sábado, 10 de noviembre de 2012

EL Destierro de Porfirio Díaz


El historiador Jesús Gómez Fregoso escribió sobre la partida de Porfirio Díaz de México, de donde extractamos algunas de sus ideas.

El 5 de octubre de 1910, comenzó a circular el Plan de San Luis, invitando a levantarse en armas el 20 de noviembre, donde Francisco Y. Madero anunciaba el día de su rebelión.

El día señalado, Madero atravesó el río Bravo en Ciudad Porfirio Díaz, actual Piedras Negras, para encabezar los ejércitos rebeldes; pero en esa fría mañana norteña sólo se encontró a su padrino de bautizo con unos 30 hombres y un total de ocho caballos, diez fusiles y algunas pistolas.

No le quedó más remedio que volver a cruzar el río y esperar, de aquel lado, una ocasión más propicia.

A fines de enero de 1911, cuando las tropas de Pascual Orozco y Francisco Villa dominaban ya parte de Chihuahua, Madero cruzó el río de nuevo para encabezar la rebelión. A fines de abril llegaron a Ciudad Juárez, pero el fino y educado Madero se oponía al ataque a la ciudad por temor a que las balas cruzaran la frontera y pudieran perjudicar a los norteamericanos; Francisco Villa y Pascual Orozco no le hicieron caso y, en abierta desobediencia e indisciplina, tomaron la ciudad; Madero triunfó contra las órdenes terminantes que él mismo había dado...
Cuando Porfirio Díaz se enteró de la caída de Ciudad Juárez, vio que su hora de dejar la silla había llegado. Los especialistas en historia política y militar coinciden en que la toma de Ciudad Juárez estratégicamente no implicaba la caída del régimen: Más bien se cree que en Díaz reverdeció el patriotismo de sus años de lucha republicana contra el Imperio: Para nada quiso exponerse a una invasión norteamericana y prefirió retirarse.

La madrugada del 26 de mayo, Porfirio Díaz, acompañado de su familia y un grupo de sus más íntimos, salió de su casa en las calles de la Cadena y vio por última vez el Palacio Nacional, mientras se dirigía a la estación de San Lázaro para abordar el tren a Veracruz; no tomó el de vía ancha que pasaba por Maltrata y Orizaba, sino el de vía angosta, por Jalapa. Una escolta, comandada por Victoriano Huerta, cuidaba la seguridad del ex presidente fugitivo.

Al comenzar la tarde, ya cerca de Perote, en Tepeyehualco, una partida de rebeldes trató de detener el tren, pero la escolta los dispersó, aunque sufrieron la baja de tres soldados. Alrededor de las ocho de la noche llegaron a Veracruz, donde las autoridades y el pueblo recibieron con afabilidad al anciano oaxaqueño.

El 31 de mayo de 1911, cuando el Ipiranga zarpó del puerto de Veracruz, después de que a don Porfirio le hicieron honores militares y le tocaron “Las Golondrinas”, Diódoro Batalla, periodista que había estado preso catorce veces por atacar a don Porfirio, escribió: “Si el general Díaz hubiera dejado la presidencia en 1890 o en 1900, el Popocatépetl y el Iztacíhuatl hubieran sido poco para el pedestal de su estatua”.

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