jueves, 11 de octubre de 2012

Enemigos de los sueños

En el fondo, todos tenemos ideales, sueños de lo que nos gustaría ser, hacer, tener... nos ilusiona pensar en nuestras metas. Pero cuando pasan meses o años con pocos avances, o muy pocos y muy esporádicos, nos desalentamos. ¿Por qué hay ciertas metas que no logramos cumplir? Revisemos algunos de los enemigos más comunes que nos separan de nuestros sueños.
Miedo al qué dirán los demás. ¿Cuándo fue la última vez que tuviste una idea que realmente te emocionó. Quizá fue la idea de lanzar o ser parte de alguna iniciativa o grupo interesante, retomar un pasatiempo, regresar a la escuela, o emprender una nueva vocación. Sin embargo después de entusiasmarte unos momentos, te desanimas al pensar: ¿pero qué pensarán de mí? Aunque es importante vivir con estándares de cortesía y respeto, esto no incluye obtener el visto bueno para cada idea que tú tengas. No es necesario agradar a todo mundo siempre. Guy Kawasaki, escritor y filósofo empresarial, afirma que si lo que haces no molesta a una que otra persona, es porque no estás siendo lo suficientemente atrevido. El punto es que demasiadas ideas buenas, incluso nobles, de servicio desinteresado al prójimo, se quedan sólo como ideas por temor a lo que piensen terceros. Decídete a cruzar esta barrera.
Miedo al fracaso. El fijar metas implica al menos dos riesgos: desilusión y “quedar mal”. Por eso tendemos a “pecar” fijando metas muy bajas; fallar con una meta muy grande implicaría ser objeto de burla. Es otra forma de miedo al qué dirán. “¿Quién se cree que es?, ¿quién le dijo que podía ser o hacer x o y cosa?, ¿quién le dio permiso?, ¿cómo creyó que sería capaz de…?”.
Los expertos de Desarrolla el Cambio afirman que “tenemos miedo de fijarnos metas porque nadie quiere ser un perdedor. Si nos proponemos algo y no lo cumplimos, por la razón que fuera, nos arriesgamos a hacer el ridículo, nos exponemos a la humillación”.
La realidad es que nadie que ha logrado algo verdaderamente valioso se conformó con metas bajas o mediocres. Le tiraron a las estrellas, aunque sólo le dieran a la Luna. Un problema de establecer metas conformistas es que una vez que las cumples te puedes desilusionar pensando: “¿y ahora qué?”.
La clave está entonces en establecer metas que no sean ni imposibles ni muy fáciles, sino que representen un reto. La satisfacción ocurre cuando las personas están absortas en actividades que causan que se olviden de sí mismos, en las que se pierde la noción del tiempo y dejan de preocuparse.
Es un concepto que el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi, describió como flujo. Una vida de muchas actividades que produzcan flujo muy probablemente conlleva a una vida de gran satisfacción.
En el fondo, todos tenemos ideales, sueños de lo que nos gustaría ser, hacer, tener... nos ilusiona pensar en nuestras metas. Pero cuando pasan meses o años con pocos avances, o muy pocos y muy esporádicos, nos desalentamos. ¿Por qué hay ciertas metas que no logramos cumplir?
El qué dirán los demás y el miedo al fracaso son dos de los enemigos más comunes. Revisemos otros obstáculos que nos separan de nuestros sueños (continúa de ayer...)
El poder de la costumbre. Los hábitos son como una locomotora de 150 toneladas en movimiento... intenta frenarla y moverla en dirección opuesta. Sabemos que no es fácil dejar un vicio o mala costumbre, incluso si racionalmente entendemos el daño que nos estamos haciendo. El problema es que a nivel cerebral, a fuerza de repetición hemos creado caminos neuronales que se han convertido en la vía de menor resistencia, en el camino más transitado para nuestro cerebro. Este es un hecho fisiológico documentado científicamente. Es nuestra “zona cómoda”.
El estrés se presenta cuando salimos de dicha zona, al pensar, decir o hacer algo que no corresponde con nuestras costumbres. El reto y la solución para cambiar consisten en, paulatinamente, forzarnos a “estirarnos” intencionalmente.
En otras palabras, se trata de hacer el esfuerzo consciente de elegir nuevas acciones, que con el paso del tiempo, se conviertan en hábito. La buena noticia es que nuestro cerebro es “plástico”; el cerebro es considerado un órgano extremadamente dinámico. La neuroplasticidad es una propiedad bien documentada que en pocas palabras nos dice que sí somos capaces de cambiar.
Apatía. El desinterés en la vida, en los proyectos, en uno mismo y en otras personas puede fácilmente llevar a la depresión y/o a la pérdida de voluntad de vida. Es una condición peligrosa si no se trabaja activamente en ella. Es un enemigo acérrimo de los sueños porque puede acabar convenciendo que no hay nada valioso por qué luchar. Si sientes que poco o nada te interesa, hay que despertar y sacudir la conciencia... es hora de “moverse uno mismo el tapete”. Busca activamente nuevos intereses o revive pasatiempos, amistades y/o vocaciones que reaviven la llama de la entrega y dedicación hacia algo, cualquier cosa que te entusiasme.
Finalmente, para ser amigos de nuestros propios sueños, es importante buscar una red de apoyo. Puede ser en tu colonia, iglesia, egresados de tu escuela, y en comunidades en Internet, entre otras muchas. Al encontrar personas que comparten tu entusiasmo, y te apoyan, te sentirás con más energía para realizar tus sueños. Busca quien crea en ti, sin embargo recuerda que finalmente la persona que otorga la autorización, quien “da permiso” eres tú mismo(a). Los demás, aunque bien intencionados, estarán en posición de creer en ti, sólo si tú crees en tus sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario