martes, 31 de mayo de 2011

La videopolítica y videodemocracia

El maestro Sartori en su obra denominada “Ingeniera constitucional” hace referencia a una serie de factores que pueden llegar incluso hacer que dejemos de hablar del ser humano como homo sapiens (que piensa) para migrar a ser un homo videns (que sólo ve).

La médula de la transición de esto, está básicamente en la información que recibe ahora el ser humano y para situarnos en los tiempos electorales el ciudadano en los distintos medios de comunicación, con especial énfasis la televisión. Incluso menciona que este adelanto tecnológico, está en proceso de hace cambiar nuestra forma de vida.

Habla de que el homo sapiens realiza sus propios juicios y sintetiza la información que día a día va aprendiendo y observando mediante el quehacer cotidiano de cada una de sus actividades.

Mientras que el homo videns es un producto de la televisión y que ahora solo sigue sus impulsos no mediante el razonamiento de las cosas que suceden o sucedían, sino que ahora solo se guía por las imágenes y la información que recibe por los distintos medios de comunicación, limitando su horizonte a las que estos le proyectan.

Sabemos que en nuestra Entidad Federativa tiene verificativo el proceso para elegir Gobernador del Estado y Diputados Locales, y es por esto que hago alusión a los distintos tipos de electores en los que nos podemos convertir sino observamos y somos críticos con lo que pasa a nuestro alrededor. Pero sobre todo sino buscamos informarnos y solo nos quedamos con lo que los medios de comunicación deciden pasarnos, o valga la redundancia informarnos.


Creo que es fundamental darnos el tiempo para no solo ver los spots publicitarios de uno u otro candidato. Sino más bien porque no tomarnos un poco de nuestro valioso tiempo y visitar las páginas de los distintos contendientes a Gobernador y Diputados Locales, o bien la del propio Instituto Electoral y Participación Ciudadana del Estado, para efecto de poder ver las plataformas políticas y/o propuestas de campañas y así decidir por quien y a quién votaremos.

Recordemos que estas plataformas a la postre de quien resulte ganador se convertirá en el proyecto de gobierno a desarrollar en nuestro Estado por lo menos los siguientes seis años. Como vemos. Creo que es mejor dedicarle un espacio de 20 a 30 minutos en leer lo que cada uno de ellos propone, o bien hacerlo en intervalos de un candidato por noche. Que por favor no nos subestimen con campañas negras sin contenido ni propuestas. Definitivamente hay que estar a la expectativa de todo lo que pase en este periodo de campaña, pero yo preferiría que observemos lo que realmente vale. Que si usted es madre de familia, pues vea quien conviene más para efectos de que sus hijos tengan más y mejores oportunidades de estudiar, de esparcimiento y de crecimiento integral. Que si usted es un apasionado por el arte, pues vea quien cumple con sus expectativas. Pero sobre todo que si usted está decidido a votar pues vea de manera amplia lo que mejor convenga para Coahuila y las próximas generaciones.

Les digo esto, porque por ejemplo en los sistemas de gobierno parlamentario, el proyecto de gobierno propuesto en la campaña, es importantísimo para efectos de que los presidentes o primeros ministros según sea el caso, puedan seguir gobernando. Ya que de abandonar el plan de gobierno por el que fueron elegidos, la propia oposición puede tramitar una figura que por lo menos en términos de derecho español, se llama “pérdida de la confianza” la cual puede llevar a cavar con los gobiernos de manera anticipada. Sobra decir que nuestro sistema no funciona así, pero la idea es tratar de hacer conciencia de lo que importa es la materia gris y el contenido. Y no solo los proyectos si se puede llamar así que solo buscan destruir, más nunca proponer.

Exijamos como cuerpo electoral que se hagan procesos electorales de altura. Lo cual solo conseguiremos de dos formas. Una no dejando de ejercer nuestro derecho fundamental de votar; y dos haciéndolo de manera racionalizada. Recuerde que esta oportunidad solo la tendrá nuevamente dentro de seis años.

El autor es integrante de la Fundación Trascender, A.C./Vínculo de Profesionistas.www.trascender.org.mx

Divulgando nuestro pensamiento, como forma de creer en la libertad

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
Miguel de Cervantes Saavedra.

Es de llamar la atención las diversas reacciones que está provocando la reciente suspensión comercial del documental “Presunto Culpable”. Cada día se eleva la cantidad de personas que desea verlo, ya sea por interés en conocer los problemas de nuestro país en relación al sistema judicial, por curiosidad a la censura o por cualquier otra causa, y es de tomar en cuenta entre quienes lo hemos visto, que la mayoría sentimos indignación ante lo sucede en nuestro país.

No podemos negar que, el que la medida judicial de suspender para su exhibición comercial “Presunto Culpable” le otorga un tinte nuevo y diferente, y una publicidad que no hubiera conseguido jamás, por consiguiente, las reacciones que provoca son mas enfáticas y determinantes, tanto las dirigidas a todos aquellos que intervienen en procesos judiciales en materia Penal, como incluso dirigidas hacia quienes no permiten su exhibición.

Ahora bien, la prohibición comercial no deviene de la trama del documental, como en principio se pensaría, sino de una demanda interpuesta en contra de la Dirección General de Radio Televisión y Cinematografía, debido a que algunos de los “actores” del mismo no expresaron su consentimiento para ser grabados y menos aún transmitir su imagen. Es difícil saber las verdaderas intenciones de quienes hoy se oponen a su comercialización, puede incluso pensarse que existe un trasfondo político-social para no dar a conocer a la ciudadanía lo que sucede en este país en muchos aspectos.

Lo más rescatable del asunto es que la Secretaría de Gobernación, a través de la Dirección General de RTC, emitió un comunicado en el que establece que cumplimentará en tiempo y forma, y en el ámbito de sus atribuciones, el procedimiento judicial correspondiente para acreditar la legalidad de las actuaciones, y que como ya lo hemos mencionado su censura provocó entonces una mayor potencial audiencia.

Eso es en cuanto a la forma, sin embargo, en cuanto al fondo del asunto que versa nuestro documental su apreciación nos permite determinar que en México, por regla general, se detiene en supuesta flagrancia, se acusa sin pruebas confiables y se condena en la mayoría de los casos en juicios prácticamente secretos. Este patrón, sumado al hecho de que las instituciones de justicia son especialmente permeables a la corrupción, explica nuestra alta tasa de impunidad y de probabilidad de condenar inocentes. Por lo tanto, la injusticia afecta tanto a víctimas como a acusados.

“Presunto Culpable” demuestra la necesidad de que en México haya juicios orales, la importancia de contar con un procedimiento judicial público, auditable por los ciudadanos, y de igual manera elevar la calidad de la investigación policial. Es increíble el poder que en nuestro país se le da a un testigo ocular de un delito, como lo deja muy claro este filme, por lo tanto necesitamos como sociedad y Gobierno reclamar a las autoridades encargadas de impartir justicia una mayor preparación de quienes llevan a cabo estos procedimientos de rutina, la Policía, los investigadores, los agentes del Ministerio Público y más aún los jueces que dictan las sentencias

Los creadores, productores, actores y todos aquellos que intervienen en “Presunto Culpable”, manifiestan que el filme es un reclamo de rendición de cuentas y que el terreno emocional que maneja ha permitido que gran parte de la ciudadanía mexicana se sume a estas peticiones, lo cual, a título personal, arroja grandes esperanzas.

El autor es integrante del Círculo Editorial de la Fundación Trascender, A.C./Vínculo de Profesionistas.www.trascender.org.mx

Vivir… un camino a la felicidad

Respira, me dijo….

Una mente en conflicto es peor que un desvelo sin motivo. Existen personas que son reconocidas e incluso admiradas por su claridad mental, poner en orden el intelecto no es tarea fácil, sin embargo es un ineludible acto de estabilidad emocional. Aquel que se mantiene firme idealmente ante los cambios de la vida, merece tranquilidad como premio a dicha madurez mental.

El equilibrio interior debe manifestarse en acciones que produzcan bienestar, más aún felicidad en la gente que vive a tu lado, en ese ser que conoces y quieres, este es el fin de todo individuo, crear y repartir felicidad en el camino propio y en el de aquellos que acompañaran su vida.

Ser feliz exige de ti mismo discernir y buscar la madurez emocional, lo cual sin duda en nuestros tiempos es difícil de conseguir. Día a día escuchamos frases que pueden causarnos verdaderos conflictos interiores, discursos sin sentido, dichas por políticos que provocan incluso un verdadero odio hacia el arte de gobernar, sermones que no comulgan con tus ideales, dictados por religiosos que provocan incluso rechazo con tu verdadera espiritualidad; palabras que te hacen dudar de tus acciones, expresadas por aquellas personas cercanas a ti, por lo tanto esa felicidad podría parecer nada fácil de conseguir, sin embargo allí está, sólo es cuestión de permitirle acompañar tu caminar.

Ser una víctima invisible no encuentra razón de ser en ningún caso, al contrario, buscar y alcanzar con el tiempo tu plenitud, es saber disfrutar la vida en vez de lamentarte de ella. En la vida encontramos un sinfín de situaciones, muchas de ellas difíciles de superar, pero que invariablemente ofrecen dos caminos, una dualidad que consiste en: saber aprovechar un error o sufrimiento, para transformarlo en experiencia, o por otro lado, lamentar por siempre una acción o reacción y otórgale un sufrimiento desmerecido y por lo mismo no superarlo jamás.

Encontrar personas que te permitan ser feliz, es parte de una búsqueda que debe ser inalcanzable, el alma que llevas dentro lo requiere. Sin afán de pecar de feminista el alma que tiene cara de mujer, es siempre una ventana que busca expresarse, manifestarse y entregar amor, quizá por lo tanto “nosotras” tengamos un poco más de responsabilidad al ir al encuentro de la plenitud, tanto personal como la de nuestros seres queridos, sobre todo si son del sexo opuesto, podemos tomar en nuestras manos ese compromiso, o hacer caso omiso de esa importante carga, dejarla en el olvido es una cuestión de decisión.

Sueña, planea, actúa, busca y alcanza es decir vive.

El autor es inegrante del Círculo Editorial de la Fundación Trascender, A.C./Vínculo de Profesionistas. http://www.trascender.org.mx

Exceso sólo de virtudes

Decimos que hay abundancia cuando se da un excedente de lo absolutamente necesario. Cuando se da una abundancia de buenos estados anímicos, de conocimientos, de buenos amigos, el concepto de la abundancia es algo bueno y positivo; en cambio, la idea de abundancia puede tener un carácter negativo, como por ejemplo, en el caso en que nos sobra el dinero y lo malgastamos.

La idea de saciedad tiene sus raíces en el significado de disgusto, fastidio y aburrimiento, y también, en la idea de provocar asco y repugnancia, como bien lo advierte el psicoanalista Erich Fromm.

Las palabras y sus significados se han formado a través del tiempo y de una conciencia colectiva que acepta esos significados. “Ya podemos preguntarnos – nos dice Fromm – si el lenguaje no está señalándonos que la abundancia superflua lleva al fastidio, al asco y al odio”. Luego tendríamos que preguntarnos: ¿vivimos en la abundancia? Al decir ‘vivimos’ me refiero a la sociedad industrial contemporánea, tal como se ha desarrollado en los Estados Unidos, Canadá y Europa Occidental. ¿Vivimos en la abundancia? ¿Quién vive en la abundancia en nuestra sociedad y de qué clase de abundancia se trata: de sobreabundancia o de abundancia superflua? Digámoslo en términos muy simples: ¿se trata de buena abundancia o de mala abundancia? ¿Nuestra abundancia lleva a la saciedad? ¿La abundancia debe llevar a la saciedad? Y, ¿qué aspecto tiene entonces la abundancia buena en que rebosamos de bienes, la que nos lleva a la saciedad? Partamos de un hecho contundente: A inicios del año 2008, habitábamos el planeta un poco más seis mil seiscientos millones de seres humanos. De esta población, según organismos internacionales, más de mil doscientos millones vivían en la pobreza, y de estos mil 200 millones, 800 millones padecían cada día de hambre.

Cuando hablamos de la posición económica de una persona, es lícita la aspiración personal a una ocupación productiva y suficiente para su bienestar personal y familiar. En los países ricos de América, Europa y Asia, se da una autosuficiencia generalizada, y a su vez, se dan dos problemas: que aún en medio de una gran mayoría que viven en la buena abundancia económica, hay un porcentaje variable en cada país de estos Continentes de personas que viven en la más completa pobreza. Inclusive, en los Estados Unidos de Norteamérica, viven más de 30 millones de personas en la más degradante miseria; y segundo problema: que en esos países ricos, existen grupos de personas que concentran descomunales cantidades de riqueza.

La hambruna, la pobreza y la concentración de la riqueza, constituyen gravísimos males para sus naciones. Estos males atentan contra la igualdad, la justicia, la dignidad, la moral pública y la moral privada.

Pero hay en las naciones desarrolladas un alto porcentaje de personas que no están contentas con su estado económico de buena abundancia, y que persiguen con una viciosa avidez, alcanzar un estado personal de superabundancia que sería, por supuesto, una abundancia mala y dañina, pues de muchas maneras estarían esa personas mostrando una nula solidaridad con la pobreza de su Nación. Además, la avidez por la abundancia mala o superabundancia, estaría ensanchando una sociedad malsana.

Toda saciedad nos lleva al hastío, al aburrimiento y a tratar de llenar un vacío existencial, que por lo pronto mitiga ese vacío, pero en el fondo, ese excedente de riqueza no resuelve ni uno solo de nuestros problemas.

Aspiremos a la abundancia buena y rechacemos toda avidez por la superabundancia, que de alcanzarla, siempre nos sería dañina. Nos dañaría en nuestras vidas, pues la avidez por aspirar a esa superabundancia, estaría reforzando nuestros miedos a la vida y nos impediría resolver de raíz los problemas que causan nuestro “vacío existencial”. El gusto por la vida, el mejoramiento de nuestra relaciones con nuestro hijos y pareja sentimental, una ocupación productiva y agradable, la calidad de las relaciones con nuestro amigos, el amor a la virtudes, el aumento de nuestra capacidad de asombro, entre otros, no se dependen de tener más dinero, sino que complican los problemas y nos impiden atacar de raíz nuestro malestares existenciales.

Evitar la dispersión a toda costa

El filósofo Danés Kierkegaard, afirmó: “Pureza de corazón es querer una sola cosa”. De una manera consciente o inconsciente, todos queremos al menos llegar a alcanzar algo más que la medianía, ya sea en el trabajo, destrezas naturales para pintar, vender, administrar, etc. Aún, para alcanzar un buen nivel en el “arte de vivir”, es necesario que nos dediquemos a una sola cosa.

La dispersión es uno de nuestros peores enemigos para el éxito de cualquier cosa que emprendamos; en cambio, la concentración es uno de nuestros aliados más poderosos. Napoleón se distinguía por su hábito de concentrarse solamente en la tarea que estaba desempeñando. Ya sabemos de las enormes proezas de inventores como Edison, Darwin; de artistas, escritores, empresarios; todos ellos pudieron lograr lo que lograron, en gran parte, a sus hábitos de concentrarse, en hacer una tarea a la vez, y en evitar la dispersión a toda costa.

“Yo, soy yo quien lo ha hecho”, escribió el poeta Virgilio, orgulloso de sus geniales creaciones. El poeta Ovidio expresó: “He acabado un monumento perenne como el bronce”, refiriéndose a la conclusión de uno de sus libros. Cuando tenemos muchos objetivos, no sabemos por lo general cuál es el más importante, y aún sabiéndolo, no le damos la atención debida, pues la multiplicidad de objetivos puede extraviarnos, sucediéndonos lo que dijo Séneca: “No hay viento favorable para él que no sabe a dónde va”.

Finalmente las cosas estarán a nuestro favor, tal y como lo pensó el genial Ensayista francés, Montaigne, quien escribió: “Mil rutas se apartan del fin elegido, pero hay una que llega a él”. El gran psicoanalista Erich Fromm, en uno de sus escritos, así reflexionó sobre la importancia de dedicarse a un solo objetivo:

“Cuando la energías se dividen entre varios objetivos, no sólo se dedica menos a cada uno, sino que también merma el total de energía, por los constantes choques que se producen entre ellos. Sirva de ejemplo la neurosis obsesiva. Quien duda de si hacer una cosa o la contraria y mantiene una actividad contradictoria frente a las personas más importantes de su vida, puede verse impedido para tomar una decisión y, finalmente, para actuar de algún modo. En el caso “normal”, cuando los objetivos no son tan ferozmente contradictorios, se pierde menos energía; pero, de todos modos, disminuye mucho la capacidad de alcanzar un objetivo. En realidad, no importa cuál sea el objetivo: material o espiritual, moral o inmoral.

El atracador de un banco necesita tanto querer una sola cosa como el científico y el violinista, si es que quieren hacer perfectamente, o por lo menos bien, lo que están haciendo. La despreocupación lleva a uno a la cárcel, a otro ser un profesor improductivo y aburrido y, al tercero, a tocar en una orquesta de segunda. La cosa es distinta sí solo se pretende categoría de aficionado: el atracador, probablemente, se meterá en un lío, y el científico se sentirá frustrado, mientras que el violinista disfrutará por el mismo valor de su actividad, suponiendo que no aspire a la perfección”.

El Premio Nobel de Medicina, el Español Santiago Ramón y Cajal, en una utilísima obra titulada “Tónicos de la Voluntad”, prescribe una serie de consejos para toda persona que quiera destacar en alguna actividad. Ramón y Cajal dice que uno de los caminos más directos y de una excepcional eficacia para el éxito propuesto, consiste en enfocarnos en un solo objetivo, y aplicar en él toda nuestra concentración y disciplina.

Santiago Ramón y Cajal obtuvo el Premio Nobel, gracias a sus descubrimientos en el campo de la neurología. Este excepcional médico, en otra de sus obras nos relata que él gozó de una inteligencia normal y nada sobresaliente, y que recordaba que solamente entre sus compañeros de salón en la escuela de medicina, había muchos que los superaban por mucho en inteligencia. Ramón y Cajal nos sigue diciendo que sus grandes éxitos en los descubrimientos neurológicos se debió al hecho de haberse enfocado a un objetivo y al haberse concentrado en él durante mucho tiempo.

Edison, el inventor más prolífico que ha dado la humanidad, al igual que Napoleón, inventores, empresarios, artistas, han triunfado por haberse enfocado solamente a un objetivo. Es el caso también, del gran escultor francés Rodin, quien parecía desconectarse del espacio y del tiempo cuando estaba esculpiendo, que fue siempre su actividad.

Arrepentimiento y remordimiento

Jacinto Faya Viesca
¡Cómo quisiéramos no haber empezado aquello de lo que después nos arrepentimos! ¡Nuestros remordimientos atenazan nuestra alma con suplicios!

El arrepentimiento es el pesar que sentimos por haber hecho alguna cosa o por haber dejado de hacer aquello que nuestra conciencia nos dictaba que hiciéramos. El remordimiento, hermano del arrepentimiento, es el desasosiego y culpa que nos queda después de haber ejecutado una mala acción, o por la omisión de no haber actuado de una determinada manera.

El acusador arrepentimiento y el persecutor y pertinaz remordimiento, ensombrecen nuestra alma, disparan su veneno de tristeza y cobardía en nuestros corazones y nos marchitan la sabia más rica de nuestra vitalidad. De una conciencia clara y limpia, hacen un lodazal; de un corazón recto y fuerte hacen un corazón de laberintos y tan fuerte como un débil pétalo. Es tal la fuerza destructiva de la culpa, que basta para enloquecer a una persona, mantenerla desasosegada y temblorosa toda su vida o arrojarla a la negrura del suicidio.

Generalmente pensamos que el corrompido no se arrepiente, pero esto no siempre es así. El corrompido es un vicioso que estraga, pervierte e impurifica; lo es siempre con plena conciencia de su perversión y del mal que causa. No se trata de un loco que no sabe lo que hace, sino de una persona que perfectamente distingue el bien del mal, pero su deformación moral y psicológica lo hace pensar, sentir y actuar de la peor manera. Shakespeare, con su genialidad inmensa, nos pinta la plena conciencia del corrompido: “He sido, señora, una criatura corrompida”, y después afirma: “y por Dios que me arrepiento”. Shakespeare no se equivoca: el corrompido tiene plena conciencia de lo que es, y también que es susceptible y capaz de arrepentirse.

La maldad de una persona no impide el reconocimiento de su maldad, como tampoco impide que un sólo pliegue de los cientos que tiene su corazón, pueda estar sano y capaz de arrepentirse.

En la obra de Shakespeare, “El Rey Lear”, el personaje Gloucester expresa: “No sigo camino, por tanto no necesito ojos. Tropecé cuando veía”.

Gloucester reconoce que caminó sin rumbo, sin dirección, es decir, que no conocía sus objetivos y que carecía de claras finalidades. Si caminaba sin rumbo, cualquier dirección significaba lo mismo. Quien en la vida se deja llevar por la corriente, si sólo actúa por lo que le dicta el momento pero jamás tiene finalidades ni metas, es igual que el ciego que dejado sólo en un paraje desconocido, lo mismo le da caminar por cualquier lado.

Gloucester reconoce con amargura que cuando conocía las circunstancias y los hechos, se equivocó en sus decisiones, eligió mal y actuó equivocadamente. Por ello, de una manera metafórica expresa su arrepentimiento: “Tropecé cuando veía”. Es decir que cuando sabía del peso de las circunstancias, actuó erróneamente, al igual que en un sitio desconocido quien carece de ojos no puede pisar con firmeza.

Como podemos ver, para que puedan darse el arrepentimiento y el remordimiento, la persona tiene que haber sido consciente de lo que hacía o de lo que dejaba de hacer. Y por lo contrario, un gran número de personas se arrepienten y les acusa con remordimientos su conciencia, cuando esto no debería ser así, pues no vieron con claridad, no tuvieron plena conciencia de su acción o de su omisión. Aquí, la escrupulosa culpa acusa a la conciencia de algo de lo que no es culpable.

El quisquilloso arrepentido, con su arrepentimiento da nacimiento a nuevas e injustificadas culpas y éstas a su vez, fortalecen a un arrepentimiento que nunca debió haber nacido.

En Macbeth, obra también de Shakespeare, el personaje Macbeth dice: “¿Podría todo el océano del gran Neptuno lavar esta sangre de mi mano? No, más bien esta mano mía encarnará el más populoso, haciendo rojo el verde”.

En la mitología, Neptuno es el Rey de los mares. Macbet sufre de tal arrepentimiento, que lo compara con la imposibilidad de lavar su grave culpa, como pasaría si toda el agua de los mares no pudiera lavar la sangre de su mano. Es tanto su arrepentimiento, que es más fácil que su mano ensangrentada encarne el mar y cambie el color del agua del océano.

El arrepentimiento y el remordimiento ensangrientan el alma que fue blanca y pura, y chupan la sangre del corazón hasta dejarlo sin vida. Por ello, nos resulta indispensable conocer a fondo los resortes, motivaciones y consecuencias de toda lacerante culpa, pues sin culpa moral y emocional no podría darse el arrepentimiento y el remordimiento. Recordemos, que una culpa no curada, pude llevar al suicidio. Y también, que un alto porcentaje de las culpas son falsas culpas, por lo que una persona que sienta su alma ensombrecida por alguna culpa, lo mejor que pude hacer, es ponerse de inmediato en manos de un psiquiatra o psicólogo competente.

Las catástrofes del siglo 20

Del año 1900 al 1913, profetas de toda clase anunciaban al siglo 20 como un tiempo de las grandes construcciones del conocimiento, la política, y la construcción de un mundo mejor para todos.

Todos estos profetas se equivocaron: el siglo 20 resultó ser una era de las grandes rupturas, desengaños y frustraciones. Cien años en que los grandes proyectos de unidad mundial se desmoronaban, y, a la vez, se hacían añicos los más importantes valores de una tradición probada de la Antigua Grecia.

La Primera Guerra Mundial estalla en 1914, sin ningún esfuerzo por impedirla por parte de las naciones más poderosas. Por vez primera, el mundo fue testigo de la crueldad humana a una escala que jamás se había visto.

La Segunda Guerra Mundial, en la que perdieron la vida más de 50 millones de personas, y en la que quedaron heridas y mutiladas más de 200 millones, ofreció al mundo un espectáculo dantesco: las invasiones de Alemania a países débiles y sin armamento, con la consecuente mortandad de millones de seres humanos; hambrunas en países invadidos por los nazis; el surgimiento del Fascismo; la destrucción de puentes, carreteras, centrales eléctricas y ciudades enteras; el Holocausto, vergüenza de la humanidad con más de 6 millones de judíos asesinados.

Y para ponerle la cereza al pastel de muerte, el genocida presidente Truman, lanza en 1946 sendas bombas atómicas a Hiroshima y Nagasaki. Japón, materialmente, estaba destruido y rendido, pero la infinita soberbia de Truman y de su gobierno anhelaban la humillación de Japón con su rendición expresa. El siglo 20 no aprendía de sus errores y crueldades: la colonización explotadora de naciones europeas devastaban a países de África y Asia.

Tanta confusión y desconcierto explotó en la década de los 60. En París, el Movimiento Estudiantil de 1968 expulsó del poder a su gran héroe nacional: al presidente Charles De Gaulle. Los estudiantes protestan en la avanzada Universidad de Berkeley California, y en Praga, capital de la hoy República Checa. En México el Movimiento Estudiantil de 1968 cambió el curso de nuestra historia.

La codicia demente de dominación por parte de los Estados Unidos y de la Antigua Unión Soviética mantuvieron a la población mundial en un permanente estado de terror, temiéndose que en cualquier momento se desataría la tercera guerra mundial.

Esta tercera guerra no apareció en el siglo pasado, pero sí se dio una guerra del terror, desde la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, terminada en 1946, hasta el derrumbe del Muro de Berlín en 1989. A esta guerra se le conoció con el nombre de la Guerra Fría.

En Yalta, Roosevelt, Stalin y Churchill se reparten el mundo. Pero no obstante esto, la antigua Unión Soviética quedó resentida y temerosa, dándose lugar a permanentes hostilidades durante toda la Guerra Fría (1946-1998), por parte de los antiguos aliados: Rusia y los Estados Unidos.

La arrogancia de este país no entendió ni le interesó comprender las distintas opciones para el crecimiento económico y la distribución justa de la riqueza. Este país impone en la economía mundial un “capitalismo salvaje”, sin importar que las grandes especulaciones financieras en las bolsas de valores, y los acuerdos económicos decididos en Washington, empobrecieran a la gran mayoría de las personas que eran alcanzadas por estas políticas unilaterales.

La inmensa concentración de la riqueza en los privilegiados grupos de interés no se hizo esperar: surgieron riquísimas empresas, se fabricaron multimillonarios, se privilegió al capital; y, por otra parte, aumentó el número de pobres, aun en los Estados Unidos.

Este modelo económico fracturó al mundo en el siglo 20: de una población de 7 mil millones de personas, más de mil 400 millones padecen de hambre cada día y más de 2 mil 200 millones se debaten entre la miseria extrema y la pobreza.

La inercia del capitalismo salvaje de los últimos 30 años del siglo pasado, tomó desprevenido a su principal promotor: en el año 2007 se derrumba la economía de los Estados Unidos, con una crisis de extensión mundial, y de peores consecuencias que la Gran Depresión del año de 1929. La crisis del 2007 derrumbó a la economía norteamericana, y causó la quiebra económica de naciones atadas al modelo explotador de la libre empresa sin restricciones ni límite alguno.

A nosotros nos corresponde estudiar con gran cuidado, el abandono que el siglo 20 hizo de los grandes valores del hombre y de la rica herencia de las más importantes aportaciones de la cultura Occidental.

Los hombres y mujeres del año 2011, en un alto porcentaje, estamos confundidos y aterrorizados de lo que heredamos del siglo pasado: crueldad, hambrunas, desempleo, racismo, discriminación de todo tipo, heridas graves a nuestro planeta tanto en su clima como en sus recursos. ¡Necesitamos ir escribiendo el Código Ético que guíe a nuestras naciones! ¡Nada mejor que rescatar los grandes valores de nuestra tradición occidental!

Valentía y audacia

Jacinto Faya Viesca
¡Nuestra imaginación nos ha construido un bello sueño y el corazón palpita de impaciencia por realizarlo! Lo imaginado nos lanza al vuelo de la fantasía al igual que un halcón se encumbra en la montaña. Pero de pronto, nuestros temores habituales le roban el fuego a nuestro corazón encendido. ¿Y qué puede ya hacer una imaginación destrozada y un gélido corazón si no es volver a lo habitual y a nuestra fantasía acobardada?

Nuestros nobles sueños y proyectos son derrumbados por nosotros mismos y no por la realidad. Al corazón sólo lo puede nutrir la valentía y la audacia. Ya lo dijo el poeta latino Ovidio: “Dios ayuda a los audaces”. A la fortuna, como es mujer, le gustan los audaces y atrevidos, y es débil con los valientes. Decía Goethe que en los momentos difíciles de nuestra vida, nada había mejor para salvarnos que la “presencia de espíritu”, es decir, la decisión firmísima y valiente. En la Antigua Roma, un proverbio popular decía: “No cedas a los males, ve a su encuentro con mayor audacia”.

Si no recuperamos nuestra dignidad maltratada no debemos quejarnos que otros nos pisen como si fuéramos gusanos. Así como nadie nos puede robar nuestra libertad, tampoco debemos permitir que otros nos rebajen, y mucho menos, rebajarnos nosotros mismos. Estas ideas las expresó de una manera genial el poeta alemán Goethe, pero con la inmensa ventaja de que su expresión escrita está revestida de un poderoso esplendor estético. Y cuando algo se expresa con un refinado arte, las palabras penetran en todos los poros de nuestro ser y nuestra alma puede dar un giro a nuestras circunstancias por más duras que sean; giro, que llena de audacia nuestro corazón y de confianza a nuestra alma, produciendo en nosotros una fuerza tal, que podemos alterar nuestras circunstancias y hacer realidad nuestros más bellos sueños y proyectos.

Pues bien, Goethe en su obra “Fausto” escribió: “Sí. Vuelve con ánimo resuelto la espalda al bello Sol de la Tierra. Decídete con osadía a forzar las puertas ante las cuales todos querrían pasar de largo. Llegó ya el momento de probar con hechos que la dignidad del hombre no cede ante la grandeza de los dioses; hora es ya de no temblar frente a ese antro tenebroso en donde la fantasía se condena a sus propios tormentos; de lanzarse hacia aquel pasaje, alrededor de cuya estrecha boca vomita llamas todo el infierno; de resolverse a dar este paso con faz serena, aun a riesgo de hundirse en la nada”.

Ante nuestros sueños y proyectos destrozados por nuestra cobarde fantasía, sólo nos quedan dos opciones: llorar en las ruinas de lo que no fue, de lo que no nos atrevimos a emprender; o bien, dejar de temblar como palomas asustadas y remontar el vuelo como audaces águilas. En nosotros está la decisión.

“El comienzo es más que la mitad que el todo”, lo escribió Aristóteles y con frecuencia lo decía Napoleón, el hombre, probablemente, con la voluntad más firme y ardorosa que jamás haya existido. Si comenzamos a actuar vigorosamente en nuestros sueños y proyectos habremos dado el paso más largo. Pero vencer la inercia, la costumbre temblorosa y el asustado corazón de una paloma, sólo podremos lograrlo a partir de una decisión osada, y esta clase de decisión no puede salir de la cabeza desprendida del corazón, sino de un corazón que alimenta a la cabeza.

Queremos pasar de largo ante las puertas que nuestra afiebrada y malsana imaginación no se atreve a abrir o derribar. La maltratada imaginación se nutre de cobardía y desconfianza, y nada grande podemos hacer sin una robusta confianza en nosotros mismos. Desde el momento en que la confianza nos empiece a encender, lo inseguro se vuelve certero, y lo cobarde se torna en valiente. Demos el primer paso y habremos recorrido más de la mitad del todo. Lo que más necesitamos es un “lance de osadía”. Este lance nada nos asegura, pero sí hace absolutamente posible que el tierno corazón se convierta en los instintos valientes de un gavilán.

Creamos en Napoleón cuando dijo: “Nada más difícil, pero nada más precioso que el saber decidir”. La timidez congela la sangre caliente de nuestro corazón; por ello, mucha razón tuvo Fernando de Rojas cuando en su obra “La Celestina” escribió: “La buena fortuna ayuda a los osados y es contraria a los tímidos”. ¡Nada podemos perder si ya tenemos perdidos nuestros sueños y proyectos! ¿Entonces, por qué no intentar darle un giro a nuestras deplorables circunstancias? ¡Si creemos que podemos, claro que podremos hacerlo!

Vivir más y mejor

Charles Darwin, el sabio inglés que escribió “El origen de las especies” en el siglo 19, demostró científicamente los procesos de la “selección natural” y cómo se desarrollaron las especies de animales; para Darwin, sobrevivieron los animales más aptos, pero esta aptitud no se daba solo con relación a la fuerza, sino fundamentalmente a la capacidad de “adaptación” de los animales al medio en que vivían.

Darwin ha sido considerado junto con el inglés Newton, (el más grande científico de la humanidad), como dos de los cinco hombres más importantes de la historia. A partir de Darwin, sabemos que todo animal tiende poderosamente a conservar su vida. A esta tendencia se la ha denominado con la frase de “instinto de conservación”. Pero además, todo animal, y principalmente los mamíferos más desarrollados, instintivamente no sólo huyen del dolor y de los peligros, sino que tienden a obtener el mayor número de placeres.

“Mis observaciones – escribió el psicoanalista Erich Fromm – me hacen creer en una ley general, según la cual todo hombre, como todo animal, como cualquier semilla, quiere vivir. Y no sólo quiere vivir, sino que quiere sacar de la vida el máximo placer y satisfacción. Nadie quiere ser desgraciado, ni siquiera el masoquista. Para éste, el masoquismo (el deseo de querer sufrir) es su forma peculiar de obtener un máximo placer. El tener menos salud o el sufrir más, se debe a errores o a la desviación en el camino de la vida, que llega a ser constante a partir de los 3 años de edad; a veces, también se debe a factores constitucionales y a toda una mezcla de circunstancias desfavorables para el óptimo desarrollo, de manera que, entonces, se busca la salvación por un camino torcido”.

Cuando cometemos errores y nos desviamos de las sanas maneras de vivir, empezamos a destruir nuestra felicidad, y así lo entendió la pensadora española Concepción Arenal, en su sabia reflexión: “El error es un arma que acaba siempre por dispararse contra el que la emplea”.

En muchos de nuestro jardines observamos árboles torcidos debido a que la luz del sol no los baña de lleno; estos árboles se inclinan porque buscan, en un afán de sobrevivencia, la luz que les siga permitir viviendo; y así sucede con la flores: aquellas a las que no les llega la luz, se mueren o viven marchitas; mientras que sus hermanas alumbradas por el astro rey, viven bellas y rebosantes de vida. Lo mismo nos sucede a los seres humanos: si la luz de la verdad y de las óptimas maneras de vivir nos alimenta permanentemente, creceremos derechos y saludables. Pero si sólo nos nutren de manera precaria estas luces del bien vivir, creceremos torcidos, marchitos y con una vida muy lejana a la que pudimos haber llegado.

Si las circunstancias de la vida: amor paternal y maternal en la infancia, buena educación y circunstancias favorables, no nos fueron propicias, nuestro “instinto de sobrevivencia” hará que nos inclinemos a obtener lo que necesitemos de la manera que sea. Por supuesto que muchas de estas “maneras” serán impropias, y empezarán a torcerse y a desviar nuestras vidas. Estas torceduras y desviaciones estarán basadas en lo falso, en lo inauténtico y en lo dañino. Con toda seguridad, quien encuentre estas maneras torcidas de vivir es porque no pudo encontrar las auténticas y sanas. Simplemente, hace lo que puede para seguir viviendo, aún y cuando su vida sea precaria, sufriente y fracasada.

Ya de jóvenes y de adultos, nos resulta muy difícil enderezar el árbol de nuestra vida. Si observamos detenidamente, nos daremos cuenta de que todos los tipos de psicoterapia que existen y todos nuestros intentos de cambio tienen, al final de cuentas, un solo propósito: enmendar las carencias de la infancia, aniquilar las ideas y sentimientos erróneos en que hemos vivido y adoptar conductas sanas de vivir que curen nuestra alma. En una palabra, todas las psicoterapias pretenden destorcernos y enseñarnos a emprender caminos correctos que nos den más vida, la vida a que potencialmente podemos aspirar, como la pequeña semilla de un roble que guarda en su pequeñez la grandeza y frondosidad de un bello y robusto árbol.

Cada momento es único

El valor y significado que le damos al Tiempo, cambian en las distintas edades de nuestra vida. Ya de adultos, recordamos nuestra corta infancia como un Tiempo largo, y en cambio, las decenas de años después de nuestra juventud las sentimos como si transcurrieran rápido, y más sentimos que se aceleran a medida que vamos envejeciendo.

Y las mismas contrariedades de nuestra vida las vemos diferentes en las distintas etapas de nuestra existencia. Este sentimiento lo capto magistralmente el científico y pensados francés Pascal, al escribir: “El tiempo amortigua las pesadumbres y las desavenencias, porque en él cambiamos y nos convertimos en otras personas”.

La realidad, es que un porcentaje de seres humanos han tenido y tienen el privilegio de una adecuada y eficaz idea de los que es el Tiempo. Sin duda alguna, Séneca es uno de los pensadores de la humanidad que mejor lo ha concebido. En una de sus obras nos dice: “Todas las cosas nos son ajenas: solo el tiempo es nuestro”.

Lo más triste de todo, es que confundimos el hecho de haber “existido” durante mucho tiempo, con el hecho de haber “vivido” mucho tiempo. Cualquier persona que haya pasado de los 60 o 70 años, ha existido durante mucho Tiempo, pero ¿realmente los ha vivido plenamente? Aquella persona que se ha perdido en un campo, puede haber recorrido muchos kilómetros, pero no haber avanzado nada, si sólo dio círculos en el mismo espacio, sin saber que lo hacía. De la misma manera, podemos haber existido durante muchos años, pero haberlos “vivido” muy poco, si los empleamos mal y desatinadamente. Mucha razón tuvo el poeta Horacio en esta sentencia: “Cada año que pasa nos roban algo muy nuestro”. Una de las reflexiones más valiosas para un joven, y aún para una persona ya entrada en años, es tomar plena conciencia del valor del Tiempo; lo tiramos y jugamos con él como si nada valiera.

No le damos valor porque es inmaterial y porque no podemos verlo. En cambio, la obtención de bienes, lo vemos como una cuestión de la máxima importancia, aun y cuando hayamos empleado una gran parte de tiempo para su consecución, y muchas de las veces, sin gozar de ellos ni darles ninguna utilidad privada o social, pues solamente acumulamos los bienes sin saber para qué ni para quién los acumulamos, en cambio, del tiempo, del que debemos ser excelentes administradores, somos irresponsables derrochadores.

Pero llega un momento, en que una delicada enfermedad nuestra o de un ser que nos es muy querido, nos despierta de nuestro letargo y nos obliga a plantearnos la pregunta de ¿qué hemos hecho con todo nuestro tiempo pasado, y que haremos con el que nos puede quedar en el futuro, y muchas veces con el muy poco tiempo que el futuro nos puede regalar? ¿Qué no sabemos, de personas riquísimas, que ante una enfermedad grave, están dispuestas a gastar toda su fortuna a cambio de tener un poco más de tiempo? ¿Y todo el que tuvieron no les bastó? ¿No será, que personas ya de edad, padeciendo de una grave enfermedad, quieren curarse no tanto para salvar sus vidas, sino para emplear de una mejor manera el tiempo de más vida que les pueda permitir su curación?

Conservamos lo que es escaso y derrochamos lo que poseemos en abundancia; y lo trágico consiste, en que ilusamente pensamos que nos queda mucho tiempo por delante, sin darnos cuenta que si volteamos para atrás, ya hemos vivido o existido la mayor parte de lo que será nuestra existencia, y que lo que nos queda por vivir, realmente puede ser muy poco.

¿Cuál pudiera ser la mejor idea o sentimiento que nos moviera para aprovechar mejor el tiempo? En primer término, partir de una sentencia del escritor estadounidense Hemingway: “Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo”. Esto es cierto, pues nuestra muerte terminará con nuestro tiempo. Si relacionamos esta sentencia con la siguiente reflexión de Goethe, podríamos cambiar sustancialmente. Dijo Goethe: “Cada momento es único”. Si lo que nos separa de la muerte es sólo el tiempo, y si cada momento es único, hagamos el esfuerzo de acumular el mayor número de momentos únicos en nuestra vida. ¿Cómo cuales? Bien pudiera ser, convivir intensamente con nuestros seres más queridos, vivir apasionadamente una relación amorosa, desarrollar a plenitud nuestra vocación, contemplar cada día la belleza de la naturaleza, y asombrarnos constantemente.

Pasión destructora

¿Será cierto, que cada uno de nosotros tendemos a proteger nuestros intereses? ¿Y si así fuera, cuáles son esos intereses? Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, escribió, que todo lo que hacemos los seres humanos es en vista a nuestra felicidad. Ésta afirmación de Aristóteles ha sido sostenida por grandes pensadores de todos los tiempos.

Si lo que hacemos es en vista a nuestra felicidad, y si tenemos la tendencia a proteger nuestros intereses, la deducción lógica consistiría en afirmar, que nuestra conducta debe ser sensata y prudente. ¿Y esto es realmente así? Antes de seguir adelante, debemos precisar cuáles son los intereses fundamentales de cada uno de nosotros. Todos estaremos de acuerdo, en afirmar que estos intereses son los siguientes: proteger la salud y la vida de nosotros y de nuestros hijos, esposa y seres más queridos; proteger nuestro patrimonio económico, nuestra paz y felicidad, el honor, la seguridad, etc.

Creo que Aristóteles no estaba en lo cierto cuando afirmó que todo lo que hacemos es en vista a nuestra felicidad; como tampoco es cierto, que tendamos siempre a la protección de nuestros intereses. Observando la vida de hombres inteligentísimos, así como la vida de personas comunes, podemos constatar que son tan frecuentes nuestros “deseos malsanos”, equivocaciones a conciencia de que nos estamos equivocando, conductas dañinas, que no dejamos de admirarnos de que existen factores caprichosos de más peso, que nuestros deseos de proteger nuestros intereses y de alcanzar la felicidad.

San Pablo Apóstol, con una penetración psicológica genial, escribió, que los hombres conocemos qué es lo mejor, pero actuamos haciendo lo peor. La realidad, es que con frecuencia es mucho más importante “hacer nuestra santa voluntad”, que aquello que debemos hacer o no hacer. Los dichos populares son muy ciertos: “no pude contenerme”, “me dejé llevar”, “no me importaron las consecuencias”, “decidí seguir hasta que topara”, “tope donde tope”.

Cuando un “deseo malsano” se ha apoderado de nosotros, ya no estamos capacitados para medir las consecuencias. Cuando se apodera de nuestro corazón ese “deseo malsano”, nuestra conciencia se obscurece, y podemos actuar peor que la peor de las bestias. Si deseamos enriquecernos y vemos como atajo chapucero, el robar, defraudar, la persona puede hacerlo, e incluso, matar.

Si traemos a alguien “entre ceja y ceja”, no nos importará cometer contra esa persona las peores injusticias. Si la gula nos ataca, no nos importará atragantarnos de comida, aun y cuando el médico nos haya advertido, que de hacerlo, nuestra vida puede estar en riesgo. Si la ambición de poder o de dinero nos domina, algunas personas pueden cometer actos de ingratitud, deslealtad, y traicionar a sus mejores amigos.

¿Qué es lo que nos sucede a algunos en ciertos momentos en que podemos seguir la mejor conducta, pero elegimos la peor, con tal y de salirnos con nuestro capricho malvado? Ejemplo: una persona sabe que no debe robar o matar, porque además de ser una conducta malvada, puede ser aprehendido por las autoridades, atentando contra sus intereses fundamentales: su libertad. Otra persona es dominada por la pasión de raptar a una mujer, sabiendo que pone en peligro su vida, y en cambio lo hace. Otro, sabe que no debe de estallar en cólera injusta ante sus empleados, pues perjudicará la tranquilidad de su negocio, y con ello compromete su patrimonio, y sin embargo, estalla en cólera frecuentemente.

En los anteriores casos, y en cientos de ejemplos que podría traer a colación y que suceden día a día en la vida de las comunidades, las persona sí tienen entre sus deseos enfermos y su conducta, un resquicio aunque sea muy delgado, en el que pueden decidir entre su demente impulso, o la protección de sus intereses. Siempre tendremos tiempo, aunque sean unos segundos, para decidir entre destruir nuestros intereses, o bien, comportarnos de la manera más sana y correcta.

A todos nos ha sucedido en cierto grado, éste tipo de problemas, aunque no en los casos extremos citados. Pero hay ejemplos desgarradores. Napoleón quería conquistar Rusia, y no le importó llevar a Moscú un ejército de 245 mil personas, regresando derrotado sólo con 40 mil soldados hambrientos y heridos. O en caso de Stalin, a quien no le importó en lo más mínimo dejar de morir a millones de rusos por no seguir sus planes agrícolas.

En los casos enormemente graves y aun en los no gravísimos, pero sí dañinos, la persona que desea “hacer su voluntad” llega a sentir un inmenso gusto por su conducta brutal y bestial. Si empezamos a injuriar a un hijo o a nuestro cónyuge, nuestra tibia ira inicial sigue creciendo, hasta que llegamos a sentir una real “voluptuosidad por la ira que nos anega todo el cuerpo”.

No se ha estudiado adecuadamente los sentimientos que entran en juego cuando preferimos “hacer lo que queremos”, aun y cuando nuestros intereses se destruyan. En éste tipo de conductas injustas o malvadas, juegan ciertos factores: el sentimiento de un orgullo desmedido, una fantasía de poder para imponer la voluntad, un capricho alimentado por odio o rencor, una fantasía desbordada y sobreexcitada hasta la locura, un goce perverso de salirnos con la nuestra. Y en fin, una voluptuosidad que trastorna momentáneamente el cerebro y el corazón de quien así actúa.

¡Solamente pensemos, que entre nuestro deseo demente y nuestra mala conducta, siempre, pero siempre, hay un tiempo de minutos o segundos para rechazar nuestro enfermo impulso, y optar por nuestra buena conducta!

El buen juicio

Jacinto Faya Viesca
El gran filósofo francés, René Descartes, partió de un principio fundamental para la construcción de su monumental obra filosófica. En una de sus intuiciones más deslumbrantes escribió: “Si dudo es que pienso; pienso, luego, existo”.

El pensamiento es producido por nuestra razón, y sólo a partir de la razón podemos distinguir lo falso de lo verdadero. La razón es lo único que nos permite concebir juicios apropiados. El romano Publilio Siro escribió: “A quienes Júpiter desea perder, les quita el juicio”. Es decir, que si los dioses de la Antigua Roma querían que un hombre echara a perder su vida y se extraviara del camino recto, estos dioses le quitarían el juicio, en otras palabras, le quitarían la razón. Al suprimirles esta poderosa potencia del alma, el hombre estaría totalmente perdido.

Séneca, en una parte de su Epístola 92, escribió: “…la felicidad no consiste sino en tener una razón perfecta. Ella, en efecto, es la única que no doblega el ánimo, que se enfrenta a la fortuna; en cualquier situación se mantiene segura de sí misma. El bien único es, por tanto, aquel que jamás sufre menoscabo. Es feliz, lo mantengo, aquel a quien nada empequeñece; ocupa la cúspide, sin apoyarse en nadie que no sea él mismo, pues quien se sostiene con ayuda ajena puede caerse. De otra suerte comenzará a tener gran peso en nosotros lo que nos es ajeno. ¿Quién, en efecto, va a querer cimentarse en la fortuna? ¿O qué hombre, que sea prudente, se maravilla por los bienes ajenos?

“¿En qué consiste la felicidad? En el sosiego y tranquilidad perennes. Los otorgará la grandeza del alma, los otorgará la constancia porfiada en seguir el recto juicio. Tales virtudes ¿en qué condiciones se alcanzan? Siempre que hayamos captado plenamente la verdad, siempre que hayamos observado en nuestra conducta el orden, la mesura, el decoro, con una voluntad inasequible al mal y benevolente, en consonancia con la razón y sin separarse jamás de ella, digna a la vez de ser amada y admirada. En suma, para indicarte brevemente la norma, el espíritu del sabio debe ser tal cual que corresponda a un dios”.

En la Roma de Séneca, el pueblo romano creía en la existencia de varios dioses. Séneca fue contemporáneo de San Pablo, y hay algunos historiadores que piensan que ambos se conocieron. Séneca es sublime, y fue inspiración para grandes Santos de la Iglesia Católica. Para Séneca el hombre sabio era igual a Dios, excepto en lo eterno.

Para Séneca la felicidad es la consecuencia de que nuestra alma esté en sosiego y en una tranquilidad permanente. A su vez, este sosiego y esta tranquilidad son absolutamente imposibles de obtener si no es más que a través de haber captado plenamente la verdad y de haber observado en nuestra vida una conducta correcta. Pues bien, nada de esto es posible si no hacemos un uso adecuado de nuestra razón, es decir, de nuestro buen juicio y sensatez.

En una ocasión, Goethe dijo que dos eran las fuentes de la felicidad: “gozar de una buena fama, y tener una justa distinción de las cosas”. Esta justa distinción de las cosas, es nada menos que nuestro buen juicio y el uso óptimo de nuestra inteligencia.

Séneca, a lo largo de toda su vida, predicó en la esencial importancia de anteponer nuestra razón a todos los sucesos de nuestra vida. La psicología moderna ha confirmado su aseveración en cuanto al hecho de que una gran cantidad de nuestros sufrimientos emocionales se derivan de permitir que los sentimientos de angustia, terror, aguda tristeza, nos avasallen sin antes combatirlos con poderosos juicios de nuestra inteligencia.

Nosotros mismos nos cusamos sufrimientos sin fin, pues ponemos en la suerte del bondadoso o malvado destino, nuestra felicidad; por ello, debemos actuar firmemente construyendo nuestro propio destino y emprendiendo acciones que nos conduzcan a nuestro sosiego y tranquilidad del alma.

Podemos desechar una serie de pensamientos irracionales que nos llevan a generar sentimientos malsanos, pero también podemos adecuar nuestros actos dentro de la mesura y el decoro.

Palabras con hechos

En la obra de Shakespeare, “El Mercader de Venecia”, el personaje Porcia, dice: “Si hacer fuera tan fácil como saber lo que hay que hacer, las ermitas serían iglesias y las cabañas de los pobres palacios de príncipes. Es buen teólogo quien sigue las propias consignas. Me es más fácil enseñar a veinte lo que sería apropiado hacer que ser uno de los veinte y seguir mis propias enseñanzas. El cerebro puede promulgar leyes para la sangre, pero un temperamento ardiente salta por encima de un frío decreto”.

Estas ideas de Shakespeare, el hombre más sabio que haya dado el mundo, plantea uno de los problemas cruciales de todos los seres humanos: lo fácil que es aconsejar, lo fácil que puede ser acceder a un determinado conocimiento, pero lo difícil que es hacer las cosas. Cuando decimos algo, pero hacemos lo contrario, incurrimos en una incongruencia. Y cuando predicamos una serie de valores humanos y los violamos, ya no se trata solamente de una incongruencia, sino de una grave hipocresía.

Pero no vayamos tan lejos, y quedémonos solamente con la idea de lo enormemente valioso para nuestras vidas, de poder hacer lo que sabemos cómo debe hacerse. Goethe decía con mucha frecuencia, que no era suficiente con saber, sino que también debíamos hacer. Este poeta alemán, en su obra De Arte y Antigüedad, aconsejaba que “El trabajo hace al aprendiz”. Y por su parte Nietzsche, aconsejaba que si pretendemos actuar de manera eficaz, debemos tener “Una robusta consciencia de artesano”. Con esto, Nietzche nos quiso transmitir la inmensa importancia y la gran dificultad que implica hacer las cosas y no solamente el saberlas.

En realidad, el solo conocimiento de las cosas es de una enorme importancia; pero “hacer las cosas” pertenece a un campo muy distinto. Muchas veces para hacer bien las cosas, resulta indispensable saberlas, pero en muchas ocasiones también el hacer las cosas pertenece a un campo diferente del conocimiento. Por ejemplo: una persona puede conocer las diferentes técnicas de la pintura, los colores, y tener muchos conocimientos sobre la historia de la pintura y a la vez, esa persona puede ser absolutamente incapaz de pintar pasablemente. Y en cambio, sería esa persona un excelente maestro que enseñara la parte teórica de cómo pintar.

Donde resulta verdaderamente chocante e inadmisible la discrepancia e incongruencia entre saber y hacer, es cuando nos convertimos en predicadores de la moral, y actuamos inmoralmente. En el campo del conocimiento, hay personas muy afectas a investigar lo no susceptible de conocerse, lo muy complejo, lo que es campo de la mera especulación y fantasía, mientras que en su vida práctica, ni siquiera recuerdan el cumpleaños de sus hijos. Hay campos del conocimiento, en donde no es necesario el aplicar, el hacer, como sucede con la física matemáticas, biología; se trata de ciencias básicas en lo que importa es el solo conocimiento puro. Ya vendrán después, las ciencias aplicadas y la tecnología que aplicarán el conocimiento de las ciencias básicas.

Pero vayamos a un terreno muy práctico: ¿De qué puede servirle a una persona una serie de conocimientos aplicables si no cuenta con la voluntad y el esfuerzo para llevarlos a la práctica? ¿De qué le sirve a un comerciante, a un médico, a una enfermera, a un maestro, etc., un acervo sólido de conocimientos de su campo de especialidad, si no cuenta con la disciplina, la perseverancia, el empeño tenaz, la paciencia y la responsabilidad? El buen médico, la capaz enfermera, el diestro carpintero, solamente alcanzarán una práctica eficaz si aplican sus conocimientos en un constante hacer responsable y adecuado.

En principio, debemos dedicarnos a esos campos del conocimiento que puedan traducirse en acciones y conductas provechosas para nuestras vidas y para las vidas de los demás. Esto en nada descarta el estudio de la historia, el arte y la literatura, sino al contrario, pues se trata de conocimientos que nos conducen a una visión más correcta del mundo y del hombre, y además, la literatura y el arte sacuden nuestra alma y nos convierten en seres mejores.

Pero ya en el terreno de los conocimientos prácticos Goethe sigue teniendo razón: no solo debemos saber, sino que es necesario también hacer; y para convertirnos en personas expertas en cualquier campo de la actividad humana, la sentencia de Nietzsche nos resulta indispensable: debemos tener “una robusta consciencia de artesano”. Lo que tenemos que aprender lo aprendemos haciendo. Y recordemos que los más brillantes propósitos pueden quedar frustrados aun cuando sepamos lo que nos hemos propuesto, como bien lo dijo Benjamin Franklin: “Resuélvete a hacer lo que debes, y haz sin falta lo que hayas resuelto”. Recordemos siempre, que el saber sin el hacer, son como las buenas intenciones que no se llevan a cabo. Bien dijo el orador Griego Demóstenes: “Las palabra que no van seguida de los hechos no valen para nada”. Si ya sabemos lo que queremos hacer, nada mejor que actuar, y tener plena consciencia de lo que dijo Goethe: “La acción (el hacer) tiene genio, poder y magia”.

Vivir ‘a tiempo’

Jacinto Faya Viesca
¡Mi vida y el tiempo están unidos indisolublemente! ¡El tiempo y mi vida van pasando y jamás retornan! Éste es el hecho más verdadero y desgarrador de mi vida, en el sentido de mi individual existencia humana.

Éste hecho que estremece toda la estructura de nuestra particular existencia, es tan incontrovertible, que abre todas las ventanas de nuestra alma, produciendo el poderosísimo efecto de agudizar, como ninguna otra cosa, nuestra conciencia. ¡Agudísima conciencia que hace posible uno de los fenómenos más difíciles y poco comunes: que en cada situación vital en la que nos encontramos, podamos decidir lo que es mejor para nuestra vida y la vida de los que nos rodean!

Esta conciencia alerta y sensible al paso del tiempo, al fluir de los instantes, nos permite “articular” el pasado con el presente y el futuro de nuestra existencia. “Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo”, escribió el romano Cicerón. La conciencia de cada uno de nosotros es la voz de nuestra alma, y goza de tal poder, que nos hace videntes.

Por esto, nuestra conciencia es lo único que puede atrapar las fugacidades de los instantes valiosos y otorgarles un carácter de eternidad. La conciencia, voz de nuestra alma, se constituye en nuestra fuerza más poderosa a fin de valorar constantemente el paso del tiempo, y poder elegir lo que contribuya a elevar y dignificar nuestro espíritu y adoptar las optimas maneras de vivir.

Vivir el presente no significa estar pendiente de cada segundo o momento que pasa. Intentar vivir así, sería elegir una vida de intensa ansiedad y de una total improductividad. Vivir el presente no consiste en convertirnos en cazadores de segundos, minuto u horas. Todo glotón del presente es un ignorante de la esencia del tiempo y un candidato a los estupefacientes, al alcohol o a las profundas depresiones nerviosas.

Yo me prenuncio por lo que llamaría un “presente continuo”, cuya duración pudiera ser la de segundos, como cuando reposamos nuestra mirada en los ojos de nuestra amada o en la contemplación de hermosos celajes. Pero el “presente continuo” también pude durar horas o días cuando nos enfrentamos a situaciones vitales de nuestra vida: la profunda tristeza ante la muerte de un ser querido, el aprovechamiento del tiempo ante una coyuntura favorable, la aplicación de todas las fuerzas de nuestro ser al avocarnos a la solución de problemas reales; o simplemente, el abandonarnos por minutos, horas o días, al mero descanso de una profunda contemplación de la Naturaleza. Vivir con “prisa” a fin de aprovechar el tiempo, constituye una de nuestras peores conductas. La prisa todo lo destruye. Avanza y no construye. Altera la dimensión del tiempo y desintegra nuestra vivencia “psicológica” de nuestro tiempo. La prisa es enemiga de la concentración, de la serenidad, de la tolerancia y la comprensión de nuestra individual existencia.

La prisa, como intento de avasallamiento del presente, es un fracaso, pues el tiempo no se deja retrasar ni acelerar por ninguna fuerza o locura humana. Shakespeare en su obra “Romeo y Julieta”, precisó genialmente el intento de querer atrasar o acelerar el tiempo, al haber escrito: “Tan tarde llega el que va demasiado aprisa como el que va demasiado despacio”. ¡Démonos cuenta, que la prisa tiene la cabeza hueca, los pies ligeros y el corazón acelerado!

Así como la prisa está loca y siempre corriendo, de manera opuesta, a nuestra alma la agrada el sentimiento de vivencias serenas del tiempo, en donde evitemos las urgencias y empellones de todo tipo. Al serenarnos, nuestra vivencia psicológica del tiempo se pacifica, se abandona a los encantos de la Naturaleza, y nuestra alma se expande para recibir los encantos de vivir momentos de nuestra existencia de una manera diferente: endulza ciertos momentos como dones de encantamiento. Es cuando pensamos o decimos con una absoluta autenticidad: estoy en paz. Y no me refiero porque estemos pasando un tiempo de éxitos y alegrías, sino que aun, en el mismo dolor, le demos cabida a la paz y a la alegría.

“Piénsalo bien”, “déjame pensarlo”, “lo voy a consultar con mi almohada”, “con tiempo”, “dar tiempo”, “cada cosa a su tiempo”. Todas estas expresiones y otras más, han sido manifestaciones de la gente a través de los siglos, relativas a una particular “vivencia psicológica” del tiempo, vividas como una lentitud del tiempo. De una tiempo que hay que respetar su transcurso sin violentarlo en lo absoluto.

La vivencia de los transcursos de los minutos y los días, ha sido tema en todas las civilizaciones de la humanidad. Y todas estas civilizaciones han tenido un factor común: experimentar el tiempo con serenidad, esperar el tiempo oportuno, gozar el tiempo por venir, calmarse, contemplar, derramar nuestra mirada en las bellezas de la Naturaleza.

La sociedad actual ha desintegrado los componentes esenciales del tiempo. Incluso, ha corrompido su valor nuclear: a tal grado, que hay idolatras del tiempo en el sentido de que “time is money” (el tiempo es dinero).

El tiempo no es dinero, ni grandeza, ni éxito ni fracaso. Es, simplemente la “suma del movimiento que paso y que va viniendo”. Con lo que sí está emparentado es con el espacio, pues ambos (tiempo y espacio) surgieron en el mismo momento del Big Bang, la gran campanada o explosión que dio inicio a la creación del universo hace 14 mil 500 millones de años.

Pero el tiempo tiene un pariente cercanísimo en relación a la humanidad: el tiempo y la vida, concebida ésta como “existencia humana”.

¡Lo importante no es lo que el tiempo haga con nosotros, sino lo que nosotros hagamos con él! Nuestra existencia no es concebible sin él, y cuando la humanidad se haya extinguido, ya nada significaran, pues no habrá un ser pensante que lo aprehendan en su conciencia.

¡Éste tiempo de prisas, anhelos desbocados, de una sociedad que empujan al hombre a utilizar el tiempo para la producción de dinero o para alcanzar metas de poder, pide a gritos que concibamos al “tiempo” como una dimensión para serenar nuestra alma y contemplar las grandezas del universo!

Breve reminiscencia del 5 de Mayo

Eliseo Mendoza Berrueto
El triunfo de Santa Anna en El Álamo, se convirtió en tremenda derrota

Napoleón III pretendió volar tan alto como su epónimo antecesor. Le cobró ambición y le faltó sagacidad. Napoleón I jamás se hubiera arriesgado a una aventura con razonamientos tan frágiles como confusos. Con la Intervención en México el sobrino quiso volverle a Francia la hegemonía geopolítica que con su antecesor había logrado. Pero su fracaso en México fue el prólogo de un desastre mayor, ante Prusia, en 1870.

Una vez lograda la Independencia todos los planetas habidos y por haber se iban alineando, pero en contra de nosotros. El primero y más trágico percance lo sufrimos cuando entramos en guerra contra los Estados Unidos, a raíz de que incorporaron a Texas. El triunfo de Santa Anna en El Álamo, se convirtió en tremenda derrota en San Jacinto. Aquél fracaso nos costó la mitad del territorio y por poco desaparecemos del mapa, si no es porque en el Congreso norteamericano tuvieron miedo de que los sureños esclavistas se fortalecieran con los territorios ganados a México.

Ese infausto trance fue el principio de dos trágicas decenas que iban a degradarnos como nación libre y soberana. Cuando el Constituyente de 1857 aprobó una nueva Ley Fundamental, moderna y liberal, los ánimos del clero y de sus adictos se exacerbaron y, blasfemando excomuniones, se levantaron en armas. Aquella fue una guerra aberrante y absurda que acabó por dividir materialmente en dos al pueblo. Derrotados los conservadores, prefirieron buscar un monarca de ultramar, antes de someterse a la autoridad de los liberales.

Con las arcas del país exhaustas, Juárez decretó una moratoria referente al pago de la deuda externa. Inglaterra, España y Francia reclamaban pagos de deudas no del todo transparentes. En Londres, los países acreedores firmaron una Convención y para presionar a México enviaron sus flotas a las costas de Veracruz. Los españoles y los ingleses pronto entraron en arreglos con el gobierno de Juárez, pero los franceses traían intenciones más aviesas.

Para entonces refugiados mexicanos en Francia y emisarios del Clero habían convencido al Emperador francés que debería ocupar México, desbancar al gobierno “autoritario y bárbaro” de los liberales, adueñarse de sus ricas minas de Sonora (¿?), contener las ambiciones norteamericanas sobre nuestro territorio, y establecer un enclave para liderar a los pueblos latinos del nuevo mundo. Napo III, torpe y absurdamente decidió que ocuparía México, desbancaría al gobierno de Juárez, impondría una monarquía y para taparle el ojo al macho pondría al frente a un emperador de otro país. El agraciado resultó ser Maximiliano, hermano menor del Emperador Austriaco. Maximiliano fracasado en el caso Lombardo-Véneto, se dedicaba a decorar interiores y a colectar mariposas.

Mientras tanto, los franceses, aporreados por la disentería y el paludismo, avanzaban en territorio mexicano. En Puebla los esperaba un ejército comandado por el general Ignacio Zaragoza, joven soldado coahuiltexano que, junto con otros connotados militares le había dado la espalda a su jefe Vidaurri, cacique norteño, cuando les había ordenado abandonar las filas liberales. Grupos de aguerridos zacapoaxtlas fortalecían a aquél ejército, cuya falta de profesionalismo lo compensaban con un enorme valor y decidido sacrificio.

El 5 de mayo de 1862, Puebla fue otro Waterloo para los franceses. Al culminar su victoria Zaragoza envió su histórico mensaje a Juárez: Las armas nacionales se han cubierto de gloria. Los franceses, en la metrópoli, heridos en su orgullo, no daban crédito a la derrota. Se dieron mil explicaciones y se inventaron otras tantas excusas. Juárez, en cambio, dio una lección de hidalguía: ordenó que los heridos y prisioneros franceses fueran puestos en libertad y autorizados a reintegrarse a sus filas, no haciéndolos responsables de aquella guerra “inicua y loca”. A partir de entonces los franceses y toda Europa comenzaron a dudar de la barbarie del gobierno del indio zapoteca.

Nunca quedaron claras las causas de la aventura francesa en territorio mexicano, más allá del interés de ampliar los dominios en el continente americano, compensar la pérdida de las Indias Orientales cedidas a Inglaterra y de rivalizar con la potencia comercial y colonizadora de la Gran Bretaña.

Demografía y economía

Eliseo Mendoza Berrueto
Con este título apareció en el año de 1967 una revista que fundamos en el Centro de Estudios Económicos y Demográficos de El Colegio de México. Víctor L. Urquidi, a la sazón presidente de tan acreditada institución de enseñanza y docencia especializada en el campo de las Ciencias Sociales, fue uno de los primeros economistas que en México entendió cabalmente el estrecho vínculo entre las variables económicas y las demográficas.

En la segunda mitad del siglo 18, un economista y clérigo inglés, Tomás Roberto Malthus (1766-1834), expresaba su profunda preocupación por lo que él veía como una amenaza para la sociedad de aquellos años, consistente en el lento crecimiento de la oferta de los medios de subsistencia frente a la rápida expansión de la población. Para expresar de manera gráfica tal problema, él señalaba que mientras que los recursos alimenticios crecían a una tasa aritmética, la población aumentaba a una tasa geométrica.

Desde entonces, pocos investigadores habían vuelto a poner atención a la compleja relación economía/demografía. No fue sino hasta un siglo después que volvió a discutirse tal asunto, cuando el rápido crecimiento de la población, especialmente la de los países más atrasados, acentuó los problemas económicos y sociales de esa tan importante parte de la población del mundo.

El planteamiento de Malthus era correcto … caeteris paribus, es decir, si todas las cosas hubieran permanecido igual. Pero si bien la población continuó creciendo, la ciencia y la tecnología también avanzaron, y sus avances tuvieron efectos importantes tanto en la población como en la economía. En la economía, ese avance incrementó notablemente las oportunidades de producción introduciendo nuevos satisfactores al mercado e incrementando la productividad tanto agropecuaria como industrial. Además, se abrieron nuevas tierras al cultivo y se incrementó notablemente la productividad por unidad de tierra y por hora-hombre. Todo ello contribuyó al incremento de los recursos de subsistencia.

En el campo demográfico, los avances científicos y tecnológicos mejoraron la salud de la humanidad, abatieron de manera importante los altos índices de mortalidad infantil, redujeron la mortalidad general y aumentó notablemente la esperanza de vida al nacer.

A mediados del siglo pasado se levantó una enorme polémica entre los países desarrollados y los más pobres. Los primeros, al ver que las tasas de crecimiento de la población empobrecida se mantenían altas, iniciaron una enorme y agresiva campaña mundial para inducirlos al control de la natalidad. Las mismas Naciones Unidas y fundaciones muy poderosas, encabezadas por el Banco Mundial, se dedicaron a difundir las bondades de la familia pequeña, a distribuir por millones píldoras anticonceptivas, dispositivos intrauterinos, condones, etcétera, afirmando que sólo así podría paliarse la pobreza.

La airada reacción de los países subdesarrollados no tardó en manifestarse, reprochando a las naciones desarrolladas que tal campaña era una agresión a la voluntad soberana de los pueblos para reproducirse y que, si la idea era acabar con la pobreza, lo que se debería hacer era destinar más recursos para impulsar el desarrollo de los pueblos subdesarrollados, abrir las puertas de los mercados ricos a sus productos y facilitar la transferencia tecnológica en beneficio del desarrollo universal.

Actualmente el problema demográfico ha adquirido otras características y diferente dimensión. Ahora se habla de comparar la población en edad productiva frente a la dependiente, integrada por menores de edad y por adultos mayores. Y, en tales circunstancias, es notable la gran oportunidad que, como pocos países, tiene México, de aquí hasta mediados del presente siglo, ya que por única vez en su historia la población en edad productiva será mayor, en ese lapso, que la dependiente.

Esto quiere decir que si no aprovechamos estos años para incorporarnos al grupo de países desarrollados y competitivos, nuestra población de dependientes volverá a ser mayor que los de edad productiva y jamás saldremos de la pobreza y del subdesarrollo.

Las generaciones del futuro jamás nos perdonarán si no sabemos aprovechar económica, productiva y competitivamente este bono demográfico, esta oportunidad única a lo largo de toda nuestra historia.

El 94 salinista, otra vez aquí

Como para la transición implica un nuevo punto de partida, el país se encuentra todavía con los lastres del pasado: De vez en vez se juntan, casi jalando uno a otro, los personajes de nuestro descontento de 1994.

La semana que termina reaparecieron Carlos Salinas de Gortari defendiéndose por enésima vez de la devaluación de diciembre de 1994, el subcomandante Marcos saliendo del geriátrico político indígena y Marcelo Ebrard con sus estilos salinistas.

Como personajes de novela de Charles Dickens, a los mexicanos se le aparecen los fantasmas del pasado, pero no para prefigurar el futuro sino para recordarnos que el presente es justamente ese mismo pasado. Estos personajes de la Navidad pasada-presente-futura solamente prueban que en México no hubo transición porque éste siempre suele fijar un nuevo arranque; y el regreso del pasado solamente señala los pendientes de una alternancia de élites.

Salinas de Gortari escribió un largo artículo en Milenio Diario para, también otra pero infructuosa vez, acusar a Ernesto Zedillo, el sucesor que el propio Salinas de Gortari puso, colocó, impuso, seleccionó por dedazo, de la responsabilidad de la devaluación y el costo social de 1995. Pero la devaluación, probada con cifras, fue culpa de Salinas en lo que debiera conocerse ya como el error de noviembre de 1994.

En una reunión el día 20 en su casa se dieron los argumentos para devaluar y controlar daños, pero Salinas de Gortari y Pedro Aspe se opusieron por el costo político: Aspe ese día amenazó con renunciar a la Secretaría de Hacienda si devaluaban, aunque luego se autopropuso con Zedillo para continuar al menos por un año en el cargo y con una renuncia firmada y sin fecha. El desequilibrio financiero, la falta de reservas y la ambición de Salinas de Gortari de dirigir la Organización Mundial de Comercio detuvieron la devaluación. Zedillo no tuvo pericia para manejar un ajuste cambiario, pero nada hubiera sucedido si Salinas de Gortari no le hubiera entregado una economía desequilibrada.

Y como casi siempre que reaparece Salinas de Gortari, el Subcomandante Marcos encuentra espacios para también compartir atenciones sociales. El martes, Marcos lanzó una nueva carta pública, aunque ya sin las expectativas del pasado, al grado de que La Jornada hizo sólo un breve resumen en su edición impresa y mandó a los interesados a buscar la carta competa en su versión de internet. Sin incidencia en la agenda política, Marcos se asume como el Clausewitz azteca o el Kissinger de este barrio al filosofar sobre la guerra, pero con un razonamiento incoherente. Sus lecturas serían Brecht y otros aunque no le haría nada mal leer a Rafael Sánchez Ferlosio --God & guns y Sobre la guerra-- para saber lo que es la filosofía de la paz.

Como el nuevo Gran Dador Vida, Marcos se quedó con el viejo vicio de armar caballeros andantes. Por eso decidió nombrar al poeta y activista Javier Sicilia como el nuevo Guía de los Descarriados, sin entender que sólo con esa referencia en su carta le restó espacio social a Sicilia porque politizó un asunto de seguridad y lo convirtió en un espacio de agitación de masas. Investido ya como Caballero de la Mesa de Marcos, Sicilia convocó a ooootra marcha contra la inseguridad. Sicilia es el nuevo Antonio del Valle y su movimiento por el asesinato de su hijo es el nuevo Atenco marquista.

Marcos se quedó estancado en las juntas de buen gobierno y su organización de antiguo régimen -así es: Tocqueville dixit-- y sigue a la espera de los Acuerdos de San Andrés en cuanto a autonomía indígena que no llegará por sus tentaciones balcanizadoras, en tanto otros municipios se han modernizado y reciben los beneficios de los programas sociales. Y Marcos se enoja con el gobernador Juan Sabines porque éste ha encontrado el camino para fundar nuevas ciudades con administraciones sociales y populares, mientras las juntas marquistas siguen enredadas en el laberinto de Facundo. Eso sí, hay indicios de que cárteles de la droga están merodeando las juntas para atraer a jóvenes a la vida de delincuentes, mientras el Subcomandante se pierde en la filosofía.

Y el estilo salinista regresó a la Ciudad de México --como si alguien pensara que alguna vez se fue-- con un Marcelo Ebrard obsesionado con la candidatura presidencial, mientras la capital de la República se desarticula social y políticamente y el PRI de Salinas de Gortari sigue subiendo sus expectativas de voto por el factor Peña Nieto. La única posibilidad que le queda a Ebrard para reposicionarse hacia el 2012 es el manejo pronasolero-salinista de la política social y su oferta de regalar bienestar con cargo al erario.

El salinismo como estilo ha gobernado la Ciudad de México desde que el PRD ganó las elecciones en 1997, con mucha mayor intensidad pronasolera desde 2000. No existe política de bienestar sino sólo programas asistencialistas que se intercambian por votos y organizaciones neocorporativas de sectores marginales que no tienen incidencia en las decisiones del poder pero que las apuntalan con los acarreos masivos -López Obrador- o las ceremonias de entrega de cheques --Ebrard--, siempre en el modelo Salinas de subsidiar la pobreza.

Así que la vigencia del salinismo --Salinas, su alter ego Marcos y Ebrard-- solamente confirma que no ha habido transición y que hay que seguir arrastrando a Salinas de Gortari por un buen rato, porque el PRI dice que ya ganó el 2012, Marcos anda salinizado y Ebrard no pierde las esperanzas de que López Obrador acepte algún día que ya pasó su tiempo histórico.

La educación en México

Hace algunos días el Presidente Calderón dijo en un encuentro de estudiantes que la educación en México ha mejorado y que ello se demuestra con los planteles educativos que se han abierto recientemente.

Por otro lado, el Secretario de Educación Pública Federal nos bombardea con conferencias de prensa señalando que la educación de nuestro país es sólida y fuerte, comparándola con países de primer mundo.

La propia dinámica de crecimiento poblacional de nuestro país ha requerido que se abran más planteles educativos, sin embargo ello no significa que la educación sea de excelencia.

Lo que Calderón y Lujambio no toman en cuenta es que la eficiencia en materia educativa de un país no se mide sólo en función del número de planteles que existen, sino en otros aspectos tales como cobertura, aprovechamiento, número de grados cursados, calidad en la educación, integralidad de la formación, etcétera.

Sin duda México no anda nada bien en el rubro educativo pues a nivel nacional únicamente el 63% de la población ha estudiado más allá de la primaria.

A ello se suma que a nivel nacional, los mexicanos cursamos en promedio 8.6 grados escolares, es decir, sin contar la educación preescolar, la media nacional nos ubica en tercero de secundaria inconcluso.

Afortunadamente en Coahuila, el Gobierno ha tenido visión y liderazgo en el tema y la media nacional ubica a los coahuilenses en prácticamente en 10 grados cursados.

Sin duda entre mejor preparada esta una sociedad, su democracia y su propia integración presentan grandes avances que les permite avanzar en otros temas como desarrollo económico y tecnológico.

Para trazar una política educativa de calidad que incida en otros temas sustanciales para la población, se debe tomar en cuenta que los países de primer mundo, le han apostado a la educación técnica para generar mano de obra calificada y cualificada que prepare a la población para asumir los retos en materia laboral que el mundo globalizado les presenta.

Lamentablemente en nuestro país, la cobertura de educación profesional media, es decir técnica, según datos del Inegi, apenas alcanza el 5.8%

Sin duda el tema educativo representa un gran reto, pero es el nicho de oportunidad más significativo para cualquier gobierno que quiera dejar sembrada una inversión que redituará por generaciones en toda su población.

A propósito del pasado día del maestro, es importante reconocer el papel del magisterio en México, tal como quedó demostrado en la década de los 40, donde miles de profesores egresados de normares rurales como la de “Tenería” en el Estado de México, “El Mexe” en Hidalgo y la “Normal Superior” en Coahuila, consagraron sus vidas al magisterio y transformaron a este país que en aquel entonces tenía un índice de analfabetismo cercano al 60%.

En este siglo, maestros comprometidos, padres entusiastas y autoridades corresponsables tenemos que sumar esfuerzos para transformar nuestro entorno y hacer lo que nos toca para demostrar que la educación es la gran semilla que permitirá a nuestros hijos y a las generaciones que vengan salir adelante.

¡Hable, hable!

¡Hable, hable!
Por: Norma V. Alvarado

Uno de los factores que inciden en el buen funcionamiento de una empresa, organización o familia, es sin duda la comunicación. Una de sus definiciones generales es: “El proceso mediante el cual se reciben y envían mensajes dentro de un contexto social”. Esta definición involucra en forma clara el “Feedback” o retroalimentación. Dar y recibir “Feedback”, en un entorno profesional, personal o familiar, es un elemento clave del proceso de comunicación, la interacción con tus compañeros de trabajo, tus amigos, tus padres, etc., es fundamental. Aunque la meta de éste sea reforzar en forma positiva conductas o patrones para resolver problemas, en ocasiones no siempre causa buena aceptación o de plano no existe.

En el caso particular de las organizaciones, el “Feedback” se puede dar hacia arriba con su superior, hacia abajo con quienes usted dirige y lateralmente con sus asociados. Usted puede recibir FB desde esas direcciones, es decir, en forma multidireccional, es una gran aportación al aprendizaje organizacional. Esto aplica en toda organización, llámese micro, pequeña o mediana empresa, con nuestros padres, con nuestros hijos o colegas. El estar consciente de este importante elemento de la comunicación reforzará en los integrantes del grupo: Una forma eficaz de trabajar, creará un ambiente positivo en la oficina o en la casa.

Peter Baskette, ejecutivo, comenta: “El desarrollo de los empleados depende del feedback; éste brinda las pautas para el crecimiento, la motivación y finalmente, la moral. Sin un feedback constructivo cara a cara, muchos empleados terminan sintiéndose ineficaces, frustrados o disgustados. Un FB honesto mejorará la forma de interactuar con nuestros semejantes, desempeñaremos mejor nuestro trabajo, tendremos más conciencia en el impacto de nuestras palabras y acciones en otros.

Consejo del Harvard Business Press: “Durante una sesión de feedback, haga que la persona se sienta cómoda. No se sienten en lados opuestos de un escritorio y ¡nunca conteste el teléfono!”. ¡Cuántas veces no le ha pasado que está hablando con alguno de sus hijos y suena su celular! Si lo contesta perderá lo que ya ha avanzado. Controle su lenguaje corporal, la comunicación no verbal también es importante a la hora de la retroalimentación, no bostece, no se truene los dedos. Proporcione la prueba explícita y las razones que lo llevaron a concluir a que existe un problema. Hable claramente sin rodeos, al grano.

En nuestra sociedad es muy común dejar las cosas a medias, sin conclusión y por ello pueden surgir situaciones o problemáticas que serán como una bola de nieve. Siempre una buena retroalimentación es mejor que un empleado decepcionado, un hijo desorientado o un amigo ofuscado.



¡Hable, hable!
P.D. No es comercial.

Internet en la escuela

A favor de lo mejor

La escuela tiene como principal función social el ayudar a las nuevas generaciones a interpretar los símbolos de la cultura en la que se desarrollarán. Si educar exige preparar a los ciudadanos para integrarse de una manera reflexiva y crítica en la sociedad, ¿cómo se integrarán unos ciudadanos que no están preparados para realizar de manera crítica aquella actividad a la que más horas dedican?

La educación normal tiene que salir de su reserva académica para convertirse en una tarea global y cotidiana, que asuma la realidad social y que busque mejorarla. Debe promover y ayudar a los educandos a enfrentarse con el mundo, conducir, guiar y procurar inculcar un sentido crítico y una imaginación activa.

Para ello la educación tiene que estar abierta al mundo que están viviendo fuera del aula los niños y los jóvenes y sin duda el mundo del Internet no puede ser la excepción.

Qué hacer en la escuela

» Colocar filtros en las computadoras de las escuelas y colegios y promover que en las clases de computación o en la biblioteca no se utilicen las computadoras para que chateen o envíen correos electrónicos sin supervisión.

» Aprovechar el interés de los alumnos por la tecnología y en especial por Internet, lo cual sirve como reforzamiento para temas que se traten en clase.

» Incorporar Internet al plan de estudios, no sólo como herramienta para elaborar sus tareas, sino como fenómeno histórico y sobre todo para hablarles clara y abiertamente sobre los riesgos que pueden enfrentar en Internet.

» Ofrecer a los maestros y a los padres de familia cursos de computación y de Internet.

» Asegurarse de que la información provenga de una página WEB confiable, que tenga visible la fuente y/o el autor y que de preferencia tenga algún dato de contacto.

» Evitar que las tareas las realicen copiando y pegando la información que encuentren en Internet. Buscar mecanismos que garanticen que los alumnos realicen un proceso reflexivo de análisis y de síntesis de la información.

INTERNET ES UNA MARAVILLA DE LA TECNOLOGÍA, EL RETO ES USARLA CORRECTAMENTE. Recuerda que… EL CONTROL está en tus MANOS. Consulta nuestro Observatorio de Medios http://www.observamedios.com, ahí encontrarás sitios de Internet seguros para cada una de las necesidades de tu familia. Expresa tu opinión para lograr que los medios mejoren sus contenidos al: 01800 250 2525 o al correo expresate@afavordelomejor.org Información en Coahuila (844) 416 0966 o coahuila@afavordelomejor.org Visita nuestra página http://www.afavordelomejor.org