miércoles, 23 de mayo de 2012

La obligación de la falsa alegría

¡Ha de andar muy mal la Felicidad, para que necesite de tantas recetas para que pueda darse! Me imagino, que los seres humanos de hace 3 mil años para atrás, rarísima vez pensaban en la Felicidad. Tenían tareas muchísimo más importantes que estar ocupándose en cómo ser felices. Toda la estructura de la sociedad capitalista salvaje de nuestros días, finca todo su atractivo en cómo hacernos más felices. Éste capitalismo es absolutamente tirano y dictador en torno a nuestra Felicidad. Nuestra sociedad de consumo nos quiere obligar a “ser felices”. Y sucede lo mismo que con todo aquello a lo que se nos obliga tiránicamente: simplemente fracasan en sus mandatos.

Nuestra sociedad de consumo se sintió envidiosa de los griegos que crearon sus maravillosos dioses mitológicos, y creó nuestra sociedad un dios al que “estamos obligados a idolatrar”: el dios de la Felicidad. Leamos los diarios de cualquier ciudad de las naciones capitalistas, y veremos una infinidad de recetas para la Felicidad: desde cómo reducir 10 kilos en una semana, pasando por seminarios para contactarnos con las fuerzas infinitas del cosmos, o fórmulas para llevarnos bien con nuestros hijos, hasta cursos para alcanzar la Felicidad en una inmersión de 16 horas seguidas, o tomando el curso del último iluminado de los gurús que acaba de llegar del Oriente.
Además, qué mejor para curar una depresión crónica, un luto no superado, una aguda angustia y ansiedad, o un profundo sentimiento de culpa no entendido, que comprar los últimos modelos de los automóviles con precio de ganga, adaptables a todas las clases sociales.
La nueva “tiranía de la Felicidad”, provoca que muchas personas se sientan amenazadas y fracasadas al no poder ver sus ojos esa deslumbrante “lluvia de estrellas” que sí perciben los adoradores fanáticos del dios de la Felicidad. La orden tiránica: “tienes que ser feliz, estás obligado a serlo”, paraliza de miedo al que lo intenta, según las “recetas infalibles” que nos prescribe nuestra sociedad de consumo.
En la misma medida en que el mercado amplía la base de sus ofertas a fin de que podamos vivir con “mayor plenitud”, en esa misma medida, el consumo le exige al individuo la necesidad de esforzarse para alcanzar esa “plenitud” tan ansiada. El mercado va a continuar inflando sus ofertas permanentemente, y los individuos se deslizarán en esa rampa rápida de aprovechar el mayor número de ofertas. Los individuos que no puedan seguirle el paso a las gangas constantes del mercado, la misma sociedad los marginan: son los individuos con menor ingreso, y los menos aptos para lograr la plenitud; y los individuos con ingresos suficientes o sobrados, serán los devoradores insaciables de un consumo sin fin.
Los marginados, se sentirán incapaces y frustrados. Los glotones consumistas, estarán permanentemente hambrientos de consumir más bienes y servicios. Los marginados y los glotones, no habrán alcanzado la Felicidad. Los glotones del consumo, se parecen a los que persiguen su propia sombra: que nunca podrán alcanzarla. Ésta incitación a un variadísimo consumo se convierte en un proceso diabólico: marginados con sentimientos de fracaso, y glotones que no les surte ningún efecto las incontables recetas y ofertas para la Felicidad.
Considero que si por arte de magia o por un mandato divino, esa “tiranía” de ser felices a toda costa, se terminará, sí contribuiría a un mayor bienestar nuestro, ya que desaparecería esa presión constante por alcanzar la plenitud. Nuestra sociedad de consumo, por sí misma produce toda una serie de patologías psicológicas y sociales en todos los seres humanos, incluso en los más ricos, que al menos abrigan un sentimiento de desolación, al no tener la menor certeza de que pasará con su riqueza cuando ellos mueran.
Debemos estar advertidos de que es absolutamente imposible que podamos gozar de un estado permanente de Felicidad. La Felicidad es elusiva, esporádica, y dependiente de múltiples factores que están fuera de nuestro control: la violencia, pobreza, enfermedades, hastío, rompimiento imprevisto de relaciones afectuosas, la muerte de seres que nos son muy queridos, fracasos personales, la vejez que se nos acerca, y muchas causas más, impiden que podamos acceder a una Felicidad “asegurada” y “permanente”.
Los seres vivos evolucionados, para hablar sólo de los animales, plantas y hombres, están en una lucha constante contra inclemencias de todo tipo. Incluso, las “Secuoyas” o “Secoyas”, pertenecientes a las coníferas, y que pueden vivir más de 2 mil o 3 mil años, aun a esos poderosos árboles, les llega las enfermedades y la muerte.
Solamente la ayuda mutua, la solidaridad, el apoyo de grupos, los lazos de amistad, el amor a la familia, sólo esto, constituye los factores más importantes de nuestras vidas personales.
Aristóteles en su obra, “Ética a Nicómaco”, escribió: “La felicidad es, en cierta manera, accesible a todos, porque no hay hombre a quien no le sea posible alcanzarla mediante cierto estudio y los debidos cuidados, a menos que la naturaleza le haya hecho incapaz de toda virtud”.
Aristóteles fue un genio y uno de los más grandes educadores de la humanidad, pero no por esto tiene razón en todo lo que haya escrito.,En la anterior reflexión, Aristóteles se equivoca, pues la felicidad no es accesible a todas las personas. Esta idea de que la felicidad es accesible a todos, es absolutamente imposible de que sea cierta.
¡No existe una “felicidad” para todas las personas! La felicidad es un traje hecho a la medida. Ciertos bienes y deleites proporcionan a determinadas personas momentos de felicidad, mientras que a otras, los mismos bienes y deleites les causan infelicidad.
¡La tiranía de “tener que ser” felices, mata todo intento de poder llegar a serlo, aun de manera esporádica!
¡La tiranía del capitalismo salvaje que nos quiere vender la idea de que podemos ser felices si consumimos lo más posible, es una locura!



jacintofayaviesca@hotmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario