Tengo que reconocer que cuando era joven pensaba en
los adultos como seres casi perfectos, que todo lo podían, que todo lo
sabían, sin miedos, ecuánimes y con gran sentido de la justicia. Evidentemente
era un gran error de que fui saliendo poco a poco, y según he ido comprobando
es un error más común de lo que parece.
Conforme
uno se va desarrollando se va sorprendiendo de la clase de adultos con la
que convive, especialmente cuando la compara con esa imagen que se tenía
hace tiempo.
Cuando
uno adquiere una visión más crítica y mira a su alrededor se encuentra con gente
de todo tipo, con adultos con muchos años pero menos inteligentes que un
niño, niños maduros, adultos inmaduros, adultos jóvenes o niños tan
“mayorizados” como sus padres, adultos irresponsables, niños trabajadores y
especialmente con gente que poco ha aprendido de su larga andadura por la vida.
¿Cómo
saber en qué punto estamos?
Madurez
es sinónimo de sensatez, prudencia, buen juicio, y decimos que algo está maduro
cuando ha crecido y está perfeccionado, y es una cualidad con la que podemos
distinguir a un elemento del resto, con lo que podemos decir que si todo el
mundo destacara por su sensatez, prudencia, buen juicio, y siempre estuviera
situado en lo mejor de su existencia puede que la falta de madurez no
fuera una fuente de problemas en el mundo y pudiéramos dedicar estas líneas a
hacer un planeta mejor o incluso a planear como ir a vivir a otros, pero no,
estamos sorprendidos por los avariciosos que roban el dinero público,
por los violentos, por los locos e incluso por los malos padres y
malos hijos, es decir, por la gente que no se ha preocupado de madurar y
que se han convertido en abortos de adultos, con deformes intelectos,
emociones y virtudes.
Mucha
gente achaca los actuales problemas al sistema económico, al sistema
democrático, a las instituciones religiosas, a la educación, a la justicia, a
las ideologías… cuando realmente todo lo anterior solamente son ideas y
organizaciones que funcionan con personas, es decir, el problema siempre van
a ser las personas malas y/o tontas (así definidas), y no tanto los
sistemas o condiciones que las engendran, como bien dijo Sartre “Cada hombre
es lo que hace con lo que hicieron de él“.
Aquí
podemos ver un cuadro de la evolución correcta de una persona, que crece
aprendiendo de la vida, que madura y evoluciona gracias a la reflexión y autocrítica,
hasta tener una sabiduría suficiente para poder transmitir a las siguientes
generaciones que necesitan un buen aprendizaje de vida.
Meditando este concepto llegué a la idea de que la
madurez solamente llega cuando enfrentas los problemas con soluciones,
cuando no los afrontas no eres maduro, y cuando no tienes la fuerza o la
creatividad para afrontarlo es que ya la has dejado muy atrás.
Por
lo que con el diagrama en mano podemos llegar a las siguientes conclusiones:
§ Durante
nuestra etapa de aprendizaje podemos descargarnos la responsabilidad de
nuestros problemas hasta que la sociedad o nuestras condiciones lo permitan.
§ Si
un adulto no da soluciones a los problemas es que no ha madurado.
§ Lo
normal es que demos soluciones a los problemas en base a nuestras
experiencias, creencias, influencias… es decir, a lo que tenemos y lo que nos
rodea, si no hay algún tipo de referencia pueden llegar a ser malas soluciones.
§ La
autocrítica sirve para razonar y reflexionar la validez y utilidad de
dichas soluciones, algo que hace aumentar nuestra madurez y conseguirá que
tengamos mejores soluciones.
§ Gracias
a un buen espíritu crítico alcanzamos una visión más auténtica y
trabajada del entorno en que vivimos, llegando a un autoconocimiento con
el que tendremos una sabiduría útil para las siguientes personitas interesadas
en aprender sobre la vida, haciendo que alcancen antes y mejor una madurez útil
y práctica para su vida.
Si
alguna vez has tenido la sensación de tomar las riendas y comenzar a pensar y
ejecutar las soluciones necesarias para uno o varios problemas, y has notado
que esto se ha convertido en una costumbre, bienvenido al cuadrito azul,
te toca empezar a revisar tus experiencias, creencias, sensaciones e
influencias para seguir evolucionando.
¿Existen
adultos que rehúyen sus problemas? ¿Existen adultos que siempre dan las mismas
soluciones aunque sean erróneas? ¿Existen adultos que son influidos en sus
soluciones? Cada uno que saque sus propias conclusiones y que califique el
nivel de madurez que les daría… la duda y la reflexión son necesarias para la
madurez y para una evolución interior.
¿Qué
relación hay entre filosofía y madurez?
Bien
sabemos que un filósofo es un amante de la sabiduría, y busca la sabiduría
principalmente por una pregunta ¿dónde está la verdad?
Esta
pregunta puede llegar desde situaciones límite hasta en situaciones cotidianas,
el poder de la filosofía está en la duda y en todo de lo que ella se
aprende, y dado que cada uno interpretamos la realidad de una manera única
tendremos nuestras propias dudas y nuestras propias verdades, aunque sin
reflexión y autocrítica hay quien pasa su vida sin dedicar un minuto a alcanzar
sus propias respuestas.
Estamos
hablando de que la madurez se alcanza asumiendo la responsabilidad de
dar soluciones a los problemas que nos llegan como costumbre, y muchas veces
estos problemas pueden ser de origen filosófico, enfrentarse a las
grandes cuestiones relacionadas con la existencia, la vida, la felicidad, el
amor o el conocimiento hará que nos veamos obligados a filosofar para poder
alcanzar una solución y a poner nuestras creencias a revisión. Está la opción
de escapar a estas cuestiones, de no pensar, pero ya entraríamos en una falta
de madurez que nos va a alejar del autoconocimiento y de el estado máximo de
nuestra existencia, por lo que si en vez de rehuir las grandes cuestiones las
afrontamos y profundizamos en ellas ganaremos un autoconocimiento, una sabiduría
de nosotros mismos, tan importante para nosotros como para los que nos rodean.
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