sábado, 5 de octubre de 2013

LA VERDADERA RIQUEZA


Nadie valora lo que tiene hasta que lo ha perdido, nos aconseja la sabiduría popular; ciertamente nuestra escala de valores está influenciada por el carácter, la personalidad, el nivel social, la capacidad de raciocinio, etc., por lo que cada quien concibe la riqueza de acuerdo a su particular circunstancia y ordinariamente relacionándola con los bienes materiales, casi nadie piensa en valores como la propia existencia, la salud, la familia, el respeto o el cariño que se recibe de los demás.

 A fin de comprender mejor lo anotado, a continuación exponemos el resultado de una interesante encuesta en la que varias personas de diferentes condiciones respondieron a la pregunta: ¿Qué es para usted la riqueza?

 Un médico contestó sin ambages: “Tener mucha y buena clientela que pague bien las consultas”; el atleta profesional aseveró: “Ganar fama y reconocimiento mundial para obtener altos ingresos”; un novel arquitecto manifestaba: “Lograr impactantes proyectos que sean jugosamente retribuidos”; el clásico abogado opinó convencido: “Captar múltiples e importantes casos con los que ganaría hartos billetes”; un gerente comentó impasible: “Lograr mantener a la empresa en altos y crecientes niveles de utilidades que me beneficiarían económicamente”; el ingeniero respondió sin dudar: “Desarrollar sistemas que sean de utilidad y sobre todo que sean muy bien remunerados”.

Estas personas consideran que la riqueza está asociada a la posibilidad de obtener un exuberante ingreso que le permitiría disfrutar una vida holgada, cualquier situación que los aparte de esa anhelada posibilidad será un fracaso, mayor o menor según sea la distancia por recorrer para conseguir tal sueño, en este grupo se encuentra gente que hará hasta lo imposible, lo ilícito o lo indebido, por lograr ascender a la cima de la opulencia, del poder o la fama, sin importarles los riesgos que enfrentarán o las penalidades que causarán.

 Veamos la otra cara de la moneda en el siguiente grupo encuestado, personas cuyas características y forma de ver la vida nos hacen recapacitar sobre nuestro concepto de riqueza, he aquí sus respuestas a la misma cuestión:

 Un desamparado huérfano comentó con añoranza: “Poder disfrutar nuevamente la presencia de mis padres, de mis hermanos y de toda mi familia”; un apesadumbrado y nostálgico inválido opinó: “Poder caminar en un bonito día, correr y jugar en el parque”; el infeliz invidente dijo convencido: “Ver la luz del sol y a las personas que quiero”; un reo confinado a prisión perpetua: “Poder tener la libertad para caminar por las calles de la ciudad”; un enfermo terminal, suspirando exclamó: “Estar seguro de vivir, aunque sólo sea un día más”; el sordomudo manifestó lo siguiente: “Escuchar el lamento del viento y poder comunicar a las gentes cuánto los quiero”.


Los ejemplos corresponden a casos extremos, sin embargo cumplen evidentemente con el objetivo de hacernos recapacitar sobre el concepto que cada quien tenemos de la riqueza. Es obvio que siempre habrá quien tenga más capacidad económica que nosotros, pero también es verdad que disfrutamos de dones que a otros les faltan.

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