miércoles, 23 de mayo de 2012

¿Cuál es el significado de mi vida?

Con seguridad, la pregunta más esencial, más importante que cada uno de nosotros podremos plantearnos, es ésta: ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿Qué significado tiene mi vida? ¿Tendrá sentido que yo exista?

Estas preguntas, que en realidad es una sola, ha trastornado espiritualmente a muchos; a otros, los ha francamente enloquecido; algunos, se han privado de la vida al no haberle encontrado ni siquiera una parcial respuesta; y muchos han vivido con paz, al haberle encontrado una respuesta satisfactoria.
A lo largo de nuestra existencia, el hilo de nuestra vida gotea sangre: no hay vida fácil para nadie, llegamos a experimentar pérdidas que mucho nos hacen sufrir, pero a lo largo de este camino pedregoso y de espinas, siempre podemos amar y encontrarle un profundo “sentido” a nuestra vida.
No es necesario que seamos productores de cultura o de bienes económicos; de hecho, podemos no hacer nada, y aun así, la vida de cada uno goza de un total sentido. Por el puro hecho de ser personas, de gozar de un alma, nuestra vida tiene sentido, momento a momento, durante toda nuestra existencia.
El no creer que nuestra vida goce de “significado” es suficiente para vivir una existencia tormentosa. Todos nosotros hemos leído en la prensa cartas que dejaron los suicidas: “no culpen a nadie por mi muerte… pido perdón a… pero ya no quiero vivir, pues mi vida no vale la pena…”.
El no estar convencidos del significado de nuestras particulares vidas, es propio del ser humano, por lo que este “vacío existencial” o un vacío de propósitos, igual lo padecen los ricos que los pobres, los analfabetas, que los hombres más cultos, las personas desconocidas, que los artistas y actrices de cine más famosos. Sabemos de actrices bellísimas, saludables, famosas y ricas, así como de actores con estas cualidades que se han privado de la vida; y también sabemos de jóvenes que se ahorcan por un despecho amoroso.
Muy seguramente, el peso que inclina la balanza del suicida no fue el despecho amoroso, la pérdida de fama, de salud, de dinero o poder. Lo que al final de cuentas inclinó la balanza fue un factor esencial: “la falta de un sentido de la vida de esos suicidas”.
El inmenso novelista ruso, Tolstoi, escribió este fragmento autobiográfico: “La cuestión que a los 50 años me llevó tan cerca del suicidio era la más simple de todas y la que está en el alma de cada hombre, desde el niño más pequeño hasta el más grande de los sabios: ¿Cuál será el resultado de lo que estoy haciendo ahora y de lo que haré mañana? ¿Cuál será el resultado de toda mi vida? En otras palabras: ¿por qué vivir? ¿Por qué desear algo? ¿Por qué hacer algo? Aun más sencillo: ¿Hay algún significado en mi vida que no destruya la muerte que me está esperando?”.

Tolstoi fue un atormentado a lo largo de su vida, como también lo fue el más grande psicólogo de todos los tiempos: el novelista ruso Dostoievski. Y Napoleón, al principio de su carrera militar pensó en suicidarse. Y esto ha sido una constante en genialidades del arte, la literatura, las ciencias, en hombres de negocios, enfermos, trabajadores con oficios sencillos, jóvenes desorientados, etc.
El filósofo existencialista francés, Albert Camus, escribió: “He visto a mucha gente que moría porque no consideraba que valía la pena vivir. De esto deduzco que la cuestión del significado de la vida es la más urgente de todas”.
Una pregunta crucial y definitiva es esta: ¿cualquier persona, sin distinción de sexo, posición social o económica, nacionalidad, credo religioso, goza de un significado de la vida? La respuesta es, un contundente “sí”. Por el sólo hecho de existir como ser humano, goza de una real dignidad, de alma, y por esto, solo por esto, su vida tiene un real significado.
Ahora bien: algo muy distinto, es que cada persona pueda precisar el particular sentido de su vida. Cuando la persona cree carecer de un significado de su existencia, esa carencia le impide vivir en plenitud, falta de plenitud que lo lleva inexorablemente a enfermar su espíritu y a trastornar sus emociones fundamentales.
Pienso que la carencia, y más bien, la creencia de que una persona carece de un sentido de su vida, la conduce a un permanente y profundo sufrimiento de su alma. Cuando alguien siente que su existencia carece de significado, el alma se achica, la noción de la vida se desvanece, los propósitos personales carecen de valor, la personalidad se enferma y la vida se derrumba.
Toda persona puede precisar un particular sentido de su vida, que hará que su alma sane y su existencia florezca. Responsabilizarse por un hijo, esposa o padre enfermo. Alimentar a una familia, proteger la propia integridad, honor y dignidad.
En una enorme mayoría de las personas que están convencidas de que sus vidas carecen de sentido están francamente equivocadas: sus vidas no carecen de sentido, sino que distorsionan incomprensiblemente su realidad.
¿Cómo es posible que una madre soltera afirme que su vida carece de sentido, cuando es ella, la que alimenta y está formando a sus hijos?
Un hombre o mujer con un empleo sencillo, ¿cómo puede creer que su vida carece de sentido y ha estado cuidando la salud o discapacidad de un hijo y cuando éste hijo o hija, su madre o padre es más que el mismo Dios?
Inclusive las personas sin productividad económica y que no están cuidando a ninguna persona, pero que padecen graves enfermedades que implican sufrimientos intensos y muy prolongados, ¿no son verdaderos héroes para muchísimas personas, y gracias a su ejemplo, enfrentan la vida con valentía y dignidad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario