viernes, 24 de julio de 2015

EL PEYOTE


El Peyote

Los antiguos habitantes de Coahuila ya conocían el peyote, donde crece rico en jugos venenosos que dan a la embriaguez. 

Hace que los intoxicados vean visiones y sueñen situaciones fantásticas.

Cuenta un cronista de la época colonial, que los antiguos habitantes de Coahuila se embriagaban con peyote en determinadas fechas del año y hacían una fiesta general, todos danzaban, se abrazaban fraternalmente aun cuando fueran hombre y mujer, ya, que el peyote tenía la virtud de adormecer los deseos carnales, una felicidad tranquila y dulce invadía al bebedor de peyote y no como creen algunos, que el peyote enciende la sangre y despierta ideas de pelea y muerte.

En el norte de Coahuila existe una serranía con el nombre de Peyotes, y de este nombre deriva el culto a una imagen del Niño Dios al que los naturales llaman el milagroso Niño Jesús de Peyotes, se le tiene levantada una capilla en Villa Unión y tiene aún en nuestra fecha miles de fanáticos.
 

El nombre no deriva del peyote, más bien del lugar geográfico en donde está enclavada la capilla.
 

El hecho es que esta milagrosa cáctea, ya conocida por los antiguos pobladores de nuestro estado, era para ellos un amuleto que les preservaba todos los males, pues bebiéndola no sentían ni sed ni hambre, eran insensibles a las fatigas y veían la vida a través de un prisma de inefables delicias.
 

Además de la infusión hervida del peyote, en algunos lugares se comían la raíz cruda y durante las fiestas que se celebraban en su honor para alejar las epidemias o por cualquier otro motivo, ponían el peyote dentro de una jícara y sobre una figura mística que dibujaban en el suelo y danzaban en torno de ella al ritmo de dos maderos sonoros que frotan uno contra otro.
 

En otros lugares comían el peyote con mucha devoción mientras agitaban las sonajas rápidamente y repetían esta ceremonia ritual tras una breve pausa, mientras permanecían sentados con los ojos fijos sobre el peyote sagrado y pronunciaban una oración en la que el más viejo de los indios era coreado por los demás.
 

El peyote es la biznaga de la que no se ve a flor de tierra más que la coronilla sin espinas en la forma de un clavo de ancha cabeza, sin hojas, pero de esa corona crece hacia abajo una enorme raíz cónica que es un tubérculo henchido de savia, del que brotan radículas que sostienen la vida de tan extraña planta, que aparentemente es una biznaga como otra cualquiera.
 

Al peyote se le han encontrado propiedades curativas, pues contiene cuatro alcaloides que en pequeñas dosis disminuyen las contracciones cardiacas.
 

Las dosis mortales del peyote producen parálisis completas y a veces la asfixia.
 

(“Las Cosas de Coahuila”, columna periodística de Álvaro Canales Santos)

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