viernes, 13 de febrero de 2015

MI VERDAD


MI VERDAD

Arrancamos… En estos momentos de miedos, fantasmas y expectativas que vive nuestro países importante hacer una reflexión concienzada sobre aquello que ha originado el deterioro y el descrédito del gobierno. No se puede hablar honestamente de ningún proyecto social en México, si primero no se revisa en este rubro el estado de fondo de la justicia. No es posible hablar de la justicia sin revisar primero el estado que guarda la asignación de los privilegios de las élites. El discurso político es hueco si no se ponen a revisión los privilegios. La riqueza, por definición, no se reparte. Lo que se reparte en la política son, esencialmente, los privilegios en el marco de la administración de las libertades. La corrupción que en este sexenio peñista se ve en todos los niveles, es un monstruo de mil cabezas, que para terminar con ella o reducirla se necesita rediseñar una política cultural de embergadura tal, que toque la raíz que es la familia. Al gobierno desde luego no le interesa. (le interesa regalar pantallas con fines electorales) El costo, deterioro, miseria, ineficiencia, desaliento, etc. que crea la corrupción “institucionalizada” en México es para todos los efectos devastadoras. Desde las clases bajas burocráticas, hasta las grandes ligas delincuenciales (de cuello blanco), la corrupción representa un cáncer brutal para el país. Los mecanismos, cuidados, castigados, estructuras jurídicas, etc. son indispensables e impostergables. La corrupción solo se erradica cuando el gobierno y la política dejen de ser un gran negocio. Cuando verdaderamente se acabe el dinero a los partidos políticos, y se cancele la posibilidad de hacer dinero con la política, los políticos que permanezcan ahí, lo harán por sus convicciones y será porque quieran cambiar el curso de la historia. No es cierto que el Estado deba financiar la democracia. La democracia se financia por sí misma, a partir de la verdadera participación ciudadana. Si el gobierno y la clase política están llenos de dinero, no hay proyecto de país que así funcione, porque con el dinero la política deja de ser política y se convierte en negocio. La vocación política no es de influencias o empleos, sino de servicios, ideas, solidaridad social y patriotismo. El hecho de que tengamos un Tlahtoani estilo Peña, carismático sui generis significa que en buena medida la política mexicana – aún en el seno de los partidos de oposición – no está secularizada, que siguen privando el carisma y el providencialismo ante las próximas elecciones por venir, se revela a la luz en todos los partidos, la cargada y la consabida linea a favor de los favoritos de las élites partidistas, de los gobernadores y del mismo presidente de la República. La cargada se dará pues, a partir del banderazo (dedaso) de arranque, no solo en los términos y con los recursos tradicionales – uso de recursos del gobierno (materiales y humanos) de todo tipo en favor de los candidatos oficiales -, sino que se complementará con todo una cargada mediática, portadora de la línea gubernamental, lo cual, en conjunto, conformará un montaje simbólico que determinará la percepción de que el bueno es “el ungido por el dedo del señor”. El tiempo de dirigentes y activistas se consume sin conciencia, la manera de seguir siendo dirigentes. Con un nivel de analfabetismo funcional tan alto y tan bien repartido, la oposición siempre va a estar luchando contra una caricatura de Porfirio Díaz, que se cree un anuncio espectacular y los PRIístas sonriendo con su treinta por ciento de votos que les permite ganar. MI VERDAD.- Lo frecuente es maquillar el presente.

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