martes, 31 de mayo de 2011

Vivir ‘a tiempo’

Jacinto Faya Viesca
¡Mi vida y el tiempo están unidos indisolublemente! ¡El tiempo y mi vida van pasando y jamás retornan! Éste es el hecho más verdadero y desgarrador de mi vida, en el sentido de mi individual existencia humana.

Éste hecho que estremece toda la estructura de nuestra particular existencia, es tan incontrovertible, que abre todas las ventanas de nuestra alma, produciendo el poderosísimo efecto de agudizar, como ninguna otra cosa, nuestra conciencia. ¡Agudísima conciencia que hace posible uno de los fenómenos más difíciles y poco comunes: que en cada situación vital en la que nos encontramos, podamos decidir lo que es mejor para nuestra vida y la vida de los que nos rodean!

Esta conciencia alerta y sensible al paso del tiempo, al fluir de los instantes, nos permite “articular” el pasado con el presente y el futuro de nuestra existencia. “Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo”, escribió el romano Cicerón. La conciencia de cada uno de nosotros es la voz de nuestra alma, y goza de tal poder, que nos hace videntes.

Por esto, nuestra conciencia es lo único que puede atrapar las fugacidades de los instantes valiosos y otorgarles un carácter de eternidad. La conciencia, voz de nuestra alma, se constituye en nuestra fuerza más poderosa a fin de valorar constantemente el paso del tiempo, y poder elegir lo que contribuya a elevar y dignificar nuestro espíritu y adoptar las optimas maneras de vivir.

Vivir el presente no significa estar pendiente de cada segundo o momento que pasa. Intentar vivir así, sería elegir una vida de intensa ansiedad y de una total improductividad. Vivir el presente no consiste en convertirnos en cazadores de segundos, minuto u horas. Todo glotón del presente es un ignorante de la esencia del tiempo y un candidato a los estupefacientes, al alcohol o a las profundas depresiones nerviosas.

Yo me prenuncio por lo que llamaría un “presente continuo”, cuya duración pudiera ser la de segundos, como cuando reposamos nuestra mirada en los ojos de nuestra amada o en la contemplación de hermosos celajes. Pero el “presente continuo” también pude durar horas o días cuando nos enfrentamos a situaciones vitales de nuestra vida: la profunda tristeza ante la muerte de un ser querido, el aprovechamiento del tiempo ante una coyuntura favorable, la aplicación de todas las fuerzas de nuestro ser al avocarnos a la solución de problemas reales; o simplemente, el abandonarnos por minutos, horas o días, al mero descanso de una profunda contemplación de la Naturaleza. Vivir con “prisa” a fin de aprovechar el tiempo, constituye una de nuestras peores conductas. La prisa todo lo destruye. Avanza y no construye. Altera la dimensión del tiempo y desintegra nuestra vivencia “psicológica” de nuestro tiempo. La prisa es enemiga de la concentración, de la serenidad, de la tolerancia y la comprensión de nuestra individual existencia.

La prisa, como intento de avasallamiento del presente, es un fracaso, pues el tiempo no se deja retrasar ni acelerar por ninguna fuerza o locura humana. Shakespeare en su obra “Romeo y Julieta”, precisó genialmente el intento de querer atrasar o acelerar el tiempo, al haber escrito: “Tan tarde llega el que va demasiado aprisa como el que va demasiado despacio”. ¡Démonos cuenta, que la prisa tiene la cabeza hueca, los pies ligeros y el corazón acelerado!

Así como la prisa está loca y siempre corriendo, de manera opuesta, a nuestra alma la agrada el sentimiento de vivencias serenas del tiempo, en donde evitemos las urgencias y empellones de todo tipo. Al serenarnos, nuestra vivencia psicológica del tiempo se pacifica, se abandona a los encantos de la Naturaleza, y nuestra alma se expande para recibir los encantos de vivir momentos de nuestra existencia de una manera diferente: endulza ciertos momentos como dones de encantamiento. Es cuando pensamos o decimos con una absoluta autenticidad: estoy en paz. Y no me refiero porque estemos pasando un tiempo de éxitos y alegrías, sino que aun, en el mismo dolor, le demos cabida a la paz y a la alegría.

“Piénsalo bien”, “déjame pensarlo”, “lo voy a consultar con mi almohada”, “con tiempo”, “dar tiempo”, “cada cosa a su tiempo”. Todas estas expresiones y otras más, han sido manifestaciones de la gente a través de los siglos, relativas a una particular “vivencia psicológica” del tiempo, vividas como una lentitud del tiempo. De una tiempo que hay que respetar su transcurso sin violentarlo en lo absoluto.

La vivencia de los transcursos de los minutos y los días, ha sido tema en todas las civilizaciones de la humanidad. Y todas estas civilizaciones han tenido un factor común: experimentar el tiempo con serenidad, esperar el tiempo oportuno, gozar el tiempo por venir, calmarse, contemplar, derramar nuestra mirada en las bellezas de la Naturaleza.

La sociedad actual ha desintegrado los componentes esenciales del tiempo. Incluso, ha corrompido su valor nuclear: a tal grado, que hay idolatras del tiempo en el sentido de que “time is money” (el tiempo es dinero).

El tiempo no es dinero, ni grandeza, ni éxito ni fracaso. Es, simplemente la “suma del movimiento que paso y que va viniendo”. Con lo que sí está emparentado es con el espacio, pues ambos (tiempo y espacio) surgieron en el mismo momento del Big Bang, la gran campanada o explosión que dio inicio a la creación del universo hace 14 mil 500 millones de años.

Pero el tiempo tiene un pariente cercanísimo en relación a la humanidad: el tiempo y la vida, concebida ésta como “existencia humana”.

¡Lo importante no es lo que el tiempo haga con nosotros, sino lo que nosotros hagamos con él! Nuestra existencia no es concebible sin él, y cuando la humanidad se haya extinguido, ya nada significaran, pues no habrá un ser pensante que lo aprehendan en su conciencia.

¡Éste tiempo de prisas, anhelos desbocados, de una sociedad que empujan al hombre a utilizar el tiempo para la producción de dinero o para alcanzar metas de poder, pide a gritos que concibamos al “tiempo” como una dimensión para serenar nuestra alma y contemplar las grandezas del universo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario