jueves, 11 de octubre de 2012

La paradoja de la Adversidad

¡Soy la Adversidad y siempre que se habla de mí se hace referencia a una situación desgraciada! Produzco efectos muy diversos en los seres humanos: desde preocupaciones agudas hasta tristezas infinitas
Sé que cuando aparezco causo una desdicha y un infortunio que ensombrecen el alma del que las sufre. El infortunado que recibe mi golpe se desconcierta, pues quisiera la ayuda y compañía de sus amigos, pero por desgracia, encuentra a la mayoría de ellos, dormidos: no acuden en su ayuda.
No se ha hecho un estudio de los efectos que produzco, ya que no siempre destruyo como se piensa; de hecho, se me soporta con más facilidad que a la propia felicidad. Cuando la dicha se apodera de una persona puede producirle males mayores que cuando yo me presento. La felicidad y el éxito se roban el ama y es tanta la luz que producen, que por lo general deslumbran y ciegan al que se pensaba que era un afortunado. Pocos pueden manejar la felicidad y el éxito, y en cambio a mí, la Adversidad, pueden manejarme y soportarme la mayoría de los hombres.

¿Quiénes me han derrotado? Se los voy a decir, pues no soy siempre tan malvada como parezco: me han derrotado los osados, los audaces y atrevidos. A los que se quedan en medio de su infortunio los detesto y más me ensaño con ellos: al verlos acobardados se incrementa mi ira, e incito a nuevas desgracias para que incrementen su inicial daño. Y en cambio temo a los que toman soluciones arriesgadísimas y extremas.
Envidio a los audaces y atrevidos, y me causan tal miedo que disminuyo la fuerza de mis golpes, dejo de invitar a otras adversidades, y con frecuencia huyo y me retiro.
No saben los hombres que no hay peor Adversidad que no haber sufrido ninguna. A quien nunca la ha padecido, lo ataco y lo tomo por sorpresa y lo hago fácilmente mi presa, pues nunca ha tenido la experiencia del infortunio y la desdicha.

Los seres humanos ignoran que soy la mejor fuente de la sabiduría. Los conocimientos de la historia y de los escritores más sabios de la humanidad empalidecen ante el inmenso poder de mis enseñanzas. Los humanos no saben que lo mejor del conocimiento de sí mismo y de la sabiduría sólo lo da el intenso sufrimiento. El dolor si es prolongado crea la sabiduría y hace a las personas más sabias, prudentes y sensatas. La vida cómoda y sin sufrimiento nunca ha producido a seres superiores y a valientes que sepan enfrentar las crudezas de la existencia.
Imposible que una persona pueda conocerse a sí, si yo no acudo a su vida. En mi presencia, el hombre deja de ser niño para convertirse en un adulto sabio: por vez primera se dará plenamente cuenta de que su narcisista y loca idea de su “invulnerabilidad” solamente era un mito guardado en su cabecita de ingenuo y de niño.
Como Adversidad que soy, no puedo negar que la prosperidad enseña y es un buen maestro, pero yo soy una maestra impar: meto a los que les pego, hasta el tuétano de la existencia; no sólo perforo su piel y músculos, sino que también les estrujo el corazón. Los aprendizajes que doy, si están alertas, le son muchísimo más útiles que las enseñanzas de las muchas veces, “vana victoria”. Yo no solamente enseño, sino que educo, y en este sentido mi educación transforma actitudes, pensamientos, sentimientos y conductas. Al que golpeo fuerte jamás volverá a ser la misma persona: si aprende de mí, será mejor en todos los sentidos.
Como adversidad, mi primer y gran consejo que puedo darles a los que no han sufrido grandes adversidades, es decirles que la vida es difícil, pero una vez que han aceptado en su corazón que la vida es difícil y que va a ser extremadamente difícil en ciertas circunstancias, no se sorprenderán cuando llegue a visitarlos.

Y algo más quiero decirles: la prosperidad y una vida sin adversidades no es propicia para despertar los talentos; en cambio, el infortunio los despierta y aviva. ¿Qué no recuerdan el sabio refrán?: “La necesidad es la madre de todas las ciencias”.
Ante el infortunio, ningún recurso es mejor que nuestra bravura. La buena suerte, quizá por ser mujer, es seducida por los atrevidos y valientes.

¡Seamos sensatos!: si contamos los días de brumas y de infortunios, siempre serán menos que los días de sol. ¡Ante la Adversidad dos posturas podemos asumir!: someternos a ella, empalidecer y temblar; o bien, retarla y enfrentarla con coraje. Un corazón osado produce milagros.

Jacinto Faya Viesca

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