Nadie valora lo que tiene hasta que lo ha perdido, nos aconseja la sabiduría popular; ciertamente nuestra escala de valores está influenciada por el carácter, la personalidad, el nivel social, la capacidad de raciocinio, etc., por lo que cada quien concibe la riqueza de acuerdo a su particular circunstancia y ordinariamente relacionándola con los bienes materiales, casi nadie piensa en valores como la propia existencia, la salud, la familia, el respeto o el cariño que se recibe de los demás.
A fin de comprender
mejor lo anotado, a continuación exponemos el resultado de una interesante
encuesta en la que varias personas de diferentes condiciones respondieron a la
pregunta: ¿Qué es para usted la riqueza?
Un médico contestó sin
ambages: “Tener mucha y buena clientela que pague bien las consultas”; el
atleta profesional aseveró: “Ganar fama y reconocimiento mundial para obtener
altos ingresos”; un novel arquitecto manifestaba: “Lograr impactantes proyectos
que sean jugosamente retribuidos”; el clásico abogado opinó convencido: “Captar
múltiples e importantes casos con los que ganaría hartos billetes”; un gerente
comentó impasible: “Lograr mantener a la empresa en altos y crecientes niveles
de utilidades que me beneficiarían económicamente”; el ingeniero respondió sin
dudar: “Desarrollar sistemas que sean de utilidad y sobre todo que sean muy
bien remunerados”.
Estas personas consideran que la riqueza está asociada a la
posibilidad de obtener un exuberante ingreso que le permitiría disfrutar una
vida holgada, cualquier situación que los aparte de esa anhelada posibilidad
será un fracaso, mayor o menor según sea la distancia por recorrer para
conseguir tal sueño, en este grupo se encuentra gente que hará hasta lo
imposible, lo ilícito o lo indebido, por lograr ascender a la cima de la
opulencia, del poder o la fama, sin importarles los riesgos que enfrentarán o
las penalidades que causarán.
Veamos la otra cara
de la moneda en el siguiente grupo encuestado, personas cuyas características y
forma de ver la vida nos hacen recapacitar sobre nuestro concepto de riqueza,
he aquí sus respuestas a la misma cuestión:
Un desamparado
huérfano comentó con añoranza: “Poder disfrutar nuevamente la presencia de mis
padres, de mis hermanos y de toda mi familia”; un apesadumbrado y nostálgico
inválido opinó: “Poder caminar en un bonito día, correr y jugar en el parque”;
el infeliz invidente dijo convencido: “Ver la luz del sol y a las personas que
quiero”; un reo confinado a prisión perpetua: “Poder tener la libertad para
caminar por las calles de la ciudad”; un enfermo terminal, suspirando exclamó:
“Estar seguro de vivir, aunque sólo sea un día más”; el sordomudo manifestó lo
siguiente: “Escuchar el lamento del viento y poder comunicar a las gentes cuánto
los quiero”.
Los ejemplos corresponden a casos extremos, sin embargo
cumplen evidentemente con el objetivo de hacernos recapacitar sobre el concepto
que cada quien tenemos de la riqueza. Es obvio que siempre habrá quien tenga
más capacidad económica que nosotros, pero también es verdad que disfrutamos de
dones que a otros les faltan.
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