sábado, 28 de abril de 2012

El libro, la lectura y la evolución humana

El libro, la lectura y la evolución humana El 23 de abril se ha declarado como “Día Mundial del libro”, ese genial artículo que fue posible gracias a la invención de la imprenta por Gutenberg y se convirtió desde ese momento en el más importante vehículo de comunicación a distancia y a través del tiempo. Sin él, el avance científico habría sido imposible, pero lo habría sido también la evolución intelectual de la especie humana de un modo tan culturalmente extendido como ha llegado a ser hasta nuestros días. Antes del arribo de la telemática, con sus casi infinitas posibilidades, y con ella, de Internet, no había rival para el libro como vehículo de conocimiento y aún, cualitativamente, de recreación. Había que leer un libro –o, cuando menos, en un libro- todo aquello que se requiriera aprender de teoría científica, de humanidades y hasta de ficción literaria, si se quería tener acceso a la cultura y la información en su estado más acabado y de mayor desarrollo. Había que estudiar en un libro –o, por extensión, en una revista científica- si se quería crecer en conocimientos. “Yo no estudio para saber más, sino para ignorar menos”, dijo Sor Juana Inés de la Cruz en algún momento, y la única manera seria de hacerlo era a través de los libros. Incluso hoy en día, cuando razones de accesibilidad, disponibilidad de espacio físico y hasta de costos, hay opciones electrónicas alternativas al libro tradicional, con todo y las ventajas que ofrecen, esas alternativas serán incapaces de proveer algunas de las innegables y placenteras ventajas características del libro impreso. ¿Quién no ha ido a la librería buscando un libro determinado y, lo encuentre o no, sale con otros que ni buscaba ni esperaba encontrar? Las librerías son, en efecto, lugares de recreación, de paseo, que con sólo pisarlas y echar una mirada ilustran y aportan esparcimiento. ¿Cómo sustituir el placer –y la necesidad- de hojear un libro desconocido para “probarlo” y “catar” sus propiedades en torno de un tema que en un momento desafía nuestro intelecto y nuestros conocimientos? Si se quiere escribir, pongamos por caso, sobre los orígenes del régimen presidencial ¿Dónde buscar y cómo? ¿Acaso no es útil, en la librería, hojear –sí, y también, aunque sea éste un lugar común, “ojear”- los libros que pudieran hacer referencia a tal cosa, darnos una pista sobre el tema o de plano abordarlo como nos convine que lo haga? Claro, eso lo hace muy bien, más fácil y rápidamente ese gran auxiliar de todo investigador -profesional o casual, frívolo o no- de temas y pistas que es Google; siempre estará Wikipedia, además, que ya desplazó inclusive a la proverbial “Britannica” y la sacó del mercado en su formato impreso cuando menos. Pero el placer del hallazgo fortuito, de la palabra desconocida o del concepto novedoso, de la idea nueva o iluminadora, de la novela o el autor de los que nada se sabía, sólo los libros y la búsqueda de ellos y en ellos lo pueden proporcionar. Hay que leer, en todo caso, para evolucionar. Leyendo se aprende a escribir y se automatiza la ortografía. Hasta se pule el estilo, con sólo un poco de cuidado que se ponga en ello. Incluso en la ficción, como devela Volpi en uno de sus más recientes libros -“Leer la mente”- tiene el poder de influir en la evolución humana, que se ve favorecida por el ejercicio de recrear en ella nuestro entorno, de modo que, al manipularlo, reordenarlo y moldearlo en nuestra mente, reflejando aun las percepciones ficticias, se incide también en funciones cerebrales que se desarrollan imperceptible, pero eficaz y perdurablemente. Leamos, pues, y crezcamos, haciéndolo, como seres humanos. No despreciemos en ello al arte y la ficción, que también contribuyen, tangiblemente, no sólo a la calidad de la vida de todos, sino también a la pericia intelectual de cada uno.

viernes, 6 de abril de 2012

El encuentro personal con Dios

Se dan los casos en los que, algunos católicos, consideran la administración de los sacramentos como si fueran una especie de magia. Porque la magia está ligada a un cierto “ceremonial”, que contiene algunas palabras, que se pronuncian sobre algunos objetos, por medio de los cuales, el mago intenta poner al hombre en contacto con fuerzas diabólicas.

De parte del hombre no se exige, ordinariamente, alguna actividad especial, es necesario solamente que el mago cumpla con lo prescrito por algún rito. Esto viene siendo en la realidad un “remedo supersticioso” de la administración de los sacramentos.

En efecto, para la administración de los sacramentos es necesario seguir un “ceremonial propio”, prescrito por las normas litúrgicas de la Iglesia, que, junto con determinadas acciones (por ejemplo, la imposición de las manos), se añaden ciertas palabras (por ejemplo cuando se administra el bautismo), también ciertos ritos (por ejemplo la unción con los santos óleos).

Toda la atención y la fe, en la celebración de los Sacramentos se dirigen a que se cumpla, con exactitud, lo prescrito por la Liturgia, de acuerdo al contenido de cada Sacramento, contenido, que se cumplirá, al momento de ser administrado. Sin embargo, suele suceder en la práctica, que se ignore “el encuentro personal con Dios”.

Es muy importante, por esto, aclarar que los sacramentos, no sólo presuponen el recibirlos con fe, sino que las palabras y los elementos rituales la alimentan, la fortalecen y la expresan, por esto, son llamados los “sacramentos de la fe”. La recepción de los sacramentos debe estar impregnada de fe. Cuando la fe ilumina con su luz la acción sacramental, esta acción adquiere la fuerza de una realidad muy rica, que exige del hombre una cooperación muy personal, para que pueda ponerlo en contacto vivo con Dios. Tratándose de la recepción de la gracia, en esta acción está presente, en primer lugar Dios Padre con su amor abierto hacia el hombre. Si Dios Padre no se dirigiera primero al hombre, no se realizaría la acción sacramental. Cada paso salvífico del hombre hacia Dios supone el paso gratuito de Dios hacia el hombre.

Y lo que el cristiano recibe con el sacramento es, simplemente, el efecto de este paso amoroso del Padre hacia él. Y, debido a que el sacramento es un “signo visible de la gracia invisible”, expresa, simbólicamente, la realidad invisible y personal de Dios. Esto es un misterio propio de las personas divinas.

Es por esto que el signo sacramental ofrece, de alguna manera, al hombre la vida personal de Dios, su misterio, o mejor: el Padre mismo ofrece su mano al hombre, por medio del signo sacramental, sin forzarlo de ninguna manera a aceptar la vida divina para unirlo a Él. Quien acepta libremente el signo sacramental se pone en la corriente que lo conduce al misterio personal de Dios y, se encuentra así, con el mismo Dios.

Jesucristo es el que, en este sistema sacramental, comunica su gracia al que recibe los Sacramentos. Jesucristo, así, continúa viviendo su “misterio pascual”, de muerte y resurrección en la Iglesia, en la Liturgia y en los Sacramentos. En efecto, son los sacramentos los que poseen, desde su fondo más íntimo, el “misterio pascual”. Y es precisamente por esto, que todos los Sacramentos, cada uno a su modo, significan y causan aquello que realiza el misterio de Cristo: la transformación salvífica de toda la existencia humana. San León Magno, ya lo expresaba así: “Aquello que era visible en nuestro Redentor pasó a convertirse en los Sacramentos”.

La actitud característica del “misterio pascual” de Cristo es el don de sí mismo, tanto a Dios Padre como a los hombres. Por esto es que los sacramentos representan a Cristo, precisamente en este “donarse a Dios Padre y a los hombres”, en los cuales Cristo se ofrece a los demás como el único acceso posible al misterio de la Santísima Trinidad.

Es claro, por lo tanto, que al recibir los sacramentos, el cristiano adulto no debe preocuparse, de manera superficial, de cumplir únicamente con el “rito” establecido. La recepción profunda de los sacramentos exige una participación plena y muy personal del hombre.

La Iglesia como un sacramento

La Iglesia nació directamente de Jesucristo, por eso es una “especie” de sacramento, “sacramento base”, en la visibilidad de su institución y en su gracia invisible, gracia que esta institución significa y comunica. La concepción de la Iglesia como sacramento es tan importante que merece ser considerada de manera especial.

No se trata, en efecto, de una expresión casual que la Iglesia quisiera usar sin darse cuenta de lo que dice, sino que muchas veces es una expresión bien usada y explicada.

Por ejemplo, cuando dice: “del costado de Cristo agonizante sobre la Cruz brotó el admirable sacramento de toda la Iglesia”.

En la Constitución dogmática “Lumen gentium” del Concilio Vaticano II, que trata sobre la naturaleza de la Iglesia, viene indicada, por una parte, la diferencia entre este sacramento y los “siete sacramentos”, porque la Iglesia es, según esta Constitución, “como un sacramento”, esto es, un sacramento sui generis, pero verdadero sacramento, porque significa y comunica la gracia:

La Iglesia es, en Cristo, como un sacramento, signo e instrumento de la íntima “unión con Dios”, unión que es producida precisamente por la gracia.

Por otro lado se ha dicho directamente que se trata del “sacramento de la salvación”, del “sacramento de la salvación humana”, y del “sacramento universal de la salvación”.

Entre los componentes de esta salvación universal, que la Iglesia, como sacramento, significa y comunica, se indica de manera particular, la unidad: la Iglesia es “sacramento de unidad”, esto es, Dios la ha constituido para que sea, para todos los hombres y para cada uno en particular, el sacramento visible de esta unidad salvífica, de la unidad que nace de la vida de la gracia, unidad que es de orden sobrenatural que, de alguna manera, unifica a la humanidad en general.

La Iglesia es, en efecto, “como un sacramento o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano.

Como consecuencia de que el mundo se está unificando cada vez más por el fenómeno de la “globalización” debido a la eficacia y velocidad de los medios masivos de telecomunicación, la familia humana está tomando conciencia de que “toda ella” es una sola comunidad en medio del Universo, con una sola historia.

Cuando la Iglesia se inserta en esta situación de la globalización, lo hace como verdadero sacramento de unidad salvífica, y declara al mundo entero que también ella trabaja por la unidad, declara que ella misma, para este trabajo común, posee fuerzas que tocan los más profundos fundamentos de la unidad del género humano, que ella es, inclusive, el “signo eficaz” de la unidad.

La sacramentalidad de la Iglesia brota de Jesucristo: “Cristo es la luz de las naciones” y esta luz resplandece en el rostro de la Iglesia.

La Iglesia es, en Cristo, como un sacramento, signo e instrumento de la unión con Dios y de la unión de todo el género humano. En Jesucristo la Iglesia es la luz del mundo, en Él es el sacramento de la salvación y de la unidad.

El Pueblo de Dios

José Luis del Río y Santiago Con este término no debemos entender a todos los fieles enfrentados a la Jerarquía, sino más bien a la Iglesia en su totalidad, con todas las familias, comunidades y grupos que la conforman, pero todos ellos bajo el punto de vista de un pueblo, que Dios convoca para Él, que se le manifiesta, lo santifica, lo guía y, por medio de él, dirige al mundo entero hacia la perfecta unidad.

La Iglesia describe brevemente a este “Pueblo de Dios” como la expresión de la voluntad salvífica y soberana de Dios, que no está ligada a las situaciones limitadas de cada época histórica ni sólo a la pertenencia de un determinado pueblo. Todos pueden ser salvados.

En todo tiempo y en toda nación, Dios acepta a cualquiera que cree en Él y actúa con la justicia. Sin embargo, la actividad salvífica de Dios en la historia se resume en la formación de un especial “Pueblo de Dios”, con el cual Dios, ya desde el Antiguo Testamento, pactó una alianza y cómo poco a poco, lo instruye, en cada época de la historia se le Revela, le da a conocer su Voluntad y lo santifica. Sin embargo, esto es solamente la preparación y la imagen de la nueva y perfecta alianza a través de una Revelación más perfecta por medio de Jesucristo.

En esta Nueva Alianza el Pueblo de Dios se fundamenta no sólo en la carne sino, sobre todo, en el Espíritu, compuesta por judíos y no judíos, cuya cabeza es Jesucristo, que es también cabeza de toda la humanidad. El conocimiento de esta Nueva Alianza es más profundo y personal por la acción del Espíritu Santo y la aceptación de la Ley de Dios, como lo expresa Jeremías: “Pondré mi Ley en su interior y la escribiré en sus corazones”. El punto de partida de esta “Comunidad salvífica” es su institución en la Sangre de Cristo y, entre los hombres se instituye en la asimilación de la Palabra de Dios por medio de la fe y en el nuevo nacimiento como hijos de Dios a través del bautismo y la gracia del Espíritu Santo. En efecto, el individuo, en esta Nueva Alianza, se santifica convirtiéndose en miembro del nuevo Pueblo de Dios.

La independencia y las características de este Pueblo quedan establecidas por el hecho de que recibe determinadas estructuras operativas de su cabeza que es Cristo, tanto en su etapa terrena como en su glorificación. Además, el hecho de pertenecer a este Pueblo, trae como consecuencia el poder gozar de la libertad de los hijos de Dios. El orden y el bienestar de este Pueblo, brotan de la ley fundamental del amor. La formación de este Pueblo es la preparación de la realización del Reino de Dios hasta el fin de los tiempos. En este sentido este Pueblo Mesiánico constituye, para toda la humanidad, un “germen validísimo” de unidad, de esperanza y de salvación.

De la misma manera que ya al Israel del Antiguo Testamento se le llamaba Iglesia de Dios, así también al nuevo Israel se le llama Iglesia de Cristo. La Iglesia expresa de manera muy concisa el origen de su existencia y su fin, con estas palabras: el ser y que hacer de la Iglesia como Comunidad es la acción creadora, convocadora y unificadora de la voluntad salvífica de Dios. La causa histórica inmediata es Jesucristo, cuyo don es la salvación, la unidad y la paz. El fin es la realización de la unidad de toda la humanidad para formar “la gran familia de los hijos de Dios”. El sujeto de la salvación es, en primer lugar, y directamente, el Pueblo, la Comunidad, la Iglesia como “modelo” de la Alianza, mientras que cada individuo es sujeto sólo en cuanto que es miembro de este Pueblo portador de las promesas mesiánicas. Todos los caminos salvíficos de Dios conducen a la formación de una Gran Comunidad. Sin embargo, los hombres que no conocen este plan de la voluntad de Dios de formar un Gran Pueblo, y, por lo tanto no se constituyen como miembros de la Iglesia, (pero que, sin embargo, si siguen la voz de su conciencia), se colocan en el camino hacia esta Gran Comunidad y se orientan hacia la edificación del Reino de Dios.

¿En dónde pues está la importancia de la existencia de este “Pueblo de Dios”? Está en que este “Pueblo”, es la expresión del amor y de la Misericordia de Dios hacia los hombres. Esto es lo que ilustra bien la continuidad, (y también las diferencias) entre la Antigua y la Nueva Alianza. Esto expresa una más profunda actuación de la Iglesia en cuanto “comunión en el amor”, comunidad o asamblea. Esto también ayuda al trabajo del ecumenismo, especialmente en el diálogo con iglesias evangélicas. Esta realidad de “Pueblo de Dios” se acerca más, a la manera de entender las cosas, de la doctrina oriental de los ortodoxos y de la doctrina occidental sobre la Iglesia. Esta concepción de la Iglesia corresponde a las revelaciones de la Sagrada Escritura.

Importancia de la revelación

José Luis del Río y Santiago Nunca, como ahora, el Magisterio de la Iglesia ha afrontado con tanta atención el asunto de la Revelación. Es cierto, que lo hace siguiendo todavía las pistas del Concilio de Trento y del Vaticano I, como lo manifiesta la introducción de la Constitución Dogmática sobre la Divina Relación del Vaticano II. Sin embargo, nunca se ha restringido al contenido de estos dos Concilios sino, más bien, los continúa, los desarrolla más ampliamente e, inclusive, los aclara en muchos puntos que los Concilios anteriores dejaron con cierta unilateralidad.

La Iglesia concibe la Revelación como un “donarse” de Dios mismo y como una “participación” que Dios hace de sí mismo a la humanidad, y no sólo de manera puramente intelectual como si se tratara de una simple comunicación de palabras que hablaran de Dios y sobre sus intenciones salvíficas, sino que “Dios tuvo a bien, en su bondad y sabiduría, revelar el misterio de su Voluntad, mediante el cual los hombres, por medio de Cristo, tienen acceso a Dios Padre para participar de su naturaleza Divina. Con este modo de Revelarse, Dios invisible, en su grande amor, habla a los hombres como a amigos y se entrelaza con ellos para invitarlos y admitirlos a la plena comunión con Él.

Por lo demás, la Revelación, en general, no se reduce sólo a palabras, no es sólo “doctrina”, sino, más bien una unión íntima de la acción y las palabras. En efecto: “Esta economía de la Revelación se manifiesta tanto con hechos y como con palabras, íntimamente ligados, de tal manera que las obras, realizadas por Dios en la historia de la salvación, manifiestan y refuerzan la doctrina y las realidades salvíficas expresadas por las palabras, y estas mismas palabras manifiestan las obras divinas y clarifican el misterio contenido en ellas”.

La Revelación es, por lo tanto, “la intervención” de Dios en la humanidad, en su historia. Intervención de Dios, que pone en movimiento los sucesos de la historia y abarca, como “elemento íntimo y esencial”, también la palabra, precisamente aquella palabra que suscita la fe en el hombre.

De la misma manera que la Revelación de parte de Dios es la “participación” de Dios mismo, así también, la respuesta del hombre a esta Revelación es la fe, en el sentido en que lo dice san Pablo en la carta a los Romanos: “A Dios que se revela, se le debe la obediencia de la fe”. (Rom. 16, 26), con la cual, el hombre, se abandona a Dios por entero y libremente, entregándole el “pleno obsequio de la inteligencia y de la voluntad”, adhiriéndose voluntariamente a la Revelación dada por Él. Y para que pueda darse, en la realidad, esta fe, es necesaria la intervención de la Gracia de Dios, que lo ayuda interiormente, con la acción del Espíritu Santo que mueve el corazón y lo atrae hacia Dios, abre los “oídos” de la mente, y da a todos la dulzura en el consentir y creer a la Verdad. Se trata, por lo tanto, de “donarse” a Dios que se manifiesta al hombre, inclusive de manera experimental.

Todo aquello que los Apóstoles recibieron directamente de Jesucristo o “por inspiración del Espíritu Santo” es “predicación Apostólica”. Esta fue, transmitida posteriormente a la Iglesia “por la Tradición” por medio de la palabra oral y bajo la inspiración del Espíritu Santo fue puesta por escrito por los “Apóstoles o por los hombres íntimamente ligados a ellos”. Esta palabra escrita es la Sagrada Escritura, a la cual se debe un especial honor, porque en ella, la predicación Apostólica “se expresa de un modo especial”.

¿Cuál es la relación entre la Tradición y la Sagrada Escritura?. La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura, están estrechamente ligadas y comunicadas entre ellas. Porque ambas brotan de la misma Fuente Divina, de tal manera que, en cierto modo, forman “una sola cosa” y tienden al mismo fin. En efecto, la Sagrada Escritura es palabra de Dios en cuanto fue escrita bajo la inspiración del Espíritu Santo y la Sagrada Tradición, recibida oralmente, transmite también la Palabra de Dios, confiada por Jesucristo y por el Espíritu Santo a los Apóstoles. Y a sus sucesores, a fin de que, iluminados por el Espíritu de la Verdad, con su predicación, la conserven fielmente y por escrito, la comuniquen y la difundan. La Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura, constituyen un solo “Sagrado Depósito” de la Palabra de Dios confiada a la Iglesia.

La custodia de la Revelación fue confiada por Jesucristo al Magisterio de la Iglesia, cuando dijo a sus Apóstoles: “…lo que aten en la tierra será atado en el Cielo y lo que desaten en la tierra será desatado en el Cielo” (Mt. 18, 18). En efecto, el Magisterio no es superior a la Palabra de Dios, sino que, más bien, es servidor de Ella. Así, enseñando, solamente aquello que ha sido “transmitido” por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, expone fielmente aquella Palabra. Y, de esta manera, a partir de este único Depósito de la Fe, el Magisterio de la Iglesia lo propone para ser creído como “Revelación de Dios”. Por lo tanto, el Magisterio de la Iglesia “sirve” a la Palabra de Dios, y debe, antes de enseñarla, escucharla con devoción.

Todo aquello que ha sido Revelado en la Sagrada Escritura, es Verdad Divina. Sin embargo, es necesario definir con precisión, “qué cosa” ha sido Revelado. Por esto, el intérprete debe investigar con cuidado, qué cosa intentaron y quisieron expresar los Autores Sagrados y qué cosa quiso Dios manifestar a través de las palabras de ellos. Sólo así podemos “entender bien aquello que Dios ha querido comunicarnos”.

En esta investigación, se debe poner mucho cuidado, y mucha diligencia al momento de examinar el contenido y la unidad de “toda” la Sagrada Escritura, teniendo muy en cuenta lo transmitido por la Viva Tradición que, entre otras cosas, hace presentes aquellas verdades que han manifestado las Declaraciones Dogmáticas. Sin embargo, al mismo tiempo, la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación del Vaticano II, muy abierta a las constataciones modernas de la Ciencia Bíblica, llama la atención para tener cuidado en lo que expresan los “géneros literarios”. En efecto, para conocer la intención de los Autores Sagrados, se debe tener en cuenta también estos, así llamados, “géneros literarios", pues la Verdad puede venir expresada en los textos de la Escritura, en varios modos: históricos, proféticos o poéticos, o con otros diferentes “modos de hablar”.

Es necesario, por lo tanto, que el intérprete investigue el sentido que el Autor Sagrado intentó expresar, y descubra cuáles fueron las circunstancias y las condiciones ambientales que prevalecían en su tiempo, y que quedaron redactadas a través de los modos de hablar que se usaban entonces. Para comprender en su justo valor, aquello que el Autor Sagrado quiso asegurar en sus escritos, se debe poner la debida atención a los modos habituales de entender, de expresarse y de narrar que se usaban en aquellos tiempos y que estaban en uso en las relaciones humanas de entonces.

Es claro, que la Ciencia Bíblica se encuentra ante tareas muy difíciles. Sin embargo, la Iglesia invita, decididamente, a los intérpretes, a cumplir con diligencia su arduo trabajo. Si bien es cierto, que la Iglesia tiene el mismo Espíritu que inspiró a los Autores Sagrados, no pretende en lo más mínimo disminuir, por esto, su trabajo de investigación. En el fondo está, precisamente, este Espíritu que atrae la atención de ambos sobre estos trabajos y les hace saber “el sentido” que intentó comunicarles. Por esto, la Iglesia, en su interpretación de la Sagrada Escritura, busca, al elaborar sus juicios, enriquecerse con los “datos previos”, proporcionados por el mismo método de investigación. ¡He aquí una de las sabias actitudes de la Iglesia!

La Sagrada Escritura: Coloquio de Dios con el hombre

José Luis del Río y Santiago De la misma manera que la Revelación no es sólo comunicación de palabras y acciones de Dios, sino que es la participación de Dios mismo, así también, un cristiano interesado en conocer la Sagrada Escritura no se reduce a la sola recepción de las declaraciones de Dios, sino que más bien se presta a llevar a cabo un “contacto vital” con este Dios y llegar así a una experiencia vital con Él.

La Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación expresa este hecho de una manera muy bella: “En los Libros Sagrados, el Padre que está en los Cielos viene con mucha amabilidad al encuentro con sus hijos y platica con ellos”.

Más adelante esta misma Constitución exhorta a “todos los fieles” a recordar que “la lectura de la Sagrada Escritura, debe ser acompañada con la oración, a fin de que pueda establecerse el coloquio entre Dios y el hombre, porque ‘cuando oramos, hablamos con Él, a Él escuchamos cuando leemos su Palabra’. (San Ambrosio)”.

La “oración fundamental” es ya, la fe misma. Porque para la fe es necesaria la Gracia de Dios que previene y ayuda, ya que el Espíritu Santo mueve los corazones y los dirige hacia Dios, abre los ojos de la mente y da a todos “dulzura en el consentir y en el creer a la Verdad”, para que el hombre pueda “por entero y libremente” abandonarse a Dios y prestarle la obediencia de la fe.

“Mover los corazones, dirigir el corazón a Dios, abrir los ojos de la mente, dar dulzura, son expresiones de la “experiencia religiosa”, en la cual, el cristiano es, por una parte, “movido por Dios”, y por otra, “eleva su propia alma a Dios”, esto es, ora. La fe misma es ya una especie de oración, oración fundamental. Y, debido a que no existe fe sin la lectura cristiana de la Sagrada Escritura, es obvio que en esta fe se realiza aquello que desea la Iglesia cuando dice que “la lectura de la Sagrada Escritura debe ir siempre acompañada por la oración, a fin de que pueda desenvolverse el coloquio entre Dios y el hombre porque `cuando oramos, hablamos con Él, y a Él escuchamos cuando leemos su Palabra´”.

La Iglesia está constituida por cristianos, para los cuales la Sagrada Escritura es “fuente pura y perenne” de su vida espiritual. Podemos comprender entonces cómo la Iglesia pueda afirmar que Dios, no cesa de hablar con la Esposa de Su Hijo Predilecto.

Y sólo así es como podemos comprender plenamente por qué la Sagrada Escritura es Palabra “viva”. Por eso se debe referir a la Sagrada Escritura aquello que se ha dicho: “… la Palabra de Dios es viva y eficaz que sirve para edificar a todos los santificados”. (1 Tes. 2,13).

Es así como se puede comprender a fondo cómo la Constitución sobre la Liturgia pueda hablar, al mismo tiempo, de la “mesa del Cuerpo del Señor” y de la “mesa de la Palabra de Dios”. Pues aunque la Palabra de Dios es verdadero Pan, se entiende, de modo diferente del Cuerpo de Cristo, también se entiende que es el mismo Jesús que se entrega como Alimento Espiritual. Además, el Decreto sobre el ministerio y vida de los sacerdotes, afirma justamente: “Los fieles se alimentan del Verbo Divino en la doble mesa de la Sagrada Escritura y de la Sagrada Eucaristía”. Y la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación subraya: “La Iglesia siempre ha venerado las Sagradas Escrituras como lo hace con el Cuerpo mismo de Cristo, no faltando nunca, sobre todo en la Sagrada Liturgia, de nutrirse del Pan de la Vida en la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo”.

Todos aquellos que en la Iglesia anuncian la Palabra de Dios, deben primero “escucharla interiormente”: “Por esto, es necesario que todos los clérigos, principalmente los sacerdotes y todos los que, como los diáconos y los catequistas, ejercen legítimamente el ministerio de la Palabra, para que conserven un contacto continuo con la Escritura, mediante una sagrada lectura y el estudio cuidadoso, a fin de que no se conviertan en `vanos predicadores de la Palabra de Dios que escuchan, sólo de manera exterior, sin haber escuchado interiormente´ (san Agustín), sino que deben participar a los fieles, confiados a ellos, las sobreabundantes riquezas de la Palabra Divina”.

los sacerdotes nunca deben olvidar que es el Señor el que abre los corazones, y que su superioridad no proviene de ellos mismos sino del poder de Dios que, en el acto mismo de predicar la Palabra se unen más íntimamente con Cristo Maestro y son, así, guiados por el Espíritu Santo.

La oración fundamental

I DE II

Durante la oración, y fuera de ella, hay en el cristiano un vínculo con Dios mucho más fuerte de lo que generalmente se piensa. Dios no habla con el hombre como el hombre habla con otro hombre, no lo “toca” como sucede entre los hombres. El hablar de Dios con el hombre y su entrada en la vida del hombre son algo “absolutamente particular”. Pero, con todo, es una realidad.

El mismo comienzo de la oración ya comprende una “intervención precedente” de Dios en el alma. La oración cristiana, en efecto, es ya una Gracia especial de Dios. Según santo Tomás de Aquino, es precisamente Dios el que “induce a la oración”, es Él quien despierta el alma para la oración. Hay en todo comienzo de la oración una cierta semejanza con el Anuncio del arcángel Gabriel a la Virgen María. También, en la oración, Dios “desciende” a la creatura, desea habitarla, unirse a ella, espera el fíat de parte del hombre, desea el diálogo con el hombre.

Precisamente por este diálogo también el Espíritu Santo viene en ayuda del cristiano que ora. En efecto, y, de manera semejante, también el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra debilidad porque nosotros no sabemos con precisión ni siquiera cómo se ha de pedir en la oración, ni cómo convenga pedirlo, pero el Espíritu Santo, en persona, intercede por nosotros con gemidos inexpresables de amor (no con palabras que pudiera tener el pensamiento humano), y Él eleva y asume nuestro débil lenguaje con esos sus “gemidos” de amor (Rom. 8, 26).

La imagen según la cual el Espíritu Santo compone nuestra oración es la oración que, como Espíritu de Cristo, compone, en Cristo mismo, el Hijo del Padre. Oración que adquiere su pleno sentido en las siguientes palabras de San Pablo: “Son, en efecto, oraciones dichas bajo la moción del Espíritu de Dios (que hace que nuestra oración sea semejante a la que hace el Hijo) que nos hace exclamar: ‘¡Abba, Padre!’ (Rom. 8, 15-16).

Sin embargo, este Espíritu guía al cristiano no solamente en la oración, sino también en toda su vida. Toda la existencia del cristiano tiene un vínculo vital con Dios. Dios, en efecto, se dirige a nuestra vida, actúa en ella y la dirige hacia Él, aun cuando el cristiano no piense expresamente en Dios, porque aun en el trasfondo del trabajo y en las distracciones ordinarias están presentes aquellas fuerzas que constituyen la “oración fundamental”, que son: la fe, la esperanza y la caridad. Fuerzas que, aun permaneciendo ocultas, dan al ser del cristiano aquella tendencia fundamental hacia Dios, como nos la ha revelado Jesucristo. Fuerzas, que realizan aquella fundamental “elevación del Espíritu a Dios”, lo que constituye ya la oración. Por esto, hay en el cristiano, por medio de aquellas fuerzas, tanto en su trabajo como en medio de las distracciones ordinarias, el eco lejano de aquel “Abba Padre” que el Espíritu Santo compone en la oración.

Ahora, de este modo, por medio de la vida de fe, esperanza y caridad, la oración se extiende a toda la existencia ordinaria del cristiano. En efecto, en esta existencia ordinaria, hay algunos límites precisos entre los tiempos de oración y de no oración. La oración es (fundamentalmente por medio de la fe, la esperanza y la caridad) un vínculo vital con Dios, y este vínculo, por medio de sus propias fuerzas, actúa, aun en los tiempos que no son estrictamente de oración.

La fe, la esperanza y la caridad, como un elemento común de los tiempos de oración y de no oración, y como soporte del “vínculo vital” con Dios y con Jesucristo, son presentadas por la Iglesia de la siguiente manera: “La espiritualidad de los laicos, en orden al apostolado, tiene como fuente y origen a Jesucristo, mandado por el Padre, y es evidente que su fecundidad depende de su unión vital con Jesucristo, según el dicho de Él: Quién permanece en Mí y Yo en él, produce mucho fruto, porque sin Mí no pueden hacer nada. (Jn. 15, 5)”. Esta vida de unión íntima con Jesucristo se alimenta en la Iglesia con el apoyo espiritual común a todos los fieles, sobre todo cuando participan de manera activa en la Sagrada Liturgia.

Y este apoyo debe ser aprovechado por los laicos, de tal manera que, mientras cumplan perfectamente los deberes del mundo, en las condiciones ordinarias de la vida, no se separen de su “unión vital” con Jesucristo, sino que, cumpliendo sus propias actividades, según la Voluntad Divina, crezcan siempre más, por lo que en estas actividades deben vivir, naturalmente, la fe, la esperanza y la caridad. Ni el cuidado de la familia ni los compromisos civiles deben ser extraños a la espiritualidad de su vida, según el dicho del Apóstol: “Todo aquello que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios y al Padre por medio de Él” (Col. 3, 17). También la Iglesia indica expresamente las fuerzas que hacen posible esta vida de alabanza a Dios cuando dice: “Tal vida requiere un continuo ejercicio de la fe, de la esperanza y de la caridad”. En primer lugar el continuo ejercicio de la fe: “Sólo a la luz de la fe es posible, siempre y en todo lugar, conocer a Dios, en el cual vivimos, nos movemos y somos (Hechos 17, 28), buscando en todo acontecimiento su Voluntad. Hay que ver a Jesucristo en todo hombre, juzgar rectamente el verdadero sentido y valor que tienen las cosas temporales en sí mismas y en orden a nuestro fin último”.

Además de la fe es necesaria la vida de la esperanza: “Quien tiene la fe, vive en la esperanza de la revelación de los hijos de Dios, en la contemplación de la cruz y de la Resurrección del Señor. En la peregrinación de la vida presente, ocultos con Cristo en Dios y libres de la esclavitud de las riquezas, mientras contemplan los bienes eternos, con ánimo generoso, se dedican totalmente a extender el Reino de Dios y a animar y perfeccionar con espíritu cristiano el orden temporal”. Es necesario, en fin, un continuo ejercicio de la caridad: “Impulsados por el amor que viene de Dios, hacen el bien a todos… eliminando toda malicia y todo engaño, las hipocresías y las envidias, y todas las maldiciones (1 Pedro 2, 1) y atrayendo, así, a todos los hombres a Cristo. El amor de Dios, infundido en nuestro corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rom. 5, 5), hace capaces a los laicos de expresar realmente en su vida el Espíritu de las Bienaventuranzas. Cultivando la amistad cristiana entre ellos, se dan ayuda mutua en cualquier necesidad”. (Hechos 4).

La Iglesia nos enseña así, cómo es la verdadera vida cristiana, que está siempre impregnada por la fe, por la esperanza y por la caridad. Y, es así, a través de estas virtudes, que nos unen vitalmente con Dios, que la vida cristiana, en su totalidad, se convierte en verdadera oración.

¡Vale madre!

Guillermo Flores ‘Valemadrismo es una forma de vida que involucra el hecho de que vale madres determinada situación, acción, persona, etc. para facilitar olvidos y evitar preocupaciones innecesarias’: frikipedia

Pocas expresiones tan mexicanas como la que da título a esta columna. Tan claro su significado que no requiere de muchas explicaciones. Simplemente cuando algo no te importa, te desagrada o te es indiferente, un “me vale madre” sintetiza todos estos pensares. Una madre es lo más grande, admirado así como respetado para el mexicano y aunque a varios de nosotros muchas veces nos hayan dicho ¡Qué poca madre tienes!, mucha o poca todos tenemos madre.

Dudé, pregunté y analicé sobre si estaba bien o mal titular mi columna como lo hice, pocas legislaciones son claras al respecto, (¿qué raro no?, en México) pero como en este país a casi todos ¡LES VALE MADRE LAS LEYES! pues ya ni modo.

Mi desesperante título surge al revisar los resultados de la Octava Encuesta Nacional de Gobierno, Sociedad y Política del Gabinete de Comunicación Estratégica y la Encuesta Nacional sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas de la Secretaría de Gobernación. Los datos son preocupantes, desesperantes pero reales, dado que reflejan el sentimiento genuino de la ciudadanía hacia sus políticos, sus instituciones públicas y los partidos políticos.

Siete de cada 10 ciudadanos no confían en los partidos políticos. El 70 % de los mexicanos considera que cuando un diputado o senador, genera nuevas leyes o modifica las actuales, privilegia sus intereses propios y los de su partido, sobre las necesidades de la población. Bajo la misma tónica, el 65% de la ciudadanía considera, que las leyes en México y en los estados, se aplican solo para el beneficio de unos cuantos.

Cuando se cuestionó a la ciudadanía, sobre los procesos para elegir a los gobernantes, el 62 % de los mexicanos considero que las elecciones en el país no son limpias.

A 6 de cada 10 ciudadanos no le importan en lo absoluto las tareas de gobierno, 62 % de la población piensa que el Gobierno no toma en cuenta lo que piensa la gente a la hora de gobernar. 5 de cada 10 ciudadanos consideran que los gobiernos municipales, estatales y federales no consultan, imponen.

De todo lo anterior se desprende un dato interesante. Al 73 % de la ciudadanía no le interesa en lo absoluto las cuestiones políticas en el país. El 52 % de la población considera que la política es algo muy complicado por no decir que aburrida y el 90.4 % de los mexicanos no está afiliado a ningún partido político, o por lo menos no lo saben, ¡ya ven cómo se las gastan algunos políticos!

Por otra parte, cuando se le preguntó al ciudadano ¿con qué partido identificaría la canción “con dinero y sin dinero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley”? el 49.7 % contestó que con el PRI. Al cuestionar lo mismo, pero ahora con la canción “Sabes mejor que nadie que me fallaste, que lo que prometiste se te olvidó” el 45 % de los mexicanos consideró que era una canción hecha a la medida del PAN.

Bajo el típico juego de la comparación de los animales, el 32 % de los mexicanos dijo que el gallo de pelea representaba mejor al PRD que a ningún otro partido, mientras que el 30 % que el gato egoísta representaba muy bien al PAN, finalmente el 43% consideró que el zorro astuto ejemplificaba a los priístas.

El rechazo por los asuntos públicos así como la falta de interés en la participación política por parte de los ciudadanos, aumenta constantemente en el país y en Coahuila. Las transas, la corrupción, la falta de resultados y transparencia, son preceptos que constantemente alejan más a la ciudadanía de la política.

En resumidas cuentas, a los ciudadanos les vale madre la política, a los políticos les vale madre los ciudadanos, y a todos les vale madre lo que yo escriba.

¿Libertad religiosa a monaguillos?

Para “dar” al César lo que es del César y a Dios lo que le corresponde a Dios, es necesaria la libertad. Sin libertad no se puede “dar” ni al César –es decir al gobierno– ni a Dios absolutamente nada.

Dar sin libertad es arrebatar y convierte al César en ladrón autoritario, por apropiarse de algo sin consentimiento de su gobernado. Al mismo tiempo, profesar un culto a Dios sin libertad, me atrevo a decir, es fanatismo puro. Dios es verdad, y la verdad hace libre a los hombres, no los idiotiza, ni los humilla.

La visita del papa Benedicto XVI y la aprobación en el Senado de la reforma al Artículo 24 constitucional regresaron al debate el tema religioso. ¿Dónde están el César y Dios en nuestro país? La historia mexicana tiene dolores y cicatrices con las respuestas a esa pregunta.

Años antes del Grito de Independencia del sacerdote Miguel Hidalgo y su ¡Viva la Virgen de Guadalupe!, el virrey de Croix expulsó a los clérigos jesuitas.

Medio siglo después de la firma del cura Morelos en la Constitución católica de Apatzingán, se promulgaron las antirreligiosas “Leyes de Reforma” para “proteger” al ciudadano de la “indebida” injerencia del clero.

Con ese mismo celo anticlerical de guardián del pueblo, Plutarco Elías Calles provocó la guerra cristera. Hasta 1992 el presidente Salinas, con el apoyo del PAN, normalizó las relaciones del Estado y la Iglesia católica.

Todavía hoy algunos antirreligiosos eso sí, vacacionistas puntuales de la Semana Santa– quieren un Estado tutor de la conciencia de los mexicanos. Tienen la visión vetusta por decimonónica de una religión como peligro, “opio” para drogar al pueblo; y justifican al laicismo como control estatal sobre la razón humana.

Consideran, con ingenuidad paternalista, que un párroco pronunciando un sermón desde el púlpito tiene más dominio sobre las mentes que un comunicador en la televisión. Son capaces de pedir vigilar el catecismo, porque sospechan que el padre Ripalda tiene más niños seguidores que el futbolista Cristiano Ronaldo.

Ni el confesionario ni el Vaticano tienen mayor impacto social que Google o Apple, y nadie acusa a éstos de manipulación ideológica, salvo en gobiernos totalitarios. ¿Eso quieren?

El Estado es laico. Laico por “lego”, popular e independiente, capaz de tomar decisiones sin amparo en una divinidad; pero nunca laico por oponerse a la relación de una persona con Dios.

El Estado verdaderamente laico es promotor de las libertades, entre ellas, al derecho humano a la libertad de pensamiento-conciencia-religión.

Algunos liberales de ocasión militan a favor de causas obvias de la libertad, por ejemplo de expresión, asociación, tránsito, información, etcétera; pero enmudecen para defender plenamente la libertad religiosa.

Otros prefieren “libertad sierva” (Martín Lutero) frente al Estado, y aceptan una libertad religiosa llena de reglas para impedir a un credo divino tener impacto en la sociedad, fuera de los templos. Están cómodos con una débil libertad religiosa, sólo para monaguillos.

La libertad religiosa implica no obligar a nadie a actuar contra la conciencia, ni impedir a nadie actuar conforme a ella. Por tanto, debe ir más allá del culto, y garantizar la titularidad de bienes y medios de comunicación a las iglesias para cumplir sus fines, y a los padres de familia decidir la orientación espiritual de los hijos, y a éstos no recibir una enseñanza contraria a su devoción.

¿La educación del Estado es “pública” no “estatal”. Lo “público” sólo pertenece al Estado? ¿Cómo conocer lo “público” sin libertad? ¿Por qué presionar, entonces, para aleccionar el conocimiento escolar desde el nihilismo, por qué insistir en esa nadería espiritual, a quienes consideran un valor la religión?

La religiosidad no es un tema de cielo o infierno, es un hecho terrenal –no único ciertamente– para formar personas libres y virtuosas. Optar por una religión o por el ateísmo es, diría G.K. Chesterton, “el más libre y fuerte de todos mis actos de libertad”.

El diputado que yo quiero

Ahora que comienza en forma la selección de candidatos para las diputaciones y cuando en el contexto nacional los ojos de todos están puestos en el Congreso de la Unión por las reformas llamadas coyunturales que tienen que sacar adelante, yo quiero señalar algunos rasgos que, a mi juicio, debería reunir el diputado ideal, sea hombre o mujer.

Primero: Honestidad probada.

El diputado ideal es aquel que, como se dice coloquialmente, no tiene cola que le pisen. Es decir, es una persona que es digna de la confianza de los ciudadanos que pretende representar. Si los candidatos buscan maquillar su imagen y ocultar los negocitos chuecos que luego traen o utilizar una curul como mero negocio personal para su crecimiento individual o familiar, ¿qué se podrá esperar de él? Un diputado honesto merece verdaderamente hacer carrera en la política, pues ha mostrado ser digno de ello, pero que no olvide que el poder es como una antorcha: Si se sostiene mucho tiempo en la mano, puede quemar.
Segundo: Que opta por el servicio y no por el poder.

El diputado ideal, al reconocerse representante de los ciudadanos, se mueve desde una auténtica dimensión de servicio. El diputado descubre que los beneficios que consigue para sus conciudadanos redundan en su propio bien, de tal modo que no busca posiciones ventajosas ni pretende aprovecharse de su posición, sino que hace todo aquello que la ley le obliga en favor de su distrito, de su estado y de la nación, pero también creativamente es capaz de proponer iniciativas que mejoren la vida de todos.

Tercero: Conocimiento de la realidad “desde abajo”.

El diputado ideal no puede conformarse con su adoctrinamiento partidista. El diputado ideal conoce la realidad de los ciudadanos que representa, pero no porque lo lee en informes, sino porque vive en esa realidad, conoce de las limitaciones y exigencias que esa realidad le impone y más aún, se identifica con aquellos ciudadanos menos favorecidos, de tal modo que es capaz de generar herramientas de cambio social que configuren una comunidad solidaria y equitativa, donde él es el primero en servir y ayudar, es el primero en consolidar las instituciones democráticas.

Cuarto: Que no anteponga los intereses partidistas a los intereses de los ciudadanos que representa.

Lo anterior deviene en que el diputado verdaderamente mira por los ciudadanos en primer lugar. Los intereses de su partido no pueden ser el objetivo principal de su labor, es decir, no se trata de “mayoritear” sin más las iniciativas de su bancada o del ejecutivo, según los acuerdos que se dan en lo oscurito o siguiendo la línea del líder. Se tata de legislar y promover a los ciudadanos que representa, claro, desde la perspectiva que sus dogmas partidistas le plantean, pero no al revés. Los ciudadanos no queremos ser rehenes de quienes dicen gobernarnos democráticamente.

Quinto: Sin compromisos políticos ajenos a su misión.

Si lo anterior se realiza, el diputado no puede tener amarres políticos ajenos a su compromiso de servir y ver por sus conciudadanos. Y esto se da de modo natural, por convicción ética y no por necesidad de pasar limpio los exámenes de la transparencia. Así, el diputado hace lo que tiene que hacer de acuerdo con el mandato popular y no por buscar lo “políticamente correcto” según las necesidades partidistas.

Sexto: Que vuelva con frecuencia a su distrito para “retroalimentarse”.

¿Cómo podría ser un diputado representante de los ciudadanos de un distrito si jamás vuelve a él? Es necesario que el diputado vuelva frecuentemente a su distrito a dialogar con los ciudadanos, a conocer sus demandas, a orientar sus esfuerzos en orden al bien común por el que legisla, a constatar que su trabajo no ha caído en saco roto ni ha sido botín de algunos cuantos. Además el diputado obtendrá así verdadero peso moral ante los ciudadanos y no tendrá que presumir de poseer fuero.

Séptimo: Que rinda cuentas a los ciudadanos de modo veraz y transparente.

Si bien ya hay algunos diputados que comienzan a realizar esta actividad no todos lo hacen o no se informa suficientemente a los ciudadanos sobre el evento. Lo mejor es que el diputado presente claramente qué ha hecho a partir de las exigencias mismas del distrito y de la nación y que dicho informe sea con participación ciudadana. Ya basta de los actos políticos donde sólo se rinde pleitesía al gobernante sin exigirle rendición de cuentas claras, verdaderas y sin trampas.

Octavo: Que cumpla a cabalidad su compromiso de servicio.

El diputado ideal cumple con lo que ha prometido en campaña, ya porque sus promesas son realistas, ya porque se exige a sí mismo cumplir con lo prometido y no sólo por un mero populismo grosero. Además cumple con los tiempos para los que ha sido elegido, no sólo porque la ciudadanía esté harta de funcionarios que brincan de un puesto a otro, sino porque asiste puntualmente y responsablemente a las sesiones de Congreso en las que debe participar y no sólo en los días de paga.

Habría muchas características más que se le piden al diputado ideal. Basten las anteriores para, ojalá, hacer pensar un poco a los ciudadanos que leen esto y exijan a los candidatos, antes que promesas, un cambio ético de sus personas. Si lo leen los candidatos y los diputados actuales, ojalá adecuen su persona a lo que esperamos de ellos.

La otra Semana Santa

La Semana Santa se puede vivir de muy diversas maneras. Puede vivirse simplemente como días de vacaciones y si se puede, pasarlas en el mar. Puede también vivirse con un barniz de devoción viendo en la televisión películas de temática bíblica o sobre la pasión de Cristo. Puede ser también simplemente una semana más. Hay quienes participan en las celebraciones en los templos o en los viacrucis en las calles. Se puede suponer que ésta es una buena manera en que los cristianos podemos celebrar la Semana Santa. Esto es verdad, pero todavía dentro de ese marco hay dos formas muy distintas de celebrarla.

Se puede participar con mucha devoción en las tan ricas celebraciones litúrgicas de Semana Santa y también en lo que se vive en la religiosidad popular como viacrucis vivientes, procesiones silenciosas, pésames a María. Eso está bien y da buenos frutos, pues se centra en Jesús y en su inmenso amor que lo llevó a dar la vida por nosotros en medio de tanto dolor, sufrimiento, traiciones y abandono.

Pero se puede celebrar eso aisladamente de lo que pasa en el país y en el mundo y en particular de lo que está pasando a tantos niños que están en la calle, tantos desempleados y emigrantes que son los crucificados de hoy día. Y lo que es también muy grave, se puede vivir fuera del contexto real en donde vivió Jesús los misterios de la Última Cena, Pasión, Muerte y Resurrección que estamos celebrando. Para remediar el primer aislamiento se suelen tomar con razón varias iniciativas, por ejemplo, se ora por las distintas necesidades de la población en los viacrucis.

La otra forma es recorrer la Semana Santa desde los conflictos que tuvo Jesús con las autoridades religiosas y políticas de su tiempo: Maestros de la Ley, fariseos, sacerdotes, Herodes y Pilatos, que en definitiva lo condena por una razón política: Para no quedar mal con el César. Éste es el contexto real de la pasión y muerte de Jesús. Y así como se enseña que en la Biblia hay que leer el texto en el contexto en que fue escrita y transmitida, de igual manera las celebraciones de Semana Santa debieran vivirse en el contexto en que Jesús lo vivió y en el contexto de nuestra realidad actual.

Así, el Jueves Santo es un día muy intenso. Pero todo esto puede quedar diluido si lo reducimos fuera de contexto a algunas expresiones y gestos, como “Institución de la Eucaristía”, Lavar los pies a 12 adolescentes, hacer el “Día de la Caridad”... Eso es bueno, pero puede perder el elemento interpelante de cómo lo vivió Jesús.

En primer lugar no se trataba de una cena cualquiera, sino de la cena de la Pascua. Era y es la celebración de la salida de la esclavitud de Egipto, liberarse de la opresión del Faraón e ir hacia una tierra prometida donde podrán tener una vida más humana, en libertad y con una producción agrícola para vivir dignamente. En 1968 con Pablo VI, los obispos reunidos en Medellín proclamaban que la Pascua es el paso de vida de condiciones inhumanas -como son el hambre, la extrema pobreza, el analfabetismo, etc.- a condiciones de vida humanas. Así igualmente hoy día si reafirmamos nuestro compromiso por una vida humana digna y reconociendo en ello el paso liberador de Dios, entonces tiene pleno sentido esta celebración.

El lavatorio de los pies no es simplemente el gesto sencillo que repetimos cada año. El que lava los pies es el Maestro y Señor. Jesús realiza lo que hacían los siervos o los esclavos. Este gesto no lo entendía Pedro, ni nosotros lo entendemos a cabalidad. Es un gesto del reino de Dios, que es servicio y humildad y en el que las autoridades no se deben poner encima, sino ser en verdad servidores. Y esa noche trágica en que los discípulos, como nosotros, discutían cuál era el principal, Jesús les sacude y les dice: Si quieren ser los primeros en el reino de Dios, sirvan a los demás. Y al mismo tiempo Jesús hace una crítica a los reyes de su tiempo y de nuestros tiempos: No sean como los reyes que oprimen a los pueblos y todavía quieren que los llamen bienhechores.

En el centro de la cena está el mandamiento del amor hasta dar la vida y que Jesús realiza simbólicamente en vísperas de su propia muerte. Las palabras que hoy llamamos “consagración” son muy fuertes: “Éste mi cuerpo que es entregado por ustedes. Ésta es mi sangre que es derramada por todos”. Y esa noche y el día siguiente su cuerpo fue torturado, masacrado y derramó Jesús hasta la última gota de su sangre. Y esto no pasó en un accidente, sino de su parte entregando libremente la vida, pero de parte de las autoridades en un juicio y ejecución totalmente injusta. No se trata solamente de repetir las palabras de Jesús, sino de comprometernos a entregar la vida.

Después de la misa del Jueves Santo, terminan las celebraciones oficiales. Pero en la vida de Jesús esa misma noche aparece la traición, como hoy también tantas traiciones. Viene el prendimiento como un ladrón o malhechor y luego el abandono, la negación de Pedro, el juicio inicuo con testigos falsos y la condena a muerte dictada por Sanedrín, el Senado de los judíos. Y todo esto sigue pasando en nuestro tiempo, sobre todo contra los más pobres. ¿Cómo celebrar el Jueves Santo de espalda a esta realidad? La condena a muerte se viste hipócritamente de motivos religiosos, pero en la realidad es el rechazo a Jesús como Mesías Servidor, es asegurar ellos su autoridad.

¿Tiene sentido la Cuaresma hoy?

Antes de dar una respuesta habría que considerar que, con base en los resultados del censo 2010, el INEGI ha señalado que en México el catolicismo está en franca disminución.

El dato duro dice que el porcentaje de personas que se declararon católicas fue de sólo 83.9 %, mientras que hace apenas una década era de 88 %. Es decir, una disminución de cuatro % en 10 años, lo que en México significa muchos millones. En efecto, si en población total en la última década pasamos de poco más de 97 millones a más de 112, o sea más de 15 millones, el número de católicos aumentó en 7.5 millones. ¿Dónde quedaron los otros casi ocho millones? Pues se fueron a otras Iglesias o hacia la indiferencia religiosa. Así por ejemplo, en la última década el porcentaje de personas que declararon no tener ninguna religión pasó del 3.5 al 4.6 %.

La disminución viene de manera constante desde hace por lo menos sesenta años. Si en 1950 el 98.21 de la población se declaraba católica, para 1960 ese porcentaje bajó a 96.47, para 1970 al 96.17 %, en 1980 se conoció una caída aún más brutal pues para ese entonces sólo el 92.62 % de los mexicanos se declararon católicos y para 1990 el porcentaje disminuyó a 89.69. En el 2000, como se ha mencionado, ya había apenas un 88 % de católicos en el país y ahora estamos debajo de 84 %.

Ahora bien, no hay que olvidar que la “autenticidad” de la religión no está basado en el número de creyentes que congrega, sino en la práctica efectiva de compasión y misericordia para con los que sufren, con los marginados y pobres. Entonces la pregunta por el sentido de la Cuaresma sí resulta pertinente.

La cuaresma tiene valor e importancia en la medida en que se constituye en un camino hacia la esperanza contra toda esperanza de la pascua. Pero la práctica religiosa ha proyectado una visión que fácilmente lleva al exhibicionismo, es decir, una religiosidad que se hace para ser vista, o al masoquismo negador del sano amor a uno mismo.

Para muchas personas cuaresma es sinónimo de dolor y sacrificio, de guardar abstinencia y ayuno, de penitencia y castigo, aspectos que se han terminado convirtiéndose en un fin. La esperanza pascual ha de traducirse en actitudes, prácticas y actos diarios, personales y comunitarios, en la familia y en el trabajo, en la oración y en la política, en la lucha y en la fiesta. La Cuaresma es más que un recuerdo teológico, es vivir con las exigencias de pertenecer a Cristo, caminando hacia la cruz y hacia la resurrección. No nos debe extrañar que una Iglesia tenga mucho de cruz, porque si no, no tendrá mucho de resurrección. Una Iglesia acomodaticia, que busca el prestigio sin el dolor de la cruz, no es la Iglesia auténtica de Jesucristo. Y el itinerario cuaresmal nos invita a contemplar el misterio de la cruz, para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: Dejarnos transformar por la acción del espíritu; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo.

La disminución del catolicismo puede deberse a muchas razones: A la secularización, a la pluralidad contemporánea, a la modernidad, etcétera. Pero no podemos negar que los creyentes tenemos una gran parte de responsabilidad cuando la confesión religiosa no toca las fibras de la vida cotidiana y nos proyecta a actuar en consecuencia. La falta de testimonio es una de las principales causas del indiferentismo religioso en el mundo.

Así, este tiempo que inició de Cuaresma tiene sentido siempre y cuando estemos dispuestos y convencidos de que la religión pasa por el prójimo y le pega al bolsillo. De lo contrario seguiremos anclados en la filigrana, en el folclor religioso y en el oropel que no deja nada. Ojalá que mi Iglesia así lo entendiera y lo viviera.
También creo que otro mundo es posible y que la esperanza es verdadera.

¿A quién corresponde educar en valores?

Es una interrogante que a simple vista se antoja responder, pero que cuando se ahonda en su reflexión y análisis se percibe la complejidad de la misma. La educación, como aspecto multidisciplinario, no recae sólo en la escuela, mucho menos cuando se refiere a aspecto de valores; con ella concurren además la familia y la sociedad. Si sólo se responsabiliza a la escuela el inculcar valores, ésta invariablemente tendrá un fuerte riesgo de fracaso y no porque la escuela o los maestros no atiendan esta situación, sino porque el niño pasa solamente una parte del día en la escuela y el mayor tiempo del mismo ocurre fuera de ella, en la familia y en la sociedad. La educación en valores necesariamente requiere la participación de la familia, la escuela y en menor medida de la sociedad, ante la ausencia de alguno de ellos el riesgo de fracaso presenta un alto grado de factibilidad.

La educación en valores corresponde a la familia, en virtud de que a ella le concierne iniciar el proceso de socialización y educación del niño, el cual es adquirido por el individuo de manera informal e inconsciente a través de la observación.

Si la familia no inculca y promueve la enseñanza y aplicación de los valores, el niño no tendrá el conocimiento y apreciación de los mismos.

Si los valores son promovidos fuera de la casa, en la escuela o la sociedad y en la familia no se favorece la práctica de los mismos, el niño al regresar a su hogar verificará la incongruencia de estos, se desacreditará lo aprendido y los valores se convertirán en simples ideas y frases bonitas sin aplicación en el medio inmediato para el menor; su casa, su familia.

A la escuela le corresponde educar en valores, porque la función primordial que desarrolla junto con los profesores es la enseñanza y formación de personas íntegras, para esta actividad fue diseñada e instrumentada la escuela junto con sus actores, los docentes, quienes participan de manera importante al convivir directamente con el educando.

La escuela es el centro educativo por excelencia y qué mejor que ella para educar en algo que le es común en sus actuaciones diarias, además de que en la misma se lleva una materia específica para los valores, como lo es formación cívica y ética, la cual irradia sus ideas y conceptos en el funcionamiento de la escuela misma.

La escuela es un medio adecuado para educar en valores, porque posee los elementos para efectuar esta labor; conocimiento de los valores, docentes con preparación académica que los puedan enseñar a partir de la transmisión del conocimiento sobre ellos, además de inculcar con su ejemplo a partir de la convivencia diaria que tiene el docente con sus alumnos y demás compañeros de labores.

Por último la participación de la sociedad es de suma importancia, para que el individuo íntegro que se formó en la casa y en la escuela encuentre una congruencia entre lo aprendido y la práctica, y de esta forma conviva de manera armónica con los demás, porque la educación en valores es finalmente una educación para la vida.

¿Qué es la OCDE?

En los últimos años en nuestro país el término de la OCDE se emplea con gran regularidad, de ello dan cuenta la innumerable cantidad de artículos y declaraciones que la citan en aspectos de índole económico y en otros más de tipo educativo; la OCDE es un organismo multinacional que nace a partir del surgimiento de la Organización Europea de Colaboración Económica, misma que se funda en 1947 con el objetivo de poner en practica el Plan Marshall al final de la Segunda Guerra Mundial, a efecto de realizar la reconstrucción de Europa y con ello, además detener el avance comunista en este continente.

Mediante este sistema los distintos países europeos que quedaron fuera de la órbita comunista reconocieron la estrecha interdependencia de sus relaciones económicas y de sus propias economías, principios que permitieron iniciar una nueva etapa de cooperación entre las naciones capitalistas de este continente. Debido al éxito alcanzado y con la perspectiva de desarrollar estos principios de cooperación entre las naciones a escala global, posteriormente, tanto los Estados Unidos como Canadá se adhirieron a los miembros de la OECE, en la suscripción de un nuevo convenio, el de la OCDE, mismo que sería signado el 14 de diciembre de 1960, situación que daría lugar al nacimiento oficial de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, el 30 de septiembre de 1961.

Posteriormente otras naciones se unieron a esta organización, como Japón, México, India y Brasil, por citar solo algunas. En la actualidad el secretario general que la preside es el mexicano José Ángel Gurría, 34 estados soberanos forman parte de ella y mediante la colaboración entre los mismos identifican, discuten y analizan las distintas problemáticas que se presentan con el fin de resolverlas.

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, con sede en París, Francia, tiene como misión él promover políticas que mejoren el bienestar económico y social de las personas alrededor del mundo y es un espacio en donde los gobiernos trabajan de manera conjunta para compartir experiencias y buscar soluciones a problemas comunes en materias principalmente económicas y sociales.

Dicha organización tiene mÁs de 50 años de existencia y nuestro país forma parte de ella como el miembro número 25, desde el 18 de mayo de 1994. Fue Carlos Salinas de Gortari, durante su Presidencia de la República, quien emitió el decreto de promulgación de la Declaración del Gobierno de los Estados Unidos Mexicanos sobre la aceptación de sus obligaciones como miembro de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos, mismo que fue publicado en el Diario Oficial de la Federación el 5 de julio del mismo año.

Al día de hoy la OCDE se ha establecido en uno de los foros mundiales más prestigiosos, en el que se analizan y se generan orientaciones sobre temáticas de relevancia internacional como economía, educación y medioambiente e invariablemente se quiera o no reconocer se emiten directrices de tipo económicas y políticas a naciones de todo el mundo en beneficio de los grandes capitales financieros.

Leer o no leer, he ahí el dilema

“Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído”. Jorge Luis Borges

En una sociedad como la nuestra, donde el promedio de lectura de la población en general es de menos de dos libros al año, el hecho de que un candidato a la Presidencia de la Republica cometa desaciertos en torno a algunos libros que según él le marcaron la vida, es sólo el reflejo de la sociedad de la que somos parte; aun cuando a primera instancia se muestre como algo extraordinario, sólo es una muestra de la gran crisis que tiene el país en el ámbito educativo y cultural.

La sociedad en México es muy dada a la simulación y el engaño, a partir de este desafortunado suceso, resultó como por arte de magia que la población mexicana es una ávida lectora de libros; de ello dieron cuenta los cientos de comentarios que se escribieron y escucharon en las redes sociales y en los medios de comunicación. Agradable hubiese sido preguntarles a los millones de mexicanos que se rasgaron las vestiduras desencadenando este apocalipsis literario de cuántos libros leyeron en este año que está por terminar.

La idea de que nuestra sociedad es una ávida lectora de libros muy poco tiene de sustento y desafortunadamente es lo menos que posee; lo que sí tiene es que es una sociedad devoradora de telenovelas, “talk shows” y programas de concursos, que muy poco aportan a la cultura de las personas, además de la gran cantidad de modismos que la población adopta como suyos y que invariablemente nos refleja la gran cantidad de horas que pasan frente a la televisión.

La falta de lectura se refleja además en la pobreza del lenguaje de la gran mayoría de los mexicanos, el promedio nos indica que las personas utilizan una reducida cantidad de palabras en su vocabulario y hay de aquel que se atreva a utilizar alguna que no apliquen las demás personas con las que convive, porque invariablemente escuchará que alguien le diga que deje de usar esa palabra “apantalladora” y “dominguera”.

Las campañas de lectura que se llevan a cabo en este momento en los medios de comunicación, principalmente en la televisión, se develan en sólo el discurso de los buenos deseos, al mantener programas que denigran y degeneran el idioma español y de ello da cuenta el célebre programa de “100 mexicanos ‘dijieron’”, que de la mano de su conductor “El Vítor” reflejan la realidad de la pobreza del lenguaje en nuestro país.

En beneficio de la lectura, escaso ha sido lo que se ha hecho en este periodo de Gobierno, aunque cierto es que fue un poco más de aquel sexenio no grato de Vicente Fox, en el cual éste presidente de una pobreza cultural evidente, nombró seguro de sí, en la sede de la Real Academia de la Lengua Española, a Jorge Luis Borges como “José Luis Borgues” y tiempo después remataría al decirle a una señora, “no lea los periódicos, sea feliz...No sufra, no se entere...”

Poner en la mesa de las ideas y de los debates esta problemática evidentemente es necesario, como ineludible es diseñar políticas de lectura que no sólo se queden en el discurso, que realmente tiendan a resolver la problemática planteada.

El autor es subdirector del Circulo Editorial de la Fundación Trascender. Vínculo de Profesionistas A.C.

miércoles, 4 de abril de 2012

Ni juanitas, ni chapulines, ni pluris

Cholyn Garza Queriendo o no, se convierte en tema. En las conversaciones entre amigos, entre amigas, en familia, en pláticas de café, el tema sale a relucir. La manifestación de inconformidad está presente en los ciudadanos y no se puede ocultar.

Me refiero a la designación de individuos que se consideran políticos y que más bien, viven de la política, es decir, de nuestros impuestos, para ocupar algún cargo o contender en las próximas elecciones. Algunos de ellos, después de haber saltado cual vil “chapulines” de un cargo de elección popular al que en un momento determinado aspiraron y llegaron, lo dejan para ir tras otro hueso.

Otros más, cómodamente y sin despeinarse ni sudar para ganar el voto ciudadano, encabezan las listas de los diferentes partidos políticos y se preparan para representar ¿a quién?

Y qué podemos decir de las llamadas “juanitas”, las que avergonzaron al género femenino al hacerse a un lado después de haber ganado una posición y renunciado a ella, porque aunque los cargos de elección popular son irrenunciables, los ciudadanos sabemos que con una licencia se arregla todo.

En colaboración anterior, hice mención de la iniciativa de una ciudadana que promovió un amparo en contra de la solicitud de licencia de la alcaldesa del municipio de Guadalupe, en el vecino estado de Nuevo León. Agregaremos una nueva solicitud de amparo, ésta en Coahuila; quiero suponer que las inconformidades están a la orden del día en todas partes y que sí tenemos ciudadanos con iniciativa para irse oponiendo a las aspiraciones –que más que aspiraciones son una verdadera burla hacia el ciudadano- de no pocos individuos por seguir viviendo del presupuesto gubernamental, sin haber hecho algo que realmente valiera la pena a favor del país.

Aferrados los partidos políticos en imponer a ciertos personajes que han dejado mucho que desear como “políticos”, los ciudadanos nos hemos ido decepcionando de actitudes tan deplorables que dañan al país y a su democracia.

“JUANITAS”.- ¡Qué decepción! Después de años de lucha para que la mujer fuera tomada en cuenta en todos los ámbitos; después de propuestas, de iniciativas de grupos femeninos para que la mujer ocupe cargos, para que sea reconocida su capacidad y demuestre que es merecedora de confianza, vienen unas señoras a echar abajo todo lo ganado. Obedeciendo indicaciones precisas de los hombres que dirigen el partido político al que pertenecen, se hacen a un lado para dejar en manos de hombres un espacio que ellos no ganaron.

Aquí queda la pregunta: ¿no se sienten ellas capaces para ocupar el cargo? ¿no les da vergüenza actuar de esa manera y ser señaladas por los ciudadanos y ser exhibidas ante la opinión pública? ¿se debe confiar en esas personas cuando soliciten el voto ciudadano?

CHAPULINES.- ¡Ah! Estos llamados “chapulines” se han ganado muy bien el mote, el cual les queda a la perfección, debido a las actitudes que han asumido. Actitudes por demás vergonzosas.

Y cómo no, si primero aspiran y hasta desplazan a otros aspirantes al cargo de elección popular para ser ellos elegidos; primero por el partido político al que pertenecen y después por los ciudadanos que van a las urnas. Llegan al cargo, están un tiempo y luego, sin tomar en cuenta al electorado, se lanzan de nueva cuenta para contender por otro cargo. Lo peor del caso es que dejan en su lugar a personas por las que nadie votó porque, obviamente, nunca contendió.

Pero eso no es todo, sino que toman decisiones sin pensar en el bienestar colectivo al seguir órdenes “superiores” que en su mayoría ponen en riesgo a una población. Caso concreto, Piedras Negras, donde en lo oscurito –a las cinco de la mañana- se aprobó en sesión de Cabildo, hace muy pocos años, el que se llevara a cabo la excavación de un tajo a cielo abierto, aunque por mucho tiempo los ciudadanos nos opusimos a que se autorizara. Hasta el momento nadie nos ha dado una explicación al respecto, pero quienes participaron en la traición al pueblo continúan gozando de privilegios.

Y qué decir desde el Congreso, donde participaron esos mal llamados representantes de los ciudadanos, la aprobación de la megadeuda e hicieron posible el fraude millonario cometido por individuos que aún se siguen burlando de todos nosotros.

¿Con qué cara alguien que participó en un fraude puede aspirar a otro cargo?; pedirles un poco de ética y respeto sería mucho porque sencillamente no conocen esos valores, por lo tanto no los pueden poner en práctica.

PLURINoMINALES.- Doscientos diputados de representación plurinominal. Es decir, alguien por el que nadie vota, pero llega por la vía rápida. Cuotas de poder que se le otorgan a los partidos políticos dependiendo de los votos que obtengan durante las elecciones. Posiciones de privilegio porque cobran igual, reciben el mismo trato. En un país como el nuestro donde hacen falta empleos, pensiones dignas, justicia social y demás, tenemos un Congreso de la Unión sobrepoblado.

Es verdaderamente indignante ver sesiones suspendidas por falta de quórum; ausentismos de personas irresponsables que cobran como si realmente trabajaran. Individuos que se asignan sueldos, prestaciones y privilegios que resultan indignantes (los 500 legisladores). Porque de una cosa estamos seguros los ciudadanos: Difícilmente logran ponerse de acuerdo para aprobar algo, porque están pensando en su propio beneficio personal o de partido.

Hay algo de lo que coincidimos la gran mayoría de los ciudadanos. No queremos ni “juanitas” ni “chapulines” ni plurinominales. ¿Usted qué opina?

Los defectos de las mujeres

El pasado día 8 de marzo se celebro el Día Internacional de la Mujer. Se ha dicho en repetidas ocasiones que si la mujer tiene su día de celebración, el hombre también debería tenerlo, pues de lo contrario se le está discriminando. Pero si la mujer tiene un día exclusivo en el año, el resto de días son para el hombre, porque la sociedad aún es de los varones, y si la igualdad de derechos sociales aún está lejos, en el tema de la comprensión profunda de la esencia femenina el problema es peor. Entendemos al ser humano a partir de las estructuras de sensibilidad, de afectos y de pensamiento de los hombres pensando que son generales y válidas para entender a las mujeres. Pero como ellas no reaccionan igual, en lugar de estudiarlas mejor pensamos que son defectuosas, que están incompletas o que son menos inteligentes. Y no es así. Simplemente son diferentes.

Y sobre el tema de las diferencias de género: ¿quiénes son más inteligentes, los hombres o las mujeres? Un chiste que circula por el internet, afirma: “Hay dos verdades absolutas. Una es que los hombres son más inteligentes que las mujeres. ¿Y cuál es la otra? Que la tierra es plana”.

En lo que se refiere al coeficiente intelectual, entendido como medida global de los rendimientos de la inteligencia, las investigaciones no muestran diferencias entre el hombre y la mujer, aunque, en ámbitos parciales de la inteligencia, existen diferencias estadísticas asociadas al género. ¿Cuáles son estas diferencias? Las mujeres superan a los hombres en facultades verbales, mientras que los hombres las superamos en capacidad de representación espacial, lo que nos permite tener cierta ventaja en el conocimiento matemático, aunque también deberíamos preguntarnos si realmente ellas no aprenden tan fácil las matemáticas o más bien se hallan desmotivadas o perjudicadas por los estereotipos sobre los sexos. Si las personas piensan que la mujer es menos inteligente que el hombre, la podrán forzar a creerlo. Y yo le digo a usted, sin lugar a dudas, que la inteligencia femenina no es menor a la masculina, sino que se presenta con rasgos diferentes. Por ello, las mujeres deberían reclamar igualdad en el espacio intelectual.

Para desgracia del orgullo masculino, sabemos ahora que la mujer es el animal más evolucionado de todas las especies vivas. El cuerpo femenino es más resistente que el masculino y sus sentidos tienen mayor desarrollo que los del hombre. En ella está altamente desarrollado el instinto dominante que ha permitido sobrevivir a la humanidad: el instinto de apego al hijo. Éste es el instinto que hace a las niñas disfrutar muchísimo el juego con muñecas y en la adolescencia, cuando la explosión gonádica está en su máximo, las obligará a desear el embarazo sin ser muy conscientes de ese deseo. En nuestro país, alrededor de 20% de embarazos por año son de adolescentes, y eso que cada vez hay más posibilidades de evitarlo. Y es que el instinto sexual está, en la mujer joven, subordinado al servicio del instinto de apego, y con cada relación sexual busca, más que el orgasmo, la creación del vínculo con su pareja, para garantizar la protección de la cría que ella quiere que se geste en ese acto. Por eso las mujeres jóvenes siempre sueñan que su hombre se case con ellas. En el mismo instante del embarazo surge, desde el paleocórtex, el instinto de apego al hijo, antes incluso de que ella sepa que viene en camino. Luego, en el parto, llega el momento clave para sellar el apego estableciéndose en ese momento entre la madre y el hijo el mayor lazo afectivo que existe en la humanidad. El hombre no establece un lazo tan estrecho con sus hijos, aunque pueda amarlos profundamente.

Para probar el lazo que establecen las madres con sus hijos, Desmond Morris, etólogo, hizo un experimento: Tapó los ojos de madres recientes y les fue pasando distintos bebés por debajo de la nariz. El 100% pudo reconocer al hijo propio por su olor, que era para ella inconfundible. En cambio, cuando lo repitió con hombres, sólo 50% pudo adivinarlo. El hombre, dice Morris, es más desechable, porque de la mujer depende que la familia, el grupo fundamental humano, no se extinga.

Por eso es importante que, por lo menos una vez al año, reflexionemos sobre la total importancia que tienen las mujeres, con esos instintos de apego, maternales, para que esta sociedad, que los hombres hemos construido dura y cruel, se humanice y se convierta en una sociedad que busque y encuentre realmente la felicidad y la paz. Cada mujer sabe cómo y puede lograrlo.

¿Usted le creyó a ‘De Panzazo’?

Consiga usted 8 millones de dólares, junte a un director creativo y a un conductor de televisión ingenioso y agresivo, cuente con el beneplácito de la Fundación Televisa, trabaje tres años en la producción, diseñe un ingenioso sistema de publicidad para su producto y tendrá “¡De Panzazo!”.

Dice la publicidad que “¡De Panzazo!” refleja la realidad de la educación en México y que, además, pone en evidencia que la sociedad mexicana pasa “de panzazo” en un sistema excluyente en el que no se logran aprendizajes para la vida. Pero éste es un criterio demasiado radical, que busca más el impacto propagandístico que reflejar fielmente una realidad que al final se le escapa de las manos y aunque la película sí muestra algunos problemas reales, no logra demostrar mucho que digamos.

Este documental sin duda alguna está muy bien hecho y logra su intención de alarmar al espectador. Mantiene la atención casi de manera constante a lo largo de los 80 minutos que dura la proyección, lo que es una virtud que pocos documentales mexicanos consiguen. El director, Juan Carlos Rulfo, hijo del escritor Juan Rulfo, y su codirector y guionista, Carlos Loret de Mola, conductor de noticias de Televisa, hicieron bien su trabajo. Impresionan y ponen a pensar al auditorio. Pero exageran los problemas y esconden los logros del sistema educativo, porque aunque usted no lo crea, sí los hay.

“De Panzazo” no es una película de investigación científica, ni la divulgación de una investigación educativa. Es un trabajo periodístico que adolece de defectos metodológicos tan evidentes, que el buen ritmo del argumento no alcanza a disfrazarlos. En cuanto a la metodología cualitativa, diremos que la cámara es invasiva en las escuelas y obliga a los participantes a actuar. Además, algunas de las entrevistas son tendenciosas o siguieren la respuesta. El focus group con estudiantes, dirigido por Loret de Mola, está mal conducido: de entrada, hay una respuesta que se antojaba interesante, pero es inhibida por el conductor, según su estilo. La selección de los informantes clave está comprometida al guión, y no el guión a los informantes clave. El norte del país no está representado, porque Ciudad Juárez no es representativa, por su situación actual, del perfil tipo. Si bien seleccionan una muestra de conveniencia, esto lo caracteriza como un estudio de caso más que como una muestra nacional.

En cuanto a la metodología cuantitativa, las escenas de búsqueda de datos de la cantidad de maestros que existen en México están sobredramatizadas, pero si de lo que se trataba era evidenciar la ignorancia de las autoridades de la SEP y del SNTE, se logró de manera alarmante. Las comparaciones entre Corea y México son artificiosas y no representan la realidad, por faltar indicadores importantes de estructura económica, política y cultural que determinan la diferencia existente en ambos países, más allá de lo educativo. Algunas informaciones de la OCDE están mal expresadas: por ejemplo, el gasto público en educación debe tomarse por la inversión en términos del porcentaje del PIB nacional asignado, que en el caso de nuestro país es 5.7%, cantidad menor a la fijada en los acuerdos internacionales. De acuerdo con el reporte “Panorama de la Educación 2010” de la OCDE, el gasto de México por cada estudiante en educación básica es de 2 mil 173 dólares, cuando el promedio de la OCDE es de 7 mil 504 dólares. Pero la información que más impacta es aquella que se refiere al tiempo en que, según los realizadores, tardará nuestro país para alcanzar a los punteros de la OCDE: más de 300 años; pero la realidad no avanza en línea recta, sino en espiral y a saltos cualitativos. Pueden ser 300, 30 o 3 años. Nadie lo sabe con seguridad. Para muestra está el ejemplo de Polonia, que en menos de 10 años, de estar en los últimos lugares, pasa de ser de los primeros.

Al final se menciona la necesidad de asumir una educación que no esté basada en la transferencia de la información, sino en la construcción del conocimiento, pero no se dice que es precisamente lo que propone la actual Reforma Integral de la Educación Básica. Se toma a la educación mexicana como un conjunto homogéneo, en donde todas las escuelas funcionarían de la misma forma, siendo que la diversidad es una característica fundamental de nuestro país. Se intuye que “¡De Panzazo!” encierra una propuesta política y educativa diferente a la actual, pero se queda sin plantear, aunque es obvia la intención de formar una corriente de opinión contraria a los programas vigentes. Una buena película que hay que ver, pero deberemos tomar su información con muchas reservas.

Hoy se nos perdió una hora

Este domingo, cuando a las 02:00 de la madrugada, usted estaba saliendo del antro o del club, si se fijó en su reloj, se dio cuenta de que ya eran las 03:00 horas, y con el temor de la multa se fue rápidamente a su casa. Pero no fue por una trampa ni un engaño que le tendieron los dueños de los establecimientos en donde se venden licores. Y tampoco es que el efecto de éstos lo haya desorientado. Es el cambio del horario de invierno al de verano, por el cual todos tenemos que adelantar una hora los relojes. Lo curioso es que este día tiene solo 23 horas, y esa hora que nos quitan la notará sobre todo el lunes por la mañana, porque nos obligarán a madrugar más.

Cambiamos de horario y nuestros relojes lo único que tuvieron que hacer es adelantarse, pero usted se está preguntando si nuestro reloj biológico puede acoplarse con tanta facilidad como nuestros relojes físicos, esos que vemos en la pared, que llevamos en la muñeca, en el celular o en la computadora. Porque aún existe la duda en la mayoría de las personas de que el cambio orgánico sea tan fácil de adaptar como el cambio físico. Y la pregunta de todos es ¿será realmente útil la pérdida de una hora, no sólo de sueño, sino de hábitos y de ritmos circadianos?

Parece ser que la respuesta que da la mayoría de los expertos va en el sentido de que sí es útil y además, que no es realmente significativo para nuestro organismo este avance de una hora que obligamos a hacer en nuestros relojes internos. En cuanto al ahorro de energía eléctrica, ya no hay mucha incertidumbre en sus efectos económicos positivos, pues según dice la Secretaría de Energía la medida representa un ahorro de electricidad de 18 mil 419 Gigawatts/hora y de 40.63 millones de barriles de petróleo, con lo que se dejarán de emitir 24.32 millones de toneladas de bióxido de carbono a la atmósfera. Por lo menos eso dice la tal Secretaría y ojalá que sea cierto, para que valga la pena el esfuerzo.

Pero la verdadera buena noticia es que parece ser que tampoco existe mucho problema en cuanto al supuesto daño físico. Las investigaciones indican que, en organismos sanos, la hora perdida se recupera en cuatro o máximo cinco días, siendo sus consecuencias muy leves en el ciclo del sueño y de la alimentación.

En los adultos las consecuencias se manifiestan con un leve aumento en la accidentalidad y mayor irritabilidad en los días posteriores del cambio. En los mayores de 50 años se presentará, además, leves trastornos del sueño. En los niños, además de irritabilidad y de la alteración en los hábitos en la alimentación, se presentarán problemas para dormir por la noche y, por lo tanto, para despertarse. En la escuela, en las primeras horas de clase, la atención estará un poco mas dispersa y la conducta será de mayor dificultad en la concentración, sobre todo en materias que exijan abstracción, como las matemáticas. Y es que con la somnolencia disminuye esa capacidad de vigilancia que nos permite estar atentos y aprender a resolver problemas. Esta semana, como usted comprenderá, no será la mejor para aplicar exámenes de ningún tipo.

Pero las personas que ya tienen conflictos para dormir o que no tienen sueño de calidad pueden llegar a tener consecuencias muy negativas si no ponen atención a la corrección de los hábitos de dormir. Está comprobado que el déficit crónico de sueño es un factor que contribuye al desarrollo de la obesidad y a los trastornos metabólicos relacionados con la insulina. Un sueño insuficiente o de mala calidad condiciona la mala calidad de vida y el bajo rendimiento físico e intelectual.

Por todo ello, es importante que pongamos atención en la adaptación al nuevo horario. La buena disposición que tengamos para corregir nuestras costumbres cotidianas va a ser el factor fundamental que nos permitirá no sufrir los efectos negativos de este cambio de horario.

Parece curioso, pero entre menos nos quejemos del cambio de horario y mejor disposición tengamos para aceptarlo, mas pronto vamos a adaptarnos a él.

Los Jinetes del Nuevo Apocalipsis

La furia y el miedo son los sentimientos predominantes en todo el mundo, a excepción de Asia, declara el sociólogo francés Moisi. Vivimos la Edad de la Furia, dice el New York Times. ¿El capitalismo del Siglo XX le está fallando a la sociedad del Siglo XXI?

En Suiza, en el Foro Económico Mundial 2012 la pregunta aún no ha sido contestada. Desempleo, desorden climático, desigualdad e inseguridad son los jinetes del nuevo Apocalipsis, según Davos. La edición del 2012 comenzó con la difusión del documento sobre los riesgos para el mundo. “Se acabó la era de los alimentos baratos”, sentenció el presidente mundial de Unilever, quien llamó a la creación de un fondo multimillonario para el desarrollo de soluciones alimentarias en el que participarían gobiernos, empresas y organismos multilaterales.

El tema del Fondo Económico Mundial 2012 es ‘La Gran Transformación: Creando Nuevos Modelos’; modelos de crecimiento y empleo; liderazgo e innovación, sostenibilidad y desarrollo, así como modelos sociales y tecnológicos. El economista alemán Klaus Schwab sorprendió al auditorio al convocar a la comunidad mundial a reflexionar sobre la necesidad urgente de una transformación del capitalismo. ¿Por qué urge transformar el capitalismo? Porque según el propio Foro Económico Mundial en su informe de riesgos Globales 2012 se considera que la creciente desigualdad social será “una de las mayores amenazas para la economía mundial en los años por venir”. Éste es el gran reto que hay que atender en estos momentos en que se vislumbra el riesgo de una nueva recesión económica mundial.

En el mundo de la economía en el pasado se consideró que los mercados siempre funcionaban perfectamente y no deberían ser regulados. Oferta y demanda. Hoy los nuevos economistas de un mundo globalizado sostienen que los mercados están peligrosamente amenazados de ser controlados por intereses particulares de los grandes capitalistas, quienes buscan protección de la competencia, inclusive utilizando la acción gubernamental.

Un mercado global ideal sería aquél en que no impere la Ley de la Selva, sino que el juego sea parejo, con reglas conocidas y transparentes donde todos tengan la posibilidad de participar y ganar. La falta de reglas provoca que los mercados sean imperfectos por la imposición del más fuerte (el capitalista), o el hecho de que existan reglas inadecuadas que impongan barreras a la competencia que por lo general afecta a los países en desventaja.

Nuestro mundo se estremece ante las constantes manifestaciones ciudadanas de inconformidad y nos lleva a preguntar: ¿Por qué tanto malestar, tanta pobreza, tanta desesperanza, tanta violencia? ¿Por qué tanto dolor? El dolor se esparce en el mundo entero, tanto en los países del primer mundo como aquellos en desarrollo. El libre mercado y la tecnología parecían resolver las carencias en los países menos privilegiados y hoy se dan las movilizaciones con mayor frecuencia y mayor furia. Los economistas advierten que en la raíz del malestar está la disonancia entre la realidad y las expectativas.

No es casualidad que uno de los puntos más críticos sea la educación, y las movilizaciones que se generan en torno a ella. El cuestionamiento a la calidad de la educación y particularmente su relación con la inequidad en todo tipo de transacciones comerciales produce la cruda e incómoda sensación de que, en efecto, las expectativas distan bastante de la realidad.

El desempleo a nivel mundial, el desorden climático ocasionado en gran medida por el descuido del medio ambiente, la desigualdad provocada particularmente por una ecuación injusta de trabajo y capital, y la inseguridad social que se origina por la profunda insatisfacción de muchos por la actuación de unos cuantos, son planteamientos que se discutirán en los próximos días en el Foro Económico Mundial 2012. Klaus Schwab, presidente y fundador del Foro declaró: “El Capitalismo, en su forma actual, no se adapta ya al mundo a nuestro alrededor. Hemos fracasado en aprender las lecciones de la crisis de 2009. Se necesita urgentemente una transformación global y debe empezar con establecer un sentido global de responsabilidad social”.
La Gran Transformación: un grito de guerra para encontrar nuevas soluciones duraderas a los problemas del mundo.

El Internet y nuestros hijos

¿Por qué esta magnífica tecnología científica, que ahorra trabajo y nos hace la vida más fácil, nos aporta tan poca felicidad? La repuesta es ésta, simplemente: porque aún no hemos aprendido a usarla con tino: ‘Frases de Albert Einstein’

Los niños y niñas en la actualidad, nacen en un contexto distinto al que a usted y a mí nos tocó vivir. Los teléfonos celulares, las computadoras y el internet son parte de la vida diaria y muchas de las actividades que se realizan hoy día dependen de las nuevas tecnologías.

En prácticamente todas las instituciones del país, se cuenta con computadoras y las tecnologías de la información (TIC`s) constituyen una herramienta que tanto a alumnos como a profesores les permite tener un proceso enseñanza-aprendizaje más completo.

De acuerdo con datos del Censo 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en nuestro país existen 28.6 millones de niños en edad escolar, quienes de manera directa o indirecta tienen acceso a las nuevas tecnologías de la información.

Sin embargo, debemos considerar que el acceso a Internet no se limita a los aspectos académicos, sino sociales, principalmente a través de redes como Facebook o Twitter.

Aunque en apariencia estas redes no encierran ningún peligro, lo cierto es que nuestros hijos pudieran compartir información personal o relacionarse con personas desconocidas, lo que se convierte en un peligro latente que puede afectar no sólo a niñas, niños y adolescentes sino a sus familias.

De acuerdo con un estudio de la Asociación Mexicana de Internet, en México hay 35 millones de usuarios de Internet de los cuales el 10% (3.5 millones) tiene entre 6 y 10 años y el 27% (10 millones) entre 12 y 17 años, de los cuales el 34% usa las redes sociales para relacionarse con personas desconocidas.

De acuerdo con este estudio, el 49% de los usuarios considera que no es peligroso chatear con gente que no conoce; el 43 % no considera peligroso ir a una cita con una persona que conoció en la red; el 56% ya se encontró con amigos virtuales y el 65% fueron al encuentro solos.

Al publicar sus datos y relacionarse con personas desconocidas, las niñas, niños y adolescentes pueden ser objeto de delitos de índole sexual o trata de persona, así como vincularse a conductas como el bullying, bulimia o anorexia, lo que sin duda impactará su vida y su normal desarrollo.

Por tal motivo, la semana pasada presenté en la Cámara de Diputados una iniciativa de reforma a la Ley General de Salud, con la finalidad de que uno de los objetivos de la educación en México sea fomentar la cultura sobre el uso responsable y seguro de las nuevas tecnologías de la información, así como difundir la importancia del derecho a la protección de los datos personales y al de la vida privada.

Con esa reforma, todos los planteles del país estarán obligados no sólo a enseñar a nuestros hijos el manejo de una computadora o del Internet, sino a utilizar de manera responsable estos medios de información y a formarse bajo una cultura donde la información personal sea resguardada.

Una vez aprobada impactará los libros de texto, en cuyos contenidos deberá incluirse el manejo responsable del Internet, de las redes sociales y de la información personal.

Los avances tecnológicos pueden facilitar nuestras vidas, pero nuestros hijos deben tener las herramientas necesarias para desarrollarse en un mundo virtual donde no siempre se puede conocer qué persona se encuentra del otro lado del monitor.

Benito Juárez y el estado laico

Benito Juárez y el estado laico
Alma Carolina Viggiano
“La democracia es el destino de la humanidad; la libertad su brazo indestructible”. Benito Juárez

Este 21 de marzo los mexicanos conmemoramos el natalicio de una de las figuras más significativas de nuestra historia, Benito Pablo Juárez García, quien dedicó su vida a crear y transformar las instituciones públicas y a lograr el reconocimiento de las libertades y derechos ciudadanos.

Juárez sentó las bases para la consolidación de nuestra nación como república y a través de la expedición de las leyes de reforma incorporó principios democráticos que rigen al país hasta la fecha, tales como el principio de separación iglesia estado.

Seguramente esta semana Usted escuchará en los medios hablar acerca de la reforma al artículo 24 constitucional aprobada por el pleno de la Cámara de Diputados y que en comisiones del Senado de la República fue aprobada la semana pasada.

Hay quienes afirman que esta reforma atenta contra el principio de separación iglesia estado, que va en contra del estado laico y que ahora las religiones podrán intervenir en los asuntos del país o que se enseñará religión en las escuelas públicas, nada más lejos de la realidad.

Para entender esta reforma es importante separar dos temas, por una parte el estado laico y por otra la libertad de religión.

Un estado es laico cuando ningún organismo religioso puede intervenir en los asuntos públicos, sin que ello signifique que los ciudadanos no puedan profesar la religión que sea de su agrado. Es decir, el estado laico y la libertad de religión no están peleados.

La reforma al artículo 24 de la Constitución no atenta contra el estado laico, sino por el contrario, lo reafirma y amplía el reconocimiento de la libertad de religión, la cual incluye el derecho de participar individual o colectivamente, tanto en público como en privado, en las ceremonias, devociones o actos de alguna religión.

Hablar de profesar la religión de manera colectiva y pública no se refiere a que en espacios públicos como en las escuelas se vaya a enseñar de religión, sino que todo ciudadano tiene la libertad de profesar cualquier religión en todos los ámbitos de su vida. Por ejemplo, cuando una persona acude a una ceremonia en un templo, profesa públicamente su fe y la ejerce de manera colectiva y cuando esa misma persona hace una oración en la intimidad de su hogar, está ejerciendo su derecho en lo privado y de manera individual.

Esta reforma sólo abunda en los derechos que todos los mexicanos tenemos, pues incluso están contenidos en instrumentos internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos o la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

Cuántas veces no conocemos de alguien que profesa una religión diferente a la de la mayoría de su comunidad y por ese solo hecho es discriminada o incluso afectada en sus libertades, por ello la Constitución debe reconocer de manera amplia el derecho que todos tenemos a profesar o a no profesar alguna religión.
El estado mexicano no dejará de ser laico con esta reforma, ni las religiones tendrán más libertades que las que siempre han ejercido, la diferencia es que los derechos humanos de los ciudadanos serán garantizados por nuestra Constitución de manera más puntual y efectiva.

Sensibilidad al dolor ajeno

¡No se trata que asumamos una visión catastrófica del mundo, como tampoco adoptar una visión optimista infundada que solo nos revele lo que queremos ver y no lo que es!

La única visión del mundo que nos puede centrar y otorgar una visión clara, es ver con “realismo” lo que sucede en nuestro planeta.

El realismo nos aclara la visión y nos induce a saber que la población mundial padece de gravísimos problemas. No obstante tanta tragedia humana, ¿es lícito, justo, sensato, moral, que Usted, amable lector, que yo, y que miles de millones de seres humanos aspiremos a ser felices?

La infelicidad de seres muy queridos que nos rodean, y la infelicidad de millones de personas, no se extingue si añadimos nuestra infelicidad personal. Los males no se curan añadiendo otros males. ¿Y dónde queda pues, la “solidaridad” como una esencial virtud personal y un vínculo social de ayuda y comprensión, indispensable ante tanto egoísmo personal?

El sociólogo Herbert Spencer en su obra, “Estados sociales”, escribió: “Nadie puede ser perfectamente libre hasta que todos sean libres; nadie perfectamente moral hasta que todos sean morales; nadie perfectamente feliz hasta que todos sean felices”.

Desde el punto de vista de un estado de “perfección”, Herbert Spencer tiene la razón. Carece de ella, en tanto que dada nuestra imperfección y precariedad de nuestra naturaleza humana, jamás podrá ser posible la exigencia de perfección que Spencer condiciona para poder hablar de una “real solidaridad”.

La solidaridad debemos imponerla como una suprema virtud personal, cívica y social, pero aun sabiendo que jamás podremos alcanzar la perfección de ésta virtud, debemos luchar siempre por imponerla.

Esta virtud de la solidaridad en nada se opone en que cada uno de nosotros luche por alcanzar los mayores niveles de felicidad. Hay impedimentos que obstaculizan en lo absoluto, que podamos ser felices, como son los intensos y permanentes dolores físicos y los sufrimientos morales no superados.

Podemos ser felices siempre y cuando nuestros dolores físicos no sean tan intensos, si gozamos de una mediana salud, y si nuestro espíritu puede al menos gozar de cierta paz espiritual.

Para el sabio de la Grecia Antigua, Epicuro, la carne no quiere gritar de dolor. Pues también, nuestro espíritu detesta el sufrimiento moral y emocional, y desea ardientemente gozar de tranquilidad mental, de sosiego y paz.

Y volviendo a la idea inicial, podemos afirmar que a pesar de tanto dolor físico y tanto sufrimiento moral que padecen cientos o miles de millones de personas en todo el mundo, tenemos el derecho de arrancarle a la vida todo lo que podamos de momentos felices y de gozos físicos, que nos sea posible.

¿Por qué no, pensar y anhelar que es posible la luminosa frase del más grande poeta de la Roma Antigua, Virgilio: “¡ Oh hombre tres y cuatro veces feliz!”. Y también la sentencia de Cátulo, al escribir: “¿Qué cosa pueden darnos los dioses más apetecible que una hora de felicidad?”.

En vez de estar embarcados en la lucha de fortalecer nuestra “autoestima” y de agrandar nuestro “amor propio”, vayamos en busca de todas las delicias físicas que podamos, sin dañar a nadie, combatir nuestros dolores físicos y reducir al máximo nuestros sufrimientos morales. El inmenso Epicuro, siempre nos invita a evitar el dolor físico y el sufrimiento moral, como base de nuestra felicidad, aun y cuando no podamos añadir ningún placer. Solo que Epicuro se quedó corto, ya que la Naturaleza, el arte, la ciencia, las obras cumbres de la literatura, los placeres físicos sencillos, nos ofrecen incontables oportunidades para complacer a nuestra carne, sentidos, inteligencia, y espíritu.

El genial filósofo holandés, Spinoza, dice en su “Ética”, que la alegría y el contento con nosotros mismos es lo mejor a que podemos aspirar. El filósofo alemán, Shopenhauer, escribió un pequeño tratado sobre “El arte de ser feliz”. En éste escrito, y prácticamente permea en toda su obra, la idea de que el bien más importante en nuestra vida, es la “alegría”. Nos dice, que la alegría tiene su recompensa en sí misma, y que en la medida que podamos experimentar más momentos de alegría, en esa medida seremos más felices.

Sobre estas ideas, voy a transcribir un largo párrafo del doctor en medicina, psiquiatra y psicoanalista español, Rogeli Armengol, de su excepcional y lúcida obra, “Felicidad y Dolor”, publicada por la editorial Ariel, de España. Dice este impresionante psiquiatra:

“Es sabio el que ha aprendido a recoger los frutos que la vida ofrece, pocos o muchos, sabe gozar de ellos y puede compartirlos. Es sabio quien no espera mucho y, de este modo, puede acceder al sumo gozo que proporciona la alegría, pero para mantenerla hay que aprender a renunciar. Por el contrario, quien espera demasiado suele caer en la amargura. El amargado propende al egoísmo, desea todo y no sabe renunciar. Es sabio quien aun deseando mucho ha aprendido a reusar a una parte de lo deseado”.

Recordemos que toda elección nuestra implica una renuncia. Elegimos algo a costa de renunciar a otra cosa. ¡Pero está en cada uno de nosotros, tratar de elegir lo mejor!