viernes, 6 de abril de 2012

¿Tiene sentido la Cuaresma hoy?

Antes de dar una respuesta habría que considerar que, con base en los resultados del censo 2010, el INEGI ha señalado que en México el catolicismo está en franca disminución.

El dato duro dice que el porcentaje de personas que se declararon católicas fue de sólo 83.9 %, mientras que hace apenas una década era de 88 %. Es decir, una disminución de cuatro % en 10 años, lo que en México significa muchos millones. En efecto, si en población total en la última década pasamos de poco más de 97 millones a más de 112, o sea más de 15 millones, el número de católicos aumentó en 7.5 millones. ¿Dónde quedaron los otros casi ocho millones? Pues se fueron a otras Iglesias o hacia la indiferencia religiosa. Así por ejemplo, en la última década el porcentaje de personas que declararon no tener ninguna religión pasó del 3.5 al 4.6 %.

La disminución viene de manera constante desde hace por lo menos sesenta años. Si en 1950 el 98.21 de la población se declaraba católica, para 1960 ese porcentaje bajó a 96.47, para 1970 al 96.17 %, en 1980 se conoció una caída aún más brutal pues para ese entonces sólo el 92.62 % de los mexicanos se declararon católicos y para 1990 el porcentaje disminuyó a 89.69. En el 2000, como se ha mencionado, ya había apenas un 88 % de católicos en el país y ahora estamos debajo de 84 %.

Ahora bien, no hay que olvidar que la “autenticidad” de la religión no está basado en el número de creyentes que congrega, sino en la práctica efectiva de compasión y misericordia para con los que sufren, con los marginados y pobres. Entonces la pregunta por el sentido de la Cuaresma sí resulta pertinente.

La cuaresma tiene valor e importancia en la medida en que se constituye en un camino hacia la esperanza contra toda esperanza de la pascua. Pero la práctica religiosa ha proyectado una visión que fácilmente lleva al exhibicionismo, es decir, una religiosidad que se hace para ser vista, o al masoquismo negador del sano amor a uno mismo.

Para muchas personas cuaresma es sinónimo de dolor y sacrificio, de guardar abstinencia y ayuno, de penitencia y castigo, aspectos que se han terminado convirtiéndose en un fin. La esperanza pascual ha de traducirse en actitudes, prácticas y actos diarios, personales y comunitarios, en la familia y en el trabajo, en la oración y en la política, en la lucha y en la fiesta. La Cuaresma es más que un recuerdo teológico, es vivir con las exigencias de pertenecer a Cristo, caminando hacia la cruz y hacia la resurrección. No nos debe extrañar que una Iglesia tenga mucho de cruz, porque si no, no tendrá mucho de resurrección. Una Iglesia acomodaticia, que busca el prestigio sin el dolor de la cruz, no es la Iglesia auténtica de Jesucristo. Y el itinerario cuaresmal nos invita a contemplar el misterio de la cruz, para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: Dejarnos transformar por la acción del espíritu; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo.

La disminución del catolicismo puede deberse a muchas razones: A la secularización, a la pluralidad contemporánea, a la modernidad, etcétera. Pero no podemos negar que los creyentes tenemos una gran parte de responsabilidad cuando la confesión religiosa no toca las fibras de la vida cotidiana y nos proyecta a actuar en consecuencia. La falta de testimonio es una de las principales causas del indiferentismo religioso en el mundo.

Así, este tiempo que inició de Cuaresma tiene sentido siempre y cuando estemos dispuestos y convencidos de que la religión pasa por el prójimo y le pega al bolsillo. De lo contrario seguiremos anclados en la filigrana, en el folclor religioso y en el oropel que no deja nada. Ojalá que mi Iglesia así lo entendiera y lo viviera.
También creo que otro mundo es posible y que la esperanza es verdadera.

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