sábado, 9 de octubre de 2010

EL MISTERIO DEL HOMBRE 4

Capítulo 3. EL CRECIMIENTO PERSONAL: BUSCANDO LA REALIZACION DE LA ESENCIA
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Muchas personas, individualmente o en grupos y organizaciones, buscan lo que se ha dado en llamar actualmente el "crecimiento personal". En función de ello se han desarrollado numerosas metodologías, técnicas y procedimientos, basadas en alguna combinación de conocimientos psicológicos, pedagógicos y espirituales de variado origen. El crecimiento personal es perseguido a través de sesiones especiales en las cuales los referidos métodos y técnicas son aplicados con mayor o menor intensidad, poniéndose especial énfasis en lo que suele entenderse como una "expansión de conciencia", que va desarrollando un nuevo modo de asumir los propios problemas, de encarar las circunstancias y vicisitudes de la vida, de relacionarse con los demás y con la naturaleza, de establecer relaciones afectivas y sexuales, de dormir, soñar, descansar, desplegar actividades creativas, etc.

El fuerte interés que despiertan especialmente en los jóvenes, las mujeres y los ancianos las variadas ofertas metodológicas de crecimiento personal es indicativo de la situación del hombre contemporáneo. Este por un lado experimenta una creciente insatisfacción y frustración interior no obstante la abundancia de oportunidades y alternativas que le abre la notable expansión de las informaciones, y por otro lado descubre la importancia de las diferentes facetas de la vida personal, independientemente de las opciones ideológicas, sociales y políticas por las que son solicitados intensamente sin que les sean ofrecidas en dichas opciones reales vías de realización personal.

No podemos sino valorar positivamente las motivaciones que subyacen en todas esas búsquedas; sin embargo, una observación y estudio más atento de lo que significan muchos de los caminos de crecimiento personal ofrecidos por diferentes y variados grupos pone de manifiesto la existencia de una fuerte desorientación. Se pone especial énfasis en los métodos y técnicas del llamado crecimiento personal, pero pocas veces las personas que lo intentan y quienes les ofrecen los procedimientos para alcanzarlo tienen clara la orientación, el sentido, la dirección en que tal proceso sea efectivamente realizador de la persona. La variedad y multiplicación de los métodos, técnicas y procedimientos oculta a menudo una carencia de perspectiva respecto a los objetivos y fines a conseguir.

No es ajena a esta insuficiencia la carencia de claridad que hemos visto impera en la cultura y el pensamiento contemporáneo respecto a lo que es el hombre, su sentido, su destino, su naturaleza y esencia. Si el hombre no tiene una naturaleza o esencia que lo defina, que le señale lo que es y lo que puede y debe llegar a ser, resulta explicable que el esfuerzo por su crecimiento siga caminos azarosos, imprevisibles, dejados al arbitrio del individuo, y que los esfuerzos sistemáticos que se hacen para ayudarlo se limiten a aprovisionarlo de una batería de métodos y técnicas que pueda utilizar en función de lo que en cada momento le parezcan posibilidades apropiadas y apropiables.

Pero si el hombre tiene, en lo más profundo de su ser, una esencia, ella se manifiesta como una matriz que ha de guiarlo en su búsqueda de crecimiento personal. Esto podría entenderse de dos maneras distintas. Si tal esencia fuera estática y estuviera ya toda entera presente actualmente en su ser, la realización del hombre, su crecimiento personal, habría de limitarse a no distorsionarla y a procurar algún crecimiento relativamente accesorio o circunstancial, mediante la ejecución de comportamientos que sean conformes a las normas y principios coherentes con dicha esencia.

En cambio, si la esencia del hombre es, como hemos dicho, la potencia de un acto siempre imperfectamente realizado, y ella representa no tanto lo que el hombre es como resultado y dato sino más bien aquello que puede llegar a ser a través del crecimiento y desarrollo de sus potencialidades, entonces la esencia -y el conocimiento y comprensión de la misma- le señalan un proyecto de vida, o mejor, el proyecto cuya realización ha de comprometerlo en todas las etapas y facetas de su existencia.

Una tarea urgente propia de la filosofía es entonces la de proporcionar aquello que falta a las mencionadas búsquedas de crecimiento personal, a saber, una claridad y precisión sobre los fines del mismo. Evidentemente, ello no puede ser otra cosa que una concepción del hombre y, más específicamente, una visión de su esencia. Porque, como hemos visto, la esencia señala precisamente el proyecto de lo que el hombre puede y debe llegar a ser, sus potencialidades fundamentales a partir de lo que es y de lo que está inscrito en su naturaleza más profunda. Crecimiento personal es crecimiento del hombre; pero no en aspectos secundarios y accesorios, que también pueden ser legítimamente perseguidos, sino en lo fundamental o sustancial, esto es, en su verdadera esencia o naturaleza.

Y crecimiento en el cual quedará comprometida la propia conciencia y libertad de las personas, en cuanto no se trata simplemente de la ejecución de un "programa" ya todo entero escrito y especificado en la naturaleza dada del hombre. Al contrario, como hemos dicho, el proceso de actualización de la esencia es obra de la propia conciencia y libertad del hombre, porque su esencia misma está constituída de libertad y de conciencia. Ello es así en razón de la naturaleza espiritual que define al hombre.

Entender la esencia del hombre en la forma en que hemos dicho, como el proyecto profundo inscrito en la naturaleza humana; entender que la esencia del hombre está en él no como un acto, como un dato o resultado estático, sino como una potencia cuya actualización está dejada al actuar de la propia subjetividad libre y consciente, nos llevan a comprender que la realización del hombre es el proceso de actualización de su esencia guiado por esa misma esencia en su proceso de constitución y actualización.

En este sentido entendemos ahora de un modo completamente nuevo como el actuar conforme a su esencia (lo que los antiguos entendían como actuar conforme a la moral natural) significa hacerlo de modo tal que a través de sus acciones vaya el hombre desplegando y realizando en plenitud sus más elevadas y superiores potencialidades. El proceso no consistirá tanto en usar la conciencia y la libertad de un cierto modo, sino en constituir, desarrollar, perfeccionar esa conciencia y libertad constitutivas de su esencia.

Pero ello es sólo una hipótesis y una primera aproximación hasta tanto no precisemos conceptualmente -no tengamos una clara visión- de la esencia del hombre. Esta es tarea propia de la reflexión filosófica.

Antes de ponernos a cumplirla pensemos cómo hacerlo. Al respecto, la indicación más relevante proviene del modo en que hemos concebido la esencia que buscamos. Esto nos lleva a tomar grandes distancias respecto a los modos en que procede el conocimiento científico moderno porque, de seguir sus derroteros, simplemente no la encontraremos. En efecto, es característico del conocimiento científico social moderno el dejarse guiar exclusivamente por aquello que aparece ante nosotros como dato objetivo. Pero la esencia del hombre, hemos dicho, no está toda entera en el dato del hombre tal como es: va más allá del mismo sumergiéndonos en lo que puede llegar a ser en base a lo que es. "Lo que puede llegar a ser en base a lo que es" nos parece, en efecto, una buena definición de la esencia de un ser.

Lo que puede llegar a ser el hombre en base a lo que es no lo encontraremos, pues, observando al hombre medio o común y dejándonos guiar por las estadísticas que nos manifiesten como es y como se comporta la mayoría de la gente. Pero tampoco hemos de alejarnos de la experiencia real de los hombres, pues entonces no tendríamos donde buscar. Alejándonos de la experiencia y realidad del hombre podríamos llegar a formular tal vez la idea de un hombre ideal, pero probablemente ello no sería sino un ejercicio de imaginación y creatividad subjetiva que nos proporcione un ideal irrealizable, una utopía, o sea, algo que el hombre no puede llegar a ser en base a lo que es.

Debemos tener en cuenta lo que es para acceder a conocer lo que puede llegar a ser. Debemos partir pues de la experiencia. Pero en ello no nos ayudará mucho la experiencia común, la experiencia media del hombre poco o medianamente realizado. El conocimiento de la esencia del hombre no debe hacerse mirando tanto al hombre corriente contemporáneo cuya realización potencial es con alta probabilidad incompleta e imperfecta, sino mirando especialmente a los hombres superiores, a los que hayan desplegado mayormente su esencia, a los que hayan crecido en la diversas dimensiones de su existencia. En efecto, en ellos encontraremos los mejores y más acertados indicios de lo que el hombre puede llegar a ser.

Ahora bien, por elevada que haya sido la realización de un hombre en alguna dimensión particular, ningún hombre ha realizado plenamente todas las potencialidades inscritas en su esencia. La esencia del hombre no la encontraremos, pues, mirando solamente a un hombre, por amplia y superior que haya sido su experiencia, sino a muchos de ellos, y en el límite a todos, pues cada uno habrá realizado a través de su particular experiencia sólo algunas dimensiones de las que son sus inmensas e infinitas potencialidades.

Si queremos formanos una idea de la esencia del hombre, conviene que observemos, analicemos y meditemos la experiencia de grandes hombres. Hagamos pasar frente a nosotros personas como Abraham, Moisés, Ruth, David y Salomón; Sócrates, Aristóteles, Séneca y Homero; Pitágoras, Galileo y Einstein; Juan Bautista, Juan Evangelista, Juan de la Cruz y Teresa de Avila; Hegel, Edith Stein, Pascal, Marx y Abraham Lincoln; Mahoma, Confucio, Lao Tsé y Gandhi; Leonardo, Miguel Angel, Claudel y Gabriela Mistral; y tantos más. Los más grandes hombres que a través de la historia humana se hayan destacado en los diversos campos de la experiencia humana: en la política, las artes, las ciencias, el deporte, la economía, la vida espiritual, el trabajo, el amor.

Tal es el camino que ha de seguir el conocimiento de la esencia del hombre. Conocimiento que ha de servirnos también en la búsqueda de la propia realización y del crecimiento personal. Detengámonos un momento en esto. Veamos si ya en lo dicho hasta aquí encontramos alguna orientación relativa al crecimiento personal que muchas personas se han puesto a buscar. Esto no nos alejará de la comprensión de la esencia del hombre, toda vez que el crecimiento del hombre es parte de su propia esencia. Comprender como se verifica el crecimiento del hombre, en efecto, nos hace entrar en una nueva dimensión de su esencia: el camino de su actualización, que es un componente esencial de su esencia misma toda vez que estamos ante un ser en cuya naturaleza está inscrito el crecer y perfeccionarse.

Cuando el hombre es concebido en el seno materno es como un punto. Las dimensiones de su corporeidad son microscópicas. En aquél mismo momento comienza el despliegue de su esencia. Ella está contenida toda entera en ese minúsculo centro corporal; no como acto, por cierto, sino como potencia. En otras palabras, lo que ese hombre puede llegar a ser, puede llegar a serlo ya desde ese momento. Es ya un hombre, en los términos en que lo hemos definido: un espíritu corporal. Lo que es en cuanto acto -su existencia- es infinitamente pequeño; casi todo en él es potencia. Su esencia en cambio está completa, en la casi plenitud de su no realización actual.

En ese mismo instante comienza su despliegue, el proceso de actualización de su esencia, su realización como ser humano. Para comprenderlo tomemos la imagen que dan los físicos modernos sobre el origen y expansión del universo. Sostienen ellos que al comienzo del tiempo y del espacio el universo entero estaba contenido en un punto de dimensiones minúsculas, de tremenda densidad y riqueza potencial aún no desarrollada. Como a partir de una gran explosión -el big-bang- comienza el proceso de expansión del universo, así comienza en el seno materno la expansión de la naturaleza humana. En los cromosomas del embrión humano está contenido todo el potencial genético que dará lugar a la formación de la plena corporeidad de ese espíritu.

Por muchos datos de la psicología moderna sabemos que en ese período de gestación empiezan a desarrollarse también los rasgos de la personalidad compleja del que será después un hombre maduro. Pasadas algunas semanas sabe apreciar la música y empieza a sentir el amor o el rechazo de sus progenitores. Por el testimonio de la madre de Juan Bautista y de la vida de muchos santos, sabemos también que ese hombre aún no nacido es susceptible de experiencias espirituales. El nacimiento no será sino un paso, un primer gran paso cualitativo que le abre el camino a una vida independiente. La expansión no se interrumpirá hasta el momento de la muerte.

El despliegue de las potencialidades del hombre es un proceso que avanzará simultáneamente en múltiples dimensiones, de tal manera que podemos imaginárnoslo como una serie de vectores que a partir de un punto originante se proyectan en todas las direcciones. Son las dimensiones de la vida, entre las que podemos destacar:

- La dimensión vegetativa, por la que el hombre va desarrollando los órganos que permiten el ejercicio de las diferentes funciones vitales.

- La dimensión animal, por la que despliega la capacidad de percibir estímulos y reaccionar ante ellos, de moverse y desplazarse, de sintetizar los compuestos orgánicos e inorgánicos que ingiere, de reproducirse mediante el ejercicio de la sexualidad.

- La dimensión social, por la cual los hombres se agrupan, constituyen familias y comunidades, se comunican y ayudan recíprocamente, entrando también en conflictos y tensiones que en alguna medida incentivan también su crecimiento.

- La dimensión afectiva, que implica el despliegue de sentimientos personales de unas personas para con otras, llevando al establecimiento de amistades y relaciones íntimas.

- La dimensión lúdica, por la cual despliega las capacidades de entretención, baile, deporte, emulación, competencia.

- La dimensión intelectual, por la cual desarrollan conocimientos de distinta índole referidos al mundo circundante, a sí mismos, a las formas lógicas y subjetivas, implicando las capacidades de observación, memoria, análisis, síntesis, abstracción, reflexión, comparación, etc.

- La dimensión estética, que se despliega en diversas sensibilidades para apreciar la belleza y en variadas formas de creatividad que la producen utilizando materias, formas, cuerpos, sonidos, colores, palabras, etc.

- La dimensión psíquica, que engloba a su vez las dimensiones subconscientes, inconscientes y supraconcientes, y que implican las capacidades de soñar, de prever el futuro, de conocer a distancia, de desplegar energías desconocidas y parapsicológicas, etc.

- La dimensión ética, por la que descubre y persigue el bien y la felicidad suya y de los demás, adquiriendo comportamientos razonables, prudentes, generosos, justos, templados, etc.

- La dimensión religiosa, por la cual desarrolla las capacidades de alabanza, acción de gracias, impetración, servicio, meditación, y unión en relación a Dios y al mundo trascendente.

En cada una de estas dimensiones el hombre tiene potencialidades notables, como lo demuestra la experiencia de los hombres que han descollado en algunas de ellas de manera sobresaliente.

A lo largo de la vida, los hombres vamos desarrollando simultáneamente estas diversas dimensiones, pero no en todas ellas lo hacemos con igual intensidad. Se van determinando así las diferentes personalidades, adquiriendo cada hombre un perfil individual, en una evolución en que también las diversas edades y etapas de la vida implican énfasis diferenciados.

¿De qué dependen estas diversas configuraciones personales? Hay por cierto múltiples motivos que hacen que cada persona despliegue de manera diferente sus potencialidades esenciales. Hay condicionamientos físicos, genéticos, hereditarios, de temperamento y de carácter. Hay motivaciones diversas, que van orientando las energías del espíritu corporal ora en unas ora en otras de ellas. Podemos pensar también que cada persona tiene una diferente estructura de necesidades, aspiraciones y deseos, según la cual hace predominar la búsqueda de satisfacción en una u otra de las dimensiones de la vida. Por estos conjuntos de fuerzas interiores que orientan la personalidad en unas u otras direcciones, decimos también que los hombres vamos realizando nuestras respectivas vocaciones personales.

Pero además de las motivaciones, impulsos y energías internas, influyen notablemente las solicitudes del entorno, la percepción de los éxitos, logros, dificultades y fracasos que cada hombre va experimentando en cada aspecto y actividad de la vida. El medio en que a cada hombre le ha tocado desarrollar su existencia, que es no solamente un medio geográfico sino también social y cultural, según el cual su proceso de aprendizaje va siendo estimulado y reconocido en unos aspectos más que en otros, va orientando las direcciones en que cada persona coloca sus mejores energías y fuerzas.

Cabe señalar, en este sentido, que el hombre no se desarrolla solo. Si fuera colocado en el mundo sin contacto con otras personas, podemos hipotetizar que su desarrollo personal alcanzaría niveles realmente lamentables probablemente en todas y cada una de estas dimensiones de expansión. En efecto, junto a su propio despliegue de energías personales, cada hombre es desarrollado por los otros. El contacto y la cercanía con personas que han perfeccionado, por ejemplo, la dimensión estética, atraerá el propio despliegue personal en esa dirección. Si una persona vive en un ambiente culto, tendrá mejores posibilidades de llegar a ser también él un hombre sabio. El participar en una comunidad con elevado sentido religioso favorecerá su religiosidad, el contacto con un santo lo santificará, de un modo similar como el contacto con deportistas facilitará el desarrollo de sus capacidades para el deporte. Un ambiente afectivamente pobre no será propicio para el desarrollo de la afectividad. Y así en todos los casos.

Más allá de la adopción de metodologías o técnicas de crecimiento personal que a través del ejercicio consciente y sistemático facilitan ciertas dimensiones del crecimiento personal, quien esté interesado en el desarrollo de su personalidad hará bien en buscar la proximidad, relacionamiento y compañía con hombres y mujeres de más completa y elevada realización. Relacionamiento, trato y compañía que no solamente puede verificarse de manera directa y personal, sino también a través del contacto con sus obras, es decir, mediante la apreciación de sus creaciones artísticas, la lectura de sus libros, el conocimiento de las biografías de personajes notables.

Mientras más ricas humana y espiritualmente hablando sean las comunidades en que el hombre participa, más posibilidades existen para su desarrollo personal y la actualización de su esencia. La participación y la vivencia de la solidaridad en el seno de comunidades plenas es uno de los principales caminos de perfeccionamiento humano.

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