugando tira la pelota detrás de una caseta que hay al fondo del jardín, va a buscarla, la coge, pero hay un nido de avispas y le acaban picando varias. Días más tarde ese mismo niño está jugando a la pelota con su padre en el jardín, y la pelota acaba colándose de nuevo detrás de la caseta. El niño está mucho más cerca, y el padre manda al niño a buscarla, pero en niño se niega, y la cariñosa argumentación de ir buscar la pelota acaba en discusión, el niño acaba llorando y el padre usa su superioridad para persuadir al niño con amenazas.
El niño le explica entre lloros que no le quiere obedecer porque ha tenido una mala experiencia ya que le picaron 8 avispas, el padre cegado por el cuestionamiento de su autoridad arrastra al niño hasta la caseta y le explica que a él nunca le han picado las avispas. Se acercan a la caseta, el padre se cuela detrás forzando al niño, y ambos acaban siendo picados por las avispas.

Sin ánimo de entrar en un debate sobre educación infantil, en este ejemplo vemos como la escala de valores del niño ha variado, y si de normal es sumiso por varios motivos como complacer a su familia, respetar a su padre, o incluso por miedo a una represalia, ha entrado en juego algo más fuerte, que es la picadura de la avispa. En este caso no se puede negociar la obediencia, ya que el daño que va a sufrir es mucho mayor y manda sobre todo lo demás.

Es decir, si somos sumisos y obedecemos a cambio de algo por lo que vale la pena ser sumisos, cuando lo que nos espera al cumplir la orden no tiene recompensa o motivación válida, nos cuestionamos dicha obediencia.
Dicha motivación puede variar y ser muy personal, podemos desobedecer un jefe por orgullo, desobedecer una norma por placer, o desobedecer un líder por motivos morales, por ejemplo.

Vemos en las noticias como muchos colectivos plantean opciones a los gobierno para no llegar a tener que cumplir órdenes que consideran poco éticas, o para que no obliguen a otros a cumplirlas, o incluso cómo se desafía la autoridad de un gobierno, ya que lo que quieren obligar a obedecer supone un mal mucho peor que cualquier represalia de sus mecanismos.

¿Cómo cuestionar la autoridad de alguien que establece lo que es la autoridad? ¿En qué situaciones está justificado desobedecer? ¿Está la sociedad demasiado acostumbrada a obedecer? ¿Es más fácil obedecer que replantearse a cada momento si obedecer o no obedecer?

Sabiduría


 

Todo el mundo es capaz de identificar las personas que considera sabias, aunque no se tenga del todo claro qué es la sabiduría. Sabemos que tiene cualidades intelectuales y personales, pero su relación con el conocimiento académico no resulta del todo directa.

“El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir”, dijo el escritor José Saramago. En esta cita se refería a su abuelo, que aunque analfabeto, tenía un gran conocimiento de la vida, según Saramago.

Intuimos aquí un ejemplo de lo que el imaginario colectivo entiende por sabiduría.

La definición oficial de sabiduría en la R.A.E. dice:
Conocimiento profundo que se adquiere a través del estudio o de la experiencia.

Vemos así que la sabiduría entonces se adquiere mediante un especial conocimiento y comprensión de un campo mediante su estudio o su vivencia, siendo conceptos como la vida, el amor o el autoconocimiento campos tan válidos como otros para que alguien se considere sabio.

Popularmente se reconoce alguien es sabio cuando tiene una especial experiencia y conocimientos para situaciones prácticas y de la vida social, o cuando tiene un especial conocimiento de un campo, pero no conocimientos sin más, sino que además de tener conocimientos, estudios filosóficos recientes sentencian que alguien para ser sabio necesita de algo llamado “virtudes epistémicas

¿Qué es esto?

La epistemología es una rama de la filosofía que se refiere al problema de “como conocernos” y valora virtudes personales como la prudencia, creatividad, curiosidad, dedicación… virtudes que permiten que una persona se acerque a un mejor conocimiento de su persona y su existencia.

Digamos que un sabio, además de ser un cúmulo de experiencias y conocimientos, tiene esa cualidad especial de ser un hombre con una moral ejemplar que hace que su palabra tenga una especial importancia pues ha basado su vida en el desarrollo de su razón y su intelecto, y ese simple hecho, ya desde Platón y los Estoicos especialmente, es la base de una vida bien vivida.

Entonces yo les pregunto ¿quién no tiene un amigo al que a pesar de tener muchos estudios se le considera tonto? ¿Quién no conoce la típica persona que rebosa inteligencia pero que nunca se ha sentido atraído por ningún tipo de conocimiento? ¿Quién no conoce a algún sabio del que le gustaría parecerse no solo por sus conocimientos, sino por algo más?

5 LECCIONES DE FILOSOFÍA


5 Grandes lecciones de filosofía

Desde que comencé a leer filosofía, mucho antes de iniciar unos estudios oficiales, han sido unas pocas las lecciones o ideas las que más han influido sobre mi vida. Como si de un museo se tratara, uno va pasando por las distintas salas, de autores, de épocas, de distintas corrientes, y una vez que disfruta el contexto de cada una de las salas, elige solamente unas pocas obras para decorar su casa.

Así es como vivo yo la filosofía, de lo que leemos y aprendemos siempre hay algo que deja una especial huella en mostros, ya sea por su uso práctico o por su relación con nuestra experiencia personal, aunque tengamos muchos conocimientos o recordemos opiniones, incluso contrariadas, de un gran número de pensadores, siempre hay ideas que hacemos más nuestras, creando una combinación única, tal como lo es nuestra percepción de la realidad.

Uno es libre de dejarse influenciar, de aprender, de leer, o incluso de no hacerlo, pero es innegable lo mucho que podemos aprender de otros para mejorar diversos aspectos de nuestra vida.

Estos son las 5 ideas o lecciones que más suelo tener en cuenta, y que tanto a mí como a otro cualquiera, pueden ser de gran utilidad. Al igual que una obra es buena en sí misma, y no por su autor, voy a obviar las fuentes, corrientes, y autores de estas lecciones, aunque fácilmente se pueden reconocer, o buscar en Google sobre su procedencia e interpretaciones.
Allá van:

Nosotros creamos nuestro mundo
Creemos que las cosas nos son dadas de una manera, pero la última palabra la tenemos nosotros, las cosas son como nosotros nos sentimos, cambiar la percepción de algo o la forma de afrontar un problema depende de uno mismo. Vivimos una realidad única por individuo, y nosotros somos los que la interpretamos. Es increíble cuando entendemos esto, hasta situaciones de tristeza o enfado pueden dar la vuelta comprendiendo que la fuente del sentimiento está dentro, y no fuera, y es más moldeable y controlable conforme más lo entendemos.

Conócete a ti mismo
Qué menos para tener una vida auténtica que quitarnos todas las máscaras y mirarnos al espejo. Tener la consciencia de nuestra existencia y el conocimiento necesario sobre nosotros mismos es un paso esencial para tener un pensamiento crítico, claro y coherente, e incluso no dejarnos llevar por terceros en nuestras elecciones, pues conocernos también es darnos más importancia.

Trata al prójimo como a ti mismo
Núcleo de muchas religiones (no tanto de religiosos) y de muchos pensadores éticos, parece una solución razonable y sencilla para hacer que el mundo funcione mejor, pero ¿realmente somos capaces de ello?

Hay vida antes de la muerte
Especular con la ambigüedad de la post-muerte es un cúmulo de problemas y miedos infinito, que nos condicionan de por vida por un tema cultural. Sabemos qué es la vida, sabemos qué es la muerte, y no necesitamos más. Sigo pensando que muchos prefieren empeñar el paraíso que tenemos, por uno del que no tienen pruebas empíricas. Una vez dicho esto, toca decir un Carpe Diem.

El apego como fuente de sufrimiento
Entrar en el conocimiento de este concepto es tan rompedor como gratificante. Cuando comprendemos el apego como fuente de sufrimiento, empezamos a entender que todos los problemas nacen cuando tenemos la ilusión de algo falso como real, no podemos pensar en que las cosas que amamos son eternas, cuando lo cierto es que lo único que perdura es el cambio, además esto implica no confundir el amor o la estima con la posesión, tanto de otros como de nosotros mismos, algo que nos hace cambiar nuestra percepción del mundo hacia algo más auténtico y liviano.

¿Cuáles son las tuyas?

 

lunes, 14 de octubre de 2013

GENTE


 

Esa gente de la que hablaba Weber en los albores de la sociología:

“Especialistas sin espíritu, gozadores sin corazón: estas nulidades se imaginan haber ascendido a una nueva fase de la humanidad jamás alcanzada anteriormente”

Esa gente mecanizada somos nosotros. Especialmente formados para una función específica, en una celda con nuestro nombre en la puerta. Igual que una máquina de coser, hacemos lo que debemos hacer dentro de la fábrica, en horarios y plazos concretados, y si no,  no funcionamos bien, así lo creen los demás y así lo creemos nosotros. No solo eso, sino que además pensamos que nunca hubo humanidad mejor.

Esa gente.

Esa gente que necesita vacaciones para compensar la frustración de su día a día e imaginarse otra vida.
Esa gente que va a los bares y discotecas a llenar sus corazones con alcohol y que prefiere llenar su cabeza con lo que salga por una pantalla.
Esa gente que critica a los que ven la tele pero curiosamente conocen los últimos anuncios y los puntos fuertes del último reality de moda, esa gente que no ve la tele, la ve solo un poquito, que se parece más a no verla que a verla.
Esa gente que prefiere una goma con forma y sabor fresa, que una fresa.
Esa gente que ha de acudir al baño de su trabajo para sentir unos segundos de libertad.
Esa gente que come patatas fritas mientas piensa en que tiene que ponerse en forma, esa gente que va al gimnasio en coche.
Esa gente que da su vida por pérdida casi al comienzo, y prefiere pensar que luego viene otra que será mejor.
Esa gente que anticapitalista, defensora del medio ambiente y contraria a la esclavitud, que tiene los últimos aparatos de moda.
Esa gente que no sabe de dónde viene la comida que se lleva a la boca.
Esa gente que se ilusiona más con el proyecto de mejorar su casa que con el de mejorar sus virtudes.
Esa gente que ya no mira a los ojos.
Esa gente que se siente rara cuando tiene tiempo libre, y se siente culpable si no hay productividad en sus actos.
Esa gente que sería igual corrompible que los políticos corrompidos de los que se queja.
Esa gente que ya lo sabe todo, y cuya ansia de contar lo suyo le impide escuchar al otro
Esa gente que vive en el mundo de las apariencias.
Esa gente que tiene el saber más cerca que nunca pero le resulta menos atractivo que el ocio.
Esa gente que no sabría sobrevivir sin un sin fin de productos y servicios.
Esa gente que pese a cargar con algunas de estas cosas se creen perfectas, ya que si no se lo repiten constantemente y si no lo defienden a capa y espada no se lo van a creer ni ellos, al igual que solo aceptan su autoengaño como única forma válida de entender la felicidad, descalificando y mofándose de la de los demás por miedo.

Quizás no seamos la gente de la que hablaba Weber, quizás seamos algo que ha ido a más. Quizás ni siquiera se atreviera ponerle nombre a “esa gente”, porque simplemente se refería a “la gente”.

Madurez


 

Tengo que reconocer que cuando era joven pensaba en los adultos como seres casi perfectos, que todo lo podían, que todo lo sabían, sin miedos, ecuánimes y con gran sentido de la justicia. Evidentemente era un gran error de que fui saliendo poco a poco, y según he ido comprobando es un error más común de lo que parece.

Conforme uno se va desarrollando se va sorprendiendo de la clase de adultos con la que convive, especialmente cuando la compara con esa imagen que se tenía hace tiempo.

Cuando uno adquiere una visión más crítica y mira a su alrededor se encuentra con gente de todo tipo, con adultos con muchos años pero menos inteligentes que un niño, niños maduros, adultos inmaduros, adultos jóvenes o niños tan “mayorizados” como sus padres, adultos irresponsables, niños trabajadores y especialmente con gente que poco ha aprendido de su larga andadura por la vida.

¿Cómo saber en qué punto estamos?

Madurez es sinónimo de sensatez, prudencia, buen juicio, y decimos que algo está maduro cuando ha crecido y está perfeccionado, y es una cualidad con la que podemos distinguir a un elemento del resto, con lo que podemos decir que si todo el mundo destacara por su sensatez, prudencia, buen juicio, y siempre estuviera situado en lo mejor de su existencia puede que la falta de madurez no fuera una fuente de problemas en el mundo y pudiéramos dedicar estas líneas a hacer un planeta mejor o incluso a planear como ir a vivir a otros, pero no, estamos sorprendidos por los avariciosos que roban el dinero público, por los violentos, por los locos e incluso por los malos padres y malos hijos, es decir, por la gente que no se ha preocupado de madurar y que se han convertido en abortos de adultos, con deformes intelectos, emociones y virtudes.

Mucha gente achaca los actuales problemas al sistema económico, al sistema democrático, a las instituciones religiosas, a la educación, a la justicia, a las ideologías… cuando realmente todo lo anterior solamente son ideas y organizaciones que funcionan con personas, es decir, el problema siempre van a ser las personas malas y/o tontas (así definidas), y no tanto los sistemas o condiciones que las engendran, como bien dijo Sartre “Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él“.

Aquí podemos ver un cuadro de la evolución correcta de una persona, que crece aprendiendo de la vida, que madura y evoluciona gracias a la reflexión y autocrítica, hasta tener una sabiduría suficiente para poder transmitir a las siguientes generaciones que necesitan un buen aprendizaje de vida.

Meditando este concepto llegué a la idea de que la madurez solamente llega cuando enfrentas los problemas con soluciones, cuando no los afrontas no eres maduro, y cuando no tienes la fuerza o la creatividad para afrontarlo es que ya la has dejado muy atrás.

Por lo que con el diagrama en mano podemos llegar a las siguientes conclusiones:

§  Durante nuestra etapa de aprendizaje podemos descargarnos la responsabilidad de nuestros problemas hasta que la sociedad o nuestras condiciones lo permitan.

§  Si un adulto no da soluciones a los problemas es que no ha madurado.

§  Lo normal es que demos soluciones a los problemas en base a nuestras experiencias, creencias, influencias… es decir, a lo que tenemos y lo que nos rodea, si no hay algún tipo de referencia pueden llegar a ser malas soluciones.

§  La autocrítica sirve para razonar y reflexionar la validez y utilidad de dichas soluciones, algo que hace aumentar nuestra madurez y conseguirá que tengamos mejores soluciones.

§  Gracias a un buen espíritu crítico alcanzamos una visión más auténtica y trabajada del entorno en que vivimos, llegando a un autoconocimiento con el que tendremos una sabiduría útil para las siguientes personitas interesadas en aprender sobre la vida, haciendo que alcancen antes y mejor una madurez útil y práctica para su vida.

Si alguna vez has tenido la sensación de tomar las riendas y comenzar a pensar y ejecutar las soluciones necesarias para uno o varios problemas, y has notado que esto se ha convertido en una costumbre, bienvenido al cuadrito azul, te toca empezar a revisar tus experiencias, creencias, sensaciones e influencias para seguir evolucionando.

¿Existen adultos que rehúyen sus problemas? ¿Existen adultos que siempre dan las mismas soluciones aunque sean erróneas? ¿Existen adultos que son influidos en sus soluciones? Cada uno que saque sus propias conclusiones y que califique el nivel de madurez que les daría… la duda y la reflexión son necesarias para la madurez y para una evolución interior.

¿Qué relación hay entre filosofía y madurez?

Bien sabemos que un filósofo es un amante de la sabiduría, y busca la sabiduría principalmente por una pregunta ¿dónde está la verdad?

Esta pregunta puede llegar desde situaciones límite hasta en situaciones cotidianas, el poder de la filosofía está en la duda y en todo de lo que ella se aprende, y dado que cada uno interpretamos la realidad de una manera única tendremos nuestras propias dudas y nuestras propias verdades, aunque sin reflexión y autocrítica hay quien pasa su vida sin dedicar un minuto a alcanzar sus propias respuestas.

Estamos hablando de que la madurez se alcanza asumiendo la responsabilidad de dar soluciones a los problemas que nos llegan como costumbre, y muchas veces estos problemas pueden ser de origen filosófico, enfrentarse a las grandes cuestiones relacionadas con la existencia, la vida, la felicidad, el amor o el conocimiento hará que nos veamos obligados a filosofar para poder alcanzar una solución y a poner nuestras creencias a revisión. Está la opción de escapar a estas cuestiones, de no pensar, pero ya entraríamos en una falta de madurez que nos va a alejar del autoconocimiento y de el estado máximo de nuestra existencia, por lo que si en vez de rehuir las grandes cuestiones las afrontamos y profundizamos en ellas ganaremos un autoconocimiento, una sabiduría de nosotros mismos, tan importante para nosotros como para los que nos rodean.

 

¿Víctima del Emotivismo?


 

Vivimos en una sociedad emotivista.
Vivimos rodeados de personas que no piensan el mundo, y no tienen bases morales para sus opiniones.
Sus juicios morales y creencias dependen de su estado de ánimo o de sus experiencias recientes.
Estos juicios morales no tienen base sólida y las personas que los usan de alguna manera se percatan.
Para darles base se deben convencer a sí mismos a la vez que te convencen a ti.
No pueden opinar sobre una creencia o experiencia, debe ser la mejor y tu también debes reconocer que es la mejor.
Mejor incluso que la que tú tienes, su opinión tiene que ganar, por trivial que sea el tema.
No hay razones objetivas detrás de un precepto, una persona debe manipular a otra para lograr que ésta cambie de opinión.

No hay un intercambio, nadie reconoce su ignorancia, solo una lucha de creencias.

“Beber cerveza sienta mal” diría alguien para expresar sus sentimientos y tratar de influir sobre los sentimientos del otro, ya que sería un sinónimo de “No apruebo beber cerveza y tú deberías hacer lo mismo”.
El emotivismo es el fenómeno que se da en la gente para la que decir “esto es bueno” significa más o menos “yo lo apruebo, hazlo tú también”.

Sin reflexión, sin fundamento moral y con violencia intrínseca. ¿Te suena esta situación? Quizás tú también hayas sido una víctima del emotivismo.

Ahora que lo conoces, préstale atención y no dejes que te influya. Piénsalo, piénsate.

Miedo a la muerte


 

¿Es la muerte lo que más tememos? ¿Es el  miedo a la muerte más grande que el miedo a un gran sufrimiento? Son preguntas para pensar.

¿Es racional tener miedo a la muerte cuando es el final de todo? En general pensamos que sí, porque la muerte es la pérdida de la vida, y vivimos con el espejismo de una vida sin final, pocas veces son las que tenemos en cuenta nuestro ocaso o las que hablamos de él como algo natural y aceptando su inevitable llegada.

Los epicúreos pensaban que la muerte es un estado de inexistencia, no hay que temerla, pero cuando hablamos de muerte dolorosa ahí sí que podemos tener miedo racionalmente.
Hay una idea muy significativa de esta escuela que dice algo así como “no hay que temer a la muerte, pues cuando estamos vivos no llega, y cuando llega ya no estamos vivos para verla” lo que nos resume su pensamiento, la muerte como algo que no existe, algo que nunca vemos, y por lo tanto no deberíamos temer tanto.

Los estoicos por su parte pensaban que no hay que temer a la muerte, pues no se puede hacer nada al respecto, su típico punto de vista estoico les hacía ver este temor como algo irracional, no hay ruta de escape a la muerte ni nada que pueda cambiarlo.

Hay otro punto de vista interesante del miedo a la muerte, y es e punto de vista evolutivo, darwiniano, que sugiere el miedo a la muerte como algo natural, ya que el ser humano está genéticamente creado para sobrevivir y reproducirse, y se ve el miedo a la muerte como un instinto que obliga a realizar estos actos antes de morir.
Sobre esto podemos contraponer la opinión de Voltaire, que apoya que el ser humano sea el único animal consciente de su muerte, pero eso no implica que el resto de animales no luchen por su reproducción y supervivencia, por lo que podemos entender el miedo a la muerte como algo que proviene de la cultura y el pensamiento, y quizá sea esto mismo lo que pueda cambiar dicho temor.

El miedo a la muerte es algo curioso, José Antonio Marina, en su libro “Anatomía del miedo” determina que nos volvemos miedosos por 3 causas, sucesos traumáticos, daños penosos y repetidos, y por aprendizaje social, siendo que no tenemos sucesos relacionados con la muerte podemos deducir que nuestro miedo procede de algo cultural, y muy cercano a lo irracional.

Incluso después de todo esto podemos seguir viendo a muerte con miedo. Al principio he formulado la pregunta ¿Es el  miedo a la muerte más grande que el miedo a un gran sufrimiento? Y podemos seguir pensando que sí, ya que si nos pusiéramos muy estoicos y perdiéramos este miedo a la muerte puede que nos siguiera dando miedo por el sufrimiento ajeno ya que la muerte es socialmente visto como algo negro y triste pero ¿Qué pasa en las culturas donde se celebra la muerte? ¿Si la muerte fuera bien considerada cuando es heroica como en la antigüedad, o si se recordara por nuestros seres queridos como algo bueno y natural nos daría tanto miedo?

cambiar el mundo


Cambiar el mundo

Me gustaría saber la cantidad de personas que desean cambiar el mundo sin saberse cambiar a sí mismas, y estoy convencido que a proporción sería más influyente realizar esto último que cualquier tipo de activismo a medio realizar o cuantas opiniones personales clamen.

El poder del que mantiene el mundo a cambiar se asienta sobre una normalidad de control e influencia, y si dicha normalidad se rompe, se rompe el sistema. Cuando uno realmente se gobierna a sí mismo, poco hueco deja para que lo gobiernen otros, y este conocimiento tan grande de nosotros mismos no entra en la normalidad. Seguramente dejaríamos de hacer lo que debemos y haríamos lo que queremos, lo que nos hace felices, y eso no mantiene ningún sistema, justo lo haría para mantenernos a nosotros mismos, lo que nos da una gran inseguridad, por eso cedemos parte de nuestra libertad al sistema a cambio de seguridad y protección, suena mal pero es la supervivencia de hoy en día, el truco está en dominar la parte que queremos entregar y no ceder ante el reclamo de gobiernos, dictadores o cualquier reclamo íntegro de nuestra libertad tal como suelen llevar a cabo los nacionalismos. Un tema muy interesante para el que recomiendo el libro “El miedo a la libertad” de Erich Fromm.

Este párrafo nos lleva a reflexionar que a veces, queremos cambiar el mundo que nos sustenta, lo que nos lleva a una paradoja que provoca un medio-activismo que no lleva a ningún sitio, véase que todos queremos salvar el planeta mientras no hacemos más que consumir productos que han producido y producen contaminación ¿o no?

¿Quién quiere cambiar el mundo?

Tras una larga búsqueda no he conseguido encontrar al autor (os invito a ayudarme, aunque apostaría por Freud) de una frase que siempre he tenido en mente y asegura algo así como que, el deseo más grande y oculto de toda persona es dominar el mundo, y ser el rey y máximo poder de su realidad. Sin ser hipócritas ¿Quién no ha sentido esto? ¿Quién no ha pensado aunque sea por unos segundos que si el mundo se rigiera por sus normas sería mejor?, nos hemos visto entonces capaces de regir un orden según nuestro ego.

¿No es esto un acto de egoísmo extremo? Seguramente si, pero podríamos diferenciar el objetivo de cambiar el mundo entre un egoísta y un humanista con una sencilla pregunta ¿Darías tu vida por cambiar el mundo?

Con todo esto espero haber creado una reflexión sobre este tema, y concluyo con la idea que nombro al principio, la primera y principal revolución debemos llevar a cabo si queremos cambiar el mundo que entendemos, es con nosotros mismos.

 

 

 

*¿Para quién es útil el nacionalismo?

Un mundo de comunidades imaginadas y de fronteras que nos dividen forjadas en sangre e intereses que se han ido consolidando con el paso de los años. Ese es el mundo que hemos heredado gracias a los nacionalismos.

El nacionalismo es considerado como una ideología, pero mientras otras ideologías se preguntan ¿Cómo debería ser gobernada una sociedad? El nacionalismo se pregunta ¿Quién debería formar parte de un pueblo o nación?

El nacionalismo, ni más ni menos, es la herramienta que los estados modernos, sus gobiernos, y beneficiarios, utilizan para crear un sentimiento patriótico uniforme en su población por medio de la educación, la cultura y los medios de comunicación, que asegure la pervivencia del estado, sobre todo ante momentos de crisis, entendiendo por crisis la unidad de la nación y los intereses de los que la controlan.

Este imaginario colectivo es un gran invento, sobretodo porque permite hablar de todos y no hablar de nadie. Unifica entre la sociedad un concepto de “nacionalidad común” que realmente no existe, de hecho, dentro de una nación la sociedad es muy plural, siendo esto una de las principales pegas del nacionalismo, además de que durante la segunda mitad del siglo XX se ha podido ver la capacidad de manipulación de la opinión pública que posee el nacionalismo para llamar al patriotismo y desencadenar su potencial destructivo.

El nacionalismo ha facilitado la creación de los estados modernos, pues se dice que han sido las naciones (y su nacionalismo) las que han creado los estados, y encontramos al menos tantos movimientos nacionalistas como estados existen, pero es curioso ver como dentro de una nación, no es bueno que haya dos nacionalismos distintos, de hecho es excluyente pues los protectores del nacionalismo en una nación no permiten la autodeterminación de una comunidad que comparta lo necesario para sentir su propio sentimiento nacionalista.
Es algo paradójico pues lo que ha permitido la creación de los estados, es lo que impide que nazcan otros. No puede haber estados sin nación, ni naciones sin estado, pues son peligrosas.

Es mucho lo que se podría debatir sobre los nacionalismos, pero puestos a hablar de filosofía, lo que realmente debería interesarnos es la influencia que tiene sobre los sujetos y su pensamiento.

Nos da unas fronteras que hemos de asimilar innatamente aunque nada hayamos influido para su realización.
Nos impone una condición similar a todos las personas que contienen dichas fronteras aunque no tengamos más bien poco en común.
Lo peor de todo es que para los más débiles de mente, crea un dios por el que merece la pena morir, millones de vidas entregadas a símbolos y banderas impuestas, por luchar los intereses y ambiciones de otros que no van a dar la vida por nadie.

¿Qué son los símbolos nacionales? ¿Quién los pone? ¿De dónde vienen y por qué tenemos las fronteras que tenemos? ¿Me identifico con quien gobierna mi estado? ¿Debería entregar la vida por una bandera y su historia o me la guardo para mi mismo? ¿Es posible vivir en un estado y no tener sentimiento nacionalista?

Son preguntas para pensar antes de hablar nacionalismo, y que deberíamos tener claras cuando oigamos su llamada, ya que además, suele ser en los peores momentos de un país cuando suele resurgir esta ideología.

Filosofar es Evolucionar


 

Evolucionar es desarrollarse, adelantar, crecer, dejando atrás un estado para pasar a uno nuevo y mejor, y esto es la base y sustento de la Filosofía Práctica.
Ponerse a filosofar, es practicar Filosofía con uno mismo. Se trata de mantener una dialéctica interior en la que enfrentamos aquello que hemos tomado como verdadero por pura comodidad, por engaño, o por costumbre, y enfrentarlo con su opuesto para poner a prueba hasta que punto nuestras creencias y conocimientos pueden estar equivocados.
En resumen sería preguntarse, ¿Por qué pienso esto? ¿Por qué tomo esta creencia como real? ¿Qué tiene de malo su contrario?

Parecen preguntas sencillas, pero si las ponemos delante de aquello que solemos hacer y decir, puede que transformen nuestras costumbres, que especialmente pueden ser desafortunadas cuando arrastramos el pensamiento que solemos tener en un contexto a otro.

Sería muy difícil listar y determinar cuales y cuantos elementos han influido sobre nuestro sistema de creencias, pero lo que sí podemos hacer es parar y pensar antes de repetir aquello que tanto hacemos o decimos, haciendo que encontremos soluciones nuevas y mejores que las que hemos dado por sentadas.

¿Dónde encontramos la evolución?

Vivir filosofando de esta manera, es vivir manteniendo un espíritu crítico que nos ayudará a conocernos mejor. Ya se sabía bien en la antigua Grecia, que lo que distingue al ser humano del resto de la naturaleza es su capacidad de pensamiento, y siendo esta nuestra principal cualidad parece lógico ejercitarla y encontrar la realización en ella.
Vivir filosofando hará que nos encontremos con aquello que no nos solíamos plantear, un elemento crítico, dar vida a un opuesto a nuestras creencias, que hará que lo que hablemos y realicemos proceda de la argumentación razonada, y no desde la costumbre.

Si a pesar de esto seguimos manteniendo nuestros dogmas, no pasa nada, pues filosofar consiste en vivir con la crítica, y el simple hecho de cuestionarse ya es filosofar, ya que sea cual sea la conclusión a la que lleguemos la habremos contrastado, y aunque sea en eso, habremos cambiado.

Esto es evolución, pues llegará un día en que nos encontremos con una nueva forma de vivir, habremos abandonado la desidia y la auto-obediencia para pasar a un estado mental activo y flexible, que finalmente hará honor a nuestra capacidad de razonamiento, aportándonos sin duda alguna, muchas más satisfacciones que las que puede dar el quedarse abrazado a la opacidad mental.

Pensamiento Crítico como precedente al Pensamiento Filosófico


 

Los “amantes de la sabiduría” estamos en un camino constante de la búsqueda de la verdad, una verdad que nosotros elegimos.
Podemos ser nosotros los que vayamos al conocimiento, o puede ser que la información nos sea arrojada inevitablemente, cosa que hoy en día sucede constantemente ya sea de forma interesada o de forma casual.

Puede que el Pensamiento Crítico no sea necesario para ejercer un Pensamiento filosófico y viceversa, pero ambos dos son herramientas indispensables en a búsqueda del conocimiento.

El Pensamiento Crítico influye en la búsqueda de lo verdadero, mediante la humildad intelectual, una mente abierta y apoyados en la libertad de pensamiento, nos vemos en la necesidad de evaluar la consistencia y la validez de la información que nos exponen. A veces nos preguntamos “¿Como puede ser que la gente se crea realmente lo que dicen en este anuncio?” Pues sencillamente porque no están aplicando un filtro, no tienen la costumbre juzgar lo que les llega, y están aceptando toda la información ofrecida como válida y real.
Seamos inconformistas, seamos buscadores, arriesgados, rebeldes, irreverentes, seamos incluso indeseables y molestos, pero no seamos tontos.

Una vez que aceptamos la información, y no tengamos duda de ella, podemos ejercer el Pensamiento Filosófico.
Igual que el Pensamiento Crítico afecta a lo verdadero y lo falso, en el Pensamiento Filosófico busca lo bueno y lo malo, pasamos de enfrentar algo a la verdad, a enfrentarlo contra nosotros mismos, no me interesa la verdad, me intereso yo mismo y la forma en que me reflejo esta información que me ha llegado para enfrentarla a mis creencias y virtudes.

Hoy en día es más la información que nos dan ya pensada, que la que recogemos directamente del mundo sin que nadie la haya pensado antes, abrimos nuestras orejas a personas que no tienen nada que decir, y ya que no podemos impedir que el mundo esté lleno de mentiras y tonterías, si que a titulo particular deberíamos impedir que, en primer lugar aceptemos todo lo que nos llega, y en segundo lugar lo tengamos en cuenta a la hora de pensar el mundo e incluso a la hora de pensarnos a nosotros.

Un ejemplo de todo esto:

Constantes noticias de que “los jóvenes son unos gamberros”.
La abuela que en casa acepta lo que le llega ya que a su edad no le apetece mucho pensar.
Esa abuela se cruza con jóvenes y siente temor y desagrado.
Ese constante temor y desagrado junto a la asimilación de las noticias hacen que la abuela se consolide en una posición anti-juventud.
Quizá sabiendo el porcentaje de jóvenes gamberros por provincias pudiera haber hecho que la abuela no sienta tanta angustia el resto de los días que le quedan.
La angustia vende, por lo tanto las noticias de gamberros seguirán si interesan, a la vez que la abuela transmitirá y venderá su angustia a otras personas si aprende que así puede captar la atención.

Habría que revisar hasta que punto estas situaciones ya nos han influido de forma subjetiva en nuestras ya formadas opiniones de política, economía, deporte, prejuicios e incluso filosofía.
Lo que no pudo arreglar el Pensamiento Crítico en su momento puede ser que lo arregle el Pensamiento Filosófico ahora, piénselo, piénsese.

la percepción ¿amiga o enemiga?


La percepción ¿amiga o enemiga?

Últimamente leo y pienso mucho en la percepción, que aunque no es un tema muy clásico de la filosofía, ha sido tratado numerosas veces y tiene una influencia importante sobre cada uno de nosotros, especialmente a la hora de pensar y a la hora de interpretar el mundo.

Vamos a ponernos en situación, imaginemos que estamos escribiendo y se nos cae un bolígrafo, no pasa ni un minuto y se nos vuelve a caer, y acto seguido se nos vuelve a caer, y ya enfadados lo agarramos lo miramos y decimos ¡Maldito bolígrafo deja de caerte!

En un momento nos vemos enfrentados a dos problemas, por un lado tenemos el enfado de la situación, y por otro lado nos hemos ganado un enemigo mortal que es el bolígrafo, y ahora es cuando pensamos ¿Cuál es el problema aquí? ¿Cómo en ocasiones nos enfadamos con cosas inertes? En parte es un problema de percepción, percibimos maldad donde no la hay.

Podríamos definir la percepción algo así como “una actitud subjetiva a la hora de interpretar el mundo”.

Con el bolígrafo hemos percibido un enemigo, aunque realmente no lo había.

Cuando no controlamos nuestra percepción se maneja a su antojo, las situaciones se tornan difíciles o agradables según nuestro estado de ánimo, pero cuando la controlamos podemos hacer que el mundo nos dé justo lo que deseamos.

El tema de la percepción es mucho más largo y profundo, estos ejemplos del bolígrafo y del hombre que respira fuerte, eran dos ejemplos personales como ví­ctima de algo que Séneca definía como “la impresión de que se burlan de nosotros”, tenemos el ejemplo de un elemento inanimado y de un ser vivo, y en ambos casos los dotamos de un carácter mal intencionado ante la duda, creando así un problema del que solo somos víctimas nosotros mismos.

Más recientemente tenemos un estudio más intensivo del uso de la percepción mediante técnicas de PNL, programación nuero lingüística, que es el uso del lenguaje para cambiar la percepción que tenemos sobre un problema, el filósofo y experto lingüista Noam Chomsky escribe sobre ello y hay diversas técnicas para afrontar los problemas…

Poner nuestro problema en un marco más grande para verlo más pequeño:
¡A todo el mundo le pasa!

O buscar el opuesto positivo de un problema:
No tener miedo al fracaso, sino ganas de hacerlo bien.

O el uso del “pero” y el aunque para cambiar el peso en la información de una idea:

En la frase:

“he encontrado una solución a mi problema, pero seguro que volverá a surgir de nuevo”

Tenemos el peso en la parte negativa, mientras que si decimos:

“he encontrado la solución a mi problema, aunque vuelva a surgir de nuevo”

La idea principal se queda en “he encontrado la solución a mi problema”

En general los libros que han pasado por mis manos hablando de este tema vienen a comunicar que ante una situación que desconocemos nuestra percepción suele ser negativa para poder así defendernos de ella, y tenemos una especial predisposición a pensar que tanto objetos como personas quieren fastidiarnos.

¿Son los problemas algo objetivo, o es nuestra percepción su creadora? ¿Todos los problemas tienen un punto de vista positivo? ¿Por qué es tan difícil cambiar nuestra percepción de algo negativo hacia algo positivo cuando tenemos la posibilidad de hacerlo?

LA PERCEPCIÓN SELECTIVA



La percepción selectiva es un concepto muy a tener en cuenta en el mundo publicitario ya que es una de las pocas defensas que tiene el espectador ante los innumerables impactos publicitarios que recibe al cabo del día.

Básicamente se trata del rechazo o aceptación de un mensaje en función de su predisposición a aceptarlo, es decir, elegimos la publicidad que queremos ver en función de las creencias, valores, deseos, o hábitos que transmite.
Si nuestros sentidos captan algo que coincide con nuestra memoria a largo plazo, tiene más posibilidades de ser procesado por nuestra memoria operativa, también llamada memoria de trabajo.

Es decir, escuchamos, vemos o/y pensamos lo que nos interesa.

Como he nombrado antes, esto es una herramienta de defensa, ya que si tuviéramos que prestar atención y reflexionar sobre todos aquellos mensajes que nos llegan podríamos ir directos al manicomio o a tirarnos de un puente.

Hay otra aplicación que los usuarios de Internet realizan con su percepción selectiva, y es que muchas veces los portales amortizan la información que ofrecen con publicidad, pero los usuarios buscamos la información, no la publicidad, por lo que automáticamente reconocemos esos espacios que no nos interesan y serpenteamos entre ellos esquivándolos, haciendo caso solamente de lo que nos interesa.

¿Quién no ha sentido que hace exactamente lo mismo en su vida?

Que la forma en que interpretamos el mundo es algo único y personal no es nada nuevo, pero deberíamos revisar la forma en que sobre la información que nos llega del mundo realizamos una percepción selectiva, la forma en la que automáticamente esquivamos lo que no nos interesa y vamos a quedarnos solamente con la información que apoya nuestros proyectos, intereses y fantasías.

A veces relaciono este pensamiento directamente con la gente que se muestra solidaria con su sociedad y es consciente de los problemas globales, con aquellas personas que no ven más allá de su burbuja idílica de seguridad e ignorancia. De alguna manera hay personas que no evitan un tipo de información que transmite problemas lejanos y complejos, y otras personas que lo hacen.

No puedo evitar ver la percepción selectiva en parte como una forma de autoengaño en la que solo escogemos entender lo que apoya nuestros dogmas y costumbres, pero tampoco podría entender un estado en el que tuviera que aceptar todos los problemas que recibo día a día, procesarlos y por tanto hacerlos míos en parte.

Realmente el mundo es un sitio lleno de ignorancia, donde sigue habiendo pobreza extrema, enfermedad y guerras activas con muertes a diario, incluso en nuestra propia ciudad o provincia podemos encontrar casos de la más estremecedora violencia, esta información llega a nosotros a diario.
¿Es posible encontrar un punto de partida hacia la felicidad teniendo en cuenta esta situación? ¿Elegimos meditar esta información o la desechamos? ¿Hay un punto de equilibrio entre el realismo más extremo y nuestra propia utopía idílica donde podamos tener la conciencia tranquila? ¿Cómo sabemos si estamos realizando una percepción selectiva en exceso o en carencia en nuestra vida, y qué problemas puede darnos?