viernes, 31 de diciembre de 2010

Tiempo y muerte

Tiempo y muerte
Mientras estemos fuera de sí, como cazadores de lo inútil, seremos ciegos al tiempo

Andamos en la vida como hijos pródigos: derrochadores y gastadores. Desgraciadamente, malgastadores de nuestro recurso más valioso, irrecuperable e incomparable: ¡nuestro tiempo!

El tiempo, que es de lo que está hecha nuestra propia vida, lo dejamos escapar con tal facilidad, como se le escapa a nuestra boca el vaho en un día de mucho frío.

“Breve e irreparable es para todos el tiempo de la vida”, escribió el poeta Romano Virgilio. Y el Romano Ausonio nos había prevenido de la fugacidad del tiempo: “Coge, o doncella, las rosas mientras están en flor y tú en tu adolescencia, acuérdate de que al igual que ellas tus horas pasan velozmente”.

Pero jamás podremos cuidar de nuestro tiempo, mientras no sepamos cuáles son nuestros bienes más preciados. Si andamos a la caza de cualquier posesión, el tiempo se ocultará de nuestros ojos.

Pero en el momento de que hagamos uno de los más sorprendentes descubrimientos que podremos hacer a lo largo de nuestra existencia, nuestro tiempo se nos hará visible, y con la fuerza de un ciclón sacudirá nuestro corazón: el descubrimiento de que debemos ir a la caza de recuperar la “posesión de nosotros mismos”.

Mientras estemos fuera de sí, fuera de nosotros, como cazadores de lo inútil, seremos ciegos al tiempo. Y en el momento que vayamos tras “la posesión de nosotros mismos”, seremos los más fieles carceleros de nuestro tiempo.

Una parte de nuestro tiempo se nos escapa sin saber en qué; otra parte, nos la roban una serie de saqueadores y de intrusos, sin tenernos la menor consideración: personas que se creen con todo el derecho de distraernos, importunos con ofertas de todo tipo, o pidiendo nuestra ayuda sin mostrarnos el menor agradecimiento.

Y hay que añadir, el tiempo que nos robamos a nosotros mismos, con nuestra frecuente negligencia: descuidos que debemos reparar después, dada la maldita negligencia con que actuamos. “Pronto se pierde por descuido lo que con mucho trabajo, dificultosamente, se ganó por gracia”, escribió Tomas de Kempis en su obra “Imitación de Cristo”.

Séneca escribió en una de sus Epístolas Morales a Lucilio: “Y, si quieres poner atención, te darás cuenta de que una gran parte de la existencia se nos escapa obrando mal, la mayor parte, estando inactivos, toda ella obrando cosas distintas de las que debemos”.

Una de las causas más poderosas que nos inducen a ser unos verdaderos malbaratadores de nuestro tiempo, consiste en el permanente autoengaño de que “se mueren los demás, pero no nosotros”. No nos damos cuenta que aun la persona más longeva que haya existido en la Tierra, traía larvada la muerte al nacer.Un optimista rosa e irreal puede decirnos que el niño, al ir creciendo va acumulando vida, pero la realidad es también lo contrario: desde que nacemos la muerte se va apoderando poco a poco de nosotros.

Y es que cuando se nos acaba el tiempo aparece la muerte, sin haber sabido nosotros, que la muerte y el tiempo hicieron un inviolable trato: el Tiempo le dijo a la muerte: “Déjame darles tiempo a estas personas”. Contestándole la muerte: “El Tiempo de vida lo fijo yo, y además, por qué tan pretencioso, ingenuo tiempo, ¿qué a caso no sabes que desde que nacen tus favorecidos, del tiempo que les das, yo, desde que nacen, se lo empiezo a arrebatar?

La avaricia es un vicio horrendo: tiene cabeza de buitre, tórax de cofre que atesora, apetito insaciable de loba, y colmillos de murciélago. Pero aun siendo tan detestable este vicio, los dioses de todos los pueblos y culturas de la historia humana bien nos recomendarían que fuéramos siempre unos verdaderos avaros de nuestro tiempo: que tratáramos de acumular todo lo que pudiéramos, que fuéramos sus implacables carceleros. Siendo avaros del tiempo, nos dice Critilo, estaríamos muchísimo más pendientes de nuestro presente, fisionándonos con el tiempo del momento, esforzándonos por darle a la fugacidad del momento, un valor de eternidad.

Y es que todo no es ajeno: cónyuge, hijos, gloria, riquezas, salud, etc. Sólo es nuestro el tiempo que los dioses nos conceden vivir. “Time is money” (el tiempo es dinero), frase mundialmente famosa que acuñó una persona que jamás entendió el valor de la vida misma, o bien, que tenía carcomido su corazón a consecuencia de una grave perversión moral.

¡Nuestro tiempo es vida, es la inmensa muralla que no le permite la entrada a la muerte!

Nuestro Tiempo es el hilo divino de la oportunidad, que nos permite ir esculpiendo nuestra estatua con la que ha siempre soñado nuestra alma.

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