domingo, 13 de noviembre de 2011

Más que la ausencia de vida

En un artículo muy interesante el arquitecto, posgraduado en marketing, Paulo Angelim, comenta que estamos acostumbrados a escuchar la palabra muerte sólo como la ausencia de vida. Sin embargo, existen otros tipos de muerte.

Afirma Angelim que la muerte es algo pasajero, una transformación. “No existe planta sin la muerte de la semilla, no existe el embrión sin la muerte del óvulo y del esperma, no existe mariposa sin la muerte de la oruga”.

La muerte no es más que el punto de partida para el inicio de algo nuevo, la frontera entre el pasado y el futuro.

Sí quieres ser buena universitaria, aconseja Angelim, mata dentro de ti a la adolescente que cree que tiene todo el tiempo por delante. ¿Quieres ser un buen profesionista? Entonces mata dentro de ti al universitario que se conforma con estudiar sólo lo suficiente para pasar los exámenes.

¿Quieres tener una buena relación con los demás? Entonces mata dentro de ti a la mujer insegura, al hombre celoso, al joven amargado, al adulto exigente, al padre inmaduro, al hijo egoísta, a la persona individualista que piensa que puede hacer planes solo, yendo por la vida sin compartir, sin servir, sin apoyar, sin agregar valor a las vidas de los demás.

¿Quieres tener buenas amistades? Entonces mata dentro de ti a la persona insatisfecha, mata la voluntad de manipular a las personas de acuerdo con tu conveniencia. Respeta a tus amigos, sirve a tus colegas de trabajo, haz por tus vecinos lo que te gustaría que hicieran por ti; no esperes a que los demás den el primer paso, dalo tú.

En fin todo proceso de evolución, coincide Angelim, exige que matemos a nuestro “yo” pasado, aquel ser de limitaciones, dudas, miedos, que se ve atrapado en un mundo inferior.

¿Y cuál es el riesgo de no actuar así? No evolucionar. Muchas personas no evolucionan porque se quedan atrapadas en lo que eran, no se proyectan para lo que serán o desean ser. Anhelan una nueva etapa, sin cambiar la forma en cómo piensan o actúan. Acaban transformándose, dice Angelim, en proyectos inacabados, híbridos, adultos infantilizados.

Podemos aún actuar, a veces, como cachorros, de tal forma que nos mantenemos con las virtudes de un niño que también son necesarias en los años de adultos, como jugueteos, sonrisas fáciles, vitalidad, creatividad, tolerancia, etcétera.

Más, sí quisiéramos ser adultos, debemos necesariamente matar algunas actitudes infantiles, para pasar a actuar como adultos, para que la inmadurez dé paso a la madurez, para que la oruga muera y nazca la mariposa, que se sabe libre, pero al mismo tiempo comprometida con los demás.

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