sábado, 10 de noviembre de 2012

Vito Alessio Robles


La vida y el pensamiento de don Vito se conjugan en torno de un libro, en el periódico, en la vida militar o en la vida civil, en la cátedra, la prensa, el parlamento y la relación amistosa, fue un ilustre ciudadano mexicano.

Así lo describe el Lic. Salvador Azuela en su interesante trabajo “El ciudadano Vito Alessio Robles”, de donde entresacamos algunas de sus ideas. Vito Alessio nació en la antigua villa de Santiago de Saltillo, donde estudió hasta llegar al Ateneo Fuente, de donde salió a los dos años de estudios para construir una vida limpia y laboriosa.

Pasa al ilustre Colegio Militar, de alumno a catedrático, se gradúa en ese plantel de ingeniero y luego sirve lealmente en el Ejército.

Después de sus primeros combates, se incorpora a los revolucionarios. Francisco I. Madero lo envió a Italia como agregado militar.

Al regresar, su carácter insumiso, inconforme con el régimen de Victoriano Huerta, le acarrea prisiones en Santiago Tlatelolco, en San Juan de Ulúa y en la penitenciaría de México, hasta que se incorpora a las tropas de Alberto Carrera Torres.

Derrotada la convención revolucionaria, al promulgarse la Constitución de 1917, tiene la probidad de escribirle una carta a don Venustiano Carranza, en la que reconoce que las demandas fundamentales de carácter social, válidas para su época, han sido recogidas en el texto constitucional.

Pronto se fue a la oposición. Su temperamento era el del fiscal, del crítico que habla y escribe abiertamente.

Periodista de combate en El Universal, en El Demócrata, diario capitalino que dirigió varios años; fue diputado por el Distrito Federal y senador por Coahuila. En el orden político, el momento estelar de su vida abarca esta etapa, intentó un empeño cívico destinado a la derrota, sin preocuparle el desenlace fatal. La muerte del general Álvaro Obregón fue el epílogo.

El grupo que se le enfrentó puso empeño en la batalla por la no reelección. Se recuerda su valor extraordinario al recoger los restos del general Arnulfo Gómez, candidato presidencial fusilado, en aquella cruenta etapa en la que fueron asesinados el general Francisco Serrano y sus compañeros.

Don Vito localizó el cadáver de Gómez, lo veló en su domicilio, en un ambiente de terror, para luego conducirlo, con un cortejo valeroso de antirreeleccionistas, al cementerio y despedir al candidato con aquellas palabras memorables: “el alma joven de un viejo luchador remonta el vuelo”.

Continuando con la semblanza de Vito Alessio Robles, según la visión del Lic. Salvador Azuela en su trabajo “El ciudadano Vito Alessio Robles”, en enero de 1924, cuando se desempeñaba como senador por Coahuila, tuvo aquella actuación parlamentaria, equiparable a la de Belisario Domínguez.

Amenazados los senadores de la República, que se oponían a los convenios de Bucareli que los juzgaban inconvenientes para el interés nacional por el Partido Laborista, se consuma el asesinato de don Francisco Field Jurado. En la tribuna del Senado, con entereza excepcional, reclamó enérgicamente el castigo de los responsables.

Don Vito, periodista y parlamentario, no renunció a su personalidad combativa. Partió como ministro plenipotenciario a Suecia.

Retornando a la lucha política en 1927 y 1928. Se presentó como candidato anntirreeleccionista a la gubernatura de Coahuila, fracasando en su intento.

Desterrado en los Estados Unidos, se dedicó en la biblioteca de la Universidad de Austin al estudio de documentos históricos, sobre todo de los que se referían a las provincias internas de oriente y a Francisco de Urdiñola.

Acumuló entonces materiales para escribir libros de obligada consulta, en que el historiador cobra cuerpo cabalmente. Regresó como catedrático a la Escuela Nacional Preparatoria y a la Facultad de Filosofía y Letras de la ciudad de México. Fue miembro fundador del Seminario de Cultura Mexicana, recorrió la provincia en misiones fecundas.

Amó profundamente a su ciudad de mito y de leyenda: a Saltillo. Perteneció a la primera generación romántica de revolucionarios y pensó y soñó abrir posibilidades cívicas al pueblo mexicano.

La historia no era para él un museo poblado de reliquias polvorientas; no era un panteón con lápidas y losas funerarias, era una ciudad con sus foros y sus comicios, sus debates, sus tribunos y sus partidos.

Fue un ciudadano ejemplar, fue un cronista que escribió muchas páginas de sus libros como lo hizo Bernal Díaz del Castillo, con tinta empapada en la propia sangre. Manejó con la misma dignidad la pluma y la espada, que sirvió con denuedo en las armas y en las letras.

Con Vito Alessio Robles, el más importante historiador que ha tenido Coahuila, parece que soplan sobre nuestras frentes las alas de la historia. 

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