miércoles, 10 de octubre de 2012

El Asombrado

Jacinto Faya Viesca
El Asombrado

¿Me recuerdas, no? Soy ese joven al que llaman el Asombrado, que fue rescatado a los 15 años de edad, de una tribu de unas 50 personas, en las que todos murieron por una rara enfermedad, a excepción de mí. Actualmente cuento con 20 años de edad y trabajo en un barco carguero, habiendo navegado por todo el mundo.
No me explico –habló el Asombrado-, cómo los seres humanos, sabiendo que podrían comportarse con moderación y prudencia, lo que siempre les resultaría en su provecho, prefieren inclinarse por su gusto, capricho y deleite, aun y cuando ello atente contra lo más preciado de sus vidas.

Hacer caso de sus caprichos, inclinaciones perversas, y eligiendo lo peor conociendo lo mejor, es una cuestión que he observado en todos los países que he visitado alrededor del mundo. ¿Y esta anomalía es propia de personas sin educación o que viven en la pobreza? ¡No! Esto lo he observado aun en personas muy inteligentes, cultas y poderosas. Creo que se trata de que un alto porcentaje de personas que escogen lo peor aun sabiendo que los perjudica, porque encuentran en sus caprichos y en sus deseos un deleite malsano, no importándoles las consecuencias.
Muchos preguntan cuáles son los mejores caminos para transitar por la vida. ¡Pero me asombra que una vez que saben cuáles son esos caminos, transitan por los peores! Me asombra también, que muchas personas no adoptan un estilo de vida “mediano”, tal y como los griegos de las Antigüedad lo pedían: “una dorada medianía”, sino que pretenden andar por los extremos y aparentando lo que no son.
El rico aparenta no serlo, para no dar ni ayudar; el que no cuenta con recursos económicos, se endeuda para aparentar que goza de cierta riqueza; el tonto –que sabe que lo es-, quiere demostrar que es muy listo, y en todo es equivoca; el presumido no es consciente que presume de lo que más carece. ¡Como se darán cuenta, el mundo camina de cabeza!
Con todo cuidado siempre busco dónde habitan los hombres prudentes que se conducen con inteligencia y cordura. Pregunto por ellos y me dicen que no saben dónde buscarlos, pues es muy raro que gocen de estas cualidades. También les pregunto dónde puedo encontrar a algunos que sean muy ingenuos y descuidados. Respondiéndome que los busque en las nubes, ya que es un lugar que les gusta mucho: ahí se la pasan durmiendo, viviendo de sueños y huyendo de la vida. Y esto es cierto, pues uno de los peores vicios de los seres humanos es la negligencia, el descuido y la dejadez. Padecen de una “fobia” al esfuerzo y a la disciplina. Por ello, a muchas personas desean construir castillos en el aire, pues es su principal entretenimiento.
Me he dado cuenta –dice el Asombrado-, que todo presumido y fanfarrón sueña con realizar grandes actos, pero su falta de decisión lo empuja a hablar de sus grandes proyectos, que nunca se traducen en realidades. Pero ingenuamente cree que colgado de un cuerno de la luna, todos se van a tragar sus ingenuidades y mentiras.
He observado, que algunos creen que la mejor manera de avanzar en la vida es bajando a los que van subiendo por las escaleras, y metiéndoles zancadillas a los que con esfuerzo van avanzando. Gastan sus energías en estas tareas, no cayendo en la cuenta que si se aplicaran a sus proyectos, por más modestos que sean, cosecharían excelentes frutos. Pero su envidia los detiene, y siempre se quedan rezagados.
¡Es increíble, pero el que nunca tuvo y de pronto tiene, loco se quiere volver! Todos conocemos a personas que vivían de una manera estrecha económicamente, pero que se comportaban con sensatez. De pronto, la Fortuna los encumbra, y pretenden una casa más grande y artículos de lujo. Meten a su casa muebles sin la menor utilidad ni buen gusto.
Estas personas a las que la Fortuna las ha encumbrado de pronto, anteriormente se dirigían a las personas con respeto y sobrada cortesía. Ahora ignoran a la mayoría de los que antes saludaban. No se percatan que sus desplantes presuntuosos son causa de risas y burlas. Cambian de costumbres en cuanto la Fortuna los encaramó en sus hombros: su ropa es costosa aunque sea de pésimo gusto, tratan de relacionarse con personas que ellos consideran de mejor posición social. ¡Total, que se la pasan de ridículo en ridículo sin advertirlo!
Me asombra –dijo el Asombrado– cómo en todos los países que visito, el hombre repite los mismos vicios: al miserable y al pobre no tienen quien los invite a comer. En cambio a los ricos les sobran invitaciones de todo tipo de convenencieros y aduladores. Los pobres no tienen parientes ricos que los hereden, y los ricos son heredados con hartura. “Tienes, tendrás”, dice un refrán popular. Y que cierto lo que dice la Biblia: “Al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará”.

En todos los lugares que he visitado –dice el Asombrado-, que a las personas sencillas y sabias como son los maestros de escuela y personas humildes pero muy prudentes, la sociedad no les dan el reconocimiento que merecen. Y a los que ocupan cargos en el gobierno o gozan de riquezas, la gente los respeta y adula, aun y cuando se trate de personas injustas, inmorales y arbitrarias.
¡Me cuesta creer en tantas locuras de los hombres, dijo el Asombrado! Por ello, es lógico que el hombre ande de tumbo en tumbo, confundido y permanentemente desvariado.

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