Solemos pensar que la
obediencia es la subordinación
que ofrecemos a lo que consideramos una autoridad, es decir,
entregar nuestro tiempo y nuestra voluntad a alguien o algo que pensamos que
tiene un derecho superior para hacerlo, pero no es una creencia correcta ya que
no obedecemos por carisma o por considerarlo superior, obedecer implica una recompensa igual
o superior a la entrega que realizamos obedeciendo.
¿Por
qué obedecer?
Lo normal no es
obedecer sin más, como con casi todo lo que hacemos, con la obediencia buscamos
un intercambio,
es decir, ofrecemos nuestra sumisión a cambio de algo. Vamos a tener varios
entes que nos van a decir lo que tenemos que hacer, y en nuestra mano siempre está la
elección de obedecer o no obedecer, pero elegimos obedecer ya
que finalmente nos reporta algún beneficio,
ya sea pertenencia a una sociedad, por mantenernos en un orden jerárquico, por
ganar afecto, por dinero, por evitar una represalia o incluso por preservar
nuestra integridad física.
Cuando obedecemos consideramos la motivación ofrecida un valor superior a nuestra sumisión.
Cuando obedecemos consideramos la motivación ofrecida un valor superior a nuestra sumisión.
¿Obedecemos
demasiado?
Si lo pensamos, al
cabo del día son muchos
los entes a los que obedecemos y a los que ofrecemos sumisión, ya sean padres,
hijos, cónyuges, jefes, líderes, normas, autoridades… y tanta obediencia
repetitiva puede acabar creando un perfil servicial permanente en nosotros.
Sabemos que la
repetición de actos
se convierte en un hábito,
y los hábitos que se repiten se convierten en costumbres, y la costumbre es algo que
pasa a formar parte de nosotros, de ese piloto automático que llamamos
subconsciente, y que programa las respuestas más habituales hacia un problema
que se repite, evitando
así pasar por nuestro pensamiento
crítico.
Cuando decimos que una
madre está malcriando a su hijo dándole todo lo que pide, es porque está
cediendo a la autoridad de su hijo, no solo sin beneficio, sino además con
perjuicio tanto para ella como para el hijo. Obedecer ante las peticiones
repetitivas de este hijo día tras día se ha convertido en una costumbre que ha
hecho que pasen los años y la madre siga siendo servicial a modo de costumbre,
sin pensar lo bueno y lo
malo de sus actos.
No tengo nada en contra de las madres, es un ejemplo hipotético, tal como podría hablar del jefe que abusa de lo que pide a sus empleados, o de los gobiernos que se aprovechan del sedentarismo cognitivo y sumisión de sus ciudadanos.
No tengo nada en contra de las madres, es un ejemplo hipotético, tal como podría hablar del jefe que abusa de lo que pide a sus empleados, o de los gobiernos que se aprovechan del sedentarismo cognitivo y sumisión de sus ciudadanos.
¿Qué
es la desobediencia?
Desobediencia es el
acto de no acatar una
norma que se tiene obligación de cumplir, no obedecer.
¿Por
qué desobedecer?
Un niño jugando tira
la pelota detrás de una caseta que hay al fondo del jardín, va a buscarla, la
coge, pero hay un nido de avispas y le acaban picando varias. Días más tarde
ese mismo niño está jugando a la pelota con su padre en el jardín, y la pelota
acaba colándose de nuevo detrás de la caseta. El niño está mucho más cerca, y
el padre manda al niño a buscarla, pero en niño se niega, y la cariñosa
argumentación de ir buscar la pelota acaba en discusión, el niño acaba llorando
y el padre usa su superioridad para persuadir al niño con amenazas.
El niño le explica entre lloros que no le quiere obedecer porque ha tenido una mala experiencia ya que le picaron 8 avispas, el padre cegado por el cuestionamiento de su autoridad arrastra al niño hasta la caseta y le explica que a él nunca le han picado las avispas. Se acercan a la caseta, el padre se cuela detrás forzando al niño, y ambos acaban siendo picados por las avispas.
El niño le explica entre lloros que no le quiere obedecer porque ha tenido una mala experiencia ya que le picaron 8 avispas, el padre cegado por el cuestionamiento de su autoridad arrastra al niño hasta la caseta y le explica que a él nunca le han picado las avispas. Se acercan a la caseta, el padre se cuela detrás forzando al niño, y ambos acaban siendo picados por las avispas.
Sin ánimo de entrar en
un debate sobre educación infantil, en este ejemplo vemos como la escala de
valores del niño ha variado, y si de normal es sumiso por varios motivos como
complacer a su familia, respetar a su padre, o incluso por miedo a una
represalia, ha entrado en juego algo
más fuerte, que es la picadura de la avispa. En este caso no se
puede negociar la obediencia, ya que el daño que va a sufrir es mucho mayor y
manda sobre todo lo demás.
Es decir, si somos
sumisos y obedecemos a cambio de algo por lo que vale la pena ser sumisos,
cuando lo que nos espera al cumplir la orden no tiene recompensa o motivación
válida, nos cuestionamos
dicha obediencia.
Dicha motivación puede variar y ser muy personal, podemos desobedecer un jefe por orgullo, desobedecer una norma por placer, o desobedecer un líder por motivos morales, por ejemplo.
Dicha motivación puede variar y ser muy personal, podemos desobedecer un jefe por orgullo, desobedecer una norma por placer, o desobedecer un líder por motivos morales, por ejemplo.
Vemos en las noticias
como muchos colectivos plantean opciones
a los gobierno para no llegar a tener que cumplir órdenes que consideran poco
éticas, o para que no obliguen a otros a cumplirlas, o incluso cómo se desafía
la autoridad de un gobierno, ya que lo que quieren obligar a obedecer supone un
mal mucho peor que cualquier represalia de sus mecanismos.
¿Cómo cuestionar la
autoridad de alguien que establece lo que es la autoridad? ¿En qué situaciones
está justificado
desobedecer? ¿Está la sociedad demasiado acostumbrada
a obedecer? ¿Es más fácil obedecer que replantearse
a cada momento si obedecer o no obedecer?