sábado, 25 de julio de 2015

SALTILLO - Así llegamos al 438

SALTILLO - Así llegamos al 438
Hoy comienzan los festejos por un aniversario más de nuestra ciudad. Los eventos que se realizarán en los próximos días prometen traer un buen espectáculo a los habitantes de la capital, los discursos no se harán esperar y los negocios tienen la esperanza de obtener buenas ventas.

Dejando a un lado todo el júbilo y la alegría de las fiestas, de manera seria y objetiva nos hemos puesto a reflexionar en cómo hemos llegado a este aniversario y en qué se ha convertido nuestra ciudad. Por ello lanzamos la pregunta: ¿Es la ciudad en la que queríamos que se convirtiera?

Con los años, la mancha urbana se ha ido extendiendo cada vez más; las colonias que se encuentran en la periferia resultan desconocidas para la mayoría, por su lejanía; comúnmente escuchamos frases como “el sur de la ciudad, es otra ciudad”, “hay que salir con tiempo, está lejos”, y “no conozco por esos rumbos”.

Algunos piensan que deberíamos alegrarnos por tener una ciudad grande, que es sinónimo de modernidad y progreso; sin embargo, al hacer números, la mayoría de las personas que vive en Saltillo viene de fuera, y poco a poco nuestra cultura y hábitos han ido cambiando. Esto no es malo, la diversidad nos hace crecer, pero hay un error fatal en el crecimiento… Es demasiado para tan poco tiempo.

La Región Sureste de Coahuila se ha caracterizado por el gran impulso que ha dado al país en el ramo manufacturero y automotriz, somos motivo de orgullo, y claro, Saltillo es hogar de muchos de los trabajadores que día con día consolidan dicho progreso.

Las nuevas colonias tuvieron que surgir para dar abasto a la necesidad de vivienda, sin embargo, ahora el abasto de agua se ha vuelto tema que nos preocupa; nos dicen que está garantizada para los próximos tres o cuatro años, ¿y después?

Los empleos creados se encuentran sumamente lejos de los hogares de los trabajadores, algunos tardan hasta una hora o más en llegar a su destino. Las horas pico se han vuelto cada vez más largas y complicadas y cada vez vemos a menos personas caminar por las calles: se ha vuelto una ciudad de carros.

La visión de nuestra ciudad para quienes conocimos el Saltillo antes del boom industrial es como una película de ficción, pareciera que viajamos siglos en el tiempo y nos encontráramos en un lugar completamente diferente, ya no encontramos con frecuencia a nuestros conocidos y vivimos rodeados de nuevos hábitos. Es un mundo acelerado de nuevos negocios y productos por doquier.

Las prisas se han vuelto algo de todos los días: personas tratando de llegar a tiempo al trabajo y a dejar a sus hijos en la escuela, embotellamientos que hacen olvidar la cultura vial y uno que otro estacionado en doble fila. Nos atrevemos a decir que el estrés y la agresividad al volante parecen estar muy relacionados.

La competencia se ha vuelto voraz, las tiendas de autoservicio, clubes y supermercados con ofertas al por mayor, cuyo objetivo es convertirse en el preferido, inundan el mercado con productos cada vez más baratos para hacer quebrar a los demás (dumping). Ya han acabado con muchos negocios tradicionales; la competencia es buena, pero no a tal grado.

Hoy la mayoría de las personas vive estresada, los problemas de las grandes ciudades han llegado a nuestro Saltillo y nos queda preguntarnos: ¿Esto es bueno? ¿O estaríamos mejor siendo una ciudad pequeña? Quizá el problema fue que crecimos demasiado rápido y superamos la capacidad que tenía nuestra ciudad. En fin, un año más debe alegrarnos y motivarnos a mejorar, pese a las dificultades.


El santo cristo del ojo de agua

El santo cristo del ojo de agua
La fundación de Saltillo está relacionada con el ojo de agua donde hoy está la iglesia del Santo Cristo, del barrio más tradicional y antiguo llamado Ojo de Agua. Se afirma que existen fuentes fidedignas y documentos muy verosímiles de que la fundación de la ciudad de Saltillo fue en el ojo de agua”. 

El párroco de la iglesia, José Luis del Río y Santiago, afirma: “Tengo en mi poder documentos que fueron sacados del Archivo General de la Nación (AGN), donde se consta que un 25 de julio de 1555, Urdiñola fundó lo que él llamó presidio de Santiago del Saltillo del Ojo de Agua”.
 

Sigue: “Urdiñola había recibido la orden del virrey de España de fundar presidios y colonias en esta zona norte de la República porque había mucha inseguridad para el paso de las expediciones hacia el norte, ya que eran atacados por los indios.
 

Por lo que ordenó pacificar esa zona con la fundación de presidios y colonias”.
 

La construcción de la parroquia se inició por 1894 y aunque se le han hecho algunas restauraciones, ha adquirido en más de cien años una gran notoriedad, se ha convertido en un espacio histórico.
 

La iglesia del Santo Cristo del Ojo de Agua se remodeló en 1947, en 1957 y en el 2000, en este último año con un gran arco conmemorativo para festejar el año santo milenario y la fundación de Saltillo, desafiando la polémica del año de fundación, luciendo 1555, en lugar de 1577, además, una gran cruz atrial que mide 12 metros de altura, así como la restauración del templo totalmente tanto en lo exterior como el interior y el mismo campanario, desde entonces ya no se le ha hecho nada.
 

El padre Del Río y Santiago afirma que el templo del Ojo de Agua está registrado como monumento nacional, por razón de la fundación de la ciudad en el manantial del ojo de agua, que yace ahí perfectamente cuidado y que está dentro del atrio de la parroquia, manantial que se bendice dos veces al año.
 

El agua brota del interior de la tierra proveniente de la sierra y es agua potable”. En 1926 dos feligreses de la parroquia, viajaron a Roma y en una casa de artículos religiosos de Rosa Caucarelli, hicieron el pedido por escrito de un Cristo de tamaño natural, muerto, artísticamente esculpido y con maderas finas de Los Alpes.
 

El costo fue de unas tres mil liras. Fue recibido en el puerto de Veracruz en el navío “Vilorio Benetto”, y un 25 de septiembre de 1927 lo trajeron al Ojo de Agua.
 

Quien llega a subir al templo del Ojo de Agua sabe que su cansancio no es en balde.


EMILIO CARRANZA

Emilio Carranza –i parte-
Emilio Carranza Rodríguez nació en la villa de Ramos Arizpe, Coahuila, el 9 de diciembre de 1905, fue hijo de Sebastián Carranza y de María Rodríguez. 

Era sobrino-nieto de don Venustiano Carranza y sobrino del pionero de la aviación mexicana, general Alberto Salinas Carranza.
 

A principios de 1911, la familia Carranza abandonó el país y se mudaron a San Antonio, Texas. Al triunfo de la revolución, su familia regresó y se asentó en la Ciudad de México.
 

La academia nacional de aviación y las fábricas de partes para aviones, inspiraron a Emilio y a los 12 años acompañaba a diario a su tío, el general Alberto Salinas al aeropuerto de Balbuena. Donde aprendió de pilotos, mecánicos, técnicos y de aviones.
 

A la muerte del presidente Carranza, la familia de Emilio emigró otra vez a los Estados Unidos, a Eagle Pass, Texas, donde terminó sus estudios superiores. Al regresar a la Ciudad de México, aplicó y fue aceptado en la escuela de aviación militar el 2 de julio de 1923, graduándose con honores.
 

El 14 de enero de 1926, ya es teniente de la fuerza aérea mexicana. El 20 de junio de 1926, adquirió en Chicago, Illinois, un avión Lincoln standard con un motor de 180 caballos de fuerza.
 

Proyectó un viaje desde Chicago hasta la Ciudad de México, siguiendo la ruta de Moline, St. Joseph, Kansas City, Wichita, Oklahoma City, Fort Worth, San Antonio, Laredo, Monterrey, San Luis Potosí, y México.
 

Después de salir de Oklahoma City tuvo que hacer un aterrizaje forzoso por falta de combustible y al tratar de evadir pegarle a una mujer que se atravesó en su camino, se impactó contra unos arboles; él y su hermano se lastimaron seriamente.
 

Su hermano reparó el avión y llegaron a su destino. Fue asignado a la campaña yaqui en Sonora donde consiguió el grado de capitán.
 

Reconstruyó un avión de madera que la fuerza aérea había descartado, bautizándolo como “Coahuila” y anunció su vuelo sin etapas de la ciudad de México a ciudad Juárez.
 

El que inicio el 2 de septiembre de 1927 a las 5:50 horas, pasó sobre San Luis Potosí, Torreón, Escalón, Díaz, La Cruz, Chihuahua, Gallegos, Moctezuma, Villa Ahumada, Lucero y a las 16:48 horas, la nave “Coahuila” aterrizó en ciudad Juárez.
 

El recibimiento fue triunfal, coincidiendo con la visita que Charles Lindbergh y su nave, Spirit of St. Louis, hizo a El Paso, Texas, ciudad vecina, donde celebraron juntos, iniciando una gran amistad. Cuando Lindbergh visitó México el 14 de diciembre de 1927, Emilio fue su acompañante oficial.
 

El periódico Excélsior promulgó la idea de que México debería patrocinar un vuelo de buena voluntad hasta Washington, como respuesta al gesto de amistad de Lindbergh, que despertó el interés de los bancos y mucha gente envió sus contribuciones, incluyendo mexicanos que habían emigrado a Estados Unidos, Lindbergh envió un donativo de $2,500.00 dólares.
 
Para realizar el vuelo de la Ciudad de México hasta Washington, se construyó un avión en San Diego, California, réplica del Spirit of St. Louis, que fue bautizado con el nombre del patrocinador, el periódico “Excélsior” e invitaron el 14 de febrero de 1928 al piloto coahuilense, capitán Emilio Carranza, que estaba asignado en Guadalajara, invitación que aceptó. 

Dentro de los preparativos alargaron la pista de la ciudad de México para que el avión cargado pudiese elevarse.
 

Hay evidencia escrita por Emilio Carranza, de que hizo varios viajes a San Diego para revisar y probar el avión y en uno de esos vuelos tuvo que aterrizar de emergencia en el desierto de Arizona, que fue visto por un niño de cinco años de nombre Juan Tapia, que quedó muy impresionado por el valor de Emilio y quiso ser piloto, llegó a ser el oficial de descendencia mexicana mas condecorado por el ejército de los Estados Unidos, recibiendo siete medallas “Purple Heart” por valentía.
 

El 24 de mayo de 1928, a las 15:20 horas, despegó de San Diego con rumbo a la Ciudad de México sin etapas, como práctica para su vuelo a Washington, voló sobre Guaymas a las 23:35 horas, sobre Mazatlán a las 4:00 de la mañana del día siguiente, Guadalajara a las 9:00 horas y a las 12:06 aterrizó en la Ciudad de México.
 

En ese momento el capitán Emilio Carranza era un héroe nacional.
 

El 10 de junio de 1928, cenó con su hermano Sebastián, su madre y su esposa. Al día siguiente despegó tras levantar una nube de polvo cerca de las 7:00 de la mañana y todos los mexicanos estuvieron pendientes de su viaje sin escalas, el “México Excélsior” pasó sobre Tulancingo a las 9:05 horas, a las 11:00 de la mañana, sobre Tampico, sobre Port Isabel a las 13:10 horas, a las 19:10 sobre New Orleans, después tuvo problemas con la niebla y luego una fuerte lluvia con turbulencia. Pasó sobre Montgomery Alabama, a las 10:08 horas del día siguiente, sobre Atlanta a las 23:30 horas, el mal tiempo hizo cancelar los vuelos sobre su ruta.
 

A las 4 de la mañana se informó que Emilio Carranza había aterrizado de emergencia en Mooresville, North Carolina, a las 3:45 y estaba bien, a 300 millas de Washington. A las 13:50 horas despegó y aterrizó en Bolling Field en Washington, DC. a las 17:15 horas, ante una gran multitud, donde se congregaron representantes de la prensa mundial con bandas militares tocando música mexicana.
 

Dos regimientos de la caballería estadounidense presentaron un saludo al héroe de la aviación mexicana.
 

El presidente de Estados Unidos, Calvin Coolidge felicitó a Emilio Carranza, invitándolo a cenar a la Casa Blanca. México celebró junto con Washington con un gran orgullo nacional.
 

Los edificios de gobierno estaban abanderados y todos sus ocupantes de fiesta.
 

Pilotos mexicanos se elevaron y dejaron caer flores por toda la ciudad.
 
Después de las grandes recepciones que tuvo el capitán Emilio Carranza por su hazaña de volar sin escalas desde la ciudad de México hasta 300 millas antes de Washington, empezó a preparar su regreso. 

Pero antes voló el 17 de junio de 1928 de Washington a Detroit, para visitar a su amigo Charles Lindbergh, acompañándolo en su despegue un escuadrón de aviones militares en señal de despedida y al llegar a Mitchell Field, de Nueva York, lo esperaba otro escuadrón en señal de bienvenida.
 

Al frente del comité de recepción estaba Jimmy Walker, el alcalde de Nueva York, quien le presentó las llaves de la ciudad. Emilio gozó su estancia en Nueva York.
 

Fue invitado a pasar lista de los cadetes de West Point, un honor nunca antes concedido a un visitante con el rango de capitán. Para el viaje de regreso, programado para el 2 de julio, su hermano Sebastián revisó el avión.
 

Pero los reportes del servicio meteorológico de Estados Unidos señalaban sobre el peligro de volar con las malas condiciones que existían.
 

El avión solo esperaba listo en el hangar con los tanques llenos de combustible.
 

Después de cenar en su hotel, el Waldorf Astoria, recibió un telegrama y después de leerlo, ordenó por teléfono que tuvieran listo el avión. No avisó a su familia y partió del aeropuerto Roosevelt de Nueva York el 12 de julio de 1928, a las 7:18 de la tarde, el capitán Carranza ignoró una tremenda tormenta y despegó.
 

Los sorprendidos mecánicos observaron cómo desaparecía el “México Excélsior” dentro de la amenazante tormenta. Los encabezados de los periódicos decían “El capitán Emilio Carranza partió de Nueva York en ruta a México y entró directamente a una furiosa tormenta.”
 

Nada se supo hasta el día siguiente, a las 15:25 horas del 13 de julio. John Carr, un joven de Sandy Ridge, que con su madre y cuñada andaba recogiendo bayas y encontrando parte de un ala de avión llamó a las autoridades locales, que se movilizaron y confirmaron la muerte del héroe mexicano, que se estrelló en el bosque Pine Barrens de Nueva Jersey.
 

Cuando se recuperó su cuerpo se encontró un telegrama en su traje de piloto que decía: “Sal inmediatamente, sin escusa ni pretexto o la calidad de tu hombría quedará en duda.”
 
Y como disciplinado militar obedeció las órdenes de su superior, al costo de su propia vida.
 

El cuerpo fue recuperado por la Legión Americana de Mount Holly. Le sobrevivió su esposa María Luisa Corbalá y su hijo Emilio, que desafortunadamente murió de apendicitis a los seis años de edad.
 

Cada mes de julio, a las 13 horas del sábado más cercano al aniversario de su accidente, los miembros de la Legión Americana, en compañía de los cónsules mexicanos de Nueva York y Filadelfia, le rinden honores, en el monumento que se construyó en el lugar, donado por estudiantes mexicanos, que representa un águila azteca cayendo.
 

El héroe mexicano, capitán Aviador, Emilio Carranza, tenía al morir, solo 23 años.


La muerte de Francisco Villa


La muerte de Francisco Villa
Francisco Villa, después de haberse rendido al Gobierno, se había convertido en hombre de negocios, había cambiado el caballo por el automóvil que él mismo manejaba, hacía frecuentes viajes a la ciudad de Parral Chihuahua, hasta que fue asesinado la mañana del 20 de julio de 1923. 

Tenía muchos enemigos; unos porque les había matado a sus familiares, otros por ideas políticas, etc., entre estos se encontraban Melitón Lozoya, Jesús Salas Barraza, que fue Diputado a la Legislatura de Durango, Juan López Sáenz Pardo, Librado Martínez, José y Román Guerra, Ruperto Vara, José Sánchez Pardo, José Barraza, y otros más, los que con toda premeditación formaron un complot para asesinar al Centauro del Norte, alquilando una casa en las calles de Guanajuato y de Gabino Barrera, frente a la plaza Juárez de la ciudad de Parral.
 
Durante varios días estuvieron acechando a su víctima.
 

El día 8 de julio se disponía el ex guerrillero a salir de Parral con rumbo a la hacienda de Canutillo, coincidiendo que en esos momentos los niños del Colegio Progreso salían de sus clases y por el temor de herir o matar a los escolares, falló ese intento para matarlo. Pasaron los días, Villa volvió a Parral y al regresar otra vez a su hacienda de Canutillo, los complotistas esperaban la señal que les diera Juan López, quien sacando de su bolsillo un pañuelo rojo como limpiándose el sudor, fue el aviso para que en los momentos en que pasara el automóvil manejado por el propio Villa, quien llevaba a su derecha al coronel Miguel Trillo y en los asientos traseros a los coroneles Román Contreras y Medrano, “El Dorado” Claro Hurtado y el chofer, se escucharon más de 150 disparos, muriendo instantáneamente Francisco Villa, Trillo, Claro Hurtado y el chofer, resultando herido el coronel Contreras y Medrano, quien murió en el hospital ocho días después.
 

El destacamento federal se encontraba tomando instrucción militar en un lugar llamado “La Maturana”, acontecimiento que favoreció a los complotistas. Jesús Salas Barraza fue aprehendido en Nuevo Laredo por el general Paulino Navarro y conducido a la capital de la República, echándose a cuestas toda la responsabilidad sin mencionar al resto de sus compañeros, internado en la penitenciaría del estado.
 

Al estallar la revolución delahuertista, la legislatura de Chihuahua decretó su absoluta libertad y se incorporó al ejército con el grado de coronel posteriormente fue Diputado al Congreso de la Unión. ¿Ordenó matar el gobierno a Francisco Villa? ¿Por qué fue liberado y premiado su asesino?


LA MUERTE DE JUAREZ

La muerte de Juárez
Una tarde Juárez visitó junto con varias de sus hijas la tumba de su esposa Margarita y ahí les platicó una anécdota, tenía que recibir a un grupo de empresarios norteamericanos y no se le acomodaba el cabello, le pidió a Margarita un limón que era lo único que se lo controlaba, ella se lo puso y lo peinó. 

Luego le hizo el nudo de la corbata pues Juárez estaba nervioso y no le salía. Margarita le dijo “¡Que inútil eres!”.
 

Juárez les dijo a sus hijas que ella tenía razón, ¡sin Margarita se sentía un inútil! En ese mismo lugar Juárez tuvo un mareo que lo hizo sentarse debido a un dolor en el pecho, luego otro episodio de dolor en el pecho que le hizo doblarse mientras su secretario particular, Balandrano, le leía las noticias importantes.
 

El 17 de julio de 1872 por la tarde, Juárez decide no dar su acostumbrado paseo de su carruaje y se va a dormir en su alcoba de palacio nacional acompañado de Benito, su hijo menor.
 

Esa noche leyó un libro en francés, en la página 232 que describía la entrada del emperador Trajano a Roma y el inicio de su gobierno de 20 años, Juárez escribió en un pequeño papel: “Cuando la sociedad está amenazada por la guerra; la dictadura o la centralización del poder pueden ser un remedio para aquellos que atentan contra las instituciones, la libertad o la paz”.
 

Esa noche sOlo tomó atole, tuvo náuseas que no lo dejaron dormir, por lo que despertó a su hijo Benito. El día 18 a las 9 horas tuvo que llamar a su médico Ignacio Alvarado, quien llegó cerca de las 10.
 

A las 11 tuvo calambres muy dolorosos que lo llevaron a la cama. Tenía el pulso bajo y sus latidos débiles. El tratamiento aplicado, típico de la época, fue arrojarle agua hirviendo en el pecho, cosa que se le hizo luego de colocarle la olla hirviendo en el pecho, con el cual reaccionó. La familia pasó al comedor y se quedó en la recámara con el médico.
 

Benito platicó al médico historias de su niñez y aprovechó para preguntarle si lo suyo era mortal, contestando el médico: “Sr. presidente: ¡Como lo siento!”. Juárez siguió mal.

Su familia estaba reunida, hijas, hijo, yernos y amigos que fueron llegando a la sala.
 

Juárez tuvo la insistencia de los ministros de relaciones exteriores José María Lafragua y el de la guerra, general Alatorre, en esa tarde ambos pidieron ver al presidente para recibir instrucciones. Juárez en ambos casos tuvo que vestirse y hablar con ellos, escucharlos y darles instrucciones.
 

Los médicos mexicanos Gabino Barreda y Rafael Lucio, que eran los más prestigiados acudieron a Palacio NNacional, pero nada pudieron hacer. Juárez se tendió de lado izquierdo poniendo una mano bajo su cabeza.
 

Muy fatigado, con evidente falta de oxígeno sonrió e inmediatamente murió. Eran las 23:35, del 18 de julio de 1872, cuando los tres médicos reunidos declararon muerto al presidente.


LOS TLAXCALTECAS DE SALTILLO

Los Tlaxcaltecas de Saltillo
El capitán don Francisco de Urdiñola dio posesión el 13 de septiembre de 1591, a los tlaxcaltecas que se decían nietos y descendientes de Xicoténcatl “el viejo”, de los terrenos que los españoles habían cedido para ellos y fundaran San Esteban de la Nueva Tlaxcala, a un costado de la villa de Santiago del Saltillo. 

Fueron testigos de elegir el sitio más adecuado para edificar la nueva población: El jefe tlaxcalteca don Buenaventura de Paz, el gobernador de los colonos tlaxcaltecas don Joaquín de Velasco, el instructor religioso fray Juan Terrones y su compañero fray Cristóbal de Espinoza, jefes de los colonos tlaxcaltecas y las autoridades de la villa del Saltillo.
 

Acordaron que la fundación se hiciese al poniente de esta última villa, calle de por medio, señalando lugar para plaza, casas reales, iglesia, convento, huertas y anexos en el terreno comprendido entre las calles de Victoria al sur, Manuel Pérez Treviño al norte, Allende al oriente y Manuel Acuña al poniente.
 

En el acto de fundación se echaron al vuelo las campanas, único rastro que quedaba del destruido convento del padre Gavira y se plantó la cruz de la fundación del lugar, que después se conoció como laza de la cruz, que hoy ocupa un conocido Banco.
 

El día 17, Urdiñola dio posesión a los religiosos del terreno de la fundación y a 71 indios casados y 16 solteros, de terrenos para casa y huertas; tres leguas de tierra con sus aguas y 20 caballerías, de tierra de labor.
 

Sus nuevas autoridades fueron nombradas, recayendo los nombramientos en don Buenaventura de la Paz como jefe principal; don Joaquín de Velasco como gobernador; don Antonio de Naveda como alcalde; regidor, Gaspar Cleofas; alguacil mayor, Lorenzo de Aquino; y como fiscal de la iglesia y regimiento, Tomás de Aquino.
 

La llegada de los tlaxcaltecas, expertos agricultores y hábiles artesanos, tuvo una gran influencia en la villa del Saltillo; los montes y pastizales se convirtieron en laboríos y huertas, apaciguando a los grupos chichimecas de la región que se dedicaban a la guerra y el pillaje.
 

Los colonos tlaxcaltecas fueron muy bien recibidos por los españoles de Saltillo, quienes habían cedido espontáneamente sus mejores tierras y suficiente agua, convirtiéndolas en un emporio de producción.
 

Fray Agustín de Morfi, en su obra Crónica de Nuevo México y Viaje de Indios, dice que al llegar a Saltillo se dio cuenta de que “gracias a la actividad de los tlaxcaltecas, no existía un palmo de tierra improductiva sin cultivo.
 

Las frutas, las legumbres, la leche, los huevos que se consumían en la villa, eran productos de la colonia tlaxcalteca”. (Las Cosas de Coahuila, columna periodística de Álvaro Canales Santos)
La Cultura Tlaxcalteca
La religión de los tlaxcaltecas era muy semejante a la de los aztecas. Tenían un Dios principal: Camaxti, equivalente a Huitzilopochtili y era el dios de la guerra y la caza.

Su culto no era tan cruel como el de los aztecas, ya que los sacrificios se realizaban en voluntarios o con prisioneros de guerra y con mucha frecuencia los inmolados eran animales. Su idioma era el náhuatl, que hablaban con más corrección que ningún otro grupo nahaloide.
 

La familia se formaba por el padre, la madre y la prole. Normalmente el individuo era monógamo y solo los señores podían tener una esposa y varias concubinas, aunque a los hijos de todas se les consideraba legales.
 

Las reglas morales eran muy estrictas, el hombre debía casarse antes de los 22 años o era rapado y expuesto al escarnio público.
 

El robo, el adulterio y la mentira, al igual que la embriaguez y las faltas a la moral, eran castigados severamente.
 

Los hijos a partir de los 5 y 6 años eran educados en el hogar con estricto apego a la moral.
 

Una vez pasada la infancia eran enviados a colegios para ser educados por asesores y sacerdotes en distintas disciplinas. A los hijos de los nobles se les enviaba al Calmecac y a los plebeyos al Tepochcalli.
 

Había colegios para mujeres en donde se les enseñaba la educación moral, las artes, la cocina, el tejido, etcétera, tratando siempre que fueran agradables y útiles a sus esposos.
 

La base de su alimentación era el maíz, complementada con el frijol, el chile, la calabaza, algunas legumbres, tubérculos, flores, frutos y semillas.
 

El maguey le proporcionaba el agua miel y el pulque.
 

Sus pencas cocidas en barbacoa le proporcionaba el mezcale, que al fermentarse producía el mezcal.
 

La tuna del nopal se comía seca y cruda durante la temporada, la baya del mezquite les servía para fabricar el mexquitamal o panes de gran poder nutricional. Consumían carne producto de la cacería y de animales domésticos como el pavo o perrillos, que eran criados para servir de alimentos, engordados y sacrificados para las grandes ocasiones.

La cocina típica del noreste conserva en sus principales platillos la herencia tlaxcalteca: las tortillas, las chalupas y las gorditas pellizcadas nos recuerdan la palabra tlaxcalteca, significa comedor de maíz o de pan de maíz.
 

Los chicales, el atole de masa, los tamales tienen el mismo origen; el mole, el pipián, el pan de pulque, el esquite, la calabaza con elote y el pulque, no pueden negar que son herencia de la colonización tlaxcalteca.
Los conquistadores Tlaxcaltecas
El virrey de la Nueva España, don Luis de Velasco decidió enviar colonias indígenas para que defendieran los nuevos poblados, en particular el pueblo tlaxcalteca, excelentes guerreros, el principal aliado de los españoles durante la conquista y la mayor parte de ellos se habían convertido en cristianos. 

Se realizaron negociaciones con don Gregorio Nanciaceno, jefe de los tlaxcaltecas, quien acordó proporcionar 400 hombres casados, con sus familias para colonizar la zona chichimeca.
 

Ellos serían considerados como conquistadores, caballeros e hidalgos, tendrían el derecho de anteponer el título de “don” a su nombre, podrían montar a caballo y portar armas, estarían exentos de tributo, servicio personal y alcabalas, sus poblados estarían separados de los españoles, de los chichimecas y de otros indígenas, además de tener su propio gobierno, excluyendo de él a los españoles.
 

Solo dependerían de la real audiencia de Guadalajara en lo religioso y en lo judicial, en lo político y en lo militar exclusivamente del virreinato: Serían dotados de tierras y solares para labrar y edificar, tendrían derecho sobre estancias, ríos, pesquerías y salinas, además de construir molinos.
 

Sus mercados o “tianguis” estarían exentos de impuestos durante 30 años y durante dos, se les proporcionarían alimentos, arados e implementos agrícolas.
 

Estas concesiones jamás dadas a otros pobladores por los conquistadores, se desprende el elevado concepto que el Gobierno español tenía del pueblo tlaxcalteca.
 

Que fuertes y valerosos, se caracterizaban por su amor al orden y a la paz, por su elevada moral y respeto a las leyes, tenían un alto grado de cultura, eran amantes de las ciencias y las artes y fieles cumplidores de los preceptos cristianos.
 

En Tololán se reunieron 104 hombres, 90 mujeres y 46 niños del señorío de Ocotelulco; 90 hombres, 80 mujeres y 29 niños del señorío de Quiahiztlán; 100 hombres, 84 mujeres y 9 niños del señorío de Tepetícpac y 90 hombres, 80 mujeres y 59 niños del señorío de Tizatlán.
 

Estos ultimo se ufanaban de ser nietos y descendientes de Xicoténcaltl, “el viejo”. Iniciaron su viaje en 109 carretas el 6 de julio de 1591 para cruzar la altiplanicie mexicana.
 

La primera colonia que fundaron fue Tlaxcalilla en San Luis Potosí, luego la de Colotlán, luego se regresaron un poco al sur en Cuezillos, donde acordaron que los provenientes de Tizatlán, los que se decían descendientes de Xicoténcatl, fueran a fundar una colonia junto a la Villa de Santiago del Saltillo, que luego fue San Esteban de la Nueva Tlaxcala.
 


ÓSCAR FLORES TAPIA

Óscar Flores Tapia –I parte-
Óscar Flores Tapia nació el 5 de febrero de 1913 en Saltillo, en una casa de la colonia Cerro del Pueblo, ubicada en una calle que fue bautizada con su nombre durante la administración municipal del panista Rosendo Villarreal en 1992, Flores Tapia fue huérfano de padre y su madre era invidente, ambos revolucionarios, tuvo una humilde infancia, en la que debió desempeñar múltiples oficios: Bolero, lava carros, agente de tránsito y aseador de tumbas. 

Su primer paso en la vida pública fue ponerse a las órdenes del exalcalde saltillense Delfín Cepeda, después fue secretario de exgobernador López Sánchez, luego director de la imprenta del Gobierno del Estado, viajó a la Ciudad de México, para trabajar al lado del Lic. Luis Echeverría Álvarez.
 

En 1949 y 1950, fue presidente estatal del PRI y luego dirigente nacional de la CNOP, posteriormente senador de la república por su estado natal y gobernador constitucional de Coahuila en 1975, iniciando su periodo el 1 de diciembre de ese año, cargo que abandonó cuatro meses antes de finalizar su periodo, el 11 de agosto de 1981, por diferencias políticas con el entonces presidente de la República, José López Portillo, en una época en donde imperaba el presidencialismo.
 

La cuadragésima octava legislatura aprobó su licencia y pasó a la vida privada. Murió al mediodía en el Hospital Muguerza, víctima de un paro cardiaco que le sobrevino por una insuficiencia respiratoria, el 11 de julio de 1998.
 

Tenía 85 años de edad. Le sobrevivieron su esposa Isabel Amalia Dávila de Flores Tapia y cuatro hijos.
 

Su sepelio fue espectacular, que contó con la presencia del expresidente de la república, Luis Echeverría, fue velado en la sala de gobernadores del Palacio de Gobierno, posteriormente lo trasladaron al recinto de Juárez, sede del Colegio de Investigaciones Históricas de Coahuila, del que fue miembro y fundador; estuvo en la catedral de Santiago y en la logia masónica del que era miembro y finalmente sepultado en la rotonda de los hombres ilustres.
 

Su obra es impresionante, su administración pasó a la historia por los beneficios para Saltillo y para Coahuila.
 

En Saltillo transformó lo que eran terrenos baldíos en instalaciones deportivas, abrió las puertas de Coahuila a la inversión extranjera, patrocinó la llegada de las tiendas de autoservicio que generaron fuentes de empleo y el despegue económico de Coahuila en el campo industrial, que a él se le debe; su apoyo al magisterio fue incondicional, en aquellos momentos difíciles de su renuncia, desdeñó los riesgos y afrontó las consecuencias, se negó a enjuagar sus lágrimas de quienes, mas débiles ante el infortunio, lloraban su partida del gobierno estatal, sobre su cabeza revoloteaban las negras aves del centralismo, de la ambición, de la envidia, de la pequeñez humana, del escándalo y de la infidencia, bajo los truenos de la tormenta nunca estuvo solo, el pueblo de Coahuila estuvo de su parte y también el juicio del tiempo.
 
Óscar Flores Tapia –II parte-
Continuando con la vida de Óscar Flores Tapia, siendo gobernador del estado, se le consideró el mejor presidente municipal que ha tenido Saltillo y sin serlo, sus nuevas edificaciones hicieron que a Saltillo se le conociera como la Atenas del Norte. 

Pasaron 17 años de su renuncia, el tiempo hizo madurar a los seres humanos, aliviando desgracias, otorgando valor a sus triunfos, es recuerdo y es olvido, en su discurrir del tiempo, Flores Tapia pudo disfrutar muy pronto el reconocimiento popular a su intensa labor como gobernador del estado.
 

Fue un político singular, ajeno a los cánones y las costumbres, heterodoxo por naturaleza, impredecible en las reacciones de su genio volcánico, impuso a su gobierno un ritmo dinámico que a veces parecía opuesto a la más elemental sensatez, no había mañana, todo era para hoy y para hoy, su rápida inteligencia de matices brillantes, parecía carecer de lógica, pero acertaba en los fines.
 

Óscar Flores Tapia fue el personaje más relevante de la vida coahuilense en la segunda mitad del siglo XX, poeta, novelista, historiador, ensayista literario, periodista y político de excepción, su obra intelectual llega a más de 25 volúmenes editados, pero su obra política y humana rebasa todo antecedente válido.
 

En julio de 2005, en ocasión del séptimo aniversario de su fallecimiento, se le rindió homenaje por sus acciones y obras, tanto en la política como en la literatura dejó una honda huella que al paso de los años se convirtió en ejemplo y leyenda.
 

Se develó una estatua con su figura, elaborada en bronce, en la explanada del teatro de la ciudad Fernando Soler, una de sus grandes obras; la estatua de Flores Tapia, con la mirada hacia el Cerro del Pueblo, su querido barrio.
 

También se inauguró el Centro de las Letras Óscar Flores Tapia, que cuenta con cientos de libros, escritos y ensayos que fueran de su propiedad.
 

En este recinto yace la biblioteca, un acervo bibliográfico de más de 7 mil volúmenes con temas generales, pero con especialidad en literatura, historia y ciencias políticas.
 

Dispone de un auditorio para 70 personas. Óscar Flores Tapia fue prepotente con los poderosos y “generoso y humilde con los pobres”.
 

Fue autodidacta, pero con una gran visión y una pasión: Coahuila, su Saltillo de sus sueños y sus amores.
 


FUNDACIÓN DE SALTILLO

Saltillo –I parte, su fundación-
Desde el reino de la Nueva Vizcaya llegó un grupo de españoles encabezados por el joven capitán Alberto del Canto. 

Según un informe que hizo el cosmógrafo real a Felipe II, aparece el nombre de Saltillo al final de una lista de poblaciones fundadas antes de 1574.
 

Por otra parte, muchos aceptan el año de 1577 como el de la fundación de la Villa de Santiago del Saltillo del Ojo de Agua, por ser el año en que llegó Alberto del Canto y como el 25 de Julio, es el día de Santiago Apóstol, el santo más venerado en España, donde se asegura que en el momento de la fundación don Francisco de Urdiñola mandó plantar una cruz en el sitio que juzgó idóneo para crear la villa, una costumbre que tenían los españoles al establecer un poblado.

No se especifica el día ni el mes en que llegó Alberto del Canto a la villa de Santiago, solo que fue en 1577.
 

Lo que sÍ se sabe es que el grupo estaba constituido por 16 familias, que llegaron con sus hijos, sus sirvientes y sus esclavos, aunque algunos estiman que eran un centenar de personas.
 

En 1951, el historiador W. Jiménez Moreno halló en el archivo del Parral, Chihuahua, que fue también capital de la Nueva Vizcaya, el expediente relativo a un pleito sobre límites entre aquella provincia y el Nuevo Reino de León, promovido en 1643.
 

En este litigio, conocido como “documento del Parral”, se dice que el capitán Alberto del Canto, comisionado por el gobernador Martín López de Ibarra fundó, en 1577, la villa de Santiago del Saltillo. Se expresa también que el mismo Capitán avanzó hacia el noreste descubriendo el Valle de la Extremadura, donde hoy está Monterrey y que estableció, en el mismo año, un lugar que llamó Santa Lucía.
 

Como de este suceso existe solo la referencia habría que considerar esa fundación sólo como un asentamiento.
 

En 1976, el gobernador Óscar Flores Tapia pidió a un grupo de historiadores estudiar el documento de Parral, quienes establecieron que los datos eran fidedignos, entonces se determina como oficial el 25 de julio de 1577, como el de la fundación de Saltillo.
 

Los primeros pobladores de Saltillo se dedicaban a la agricultura y a la ganadería menor.
 

Durante varias décadas Saltillo se constituyó como la puerta del avance español al noreste.
 

Sin embargo, los nuevos pobladores fueron atacados por los indios que habitaban en los alrededores y la villa estuvo a punto de desaparecer; en 1581 varias familias se refugiaron en Mazapil y en Durango.
 
Saltillo –II parte, Los Tlaxcaltecas-
Debido al lento avance de la villa y al temor de que los indios comenzaran a causar molestias a los pobladores españoles, se decidió traer a la comunidad un grupo de tlaxcaltecas para que cultivaran las tierras del valle y sirvieran de ejemplo a los nómadas de la región. 

El 2 de septiembre de 1591 llegaron a la villa de Santiago de Saltillo, 245 personas que formaban 71 familias procedentes de Tlaxcala, entre ellas 102 hombres y 85 mujeres, 38 niños y 20 niñas.
 

Fueron asentados en un área separada de los españoles, para lo cual se fundó el pueblo de San Esteban de la Nueva Tlaxcala.
 

Recibieron tierra, ganado e instrumentos de labranza y permiso de portar armas.
 

Sembraron trigo y maíz, huertos de manzanos, duraznos, membrillo y nogales.

Introdujeron la cría de borregos y con su lana fabricaron frazadas y nacieron los famosos sarapes.
 

En 1592 edificaron la iglesia más antigua que existe en la ciudad, la de San Esteban.
 

La villa de Santiago del Saltillo y el pueblo de San Esteban estaban separados por una acequia que corría por donde ahora existe la calle de Allende y eran independientes en sus autoridades civiles y en las religiosas, aunque estaban unidas en la defensa contra los nómadas, la comercialización de sus productos y las fiestas importantes.
 

El crecimiento fue acelerado y hubo frecuentes conflictos por las tierras y agostaderos entre los españoles y los tlaxcaltecas.
 

Muchos de ellos, tlaxcaltecas y españoles, salieron de Saltillo para fundar y consolidar otras poblaciones como Parras, Viesca, Monclova, Nava, Nadadores y Candela en Coahuila; Monterrey, Guadalupe, Bustamante y Villa Aldama en Nuevo León e incluso San Antonio en Texas.
 

La riqueza de la región propició la feria del Saltillo, una de las más famosas de la Nueva España durante la época colonial que se celebraba en octubre de cada año.
 

En el último cuarto del siglo XVIII se construyó la actual Catedral y la capilla del Santo Cristo con piedra sedimentaria y cantera blanca.
 

Este monumento integra corrientes del barroco, el salomónico, el estípite y el anástilo y fue concluida en 1800. Su torre, de estilo neoclásico, fue terminada en 1897.
 

A finales del siglo XVIII, casi simultáneamente a la catedral, se edificaron los templos San Francisco, una capilla anterior a la actual San Juan y una ermita donde ahora se ubica el Santuario de Guadalupe; además de la Capilla de Landín y el templo El Calvario.
Saltillo –III parte–
En octubre de 1810 los arrieros que llegaron a la famosa feria de Saltillo e informaron a los vecinos del levantamiento de armas del cura Hidalgo contra el Gobierno español. 

España reaccionó al movimiento de independencia y creó las Cortes de Cádiz para permitir la participación de sus colonias en asuntos legales y administrativos.
 

Saltillo envió al padre Miguel Ramos Arizpe como representante de su distrito.
 

En 1821, tres meses antes que se hiciera el acto oficial de independencia en la Ciudad de México, el Cabildo de Saltillo declaró la independencia, ovacionada con gritos del pueblo en la plaza de armas.
 

Después de la independencia, la villa de Santiago del Saltillo fue bautizada como Leona Vicario con la categoría de ciudad, y el pueblo de San Esteban cambió su nombre por el de Villalongín, en honor a un insurgente michoacano. Sin embargo, los nombres no prevalecieron y en 1827 se integraron como una sola población con el nombre de Saltillo.
 

En ese año la Capital de Coahuila se trasladó de Monclova a Saltillo y desde entonces tienen aquí su sede los poderes ejecutivo, legislativo y el judicial.
 

En 1835 Texas se levantó en armas para independizarse de México.
 

El general Antonio López de Santa Anna, al frente del ejército nacional pasó por Saltillo rumbo a San Antonio.
 

Durante su estancia en Saltillo decretó la creación de la hoy famosísima Alameda.
 

En 1867 se creó el Ateneo Fuente una de las primeras instituciones de educación superior en el norte del país.
 

Años después, se creó la Escuela Normal del Estado para maestros.
 

La vida de la ciudad cambió bruscamente al arribar el ferrocarril en 1880, después la electricidad, el telégrafo, el teléfono y el automóvil. Hacia 1923 se fundó la actual Universidad Agraria Antonio Narro.
 

En los años cincuenta se creó el Instituto Tecnológico de Saltillo y la Universidad Autónoma de Coahuila.
 

Y dos décadas más tarde, la Universidad Autónoma del Noreste y el campus Saltillo del Tecnológico de Monterrey.
 

La vida agrícola de Saltillo en la segunda mitad del siglo XX se fue transformando rápidamente hacia la actividad industrial; las enormes huertas desaparecieron y las industrias dominan el paisaje de hoy.
 

Saltillo tiene ya 438 años de existencia, pero Saltillo es hoy por hoy, una de las mejores ciudades de México, conocida por su bella arquitectura y la calidad de sus instituciones educativas como la Atenas del Norte o la Atenas de México.