martes, 19 de abril de 2011

EL OCTAVO HÁBITO

El octavo hábito
Lic. Jorge E. Verástegui Saucedo
jveraste@hotmail.com
Subsecretario de Vinculación entre el sector educativo y el productivo Sefomec.

La semana pasada hice referencia a Stephen Covey y su libro los “7 Hábitos de la Gente Altamente Efectiva”, hoy y como continuación a dicha obra, deseo comentarle el libro el “Octavo Hábito” del mismo autor.

El “Octavo Hábito” nos invita a saber escucharnos a nosotros mismos, a descubrir esa voz interna que nos habla constantemente pero sobre todo ayudar a los demás a descubrir la suya: es decir, a pasar de la efectividad a la grandeza.

Si como propietarios de un negocio o como jefes de un departamento o área, les enseñamos a nuestro personal a como sacar provecho de su propio yo, eso contribuye a hacer crecer a la organización mediante las cualidades de cada persona, las cuales son únicas e irrepetibles.

Lo anterior, significa despojarse del egoísmo para compartir potencialidades y hacer que cada persona que dependa de nosotros identifique sus potencialidades y aprenda a integrarlas en beneficio propio y en definitiva de la empresa a la que sirve.

Debemos partir de que las empresas siguen atravesando el problema del paradigma de la era industrial, donde se considera a los trabajadores como una materia prima más en lugar de verlos como la “mentefactura” que representan.

Hacer algo diferente dentro del mundo de la modernidad es el reto que presentan los tiempos actuales; debemos descubrir esa voz exterior que nos lleve a encontrar ese trabajo con que verdaderamente aprovechemos nuestro talento y alimente la pasión por hacerlo.

El gran don que recibimos al momento de nacer es la capacidad de decidir y desarrollar o no nuestro potencial, y sólo nos corresponde a nosotros.

Dice Covey que para encontrar esa voz interior es importante estar en contacto con los cuatro elementos que forman nuestra persona: mente, cuerpo, corazón y espíritu.

Usar con efectividad y eficiencia nuestro IQ y tener una visión de lo que queremos en la vida, pero la vocación de brindar servicio más allá de uno mismo, nos da la autoridad moral para convertirse en líder.

Es preciso tender puentes de comunicación que sostengan los puntos de vista, pero que también nos lleven a escuchar la pluralidad del pensamiento. Impulsar a los demás, dar el ejemplo con nuestras acciones y escuchar es el arte fundamental de ese servicio que propone el octavo hábito.

Si aprendemos a estimular a nuestra gente, lograremos darles responsabilidades que los llevarían a la plena realización personal y profesional. En resumen es el liderazgo que ejercemos, que no es otra cosa que la habilidad de propiciar que los demás entiendan su propio valor y potencial, para que sean capaces de vivir en concordancia con ellos mismos.

La vida se vive una sola vez y tenemos el libre albedrío de escoger trascender o pasar inadvertidos, la decisión es nuestra. Podemos escoger el camino del cómo queremos que nos recuerden o establecer las pautas para que se expresen mal de nosotros. Los invito a reflexionar.

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