martes, 31 de mayo de 2011

Cada momento es único

El valor y significado que le damos al Tiempo, cambian en las distintas edades de nuestra vida. Ya de adultos, recordamos nuestra corta infancia como un Tiempo largo, y en cambio, las decenas de años después de nuestra juventud las sentimos como si transcurrieran rápido, y más sentimos que se aceleran a medida que vamos envejeciendo.

Y las mismas contrariedades de nuestra vida las vemos diferentes en las distintas etapas de nuestra existencia. Este sentimiento lo capto magistralmente el científico y pensados francés Pascal, al escribir: “El tiempo amortigua las pesadumbres y las desavenencias, porque en él cambiamos y nos convertimos en otras personas”.

La realidad, es que un porcentaje de seres humanos han tenido y tienen el privilegio de una adecuada y eficaz idea de los que es el Tiempo. Sin duda alguna, Séneca es uno de los pensadores de la humanidad que mejor lo ha concebido. En una de sus obras nos dice: “Todas las cosas nos son ajenas: solo el tiempo es nuestro”.

Lo más triste de todo, es que confundimos el hecho de haber “existido” durante mucho tiempo, con el hecho de haber “vivido” mucho tiempo. Cualquier persona que haya pasado de los 60 o 70 años, ha existido durante mucho Tiempo, pero ¿realmente los ha vivido plenamente? Aquella persona que se ha perdido en un campo, puede haber recorrido muchos kilómetros, pero no haber avanzado nada, si sólo dio círculos en el mismo espacio, sin saber que lo hacía. De la misma manera, podemos haber existido durante muchos años, pero haberlos “vivido” muy poco, si los empleamos mal y desatinadamente. Mucha razón tuvo el poeta Horacio en esta sentencia: “Cada año que pasa nos roban algo muy nuestro”. Una de las reflexiones más valiosas para un joven, y aún para una persona ya entrada en años, es tomar plena conciencia del valor del Tiempo; lo tiramos y jugamos con él como si nada valiera.

No le damos valor porque es inmaterial y porque no podemos verlo. En cambio, la obtención de bienes, lo vemos como una cuestión de la máxima importancia, aun y cuando hayamos empleado una gran parte de tiempo para su consecución, y muchas de las veces, sin gozar de ellos ni darles ninguna utilidad privada o social, pues solamente acumulamos los bienes sin saber para qué ni para quién los acumulamos, en cambio, del tiempo, del que debemos ser excelentes administradores, somos irresponsables derrochadores.

Pero llega un momento, en que una delicada enfermedad nuestra o de un ser que nos es muy querido, nos despierta de nuestro letargo y nos obliga a plantearnos la pregunta de ¿qué hemos hecho con todo nuestro tiempo pasado, y que haremos con el que nos puede quedar en el futuro, y muchas veces con el muy poco tiempo que el futuro nos puede regalar? ¿Qué no sabemos, de personas riquísimas, que ante una enfermedad grave, están dispuestas a gastar toda su fortuna a cambio de tener un poco más de tiempo? ¿Y todo el que tuvieron no les bastó? ¿No será, que personas ya de edad, padeciendo de una grave enfermedad, quieren curarse no tanto para salvar sus vidas, sino para emplear de una mejor manera el tiempo de más vida que les pueda permitir su curación?

Conservamos lo que es escaso y derrochamos lo que poseemos en abundancia; y lo trágico consiste, en que ilusamente pensamos que nos queda mucho tiempo por delante, sin darnos cuenta que si volteamos para atrás, ya hemos vivido o existido la mayor parte de lo que será nuestra existencia, y que lo que nos queda por vivir, realmente puede ser muy poco.

¿Cuál pudiera ser la mejor idea o sentimiento que nos moviera para aprovechar mejor el tiempo? En primer término, partir de una sentencia del escritor estadounidense Hemingway: “Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo”. Esto es cierto, pues nuestra muerte terminará con nuestro tiempo. Si relacionamos esta sentencia con la siguiente reflexión de Goethe, podríamos cambiar sustancialmente. Dijo Goethe: “Cada momento es único”. Si lo que nos separa de la muerte es sólo el tiempo, y si cada momento es único, hagamos el esfuerzo de acumular el mayor número de momentos únicos en nuestra vida. ¿Cómo cuales? Bien pudiera ser, convivir intensamente con nuestros seres más queridos, vivir apasionadamente una relación amorosa, desarrollar a plenitud nuestra vocación, contemplar cada día la belleza de la naturaleza, y asombrarnos constantemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario