martes, 31 de mayo de 2011

Evitar la dispersión a toda costa

El filósofo Danés Kierkegaard, afirmó: “Pureza de corazón es querer una sola cosa”. De una manera consciente o inconsciente, todos queremos al menos llegar a alcanzar algo más que la medianía, ya sea en el trabajo, destrezas naturales para pintar, vender, administrar, etc. Aún, para alcanzar un buen nivel en el “arte de vivir”, es necesario que nos dediquemos a una sola cosa.

La dispersión es uno de nuestros peores enemigos para el éxito de cualquier cosa que emprendamos; en cambio, la concentración es uno de nuestros aliados más poderosos. Napoleón se distinguía por su hábito de concentrarse solamente en la tarea que estaba desempeñando. Ya sabemos de las enormes proezas de inventores como Edison, Darwin; de artistas, escritores, empresarios; todos ellos pudieron lograr lo que lograron, en gran parte, a sus hábitos de concentrarse, en hacer una tarea a la vez, y en evitar la dispersión a toda costa.

“Yo, soy yo quien lo ha hecho”, escribió el poeta Virgilio, orgulloso de sus geniales creaciones. El poeta Ovidio expresó: “He acabado un monumento perenne como el bronce”, refiriéndose a la conclusión de uno de sus libros. Cuando tenemos muchos objetivos, no sabemos por lo general cuál es el más importante, y aún sabiéndolo, no le damos la atención debida, pues la multiplicidad de objetivos puede extraviarnos, sucediéndonos lo que dijo Séneca: “No hay viento favorable para él que no sabe a dónde va”.

Finalmente las cosas estarán a nuestro favor, tal y como lo pensó el genial Ensayista francés, Montaigne, quien escribió: “Mil rutas se apartan del fin elegido, pero hay una que llega a él”. El gran psicoanalista Erich Fromm, en uno de sus escritos, así reflexionó sobre la importancia de dedicarse a un solo objetivo:

“Cuando la energías se dividen entre varios objetivos, no sólo se dedica menos a cada uno, sino que también merma el total de energía, por los constantes choques que se producen entre ellos. Sirva de ejemplo la neurosis obsesiva. Quien duda de si hacer una cosa o la contraria y mantiene una actividad contradictoria frente a las personas más importantes de su vida, puede verse impedido para tomar una decisión y, finalmente, para actuar de algún modo. En el caso “normal”, cuando los objetivos no son tan ferozmente contradictorios, se pierde menos energía; pero, de todos modos, disminuye mucho la capacidad de alcanzar un objetivo. En realidad, no importa cuál sea el objetivo: material o espiritual, moral o inmoral.

El atracador de un banco necesita tanto querer una sola cosa como el científico y el violinista, si es que quieren hacer perfectamente, o por lo menos bien, lo que están haciendo. La despreocupación lleva a uno a la cárcel, a otro ser un profesor improductivo y aburrido y, al tercero, a tocar en una orquesta de segunda. La cosa es distinta sí solo se pretende categoría de aficionado: el atracador, probablemente, se meterá en un lío, y el científico se sentirá frustrado, mientras que el violinista disfrutará por el mismo valor de su actividad, suponiendo que no aspire a la perfección”.

El Premio Nobel de Medicina, el Español Santiago Ramón y Cajal, en una utilísima obra titulada “Tónicos de la Voluntad”, prescribe una serie de consejos para toda persona que quiera destacar en alguna actividad. Ramón y Cajal dice que uno de los caminos más directos y de una excepcional eficacia para el éxito propuesto, consiste en enfocarnos en un solo objetivo, y aplicar en él toda nuestra concentración y disciplina.

Santiago Ramón y Cajal obtuvo el Premio Nobel, gracias a sus descubrimientos en el campo de la neurología. Este excepcional médico, en otra de sus obras nos relata que él gozó de una inteligencia normal y nada sobresaliente, y que recordaba que solamente entre sus compañeros de salón en la escuela de medicina, había muchos que los superaban por mucho en inteligencia. Ramón y Cajal nos sigue diciendo que sus grandes éxitos en los descubrimientos neurológicos se debió al hecho de haberse enfocado a un objetivo y al haberse concentrado en él durante mucho tiempo.

Edison, el inventor más prolífico que ha dado la humanidad, al igual que Napoleón, inventores, empresarios, artistas, han triunfado por haberse enfocado solamente a un objetivo. Es el caso también, del gran escultor francés Rodin, quien parecía desconectarse del espacio y del tiempo cuando estaba esculpiendo, que fue siempre su actividad.

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