lunes, 14 de octubre de 2013

cambiar el mundo


Cambiar el mundo

Me gustaría saber la cantidad de personas que desean cambiar el mundo sin saberse cambiar a sí mismas, y estoy convencido que a proporción sería más influyente realizar esto último que cualquier tipo de activismo a medio realizar o cuantas opiniones personales clamen.

El poder del que mantiene el mundo a cambiar se asienta sobre una normalidad de control e influencia, y si dicha normalidad se rompe, se rompe el sistema. Cuando uno realmente se gobierna a sí mismo, poco hueco deja para que lo gobiernen otros, y este conocimiento tan grande de nosotros mismos no entra en la normalidad. Seguramente dejaríamos de hacer lo que debemos y haríamos lo que queremos, lo que nos hace felices, y eso no mantiene ningún sistema, justo lo haría para mantenernos a nosotros mismos, lo que nos da una gran inseguridad, por eso cedemos parte de nuestra libertad al sistema a cambio de seguridad y protección, suena mal pero es la supervivencia de hoy en día, el truco está en dominar la parte que queremos entregar y no ceder ante el reclamo de gobiernos, dictadores o cualquier reclamo íntegro de nuestra libertad tal como suelen llevar a cabo los nacionalismos. Un tema muy interesante para el que recomiendo el libro “El miedo a la libertad” de Erich Fromm.

Este párrafo nos lleva a reflexionar que a veces, queremos cambiar el mundo que nos sustenta, lo que nos lleva a una paradoja que provoca un medio-activismo que no lleva a ningún sitio, véase que todos queremos salvar el planeta mientras no hacemos más que consumir productos que han producido y producen contaminación ¿o no?

¿Quién quiere cambiar el mundo?

Tras una larga búsqueda no he conseguido encontrar al autor (os invito a ayudarme, aunque apostaría por Freud) de una frase que siempre he tenido en mente y asegura algo así como que, el deseo más grande y oculto de toda persona es dominar el mundo, y ser el rey y máximo poder de su realidad. Sin ser hipócritas ¿Quién no ha sentido esto? ¿Quién no ha pensado aunque sea por unos segundos que si el mundo se rigiera por sus normas sería mejor?, nos hemos visto entonces capaces de regir un orden según nuestro ego.

¿No es esto un acto de egoísmo extremo? Seguramente si, pero podríamos diferenciar el objetivo de cambiar el mundo entre un egoísta y un humanista con una sencilla pregunta ¿Darías tu vida por cambiar el mundo?

Con todo esto espero haber creado una reflexión sobre este tema, y concluyo con la idea que nombro al principio, la primera y principal revolución debemos llevar a cabo si queremos cambiar el mundo que entendemos, es con nosotros mismos.

 

 

 

*¿Para quién es útil el nacionalismo?

Un mundo de comunidades imaginadas y de fronteras que nos dividen forjadas en sangre e intereses que se han ido consolidando con el paso de los años. Ese es el mundo que hemos heredado gracias a los nacionalismos.

El nacionalismo es considerado como una ideología, pero mientras otras ideologías se preguntan ¿Cómo debería ser gobernada una sociedad? El nacionalismo se pregunta ¿Quién debería formar parte de un pueblo o nación?

El nacionalismo, ni más ni menos, es la herramienta que los estados modernos, sus gobiernos, y beneficiarios, utilizan para crear un sentimiento patriótico uniforme en su población por medio de la educación, la cultura y los medios de comunicación, que asegure la pervivencia del estado, sobre todo ante momentos de crisis, entendiendo por crisis la unidad de la nación y los intereses de los que la controlan.

Este imaginario colectivo es un gran invento, sobretodo porque permite hablar de todos y no hablar de nadie. Unifica entre la sociedad un concepto de “nacionalidad común” que realmente no existe, de hecho, dentro de una nación la sociedad es muy plural, siendo esto una de las principales pegas del nacionalismo, además de que durante la segunda mitad del siglo XX se ha podido ver la capacidad de manipulación de la opinión pública que posee el nacionalismo para llamar al patriotismo y desencadenar su potencial destructivo.

El nacionalismo ha facilitado la creación de los estados modernos, pues se dice que han sido las naciones (y su nacionalismo) las que han creado los estados, y encontramos al menos tantos movimientos nacionalistas como estados existen, pero es curioso ver como dentro de una nación, no es bueno que haya dos nacionalismos distintos, de hecho es excluyente pues los protectores del nacionalismo en una nación no permiten la autodeterminación de una comunidad que comparta lo necesario para sentir su propio sentimiento nacionalista.
Es algo paradójico pues lo que ha permitido la creación de los estados, es lo que impide que nazcan otros. No puede haber estados sin nación, ni naciones sin estado, pues son peligrosas.

Es mucho lo que se podría debatir sobre los nacionalismos, pero puestos a hablar de filosofía, lo que realmente debería interesarnos es la influencia que tiene sobre los sujetos y su pensamiento.

Nos da unas fronteras que hemos de asimilar innatamente aunque nada hayamos influido para su realización.
Nos impone una condición similar a todos las personas que contienen dichas fronteras aunque no tengamos más bien poco en común.
Lo peor de todo es que para los más débiles de mente, crea un dios por el que merece la pena morir, millones de vidas entregadas a símbolos y banderas impuestas, por luchar los intereses y ambiciones de otros que no van a dar la vida por nadie.

¿Qué son los símbolos nacionales? ¿Quién los pone? ¿De dónde vienen y por qué tenemos las fronteras que tenemos? ¿Me identifico con quien gobierna mi estado? ¿Debería entregar la vida por una bandera y su historia o me la guardo para mi mismo? ¿Es posible vivir en un estado y no tener sentimiento nacionalista?

Son preguntas para pensar antes de hablar nacionalismo, y que deberíamos tener claras cuando oigamos su llamada, ya que además, suele ser en los peores momentos de un país cuando suele resurgir esta ideología.

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