miércoles, 30 de noviembre de 2011

Nuestra tabla de salvación

¿Cuándo se empiezan a perder los valores morales?... ¿Cómo se extravían los valores morales? Con éste cuestionamiento atajó el filósofo español, Fernando Savater, el conocido lugar común en que se han convertido las expresiones sustantivas “valor, valores” y las adjetivas “moral y morales”para endosar la responsabilidad del desorden social y público a las naciones, a los gobiernos, a las iglesias, a la educación, a la seguridad pública, a la irresponsabilidad familiar, a la ineptitud de la ley hecha fuerza, más el largo etcétera que a usted, lector, le pluguiera agregar y pudiese servir para expresar las mismas cuestiones dirigidas al conglomerado genérico que conocemos como “ciudadanos”.

“La crisis de los valores morales. ¿Se acuerda usted de cuando los valores morales estaban en auge y todo mundo hablaba de lo que era la moral? Savater responde con otra pregunta a su primer cuestionador. Y le dice: oriénteme usted sobre cuándo empezamos a perder esos valores morales. Esta pregunta nadie la sabe contestar”, Savater ironizaba, según informaron ayer los diarios.

Este columnista creyó entender que el cuestionamiento del conferencista a su audiencia sólo fue un ancla para enganchar la preocupación general sobre el tema y encauzar a su audiencia rumbo a una pertinente conclusión. He aquí, sin embargo, lo que el filósofo dijo en seguida: “No hay ningún tipo de crisis, salvo que entendamos que la moralidad, (sea) lo que piensan las supersticiones (y) se deba entender que las señoras deberían llevar la falda a tal altura o a ésta otra, que los jueves hay que comer no sé qué, los viernes no sé cuánto; todas esas cosas que son caprichos normalmente folclóricos, pues la moral no tiene, por fortuna, nada que ver con esta concepción”, dijo. “En cambio -añadió Savater- lo que está en crisis no son los valores morales, lo que está en crisis es el civismo, los valores cívicos; eso sí que está en crisis, la consolidación de unos valores cívicos imprescindibles para el funcionamiento de la democracia; que las personas sepan hacer un uso crítico y responsable, a la vez, de las instituciones democráticas, ¡eso sí está en crisis!.”

Savater comentó finalmente que la educación no la dan los medios de comunicación y que “cuando se habla de educar, siempre hay la tendencia a decir: Pobres, hay gente sin educación. Mentira: Nadie se queda sin ser educado, el problema es quien lo educó o lo va a educar a uno: Al que no eduque una familia responsable, unos maestros acreditados y un sistema educativo como es debido, le educará la calle, le educarán los gángsters,le educarán los peores ejemplos de violencia, de corrupción, de vanidad. Eso último nos viene por la televisión”.

Las conclusiones del eminente pensador ibérico, aquí reproducidas, no dan a luz nuevas conceptos; es parte de lo mucho que el autor ha escrito, tanto en sus lúcidos artículos periodísticos como en sus libros y por lo tanto son las mismas a las que otros muchos hemos llegado cuando alguien, en el clima dizque intelectual de las cafeterías, pone sobre la mesa el descuido de la sociedad y de sus gobiernos ante las múltiples realidades factuales; sobre el asesinato consuetudinario de malas y buenas personas, mediante el soslayo de las autoridades en cada uno de los 2,590 municipios de la República frente al creciente alcoholismo de las comunidades; ante la carencia de un mínimo respeto a la vida humana e igualmente el soslayado incremento de la cosecha de vegetales alcaloides y su mezcla y producción con algunas síntesis químicas estimulantes, más la ausencia de horarios de funcionamiento en los llamados “antros” cínicamente planteados por los productores de bebidas etílicas para lograr, pagando publicidad en los medios electrónicos, el fácil secuestro de los jóvenes y en casi todos los casos, con la omisión de una vigilancia eficaz por las autoridades.

Repetir esta ingrata realidad de nuestros tiempos no colabora a extirparla, ni a bajar su tono dramático; ella es, en sí misma, la peste de los tiempos actuales; tampoco es dable que la complejidad de su curación sea una razón para dejar de aplicar la medicina que nos cure de ella. Igual de largo y pesado es el tratamiento contra sus mórbidos orígenes.
Resultaría valioso intentar una reeducación para jóvenes en edades maleables; vale decir susceptibles a la influencia de maestros capacitados y convincentes. No busquemos descubrir el hilo negro, pero sí apliquémonos a la urgencia de comprobar su eficacia terapéutica. Ni las balas, ni las cárceles, ni los ajusticiamientos han dado buenos resultados; sólo han servido para exacerbar pasiones pírricas sin victorias.

¿Por qué no gastar, con un grado de éxito posible, parte de los cuantiosos fondos económicos que ahora se dilapidan en una guerra sin ningún triunfo y pocos sobrevivientes a la vista? ¿Por qué no, desde ahora, reabrir la clase de civismo que el clero y el panismo vía Fox censuraron en las escuelas primarias y secundarias del sistema educativo nacional? Escuchemos a Fernando Savater y a los otros pensadores que han opinado igual; ellos podrían constituir nuestra tabla de salvación para volver a ser una sociedad positiva y laica.
Roberto Orozco Melo

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