domingo, 10 de octubre de 2010

EN BÚSQEDA DEL SER Y DE LA VERDAD PERDIDOS. La tarea actual de la filososfía. 10

X. ¿ES TRASCENDENTAL Y ABSOLUTA LA RAZON PURA?
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Exterioridad y trascendencia de la realidad racional.

En el hecho que haya comunicación y posibilidad de desacuerdo entre conciencias racionales que sin embargo proceden con los mismos objetos lógicos y con igual coherencia formal, y que en la comunicación racional entre conciencias distintas se llegue a ampliar el campo de los objetos racionales compartidos o comunes a ellas, está implicado el reconocimiento de otro hecho fundamental, a saber, que ninguna conciencia posee en sí, o llega a establecer por sí sola, toda la realidad racional. La realidad racional es más amplia de la que puede establecer la experiencia cognitiva racional de cada conciencia, o dicho de otro modo, la experiencia racional de cada conciencia lleva a reconocer que ésta posee o accede a sólo una parte de la realidad racional, sea que la establezca ella por sí misma, sea que la reciba desde otras conciencias.

Ahora bien, si cada conciencia posee o accede a una parte de la realidad racional, la presencia parcial de ésta en las distintas conciencias pone de manifiesto que las conciencias se complementan en el acceso a una realidad racional que trasciende a cada una de ellas; y si la realidad racional trasciende a cada conciencia que se enriquece con más amplia realidad racional mediante la comunicación, es preciso concluir que la realidad racional se impone a cada conciencia en la medida que va accediendo a su conocimiento. No aceptar algunos objetos lógicos y matemáticos provenientes de otras conciencias, o rechazar su articulación coherente con los otros objetos racionales conocidos, implicaría efectuar un acto volitivo que se sabe que es contrario a la propia razón y a la propia conciencia racional, lo que podría considerarse un acto fenomenológico irracional y/o de "mala fe". En cuanto tal, la no aceptación o el rechazo de un objeto racional (por ejemplo, de la definición de un concepto, un silogismo, una operación aritmética, etc.) no sería un acto de la razón sino de la conciencia en su operación fenomenológica.

Surgen de lo anterior preguntas nuevas relativas a las potencialidades del conocimiento racional. Reconociendo la parcialidad del conocimiento racional posible para cada conciencia, ¿será que en la complementación entre ellas se pudiera acceder a la realidad racional completa, implicando esto que en la intersubjetividad del conocimiento racional se acceda a una verdad racional absoluta? ¿O es que siendo para cada conciencia inaccesible la realidad racional completa, resulta igualmente inaccesible para todas ellas, por más que al complementarse amplíen y extiendan el conocimiento racional posible para la conciencia humana en general? ¿Será que en el conjunto complementario de todas las conciencias racionales pueda identificarse una razón universal, o una razón única y no individual, presente sólo parcialmente en cada conciencia y que se individualiza al ser asumida por cada una de ellas, o al conectarse con las experiencias empírica y fenomenológica en las mentes o yo psíquicos individuales?

El análisis epistemológico de la experiencia racional no permite hacerse la ilusión de que alguna conciencia, y ni siquiera el conjunto de todas ellas, pueda acceder al conocimiento de la realidad racional completa. En efecto, si cada conciencia posee sólo una parte de la realidad racional -que ya vimos está constituida por innumerables y sobreabundantes objetos lógicos, matemáticos, geométricos y simbólicos-, hay que aceptar también que ni siquiera entre todas las conciencias se agota la realidad racional, o dicho de otro modo, que los objetos racionales presentes en el conjunto de las conciencias individuales no son todos los objetos racionales posibles, y no completan la realidad racional.

Ante todo, porque la complementación de muchas partes no necesariamente constituye un todo completo; además, porque la experiencia cognitiva de estar siempre integrando nuevos objetos racionales a la conciencia, es una experiencia compartida por todas las conciencias racionales, lo que obliga a concluir que la realidad racional es más amplia respecto a la que se encuentra efectivamente en el conjunto de las conciencias que podamos reconocer como actualmente reales. Y hay una razón más, y es que la realidad racional incluye las relaciones lógicas, semiológicas, matemáticas y geométricas entre los objetos racionales, que determinan su coherencia; y como no todos los objetos racionales presentes en las distintas conciencias se encuentran comunicados a nivel de las mentes o yo psíquicos, es preciso reconocer que muchas relaciones entre objetos racionales distribuidos entre innumerables conciencias pasadas, presentes y futuras, no han sido aún ni podrán ser jamás establecidas.

Queda así demostrado racional y epistemológicamente que la realidad racional no solamente trasciende a cada conciencia, sino que es también trascendente respecto a todas ellas, como es igualmente exterior y trascendente respecto a toda la realidad empírica, según concluimos anteriormente.

Tal exterioridad y trascendencia, que implica que al menos una parte de la realidad racional permanece fuera de las conciencias, estando además (en cuanto abstracta y universal) fuera de la realidad empírica, nos hace preguntarnos dónde pueda encontrarse aquella realidad racional que no está presente en las conciencias.

Entre las respuestas que se han dado está la suposición de un "mundo" autosubsistente de ideas, o la hipótesis de alguna conciencia absoluta distinta y superior a las conciencias individuales; pero afirmar esto o aquello, que implica referir la realidad racional al ser en cuanto ser, al ser en sí, más allá de la realidad que pueden establecer las experiencias cognitivas empírica, fenomenológica y racional, remite a una ciencia metafísica cuyas bases y primeros principios no hemos aún establecido. En otros términos, no podemos reconocer mediante el análisis epistemológico una entidad racional trascendental, como han supuesto algunos filósofos, sino sólo una realidad racional que trasciende a las conciencias.

Expresaremos la diferencia diciendo que la realidad racional se nos presenta trascendente pero no sabemos si es trascendental. Que es trascendente significa que la realidad lógica, matemática, geométrica y simbólica no es sólo la que está conscientemente aprehendida por las conciencias humanas, lo que es corroborado por el hecho que los más eminentes lógicos y matemáticos, geómetras y poetas, continúan descubriéndola y ampliando su conocimiento de ella. Lo cual no significa (ni permite afirmar) que existan como entes una Matemática, una Lógica, una Semiología y una Geometría trascendentales y absolutas. Pero el análisis de la experiencia racional, sin pretender alcanzar el ser de la realidad racional, puede concluir algo más sobre ella sin extralimitarse o abandonar su propio campo.

Si conforme a la experiencia cognitiva racional los objetos racionales son más de los que pueden encontrarse o referirse a la realidad empírica, y también más que los presentes en el conjunto de las conciencias, el análisis epistemológico debe concluir que la realidad racional es un tipo de realidad exterior y trascendente tanto respecto a la realidad empírica como a la realidad fenomenológica. ¿Pero qué significa, a nivel epistemológico, esta exterioridad y trascendencia respecto a los sujetos cognitivos que establecen esas realidades? Establecida la exterioridad de la realidad racional respecto a la conciencia, ¿se establece al mismo tiempo que el sujeto de dicho conocimiento, la razón, es también distinto, exterior y trascendente respecto al sujeto de la experiencia fenomenológica, la conciencia? Las preguntas remiten al sujeto de la experiencia cognitiva racional, que requiere ser precisado.


Distinción y exterioridad entre la razón y la conciencia.

Como toda experiencia cognitiva, la experiencia racional supone un cognoscente, esto es, un sujeto del conocimiento racional. Al análisis epistemológico no corresponde dilucidar la entidad o existencia independiente de la razón y de la realidad que conoce. Al establecer la razón como sujeto de la experiencia cognitiva racional, hace lo mismo que hizo al identificar a los sentidos, el cerebro y el cuerpo sensitivo como sujetos del conocimiento empírico, y a la conciencia autoconsciente como sujeto del conocimiento fenomenológico. En efecto, del mismo modo y en el mismo sentido en que en éstas últimas experiencias cognitivas fueron establecidos un lado interno y otro externo de las realidades por ellas conocidas, podemos asumir que la razón es el lado interno y los objetos racionales el lado externo de una misma realidad racional. El lado externo de la realidad racional lo constituyen los objetos lógicos, simbólicos, matemáticos y geométricos (y todas sus relaciones), mientras que su lado interno, que identificamos con el término razón, es el sujeto de la experiencia racional que los establece.

Si puede parecernos que no es lo mismo suponer la razón como sujeto de la experiencia cognitiva racional que suponer la conciencia y los sentidos corporales como sujetos de las experiencias fenomenológica y empírica, es solamente porque tendemos a pensar la conciencia y los sentidos corporales como seres, lo cual no estamos tan dispuestos a aceptar respecto a la razón. Pero no hemos aún establecido ni que la conciencia y los sentidos sean seres, ni que la razón no lo sea, siendo lo uno y lo otro cuestiones metafísicas no abordadas.

Lo que importa dilucidar epistemológicamente es acaso la conciencia y la razón sean un mismo sujeto que experimenta ambas cogniciones, o si sea necesario efectuar una distinción entre ellas que implique su recíproca exterioridad. Es ésta la cuestión fundamental que ha presidido todo nuestro análisis de la experiencia cognitiva racional.

Buscando la respuesta partimos de la realidad racional al interior de la conciencia, identificando la razón en cuanto parte de la realidad fenomenológica. Lo hicimos así pues accedemos al conocimiento de la realidad racional examinando los objetos lógicos, matemáticos, geométricos y simbólicos presentes en la conciencia. Dicho análisis nos condujo después a reconocer la mente o el yo psíquico como sujeto cognitivo compuesto de conciencia, de razón y de sujeto empírico, encontrando indicios de que la razón y la conciencia se constituyan en la mente como sujetos distintos y exteriores, pero sin llegar a establecer fuera de toda duda si deba reconocerse la razón como exterior a la conciencia o como una parte de ella. Luego, el examen epistemológico de la comunicación racional nos llevó primero a establecer la realidad de múltiples conciencias racionales exteriores, y llegamos finalmente a establecer que la realidad racional es al menos en parte exterior a la conciencia y a todas ellas, en base al hecho que la realidad racional siendo más que aquella que se encuentra en las conciencias, las trasciende.

El paso final que nos permitiría el análisis de la experiencia cognitiva racional es el reconocimiento como sujeto de esta experiencia cognitiva, de una razón trascendente, en el sentido de distinta y exterior a mi conciencia y a cada una de las otras conciencias individuales. En efecto, hemos visto que la razón (como sujeto de la experiencia racional) accede a descubrir objetos racionales nuevos (que no están en la conciencia sino fuera de ella); tales objetos racionales exteriores a la conciencia, siendo al menos en parte también exteriores a todas las conciencias, no pueden llegarles a ellas tampoco por vía de la comunicación desde otras conciencias, que no los poseen. Así, parece necesario reconocer a la razón como una realidad distinta y que trasciende a la conciencia individual, y que es también distinta y trascendente de todas ellas: la razón va estableciendo y/o reconociendo, por su propia operación cognitiva cada vez más amplia realidad lógica, semiológica, matemática y geométrica. Si ella estuviera plenamente integrada en la conciencia, enccerrada en sus límites, no pudiera hacerlo. Ciertamente, una vez establecidos los nuevos objetos racionales por la razón operando independientemente, llevados por ella misma a la mente, la conciencia está en condiciones de asumirlos fenomenológicamente; pero quien los ha conducido a ella y puesto en ella es la razón, explicándose en tal modo el origen de los conocimientos racionales en la conciencia.

Si al afirmar la exterioridad de la razón respecto a la conciencia no pretendemos la existencia en sí de una razón universal, trascendental y absoluta, la afirmación no presenta problemas mayores que los que presenta el reconocimiento del sujeto percipiente empírico (los sentidos, el cuerpo y el cerebro) como distinto de la conciencia autoconsciente, sujeto éste de la experiencia cognitiva fenomenológica. Aquella distinción y exterioridad la reconocimos en la mente o yo psíquico, y es en éste mismo yo psíquico o mente que la conciencia y la razón se manifiestan distintos y exteriores. Distintos y exteriores, pero conectados, siendo tal conexión, junto a la que ambos sujetos establecen con el sujeto de la percepción empírica, lo que constituye a la mente o yo psíquico como sujeto cognitivo complejo provisto de tres capacidades o facultades cognitivas: sentidos, conciencia y razón, distintas pero interconectadas.

¿Por qué, no obstante lo dicho, puede aún resultar extraña y difícil de aceptar la afirmación de que la razón trasciende a la conciencia individual? ¿Acaso tenemos dificultad en admitir que el sujeto cognoscente empírico es exterior y trasciende a la conciencia individual que capta también en ella lo que conocen los sentidos, asumiendo fenomenológicamente dicho conocimiento empírico? ¿Acaso saber que los objetos empíricos son asumidos por la conciencia nos impidió reconocer que hay cognoscentes empíricos distintos que nos trascienden, y que trascienden incluso al conjunto de los seres humanos puesto que reconocemos también a los animales como sujetos de experiencia cognitiva empírica? ¿Es que tuvimos dificultad en reconocer que hay otras conciencias autoconscientes que trascienden la conciencia de cada uno, y que habrá otras conciencias aún no nacidas que también ellas serán sujetos de experiencias cognitivas fenomenológicas? ¿Por qué entonces no admitir que el sujeto cognoscente racional, la razón, es exterior y trasciende también él a la conciencia individual que razona (fenomenológicamente), y también al conjunto de las conciencias humanas razonantes?

La dificultad para aceptarlo parece residir en que, mientras los sujetos de experiencias empíricas serían muchos y distintos, trascendiéndonos por su multiplicidad y distinción, y mientras los sujetos de experiencias fenomenológicas autoconscientes serían también muchos y distintos, trascendiéndonos igualmente por su multiplicidad y distinción, el sujeto de la experiencia racional que nos trascendería, sería uno y el mismo, del cual participaríamos y el cual se nos impondría como la razón común a todas las conciencias.

Pero ésta es una dificultad meramente psicológica, relacionada con el deseo de identidad, de autonomía y de libertad individual del yo psíquico. En efecto, este deseo no se siente mermado ni dificultado por el hecho de que el conocimiento empírico se encuentre diversificado entre muchos cognoscentes empíricos, ni por el hecho de que las conciencias sean también múltiples (cuando otras conciencias tratan de imponérsenos, simplemente las rechazamos o nos sentimos plenamente justificados al resistirles). Pero si el sujeto del conocimiento racional es uno y de él solamente participamos (lo poseemos sólo en parte), nuestra identidad individual se resiente, nuestra autonomía parece mermada pues algo que nos trasciende se nos impone, y nuestra libertad no encuentra justificación para oponerse y resistir a lo que la razón concluye que debemos aceptar. Pero éstos no son argumentos suficientes para rechazar la autonomía, independencia o exterioridad de la razón respecto a la conciencia; en efecto, la soberbia de la conciencia y del yo psíquico individual no es premisa epistemológica sólidamente fundamentada, ni la libertad individual el principio del cual deban derivarse los conocimientos que aceptar.


¿Multiplicidad de las conciencias y unicidad de la razón?

Una conclusión muy central de nuestra indagación de las experiencias cognitivas es, entonces, que la mente individual o el yo psíquico, donde se conectan y combinan las experiencias cognitivas empíricas, fenomenológicas y racionales, no es el todo ni de la realidad empírica ni de la realidad fenomenológica ni de la realidad racional, ni tampoco el sujeto único de las experiencias cognitivas empírica, fenomenológica y racional.

La conexión del yo psíquico (en cuanto sujeto empírico) con los otros cognoscentes empíricos implica reconocerse formando parte de una realidad empírica que manifiesta tener múltiples cognoscentes empíricos diferentes, relacionados empíricamente. La conexión del yo psíquico (en cuanto sujeto fenomenológico) con los otros cognoscentes fenomenológicos implica reconocerse como una conciencia autoconsciente que es parte de un conjunto de conciencias autoconscientes distintas, que conforman una realidad intersubjetiva e intercomunicada. La conexión del yo psíquico (en cuanto sujeto racional) con la razón implica reconocerse formando parte de una razón trascendente y universal, que se manifiesta única e idéntica en todas las mentes racionales.

Pero si el sujeto que integra estas experiencias cognitivas - la mente o yo psíquico - es "parte" en cada una de sus experiencias cognitivas, ¿de dónde le viene la pretención de identidad y unicidad, de autonomía y libertad? Obviamente, no de las experiencias empírica y racional, sino de la experiencia fenomenológica, porque si bien en ésta aparece como "una entre muchas", es una completa en sí misma; y aunque se reconoce como "parte" de un conjunto intersubjetivo, cada parte manifiesta una unidad interna mucho más fuerte y superior a la unidad que se constituye en la interrelación entre todas.

La "unicidad" del sujeto cognoscente complejo (que se manifiesta en la "yoidad" de la mente) le es dada por la conciencia autoconsciente. En cuanto ésta integra en sí misma, asumiéndolas fenomenológicamente, a las experiencias empírica y racional, estas últimas reciben y adquieren de y por aquella (la conciencia) la unidad y autonomía que no tienen por sí mismas. Pero el hecho que las tres experiencias cognitivas se conecten y unifiquen en la mente de cada individuo, o sea en el yo psíquico como sujeto compuesto de conciencia autoconsciente, de cuerpo sensitivo y de razón, no excluye la diferencia entre éstos tres sujetos de experiencias cognitivas distintas, ni la trascendencia de los respectivos sujetos de las experiencias cognitivas respecto al propio yo psíquico o mente.

Sin embargo, así como la experiencia empírica, incluidos su sujeto y sus objetos, es experimentada fenomenológicamente por la conciencia, y por consiguiente la realidad empírica queda integrada a la conciencia, del mismo modo la razón y los objetos racionales son experimentados por la conciencia, y en cuanto tales integrados a la conciencia como objetos fenomenológicos. Dicho de otro modo, cada conciencia experimenta fenomenológicamente a la razón, asumiéndola como individual e interior a la conciencia, porque no hay modo de salir de la interioridad de la conciencia a nivel fenomenológico. Pero el análisis epistemológico de la experiencia racional, incluso tal como la capta la conciencia, establece una razón que está más allá de ella, que la trasciende.

Esta conclusión es semejante a la que resulta del análisis de la conexión entre la experiencia fenomenológica y la experiencia empírica. Esta última es captada por la conciencia fenomenológica al interior de ella misma, pero reconoce a los sentidos, al cuerpo sensitivo y al cerebro como realidades empíricas exteriores y trascendentes a la conciencia. Pero mientras la exterioridad y trascendencia de esta realidad empírica es establecida fenomenológicamente al no encontrarse en la conciencia los objetos empíricos en su empiricidad, no ocurre lo mismo respecto a la realidad racional, pues los objetos racionales se encuentran en la conciencia en su racionalidad. En este caso la exterioridad y trascendencia es establecida fenomenológicamente por un motivo distinto, cual es que no todos los objetos racionales, sino solamente algunos de ellos, son captados fenomenológicamente en la propia conciencia, mientras que otros le llegan desde fuera o permanecen desconocidos o inaccesibles. Concluimos, pues, que como sujeto cognitivo la conciencia no es empírica ni percibe empíricamente, pero ella es racional y comprende racionalmente, no por ello identificándose con la razón.

Esta conclusión del análisis de las experiencias cognitivas nos permite comprender más cabalmente el hecho que las conciencias acepten ciertos objetos racionales y excluyan otros, y por qué aún siendo todas ellas racionales y coherentes en su conocimiento racional no siempre comparten el mismo pensamiento y las mismas conclusiones del razonamiento, y parecen más disentir cognitivamente que compartir y concordar en lo que conciben y afirman.

Siendo los objetos racionales puros y sus relaciones los mismos en todas las conciencias, el disenso en el conocimiento no puede estar determinado por la experiencia racional misma (o pura), y ni siquiera por el hecho de que las conciencias integren a ella diferentes objetos racionales. Esta última diferencia, en efecto, no establece disenso y oposición, sino complementación de conocimientos racionales parciales, que en cuanto se comuniquen racionalmente habrían de obtener el consentimiento y el acuerdo entre las conciencias.

La oposición, el disenso y aún la contradicción se explican porque en las conciencias los objetos racionales se asocian a distintos objetos empíricos y fenomenológicos. Así, la experiencia racional, igual en todas las conciencias, no se manifiesta "pura" en ninguna de ellas, sino conectada con diferentes experiencias empíricas y fenomenológicas. Las conciencias combinan y entremezclan la realidad racional con las realidades empíricas y fenomenológicas que experimentan, de modo que cada conciencia acepta o excluye los objetos racionales motivada por estas otras experiencias cognitivas integradas en ella misma. Siendo la conciencia distinta de la razón, asume o integra fenomenológicamente a la realidad racional, tal como asume e integra fenomenológicamente a la realidad empírica. Si la conciencia y la razón coincidieran, la realidad racional sería asumida racionalmente en su estado puro por la conciencia, y todas las conciencias coincidirían en sus experiencias cognitivas racionales.

Pero las conciencias no son abstractas y universales, y las mentes o yo psíquicos individuales que conectan las distintas experiencias cognitivas las combinan en distinto modo. Ya vimos que los objetos del conocimiento empírico no son nunca iguales sino siempre distintos para los distintos sujetos, y lo mismo ocurre con los objetos del conocimiento fenomenológico, y que cuando estos conocimientos se comunican desde unos sujetos a otros, lo hacen con la mediación de los objetos racionales trasmitidos por vía empírica: números, cálculos, ideas, razonamientos, símbolos, metáforas, analogías, etc. Pero los conocimientos empíricos y fenomenológicos que estos objetos racionales conducen de unas conciencias a otras, tendrán en cada conciencia un contenido empírico y fenomenológico distinto y singular. Sólo en la comunicación racional pura, de objetos matemáticos, lógicos, simbólicos y geométricos abstractos y universales, el conocimiento que se establece en una conciencia puede ser igual y el mismo que en las otras conciencias. Y aún en estos casos, las conciencias podrán diferir en la amplitud y profundidad de la realidad racional que conocen, pues no siendo la razón lo mismo que la conciencia, en éstas podrá aquella estar presente en mayor o menor grado, con mayor o menor "pureza", en niveles mayores o menores de abstracción y universalidad.


Desarrollo racional y "purificación" de la conciencia.

Surge de lo anterior una cuestión epistemológica muy interesante, a saber, que la razón (o sujeto del conocimiento racional), universalmente presente en cada mente o yo psíquico individual y asumida fenomenológicamente por cada conciencia, se adquiere, se desarrolla, y también se deteriora y hasta se pierde, todo ello no por efecto de la razón abstracta y universal misma, sino por motivos que genéricamente podemos identificar en su conexión con la realidad empírica del cuerpo y con la realidad fenomenológica de la conciencia, en la mente o yo psíquico. La experiencia cognitiva racional se puede formar, expandir y perfeccionar en cada mente o yo psíquico, y la conciencia que integra fenomenológicamente la realidad racional, se expande y perfecciona al integrar a sí una más amplia y profunda realidad racional.

Para cada conciencia y cada mente individual, el acceso a una racionalidad más pura es resultado o efecto de un proceso de purificación de la conciencia (que elimine los obstáculos que ésta pone a la presencia de ciertos objetos racionales que le imponen conclusiones que no quisiera aceptar), y de expansión (que amplifique la capacidad racional de la conciencia). Así la razón, en cuanto limitada y parcialmente presente en cada conciencia y en cada mente, y en cada una de ellas más o menos "contaminada" o pura, puede ser expandida, perfeccionada y purificada, lo cual es resultado del ejercicio de la propia experiencia cognitiva racional en la mente y conciencia individual. (Tal perfeccionamiento se manifestará como sujeción progresiva y creciente de la conciencia individual a la racionalidad universal. Dicho de otro modo, implica someter la conciencia en su individualidad, a la universalidad de la razón, una "obediencia" que si bien limita el arbitrio cognitivo de la conciencia, la hace acceder a la trascendencia cognitiva que llamamos ciencia).

En realidad, esto es similar a lo que ocurre con las otras experiencias cognitivas. Los sentidos, el cerebro y el cuerpo de cada sujeto perceptivo pueden ser más o menos finos y capaces de percibir la realidad empírica, y lo mismo ocurre con la capacidad de captación fenomenológica de las conciencias. Todas las experiencias cognitivas pueden ser desarrolladas y perfeccionadas mediante procesos de formación, el aprendizaje de métodos y el ejercicio mismo del respectivo conocimiento. El conocimiento no es algo dado, sino un resultado; no es un regalo, sino un producto, que supone trabajo intelectual, operación cognitiva, método, esfuerzo consciente.

Cada tipo de experiencia cognitiva implica un distinto proceso de aprendizaje, de purificación, de perfeccionamiento. El conocimiento empírico se perfecciona mediante el esfuerzo de atención, de corrección de lo percibido (así el método científico de observación permite una percepción más rigurosa y exacta de la realidad empírica que el que puede obtener un sujeto que no lo haya cultivado). El conocimiento fenomenológico se expande y perfecciona mediante el ejercicio de la autoconciencia, y a ello contribuyen eficazmente las metodologías de la ciencia fenomenológica y las ciencias de la conciencia, como también la profundización de las vivencias interiores, de su libertad y autonomía, y la expansión de su "mundo" fenomenológico, incluida la comunicación con otras conciencias. También el conocimiento matemático, lógico, semiológico y geométrico tienen sus métodos y sus ciencias que los perfeccionan y expanden. Pero este tema, del que surge la importante cuestión de la formación de la mente o del yo psíquico, del enriquecimiento de la comunicación, y de la educación de la conciencia, nos desvía del propósito central de nuestra indagación, al que debemos volver.

La capacidad limitada pero expandible de la razón en la conciencia, así como el reconocimiento de que en las distintas mentes se combinan en diversos modos las experiencias cognitivas empírica, fenomenológica y racional, confirman la conclusión epistemológica que distingue la conciencia y la razón como sujetos distintos de experiencias cognitivas diferentes. Continuemos, pues, la dilucidación de este hecho para ver si aún son posibles nuevas conclusiones sobre el conocimiento y sobre la realidad que conocemos.


Realidad más allá del conocimiento, y conocimiento más allá de la conciencia.

Entendida la razón como sujeto del conocimiento racional (como la dimensión interior de la realidad racional, siendo para ella los objetos racionales su dimensión exterior), hay que reconocerla a ella misma como realidad racional, y en cuanto tal inteligible, coherente y universal. El reconocimiento de ésta inteligibilidad, coherencia y universalidad de la razón constituye una razón adicional para no identificarla con la conciencia (ni con la realidad empírica) que no es ella misma plenamente inteligible, coherente y universal (como no lo es la realidad empírica).

En efecto, la conciencia es individual y particular. La conciencia autoconsciente experimentada fenomenológicamente se capta a sí misma como sujeto individual, particular, no como realidad abstracta ni universal. Ella tiene una estructura racional; pero su realidad no es para la conciencia ni para la razón plenamente inteligible. Ella se manifiesta a menudo también incoherente, pues experimenta y vivencia un "mundo" fenomenológico cuyos componentes no siempre se armonizan entre sí. Todo esto es lo que ha llevado a concebir la experiencia cognitiva fenomenológica (de la conciencia autoconsciente) como "existencial", y a percibirse en ocasiones como contradictoria, incoherente e incluso absurda. Aunque el empleo del término "existencial" resulte equívoco en cuanto al referirse a la experiencia de la autoconciencia no alude a la existencia metafísica, tiene el mérito de resaltar el carácter vivencial e íntimo de experiencias fenomenológicas singulares como el amor, la angustia, la desesperación o la esperanza. Experiencias cuyo carácter individual y particular, no abstracto ni universal, es evidenciado en la experiencia "existencial" misma que se presenta como incomunicable en su singularidad. Esta incomunicabilidad de la experiencia de la conciencia es por sí misma evidencia de que no se identifica con la realidad racional, no siendo plenamente aprehensible ni expresable mediante objetos racionales. Tanto es así que esas mismas experiencias fueron descritas por Kierkegaard y Sartre como esencial y constitutivamente contradictorias, irracionales y absurdas.

Si bien el uso de estos términos parece suponer que se trate de experiencias contrarias a la razón, el análisis epistemológico no permite tal modo de entenderlas, pues que contradigan a la razón o que sean irracionales es algo que sólo puede ser establecido por la razón misma. Lo que la experiencia fenomenológica establece como realidad de la conciencia y en la conciencia no puede ser juzgado en su racionalidad por esa misma experiencia fenomenológica, sino por la experiencia racional. Y lo que ésta establece no es que la realidad fenomenológica sea contraria, sino distinta de la realidad racional.

Podemos expresar todo esto diciendo que la experiencia de la conciencia no se agota en la realidad racional presente en ella. La conciencia experimenta ciertas realidades que no suponen números, ni ideas, ni símbolos ni figuras geométricas, y que no parecen poder expresarse cabalmente mediante ellos. Es el caso de las realidades fenomenológicas emocionales, amorosas, espirituales, vivenciadas íntimamente, que no pueden comunicarse a otras conciencias tal como se presentan en la conciencia que las experimenta. Cuando, para comunicarlas a otras conciencias, las "racionalizamos", expresándolas mediante ideas, símbolos, números y figuras geométricas, estamos concientes de que al hacerlo efectuamos una reducción, un empobrecimiento del contenido de la experiencia "existencial" que se pretende comunicar, y se asume que lo que las otras conciencias puedan comprender de ellas no será nunca la mencionada experiencia en su singularidad. Hay, pues, en la conciencia, realidades distintas de las propiamente racionales, y ello viene a confirmar desde la experiencia fenomenológica la distinción que la experiencia racional establece por su cuenta entre la realidad racional y la realidad fenomenológica, entre la conciencia y la razón.

El reconocimiento de que las realidades fenomenológicas no puedan ser plena y cabalmente aprehendidas por la experiencia racional y comunicadas mediante objetos lógicos, matemáticos, geométricos y simbólicos, es análogo al reconocimiento de que la realidad empírica no es plenamente aprehensible y comunicable mediante los objetos racionales, que proporcionan de ellos -en las ciencias positivas- solamente aproximaciones, modelos analíticos, formulaciones abstractas.

En síntesis y a modo de conclusiones del análisis epistemológico expuesto, podemos afirmar:

a) Que las tres realidades que establecen, respectivamente, las experiencias cognitivas empírica, fenomenológica y racional son -tal como aparecen ante el análisis epistemológico de su conocimiento- muy diferentes unas de las otras. La realidad empírica -percibida por una multitud de órganos sensitivos diferentes- se presenta, por decirlo de algún modo, fragmentada en una infinidad de datos e informaciones que perciben los sentidos, aunque interrelacionada en todas sus partes y elementos constitutivos. La realidad fenomenológica -captada independientemente por cada conciencia- se presenta unificada hacia dentro, al interior de cada conciencia, y dividida de la que conocen otras conciencias: cada una encerrada en sí misma, cada una individual y subjetiva, ninguna conciencia tiene acceso a la realidad fenomenológica conocida por las otras conciencias. La realidad racional -concebida por la razón común a todas las mentes- se presenta como una sola, universal, igual en todas las conciencias aunque parcial en cada una de ellas, articulada en términos de la coherencia que manifiestan todos los objetos racionales entre sí.

b) Que el análisis epistemológico, al mismo tiempo que establece que la realidad empírica, la realidad fenomenológica y la realidad racional son realidades distintas, establecidas por experiencias cognitivas diferentes y que mantienen su recíproca exterioridad, nos hace reconocerlas sin embargo conectadas. Se conectan en la conciencia, que de las tres realidades tiene experiencia fenomenológica, reconociéndolas como realidades presentes en la conciencia. Se conectan en la experiencia racional, que descubre nexos entre los objetos racionales y los objetos empíricos y fenomenológicos. Se conectan en la mente o yo psíquico, que se nos hace presente como sujeto cognitivo compuesto que integra los "lados internos" de las realidades empírica (el cuerpo sensitivo), fenomenológica (la conciencia autoconsciente) y racional (la razón como sujeto de la experiencia racional). Y se conectan en la experiencia de la comunicación, que establece nexos empíricos, fenomenológicos y racionales entre diferentes yo psíquicos.

c) Que estas distintas realidades y todas esas conexiones se nos hacen presente en cuanto establecidas por experiencias cognitivas, y en cuanto tales las reconocemos como objetos de conocimiento (realidades en cuanto conocidas) y no como seres en sí (seres en cuanto seres). Todo pareciera, así, permanecer atado a la subjetividad y relatividad de experiencias cognitivas de sujetos relativos. Sin embargo, el análisis epistemológico de cada una de estas experiencias cognitivas nos ha llevado a trascender la realidad de la conciencia.

Nos la hizo trascender la experiencia empírica, que nos lleva a reconocer la realidad empírica como exterior a la conciencia, y a la conciencia como no empíricamente perceptible. Nos la hizo trascender la experiencia fenomenológica, que mediante la experiencia del estar ella situada (ser-en-el-mundo) y comunicada (ser-con otros) nos lleva a reconocer otras conciencias autoconscientes y conscientes de. Y nos la hizo trascender la experiencia racional, que establece la exterioridad y trascendencia de los objetos racionales y de la razón respecto de la conciencia.

d) Aunque estas distintas formas de trascender la conciencia, que establecen realidades fuera de ella, es sólo conocimiento resultado de experiencias cognitivas del sujeto, el análisis epistemológico nos ha permitido dar un paso decisivo, en cuanto nos ha conducido a superar el solipsismo de “la conciencia que contempla sus propias formas”, al que había llegado la filosofía moderna. Superación que se cumple estableciendo, primero, la posibilidad de un conocimiento empírico y científico que se perfecciona, amplía y expande en el tiempo; segundo, un conocimiento fenomenológico intersubjetivo; y tercero, un conocimiento racional, universal y abstracto, no sometido a la subjetividad de la conciencia, independiente de ésta, que la evalúa y juzga en su racionalidad y coherencia.

e) No hemos accedido, sin embargo, al ser en cuanto ser ni a la verdad absoluta. Pero aunque estamos aún en el terreno de "la realidad en cuanto conocimiento", hemos llegado mediante el análisis de ella y del conocimiento mismo, a reconocer realidades que no solamente son exteriores a la conciencia, sino que están más allá del conocimiento. En efecto, la experiencia cognitiva empírica conectada (en las ciencias positivas) a la experiencia racional, nos llevó a reconocer que la realidad empírica es más que aquella que percibimos empíricamente con nuestros sentidos, cuerpo y cerebro. A su vez, la experiencia fenomenológica conectada (en la experiencia de la comunicación) a la experiencia racional, nos llevó a reconocer conciencias autoconscientes que tampoco conocemos, y que también la realidad fenomenológica es más que aquella de que tenemos experiencia cognitiva. En fin, la experiencia racional por sí misma y en su conexión con las otras experiencias cognitivas, nos llevó a reconocer que la realidad racional es más que aquella conocida por el conjunto de las conciencias racionales.

Obsérvese que en los tres casos, la afirmación de que hay realidades que trascienden el conocimiento es obra y fruto de la razón, que al conectarse a lo empírico lleva a descubrir realidades empíricas no percibidas, y al conectarse a lo fenomenológico lleva a descubrir realidades fenomenológicas no captadas, y que por sí misma descubre que hay realidades racionales que la conciencia desconoce.

f) La conclusión epistemológica de que la realidad es más que la conocida, es coherente con la verdad principal que extrajimos de la filosofía moderna, a saber, que todo conocimiento empírico, fenomenológico y racional que podamos tener es necesariamente parcial y relativo; pero en vez de llevarnos a negar la posibilidad del conocimiento metafísico, ella nos permite asomarnos a la realidad en cuanto realidad, dejándonos en las puertas de la ciencia del ser en cuanto ser.

En efecto, en la afirmación de que la realidad es más que la que conocemos empírica, fenomenológica y racionalmente, junto con reconocerse que nuestro conocimiento es incompleto, parcial y relativo, se reconoce y establece también que la realidad, tanto la empírica, la fenomenológica como la racional, no está totalmente integrada a los sujetos cognoscentes, permanece en gran parte fuera del conocimiento, intocada por éste, no afectada por la subjetividad de las experiencias cognitivas. En otras palabras, las mismas experiencias que establecen las realidades empírica, fenomenológica y racional en cuanto objetos de conocimiento afectados por éste, establecen esas realidades en cuanto independientes del sujeto cognoscente y exteriores al conocimiento mismo, y en consecuencia no alteradas por éste.

g) Y aunque no tengamos aún, de esas realidades, un conocimiento metafísico que nos diga qué son ellas en sí, podemos afirmar como verdades epistemológicas ciertas, que la realidad empírica, la conciencia autoconsciente y la realidad racional no son establecidas - en cuanto realidades que trascienden el conocimiento - por el sujeto que las conoce y que las establece como realidades en cuanto conocidas. El conocimiento no crea ni genera por sí mismo la realidad empírica, la realidad de la conciencia y la realidad racional, aunque las modifique y subjetivice al conocerlas. El sujeto cognoscente se manifiesta siendo parte de la realidad, que la realidad trasciende, y que precisamente porque lo trasciende determina que el conocimiento sea relativo y parcial, no absoluto y completo.

h) El análisis epistemológico de las experiencias cognitivas nos ha permitido conocer algo más, y fundamental, relativo al sujeto de los distintos tipos de conocimiento. Hemos visto, en efecto, que en cada tipo de realidad conocida distinguimos un lado interno y un lado externo, un sujeto cognoscente y la realidad conocida. Pues bien, esto significa que los tres tipos de realidad conocidas, se conocen a sí mismas, siendo el sujeto de cada una de las experiencias cognitivas, parte de la misma realidad conocida. Los sentidos y el cuerpo sensitivo son una parte de la realidad empírica que conoce a la realidad empírica y a sí misma en ella. La conciencia autoconsciente es una parte de la realidad fenomenológica que conoce a la realidad fenomenológica y a sí misma en ella. La razón es una parte de la realidad racional que conoce a la realidad racional y a sí misma en ella.

Queda, así, establecido, que la realidad es cognoscente, que se conoce a sí misma, aunque sólo en parte y desde partes suyas. Quien experimenta las experiencias cognitivas es la realidad misma: la realidad empírica tiene experiencias cognitivas empíricas, la realidad fenomenológica (consciente) tiene experiencias cognitivas fenomenológicas conscientes, y la realidad racional tiene experiencias cognitivas racionales.

La realidad que conocemos, a la luz del análisis epistemológico, de nuevo nos ha sorprendido, y la pregunta metafísica ¿qué es (o cual es el ser de) la realidad?, vuelve a presentarse aún más inquietante. Y la inquietud se acentúa al percatarnos que sólo encontrándole respuesta podremos llegar a saber qué es esa realidad aún más sorprendente y extraña que llamamos mente o yo psíquico, en la cual misteriosamente se conectan las realidades empírica, fenomenológica y racional, o más exactamente, el lado interno o sujeto cognoscente de esas tres realidades conectadas de modo tan íntimo y singular que nos hace presentarnos y reconocemos a nosotros mismos como sujetos, relacionados y comunicados con múltiples otros sujetos con los cuales constituimos un no menos misterioso nosotros intersubjetivo.

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