miércoles, 10 de octubre de 2012

El sabio y el aprendiz

El sabio y el aprendiz


¡Estoy ansioso por recibir tus enseñanzas –le dijo el Aprendiz al Sabio-, respondiéndole éste de la manera siguiente!: Ten muy en cuenta, que nada en la vida es fácil, y que en sobradas ocasiones te encontrarás en medio de difíciles problemas; no faltarán personas de buena fe que te aconsejen lo que ellos piensen que es lo mejor. Pero recuerda, que por mejor que puede ser el consejo, las bases para solucionar tus dificultades, deben ser la Prudencia y la Virtud. Podrás tomar resoluciones extremadas y muy complejas, pero siempre, la Prudencia y la Virtud le darán el toque mágico a tus decisiones.

Es cierto – continuó hablando el Sabio -, que muchos factores resultan imposible que los podamos controlar, y que la Fortuna nos puede mostrar todo su desprecio en esa ocasión. Pero en la gran mayoría de los casos, los resultados serán para nosotros, buenos o malos, según así hayan sido nuestros actos.

Si nuestros actos están revestidos de la Prudencia y de la Virtud, independientemente de lo esforzado y oportuno que debamos ser, lo más probable es que salgamos victoriosos.

Gracias, le dijo el Aprendiz, ¡y a propósito!, que podría hacer para que realmente me amen una serie de personas que me tratan bien, pero que realmente no siento que me quieran. Y has de saber, que yo trato a toda costa de ganarme su cariño: Les hablo con respeto, los visito en sus cumpleaños, les regalo cosas, los elogio, y aun así, no logro que me quieran.

Pues con estas conductas, nunca lo lograrás – le dijo el Sabio - : Más de lo mismo, te dará los mismos resultados. Pero el día que en realidad los quieras, no necesitarás de tantos artificios; los artificios son bagatelas, conductas artificiales de las que nada quiere saber el amor. Sólo tendremos el amor de nuestros hijos, cónyuge, amigos, cuando sintamos un genuino amor por ellos y se los expresemos.

Incluso, podríamos no expresárselos, y como el amor es tan infalsificable, que a los que amemos se darán cuenta de ello. Como ves, la forma de ser queridos es simple, pero muy difícil de hacerla realidad, pues el precio que nos pide es que amemos si queremos que nos amen. ¡Ya entendí, dijo cabizbajo el Aprendiz: Realmente la tarea es difícil, pero si quiero que me amen, tendré que amarlos a ellos!

Quería preguntarte –le dijo el Aprendiz-, qué hacer con mi codicia, pues me doy perfectamente cuenta, que cuando llego a obtener los ingresos que creí que me serían suficientes, más los alcanzo, y ya estoy fijando ingresos mayores por obtener; es decir, que jamás estoy contento ni me siento seguro con lo que tengo.

Lo que sucede –le respondió el Sabio-, es que todo ser humano cuando pasa por necesidades reales, lo poco le parece mucho, pero una vez que su corazón se vuelve codicioso, los grandes ingresos, y aun, las inmensas riquezas, le parecen poco. Y es que el problema para el codicioso, nunca se va a resolver en base a lo que mucho tenga, pues nunca podrá estar contento por más grandes que sus caudales sean. ¿Y hay una medida razonable a fin de sentirme seguro y no llegar jamás a envenenar de codicia mi corazón?, pregunto el Aprendiz. Sí, -contesto el Sabio-, y esa medida ya la señaló Seneca: “Ten lo necesario, y luego lo suficiente”.

Siento que a veces, los problemas me superan, y no se verdaderamente que hacer –le dijo el Aprendiz al Sabio-, y éste le contesto: Ante los grandes problemas, claro que la inteligencia cuenta, pues el buen análisis objetivo que hagamos de un problema, en mucho nos ayuda. Pero realmente, para resolver grandes problemas, se requiere de un gran corazón. Porque ¿de qué sirve, que la inteligencia se adelante, si el corazón se queda? Solamente los grandes corazones, es decir, los grandes ánimos, es lo que nos permite enfrentar las peores adversidades.

Por ello –siguió hablando el Sabio-, más importante que educar la inteligencia, es educar los sentimientos. ¡Fíjate bien!: Dime si algo tiene que ver con la inteligencia los bríos, la valentía, la dignidad, el honor, el hambre de triunfo, el apetito por la vida, la generosidad, etc. Nada de esto tiene relación con la inteligencia.

Así, que si quieres capacitarte para luchar contra las adversidades –le dijo el sabio-, nada mejor que la presencia de espíritu, y nada mejor también, que leer a los inmortales poetas y las biografías de los hombres más ilustres. Ahí, encontraremos una fuente inagotable de sentimientos y de ejemplos para vivir una vida valiente y atrevida.

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