viernes, 6 de abril de 2012

La Iglesia como un sacramento

La Iglesia nació directamente de Jesucristo, por eso es una “especie” de sacramento, “sacramento base”, en la visibilidad de su institución y en su gracia invisible, gracia que esta institución significa y comunica. La concepción de la Iglesia como sacramento es tan importante que merece ser considerada de manera especial.

No se trata, en efecto, de una expresión casual que la Iglesia quisiera usar sin darse cuenta de lo que dice, sino que muchas veces es una expresión bien usada y explicada.

Por ejemplo, cuando dice: “del costado de Cristo agonizante sobre la Cruz brotó el admirable sacramento de toda la Iglesia”.

En la Constitución dogmática “Lumen gentium” del Concilio Vaticano II, que trata sobre la naturaleza de la Iglesia, viene indicada, por una parte, la diferencia entre este sacramento y los “siete sacramentos”, porque la Iglesia es, según esta Constitución, “como un sacramento”, esto es, un sacramento sui generis, pero verdadero sacramento, porque significa y comunica la gracia:

La Iglesia es, en Cristo, como un sacramento, signo e instrumento de la íntima “unión con Dios”, unión que es producida precisamente por la gracia.

Por otro lado se ha dicho directamente que se trata del “sacramento de la salvación”, del “sacramento de la salvación humana”, y del “sacramento universal de la salvación”.

Entre los componentes de esta salvación universal, que la Iglesia, como sacramento, significa y comunica, se indica de manera particular, la unidad: la Iglesia es “sacramento de unidad”, esto es, Dios la ha constituido para que sea, para todos los hombres y para cada uno en particular, el sacramento visible de esta unidad salvífica, de la unidad que nace de la vida de la gracia, unidad que es de orden sobrenatural que, de alguna manera, unifica a la humanidad en general.

La Iglesia es, en efecto, “como un sacramento o signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano.

Como consecuencia de que el mundo se está unificando cada vez más por el fenómeno de la “globalización” debido a la eficacia y velocidad de los medios masivos de telecomunicación, la familia humana está tomando conciencia de que “toda ella” es una sola comunidad en medio del Universo, con una sola historia.

Cuando la Iglesia se inserta en esta situación de la globalización, lo hace como verdadero sacramento de unidad salvífica, y declara al mundo entero que también ella trabaja por la unidad, declara que ella misma, para este trabajo común, posee fuerzas que tocan los más profundos fundamentos de la unidad del género humano, que ella es, inclusive, el “signo eficaz” de la unidad.

La sacramentalidad de la Iglesia brota de Jesucristo: “Cristo es la luz de las naciones” y esta luz resplandece en el rostro de la Iglesia.

La Iglesia es, en Cristo, como un sacramento, signo e instrumento de la unión con Dios y de la unión de todo el género humano. En Jesucristo la Iglesia es la luz del mundo, en Él es el sacramento de la salvación y de la unidad.

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