domingo, 13 de noviembre de 2011

Actitud

¡Todos queremos tener las mejores actitudes, pues sabemos, que de aplicarlas, nuestras vidas mejorarían enormemente!

Seguramente, adoptar la actitud correcta en los momentos precisos y en las circunstancias apropiadas, constituye uno de los instrumentos más poderosos y eficaces de los seres humanos para aumentar muchísimo nuestra calidad de vida en casi todos los sentidos.

Estoy absolutamente convencido de lo que escribió sobre la actitud, el psicólogo y filósofo estadounidense William James, quien nació en 1842 y falleció en 1910. Este psicólogo, uno de los más importantes, padeció durante mucho tiempo de profundas depresiones nerviosas, prolongadas melancolías, y de todo el abanico de emociones que abaten a una persona.

William James trató de suicidarse varias veces, pero logró estabilizar emocionalmente su vida y hacer importantes aportaciones a la ciencia de la psicología. Durante la vida de James, no existían los antidepresivos ni los fármacos contra la ansiedad.

Lo más probable es que sus graves depresiones obedecieran a un desbalance de su química cerebral y no a problemas psicológicos ni existenciales.

A pesar de no contar con los fármacos que su cerebro necesitaba, James, gracias a su profunda sabiduría, logró llevar una vida enormemente productiva. He leído muchos estudios de éste psicólogo, por lo que creo que sus afirmaciones son muy sabias y profundamente científicas.

Me he extendido en dar a conocer algunos datos de William James, en virtud de que lo más confiable e importante que se ha dicho sobre la actitud se lo debemos a este psicólogo y filósofo estadounidense.

En el siglo 19, William James escribió:

“El descubrimiento más grande de mi generación, es que un ser humano puede modificar su vida cambiando su actitud mental”.

Por “actitud mental”, James entendía tanto las ideas como las emociones. Y aquí podemos empezar a coger el hilo por la punta, a fin de poder conocer de qué se compone toda la madeja de la actitud.

¿Por qué razón no adoptamos ni podemos adoptar la actitud correcta que más nos beneficiaría? ¡Esta es la pregunta que no se han planteado ni los psicólogos científicos ni los escritores de libros de autoayuda!

¡En ningún libro de autoayuda jamás he leído cuál es la “naturaleza” de toda actitud, como tampoco la manera, la forma, las condiciones que debemos seguir para “aplicar” la actitud adecuada o que deseamos!

En primer lugar, deseo transcribir íntegramente un corto ensayo que sobre la actitud escribió Charles Swindoll, y que aparece traducido al español en la obra del doctor Don Colbert, titulada “Emociones que matan”, y editada por Grupo Nelson, en 2011, en Estados Unidos.

Este corto ensayo sobre la actitud es el siguiente:

“Las palabras jamás pueden transmitir adecuadamente el increíble impacto de nuestra actitud hacia la vida. Cuanto más vivo tanto más me convenzo de que la vida es un 10% lo que nos sucede y un 90% el modo en que reaccionamos ante ello.

“Creo que la decisión más importante que puedo tomar día a día es qué actitud tener. Es más importante que mi pasado, mi educación, mi cuenta bancaria, mis éxitos o fracasos, la fama o el dolor, lo que otros piensan o dicen acerca de mí, mis circunstancias o mi posición.

La actitud me permite seguir andando o me impide el progreso. Alimenta mi fuego o ataca mis esperanzas. Cuando mis actitudes son las correctas no hay barrera demasiado alta, ni valle demasiado profundo, ni sueño demasiado extremo, ni desafío demasiado grande para mí”.

La importancia de la actitud sobre la que escribe Charles Swindoll es lo mejor que he leído, pero aun así, este autor nada nos dice sobre la “naturaleza” de la Actitud ni de los mecanismos para su adopción y aplicación.

Empezaremos diciendo que toda actitud es una “disposición de ánimo”, y en tal sentido, su “naturaleza” es de orden emocional, aunque esta naturaleza emocional siempre incluye procesos de nuestra inteligencia: valoraciones, ideas, creencias racionales e irracionales, prejuicios, simpatías y antipatías, etc.

Don Colbert, doctor en Medicina de los Estados Unidos, sobre la actitud opina lo siguiente:

“En cierta medida, todas las emociones fatales derivan de nuestras actitudes. Y las actitudes son algo que podemos controlar. Podemos elegir cómo pensar y cómo sentirnos acerca de cualquier circunstancia, evento o relación en nuestra vida. Podemos elegir en gran medida cómo enfrentamos la pena, el resentimiento, la amargura, la vergüenza, los celos, la culpa, el miedo, la preocupación, la depresión, la ira, la hostilidad, y toda otra situación emocional que dispare una respuesta física”.

Actitud (segunda parte)
La columna pasada es indispensable para la comprensión cabal de la presente columna, por lo que no reiteraré cuestiones fundamentales vistas con anterioridad.

Todas nuestras actitudes: obras, comunicaciones con otras personas, pensamientos y emociones internas que no hemos exteriorizado, están formadas por “disposiciones de nuestro ánimo”, y por “decisiones” (equivocadas o acertadas) que deseamos ejercer. No existe ni una sola Actitud “fría”, es decir, sin componentes emocionales, como: enojo, simpatía, optimismo, pesimismo, odio, amor, etc. Nuestra conducta con otras personas podrá ser muy educada y respetuosa, aun y cuando nuestra disposición de ánimo sea de enojo.

Lo más importante es que tomemos conciencia de qué actitudes nuestras “adecuadas”, nos dan resultados deseados; y qué actitudes inadecuadas sabotean nuestros objetivos.

Una de las más equivocadas concepciones es creer que todas nuestras actitudes deben tener un “ánimo” positivo, calmado y triunfante. ¡No es así! Por ejemplo, si vamos a reclamar un derecho que nos han negado, o si hemos recibido una ofensa injusta, nuestra actitud correcta sería la de mostrar nuestra inconformidad y enojo.

Si una persona asiste al funeral de un familiar muy querido de un amigo, la actitud de llegar al funeral con un ánimo alegre, positivo y festivo, sería una actitud desastrosa. Si vamos a entrevistarnos con un posible cliente que queremos tener, y empezamos a expresarnos con desaliento, desconfianza y un ánimo de derrota anticipada, nuestra actitud será totalmente inadecuada.

Con mucha frecuencia, las actitudes que adoptamos ante los sucesos que nos pasan, no están soportadas o apoyadas por las “disposiciones de ánimo” más adecuadas. ¡No nos damos cuenta de esto, y de ésta inconsciencia se derivan muchos contratiempos y daños en nuestro perjuicio y en perjuicio de otros! Por esto, lo más importante que está bajo nuestro control, es preguntarnos en qué “disposición de ánimo nos encontramos” ante la necesidad de decir algunas cosas o actuar de una determinada manera. Derivado de lo anterior, sí podemos (en la mayoría de los casos) “hacernos cargo de nuestras actitudes”. Y por esto, nada más importante que estarnos planteando permanentemente, la siguiente pregunta: ¿Es éste el modo, la forma, la manera como quiero pensar, sentirme, comunicarme y actuar?

El solo planteamiento de esta pregunta nos conducirá poco a poco, a frenarnos ante nuestro primer impulso. “Frenarnos”, será una palabra clave en lo futuro de nuestra vida (esta palabra la podemos escribir en alguna tarjeta que llevemos siempre, por un tiempo bastante largo, hasta que nos acostumbremos a pensar siempre en la palabra, “frenarnos”).

“Me dejé ir”, “no me pude detener”, “me ganó el coraje, la prisa, etc.”, son frases muy frecuentes en personas que dañaron a otros y que ofendieron sin razón alguna.

“Frenarnos”, es el “stop”, el aviso de que sí está a nuestra disposición durante unos días, horas, minutos o segundos “entre” nuestra reacción emocional y nuestra acción, el detenernos. Esos segundos pueden salvar nuestra vida, llevar a feliz término un negocio, conciliar un conflicto, aun y cuando nuestra “disposición de ánimo” sea de odio, vergüenza, tristeza, pánico, etc.

La española María Moliner, en uno de los mejores diccionarios elaborados en la historia de la lengua española (“Diccionario del uso del Español”, publicado por la editorial Gredos de España), nos da el siguiente catálogo de disposiciones de ánimo relativos a la forma de concretarse una actitud, y que son las siguientes, entre otras:

Ademán, gesto, actitud abierta, absurda, amistosa, arrogante, benévola, clara, comprensiva, confiada, desconfiada, desdeñosa, despectiva, displicente, estúpida, gallarda, hostil, humilde, improcedente, incomprensible, inconveniente, prudente, rebelde, reservada, soberbia, sospechosa, sumisa.

Las anteriores son maneras de estar dispuestos a comportarnos u obrar.

La vida la vivimos a “momentos”, y nuestra existencia puede ser excelente en muchos sentidos, en la medida en que sepamos y estemos dispuestos a adoptar la actitud más adecuada que nos exijan esos “momentos” de nuestra vida. Si queremos llegar a ser más amistosos con las personas, nada mejor que adoptar una actitud de empatía. Esto me recuerda lo que dijo la gran estadista de la India, Indira Gandhi: “Con el puño cerrado no puedo intercambiar un apretón de manos”. Nuestros puños cerrados nos revelan una actitud agresiva y no amistosa. Winston Churchil, el enorme Primer Ministro de Inglaterra, y uno de los estadistas que más luchó contra el nazismo y el fascismo, y defensor de las libertades, una vez, afirmó: “Las actitudes son más importantes que las aptitudes”.

¡Claro que nuestras actitudes son más importantes que nuestras aptitudes, y también, que nuestros conocimientos e inteligencia! ¡Las actitudes son lo principal para mejorar nuestra existencia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario