domingo, 10 de octubre de 2010

EN BÚSQUEDA DEL SER Y DE LA VERDAD. La tarea actual de la filosofía. 13

XIII. LA VERDAD SOBRE LA REALIDAD FENOMENOLOGICA.
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La aproximación fenomenológica a la realidad de la conciencia.

En el discernimiento de la verdad sobre la realidad empírica consideramos al conocimiento fenomenológico en cuanto favorece o dificulta la aproximación a la objetividad empírica. Examinaremos ahora el conocimiento fenomenológico puro, para determinar si nos proporcione alguna verdad, o al menos verdades relativas y aproximadas, sobre la conciencia y los demás objetos de la realidad fenomenológica.

Respecto al conocimiento fenomenológico la cuestión de la verdad (u objetividad) se plantea de un modo distinto que en el conocimiento empírico. En la experiencia fenomenológica todo ocurre en la propia conciencia, la realidad fenomenológica es establecida y captada en la conciencia misma. Pero realidad fenomenológica y conocimiento de la realidad fenomenológica no son lo mismo. En el conocimiento fenomenológico el sujeto (la conciencia en cuanto cognoscente) y el objeto (la conciencia en cuanto conocida) se ponen el uno frente al otro, y los contenidos cognitivos que se constituyen en tal experiencia proporcionan al sujeto algún conocimiento de la realidad fenomenológica a que se refieren. Incluso cuando, en el fenómeno de la autoconciencia o conciencia de sí, el conocimiento fenomenológico se refiere a la conciencia cognoscente misma, ésta se constituye como objeto del conocimiento no obstante ser la misma conciencia el sujeto cognoscente.

La cuestión de la verdad consiste, en este caso, en determinar si el conocimiento fenomenológico (los contenidos cognitivos de la conciencia), corresponde y se aproxima a la realidad fenomenológica (la conciencia autoconsciente y los demás objetos de los que la conciencia es consciente). Ahora bien, como los contenidos cognitivos de la conciencia son múltiples y se refieren a diversos tipos de objetos, hay que preguntarse por la verdad u objetividad del conocimiento respecto a los diferentes tipos de objetos fenomenológicos.

Una primera gran distinción está dada por el hecho que el conocimiento fenomenológico versa, por un lado sobre la conciencia misma (en la autoconciencia la conciencia se constituye a sí misma como objeto fenomenológico del que se tiene un cierto conocimiento), y por otro lado sobre objetos de conciencia distintos de ella (que aparecen en cuanto la conciencia es consciente de). Más allá de esta distinción general aparecen como objetos de distintos conocimientos fenomenológicos: a) las vivencias e intuiciones interiores de la autonomía, creatividad, libertad, eticidad, filiación, amor, soledad, fe, esperanza, desesperación, etc. de la conciencia misma; b) las ideas, opiniones, dudas, creencias, interrogantes y convicciones que la conciencia se forma sobre una gran variedad de temas y asuntos (el mundo, los otros, Dios, etc.); c) los objetos de la realidad empírica en cuanto captados fenomenológicamente; d) los objetos lógicos, matemáticos, geométricos y simbólicos con sus relaciones racionales, en cuanto captados fenomenológicamente; e) las otras conciencias autoconscientes con las que se comunica y que son captadas fenomenológicamente con la mediación de la realidad racional; f) los contenidos fenomenológicos de esas otras conciencias, que la conciencia llega a captar y a conocer mediante la comunicación. La pregunta por la objetividad del conocimiento fenomenológico exige examinar la relación que se establezca entre el contenido de estos diversos conocimientos y los distintos objetos fenomenológicos a que se refieren.

Respecto a la conciencia misma la pregunta es la siguiente: ¿hay identidad o diferencia, o algún modo de proximidad o correspondencia, entre la conciencia autoconsciente como objeto y lo que la conciencia conoce de ella? ¿Se conoce la conciencia a sí misma de modo objetivo, o sus conocimientos difieren totalmente de su objeto, de manera que todo lo que capta la conciencia sobre sí misma está subjetivamente distorsionado? ¿Alcanza la conciencia un conocimiento de sí misma altamente aproximado, o apenas lejanamente semejante a su realidad fenomenológicamente objetiva? La conciencia que se capta como libre, inmaterial, solitaria, creativa, ética ¿conoce un objeto fenomenológico efectivamente libre, inmaterial, solitario, creativo, ético?

En cuanto a los contenidos de la conciencia que se presentan en ella en cuanto consciente de objetos fenomenológicos distintos de ella misma, la pregunta es similar a la anterior: ¿coinciden esos contenidos cognitivos, o se aproximan, o son totalmente diferentes, de los objetos de conciencia a que se refieren? Lo que la conciencia capta sobre el mundo y sobre los otros, ¿corresponde a la realidad fenomenológica de esos mundos y de esos otros? Los razonamientos, cálculos y combinaciones geométricas que la conciencia capta como racionales, ¿son los objetos racionales puros o están afectados por la subjetividad de la conciencia?

Las interrogantes son claras, pero ¿puede la conciencia discernir si hay identidad o diferencia entre los contenidos fenomenológicos de su conocimiento y las realidades fenomenológicas sobre las que versan esos contenidos? Puesto que todo, sujeto y objeto, lado interno y lado externo de la realidad fenomenológica, se da en la conciencia misma, pareciera no haber modo en que ella discierna si el conocimiento coincide, se distancia o se aproxima al objeto que conoce. Cuando la conciencia conoce fenomenológicamente un objeto, lo establece como el objeto fenomenológico que conoce; la relación entre ambos elementos se configura biunívocamente. Para apreciar si hay identidad o diferencia entre el contenido del conocimiento y lo que se conoce, tendría que haber otros conocimientos en relación con los cuales la conciencia podría discernir la identidad o la diferencia, la proximidad o la distancia entre ellos.

Pues bien, aún si en el conocimiento fenomenológico puro no hay más elementos que los objetos en cuanto conocidos y los contenidos del conocimiento como esos objetos conocidos, ocurre algo semejante a lo que observamos en el conocimiento empírico, a saber, que en esta experiencia cognitiva se constituyen múltiples, variados, sucesivos y cambiantes contenidos de conocimiento respecto a lo que se presenta como un mismo objeto conocido (sea éste la conciencia o cualquiera otro de los objetos de que es consciente). Y desde el momento que hay distintos contenidos cognitivos referidos a lo que se presenta como un mismo objeto de conocimiento que ha sido establecido como tal por la propia experiencia fenomenológica, entre aquellos conocimientos múltiples, variados y cambiantes y el mismo y único objeto a que se refieren no puede haber identidad sino, necesariamente, diferencia. Esta diferencia -su magnitud y cualidades-, no siendo siempre la misma para los distintos contenidos cognitivos, podría ser apreciada y evaluada relacionando y comparando los distintos contenidos del conocimiento.

Sobre sí misma, la conciencia tiene distintos conocimientos, en el mismo y en distintos momentos, y los va relacionando de distintos modos, de manera que el conocimiento que alcanza de sí misma cambia, se extiende, se torna más complejo, se hace más minucioso, se corrige, se enriquece de elementos nuevos, etc. Podemos expresar esto diciendo que la conciencia va expandiendo, complejizando y profundizando la autoconciencia de sí misma. Pero que no coinciden el conocimiento y su objeto lo experimenta cognitivamente la propia conciencia autoconsciente, que es consciente de que apenas se conoce de sí misma, parcialmente, con un conocimiento tal vez aproximado pero incierto.

Similar cosa ocurre respecto a los conocimientos que tiene de los otros objetos fenomenológicos que no son ella misma. Diremos que la conciencia se va haciendo más consciente del mundo y de su estar en él, de los otros y de su relación con ellos, y en general de toda su realidad fenomenológica. Pero no alcanza identidad entre el conocimiento y lo conocido: la conciencia es consciente de que todo su conocimiento es parcial e incompleto, relativo e imperfecto, y en constante desarrollo y cambio.

Para efectuar el discernimiento y evaluación del grado de proximidad del conocimiento a su objeto, la conciencia cuenta con la diversidad de sus contenidos cognitivos, que puede distinguir, comparar y relacionar de un modo análogo a como en la percepción empírica se distinguen, comparan y relacionan las distintas y sucesivas imágenes que un órgano sensitivo se forma de un objeto.

Además, los contenidos del conocimiento fenomenológico no se mantienen separados unos de otros, pues la conciencia los articula, combina e integra de modo que la captación de la conciencia y de los objetos de que es consciente va adquiriendo distintas configuraciones. Mediante la comparación, relacionamiento e integración de los distintos contenidos del conocimiento fenomenológico, la conciencia discierne entre ellos, captando que unos son más nítidos y otros más confusos, algunos más simples y otros más complejos, algunos más amplios y otros más estrechos, algunos más profundos y otros más superficiales, etc.

De este modo la conciencia procede en un conocimiento fenomenológico que se aproxima y distancia de sus objetos, y ella misma puede considerar que en esta experiencia cognitiva se cumple una progresiva aproximación, correspondencia y semejanza entre el objeto y el sujeto.

Pero, puesto que todo sigue ocurriendo al interior de la conciencia, y como la apreciación de la aproximación o distanciamiento entre los contenidos del conocimiento y los objetos conocidos es efectuada por la conciencia misma, el juicio y discernimiento de la mayor o menor objetividad del conocimiento fenomenológico puede manifestarse solamente como autoconvicción.

El conocimiento fenomenológico puro (no integrado en experiencias cognitivas complejas que lo relacionen con los conocimientos empírico y racional), podría ser más o menos objetivo sólo para la conciencia misma que los tiene; la verdad más o menos aproximada que alcance sería solamente su verdad, de la cual ella puede estar más o menos convencida y segura. Pero sometida a análisis epistemológico esta verdad se manifiesta como inevitablemente subjetiva, no habiendo modo de trascender hacia la objetividad. Podemos expresar esto diciendo que en el conocimiento fenomenológico la conciencia es más o menos consciente, más o menos amplia, nítida, confusa, expandida, profunda, rica, minuciosa, etc.; pero no que los conocimientos que alcanza al interior de ella misma sean más o menos objetivos.

Pero ¿qué sentido tiene hablar de verdad subjetiva cuando el propio concepto de verdad implica concebirla como objetiva? ¿Puede la propia conciencia subjetiva captar objetivamente si lo que ella capta como objeto o realidad fenomenológica coincide, corresponde o se aproxima a la representación fenomenológica que ella logra como sujeto? En la propia experiencia fenomenológica, o sea en cuanto ésta sea pura, no parece poder discernirlo, pues el discernimiento supondría que la conciencia tenga el modo de distinguir entre objetos fenomenológicos verdaderos y objetos fenomenológicos falsos; pero para ella, todos los objetos fenomenológicos son simplemente objetos fenomenológicos, captados todos ellos como tales objetos fenomenológicos. En este sentido, habría que admitir que, como no hay distancia entre el sujeto y el objeto fenomenológico, todo lo que experimenta cognitivamente se le presenta como verdadero. Pero esto no significa otra cosa que los objetos fenomenológicos se le representan como iguales a sí mismos. Para cada conciencia, todo lo que conoce en ella es "su verdad"; pero al no poder distinguirlo de lo que sea "su error" o "su falsedad", hablar de verdad carece de significado cognitivo. Si una conciencia cambia, o amplía, o desarrolla lo que capta de sí misma o de cualquier contenido de conciencia, lo que hace es cambiar, ampliar o desarrollar "su verdad" de un momento asumiendo "su verdad" de otro momento.

Por otro lado, los propios conocimientos intervienen en su objeto, en el sentido que lo modifican y alteran, le proporcionan nuevas relaciones y lo hacen más o menos autónomo respecto a otras realidades fenomenológicas. Ello, además de ratificar que no puede alcanzarse en el conocimiento fenomenológico la objetividad, implica reconocer que tanto el sujeto como el objeto del conocimiento fenomenológico están siempre evolucionando y deviniendo, lo que torna aún más difícil que en algún momento la verdad fenomenológica se constituya, ni siquiera aproximativamente, como adquirida, estable y permanente.

Pero hay algo en la realidad fenomenológica que no hemos aún considerado, y es que los distintos objetos de la conciencia se establecen respecto a ella misma, más o menos próximos en cuanto realidad fenomenológica. El objeto fenomenológico más próximo al sujeto cognoscente es la conciencia misma, que se capta en la autoconciencia. Menos próximos a ella pero muy cercanos en cuanto contenidos de la propia conciencia, se constituyen las vivencias interiores, las propias ideas e intuiciones, los propios conocimientos empíricos y racionales captados fenomenológicamente. Más lejanos se le presentan las otras conciencias autoconscientes que conoce fenomenológicamente, y los contenidos (conocimientos) fenomenológicos que le llegan desde esas otras conciencias.

Pues bien, esta mayor o menor distancia real (en cuanto realidad fenomenológica), al ser captada en el conocimiento fenomenológico, aparece ante la conciencia como distancia cognitiva (aquella que determina mayor o menor objetividad del conocimiento). Mientras más próximos se presenten los objetos fenomenológicos a la conciencia misma, más verdaderos le parecen, más convicción le producen, menos puede dudar de ellos. Este es el real significado de lo que expresó Descartes al afirmar que, aunque puede dudar de todo otro contenido de la conciencia, la conciencia no puede dudar de sí misma y de su propia autoconciencia como ser pensante. (Se nos torna ahora claro por qué, aunque para la conciencia autoconsciente resulta evidente o plenamente convincente su propio ser como ser consciente, en realidad no ha alcanzado con ello una verdad metafísica, sino sólo una convicción fenomenológica de la cual no puede dudar).

A medida que los objetos fenomenológicos se van distanciando de la conciencia misma, la convicción disminuye, y el conocimiento de ellos se considera menos próximo al objeto, y la conciencia los retiene menos objetivos o "verdaderos". Así, considerará más convincentes y objetivos los conocimientos que tiene sobre sus vivencias interiores y demás contenidos fenomenológicos "propios", que aquellos que capta como propios de otras conciencias distintas de ella misma.

Pero que sean más convincentes para el sujeto, o que le parezcan más verdaderos, no implica que sean más objetivos, porque la mayor proximidad que se establece entre el sujeto y el objeto implica al mismo tiempo que los conocimientos son más subjetivos. Esta es una interesante paradoja del conocimiento fenomenológico. Así, el conocimiento que una conciencia tiene de sí misma puede ser más confuso, parcial, subjetivo y erróneo que el que llegue a formarse sobre el mundo externo y sobre los otros sujetos. Y en efecto, nada parece más difícil que el conocimiento objetivo de sí mismo.

De todos modos, la conciencia tiene, respecto al conocimiento de sí misma, los mismos modos de aproximarse a la objetividad cognitiva que respecto a los demás objetos fenomenológicos, en un proceso de discernimiento basado en los distintos y variados conocimientos que le permiten apreciar que unos son más nítidos y otros más confusos, algunos más simples y otros más complejos, algunos más amplios y otros más estrechos, algunos más profundos y otros más superficiales, etc.

Esto es lo más que podemos llegar a precisar, al nivel del conocimiento fenomenológico puro, respecto a la verdad sobre la realidad fenomenológica.


La aproximación fenomenológica a las realidades empírica y racional en cuanto captadas fenomenológicamente.

Sabemos que el conocimiento de la conciencia y de sus contenidos cognitivos no se agota en la experiencia fenomenológica pura, que se conecta en la mente o yo psíquico con las experiencias empírica y racional. Al conectarse los conocimientos fenomenológicos con los de estas otras experiencias cognitivas surgen nuevos conocimientos sobre la realidad fenomenológica, y debemos examinar si ellos permitan superar la subjetividad en que se encuentran encerrados los conocimientos fenomenológicos puros y acceder a algún grado de objetividad posible de establecer.

La conciencia adquiere conocimiento fenomenológico de la realidad empírica y de la realidad racional, de manera que su conocimiento de ellas tendría los mismos límites de todos los demás conocimientos fenomenológicos. En efecto, en cuanto fenomenológicos se trata de conocimientos subjetivos; sin embargo la conciencia adquiere respecto a ellos un grado de convicción especial: los conocimientos empíricos y racionales (asumidos fenomenológicamente) la persuaden, la convencen de que son más objetivos que los otros conocimientos fenomenológicos que ella tiene. ¿Se justifica considerarlos más objetivos y verdaderos?

Para responder a esta pregunta es preciso tener en cuenta el origen de esta convicción. Es la propia conciencia la que les atribuye mayor objetividad, al captarlos como conocimientos que se basan en otros conocimientos que la conciencia concibe que le llegan desde fuera, en cuanto adquiridos en experiencias cognitivas distintas a la fenomenológica pura: unos por experiencia empírica, otros por experiencia racional. Parece ocurrir que el conocimiento fenomenológico, junto con asumir los conocimientos empíricos y racionales, asume el grado de verdad y objetividad de éstos, lo cual se manifiesta en la conciencia como convicción. Tanto los conocimientos empíricos como los racionales persuaden a la conciencia, pero lo hacen de modos distintos, por lo que es preciso diferenciar lo que ocurre en la conciencia con los conocimientos empíricos y lo que le sucede con los racionales.

Los conocimientos empíricos adquieren en la conciencia que los capta fenomenológicamente una fuerza de convicción que deriva del hecho que las realidades empíricas sobre las que esos conocimientos versan, son exteriores a la conciencia en cuanto empíricos. Ella los capta, así, como no dependiendo de la conciencia, como llegados de fuera, o sea como si no fueran subjetivos sino objetivos. Al árbol que capta en cuanto percibido por los ojos, la conciencia lo considera un árbol objetivo, que está ahí independientemente del sujeto.

Pero ésta es una ingenuidad de la conciencia, pues el análisis epistemológico nos ha mostrado que la percepción empírica no es objetiva, en cuanto distorsiona el objeto que conoce: los sentidos lo conocen "a su modo". Aún así, efectivamente se trata de conocimientos adquiridos en otra experiencia cognitiva, que es exterior a la conciencia, de modo que al ser asumidos fenomenológicamente por ésta se ha de reconocer esta exterioridad, junto con el grado de verdad y objetividad que adquieren esos conocimientos en la experiencia cognitiva desde la cual llegan a la conciencia.

En cuanto a los conocimientos racionales, la fuerza de convicción que adquieren en la conciencia que los capta fenomenológicamente deriva del hecho que las realidades racionales son universales y abstractas, inteligibles y siempre idénticas a sí mismas, iguales para todas las conciencias, en cuanto racionales. Los objetos racionales en cuanto racionales se imponen a la conciencia. La conciencia los capta como no dependientes de ella en su individualidad y subjetividad.

Sin embargo, en la conciencia misma la realidad racional es captada fenomenológicamente, lo que implica su subjetivación. Los conceptos de árbol, de hombre, de relación, etc. definidos racionalmente de modo que en la definición se los expresa y representa en su universalidad, al ser asumidos fenomenológicamente por cada conciencia resultan modificados, subjetivizados, pues las conciencias los conectan a las vivencias, creencias, experiencias subjetivas que tienen de los árboles, de los hombres y de las relaciones tal como son captados por ella, fenomenológicamente, en su "mundo" interior. Lo mismo ocurre con los objetos matemáticos y geométricos, aunque en mucho menor medida, lo que los torna menos subjetivos. La menor subjetivización de los números y figuras geométricas se debe a que las experiencias fenomenológicas de la conciencia se conectan con ellos con escasa intensidad, más debilmente que con las ideas, afirmaciones y razonamientos, que si bien el análisis epistemológico muestra que son tan universales y externos a la conciencia como los números y figuras geométricas, la conciencia tiende a considerarlos como suyos, propios, y más directamente conectados a las experiencias subjetivas.

En cuanto a las operaciones lógicas, matemáticas y geométricas complejas que relacionan conceptos, números y figuras, al ser asumidas por la conciencia como operaciones racionales universales, adquieren para ella la fuerza de convicción correspondiente a dicha racionalidad universal; pero cada conciencia que razona, calcula y geometriza lo hace subjetivamente, conforme al grado de incorporación de la racionalidad en ella misma. Así, algunas conciencias pueden equivocarse más que otras al hacer cálculos, cometer más errores en sus razonamientos, combinar figuras geométricas más o menos confusamente, etc. Al ser la conciencia consciente de la subjetividad de sus cálculos, razonamientos y relaciones geométricas, ella es también consciente de que dicha subjetividad puede llevarla a distanciarse de la racionalidad pura y universal y cometer "errores".

Y aunque la razón que opera en la conciencia puede corregir las operaciones que efectúa la conciencia hasta hacerlas corresponder con la racionalidad pura, para la conciencia la racionalidad que integra y con que opera a nivel fenomenológico se le presenta siempre como "su" racionalidad. Por sí misma la conciencia que conoce fenomenológicamente no puede saber si sus razonamientos y cálculos sean racionalmente universales o si correspondan solamente a su propia racionalidad lógica y matemática. Para la conciencia que capta fenomenológicamente la realidad racional, los razonamientos son sus razonamientos, los cálculos son sus cálculos, etc. Con todo, las conclusiones de los cálculos, razonamientos y operaciones geométricas adquieren en ella la fuerza de convicción que deriva del hecho que se trata de conocimientos originados en una experiencia cognitiva racional y universal que se le presenta como no dependiendo de su subjetividad individual, y que se le imponen.


La aproximación racional a la realidad fenomenológica.

La pregunta que corresponde ahora plantearse es si el conocimiento sobre la realidad fenomenológica que efectúa la mente o yo psíquico como cognoscente complejo, pueda adquirir mayor objetividad o aproximación a la verdad como resultado de la conexión entre el conocimiento fenomenológico y el conocimiento racional.

Ya sabemos que la conciencia incorpora y hace suyos, fenomenológicamente, a la razón y a los objetos lógicos, matemáticos, geométricos y simbólicos con sus relaciones inteligibles y coherentes. Si la razón y los objetos racionales fueran puramente fenomenológicos, no permitirían a la conciencia distinguir lo objetivamente inteligible y coherente de lo ininteligible e incoherente de la realidad fenomenológica. Pero la razón se nos ha mostrado como una facultad cognitiva de la mente o yo psíquico distinta de la conciencia y de su experiencia cognitiva fenomenológica, que establece una realidad racional que se impone a la conciencia. Conectada en la mente con la conciencia, la razón que concibe los objetos racionales los aplica a los objetos fenomenológicos, igual como puede hacerlo con los objetos empíricos. Aparece así ante la razón, la estructura racional de la realidad fenomenológica, tal como aparece la estructura racional de la realidad empírica cuando se la aplica a ésta, en las ciencias empíricas. Así, según que los contenidos fenomenológicos de la conciencia se presentan ante la razón como inteligibles y coherentes unos con otros, ella juzga (emite juicios positivos o negativos sobre) la racionalidad del conocimiento fenomenológico.

Un ejemplo nos puede ayudar a comprenderlo mejor. La conciencia fenomenológica tiene experiencia cognitiva de sí misma en el momento en que hace un acto de instrospección. Vivencia sus dudas y su angustia, sus esperanzas y su desesperación, su soledad y su estar en el mundo con otros, sus amores y sus rechazos. Todo ello es constitutivo de "su verdad", que asume como tal, aunque no puede discernir la objetividad de esos conocimientos. Pero la razón, aplicando a esas experiencias cognitivas los objetos lógicos, dice a la conciencia que "si duda, piensa, pues el dudar es una forma del pensar, y si piensa deduce que es una realidad pensante". De este modo la conciencia llega a afirmar, racionalmente: "pienso, luego mi identidad incluye reconocerme como realidad pensante", y asume esta afirmación como una verdad racional referida a la experiencia fenomenológica. Junto con hacer esta afirmación, la razón rechaza otros posibles contenidos fenomenológicos; por ejemplo, si la conciencia experimentara o interpretara su dudar como manifestación de vacío total, de identificación con la nada, la razón le diría que en tal interpretación se incurre en un error lógico. Del mismo modo, la razón puede aplicarse a discernir la racionalidad de las esperanzas y desesperanzas de la conciencia, y mediante el uso de conceptos clara y distintamente definidos, y exigiendo coherencia al conocimiento, comprender que no se puede amar y rechazar algo por el mismo motivo y en el mismo aspecto, o que la esperanza y la desesperanza han de tener algún fundamento o motivo que las sustente, y discerniendo lo uno y lo otro, llevar la conciencia a afirmar en qué aspecto y con respecto a qué es razonable que tenga esperanzas, y en qué sentido puede razonablemente desesperar, y en qué sentido ama y en cual otro rechaza. Ello llevará al sujeto a efectuar nuevas afirmaciones y negaciones racionales, sobre las cuales la conciencia podrá adquirir la convicción de que corresponden, con alguna aproximación mayor o menor, a su realidad interior.

En estos ejemplos notamos que la razón puede efectuar una aproximación a la realidad de la conciencia y de sus contenidos cognitivos fenomenológicos, en cuanto ellos pueden ser juzgados racionales o irracionales, o sea inteligibles y coherentes o ininteligibles e incoherentes. De este modo la realidad fenomenológica es objeto de un conocimiento racional que va más allá del autoconocimiento fenomenológico de la conciencia, siendo ese conocimiento racional el que puede ser más o menos próximo a la realidad fenomenológica.

En este sentido, sólo pueden ser examinadas en su verdad o falsedad las afirmaciones racionales que se efectúen sobre la conciencia y sus contenidos, tal como vimos que ocurre también con los contenidos del conocimiento empírico. Si tal conocimiento racional pueda o no ser considerado verdadero, y en qué medida, lo podremos discernir más adelante al examinar la verdad posible para el conocimiento racional.


La aproximación intersubjetiva a la realidad fenomenológica.

Pero hay algo más que señalar sobre la verdad posible del conocimiento fenomenológico. Como dicho conocimiento, con la mediación de la realidad racional, puede ser comunicado entre conciencias distintas, se abre una nueva posibilidad de aproximación a la objetividad fenomenológica.

En cuanto realidad puramente fenomenológica, los objetos o contenidos de la conciencia son experimentados por cada una en sí misma, permaneciendo independientes y separados, de modo que cada conciencia sólo pueda hablar de "su verdad". Pero mediante la comunicación racional que se verifica a través de palabras, sonidos, imágenes y otros objetos empíricos, las conciencias se comunican sus experiencias fenomenológicas, de manera que se establecen conocimientos fenomenológicos compartidos, haciendo posible un proceso de aproximación intersubjetiva a la realidad fenomenológica.

En cuanto algunas realidades fenomenológicas sean asumidos por una pluralidad de conciencias, podrá construirse un conocimiento que las conciencias comunicadas podrán asumir como "nuestra verdad". Esos conocimientos compartidos por distintas conciencias, se presentan ante cada una de ellas a la vez como internos y como externos (pues los reconoce no solamente en su interior sino también en otras conciencias). Y en cuanto externos, se le presentan en alguna medida independientes de su subjetividad individual, abriéndose la posibilidad de ser examinados como objeto, con algún grado de objetividad del que carecen los conocimientos exclusivamente internos.

Entendida la "verdad" fenomenológica como compartida y compartible, el conocimiento fenomenológico de cada conciencia se enriquece constantemente a través de la comunicación intersubjetiva, del diálogo con otras conciencias, en un proceso de construcción de conocimientos que jamás podrá ser completo y plenamente objetivo.

Pero ¿qué se comunican los sujetos respecto a sus experiencias fenomenológicas? Al estar la comunicación mediatizada por la razón, lo que se comunican las conciencias es no otra cosa que el contenido racional de sus objetos fenomenológicos, esto es, lo que puede ser expresado con ideas y razonamientos, números y cálculos, símbolos y metáforas, etc. y que dan lugar a conocimientos racionales, abstractos y universales, relativos a la realidad fenomenológica, incluida en ésta la realidad empírica en cuanto fenomenológicamente captada y comunicada racionalmente. Lo que siempre escapa a la comunicación es lo vivenciado y captado fenomenológicamente en lo íntimo de cada conciencia, que lo conserva exclusivamente para sí.

De este modo la verdad, siempre relativa y nunca absoluta en estos niveles empírico y fenomenológico examinados, como aproximación y no como coincidencia, como semejanza y no como identidad, parece estar siempre condicionada por algún contenido racional que la expresa de modo abstracto y universal.

De todos modos, cuando distintas conciencias comparten determinados conocimientos, estos adquieren cierta objetividad que no puede aparecer en la experiencia fenomenológica pura interior a cada conciencia. Y es que los conocimientos compartidos, expresados racionalmente mediante palabras, imágenes, gestos y otros objetos empíricos, se presentan ante la conciencia como distintos y exteriores a ella: objetivados. Objetivados, en un preciso sentido: en cuanto puestos y expuestos frente a ella (la conciencia) mediante objetos racionales universales y abstractos (no ya puramente fenomenológicos).¿Es éste el único modo de objetivación de la realidad fenomenológica interior de la conciencia, que permite examinarla con algún grado de objetividad?


La objetivación cognitiva de la realidad fenomenológica.

Un joven experimenta en su conciencia dos vivencias fenomenológicas que lo confunden: unión de amor con otra persona, y al mismo tiempo soledad. La dilucidación puramente fenomenológica de estas vivencias interiores lo llevan a captarlas con creciente amplitud y profundidad, de modo que las llega a asumir con convicción como constitutivas de "su" verdad fenomenológica. ¿Puede este joven, con el recurso al conocimiento empírico y racional, llegar a tener un conocimiento más objetivo de su estado de conciencia interior, y saber si más allá de su experiencia fenomenológica subjetiva, realmente ama y es amado y está al mismo tiempo solo?

Ciertamente él puede, en cuanto mente o yo psíquico cognitivo complejo, conectar estas experiencias de la conciencia con múltiples conocimientos empíricos y racionales, y seguir varios recorridos cognitivos que podemos analizar.

Uno: el joven somete el contenido de sus vivencias interiores a un análisis racional interno, conectándolas a algunos objetos lógicos (ideas, conceptos, razonamientos, etc.). La razón le señala que los conceptos de amor y de soledad racionalmente definidos como relación íntima el primero y ausencia de relación el segundo, son conceptos opuestos que no pueden ser aplicados simultáneamente a una misma realidad y en el mismo aspecto sin caer en la contradicción y el absurdo. Sin embargo la razón admite que las vivencias del amor y de la soledad pueden coexistir en una misma conciencia, si esas vivencias no son simultáneas, o si se experimentan en distinto nivel de conciencia, o si se establecen en base a experiencias de relación del sujeto con distintos otros sujetos, etc. De este modo, el conocimiento racional conduce la conciencia a buscar precisiones sobre las causas de sus vivencias, a identificar las distintas relaciones a que se refieren, a prestar atención a los momentos y a las circunstancias en que se le presentan, etc. Ello implica conectar sus vivencias con diversos objetos cognitivos empíricos: hechos de la vida cotidiana, sucesos psicológicos, relaciones humanas, lugares, músicas, recuerdos, etc. La mente reflexiona, compara las vivencias fenomenológicas con otras anteriores, examina los comportamientos empíricos que cree afectados por ellas, se esfuerza por distinguir mediante ideas claras y distintas los contenidos biológicos, emocionales, sociales, culturales, etc. de sus vivencias. Con todo ello, el joven piensa que ha dado algunos pasos significativos de aproximación a la realidad de sus experiencias interiores de amor y soledad. El análisis racional ha develado la estructura racional de la realidad fenomenológica, y el relacionamiento con hechos empíricos ha permitido identificar percepciones, datos, olores, músicas, etc. que se conectan con las vivencias, haciéndolas aparecer, intensificándolas, modificando sus manifestaciones, etc. Pero el joven es consciente de que, habiendo hecho todo esto, la razón le ha proporcionado sólo un conocimiento abstracto de algo que es vivenciado en forma particular e individual (lo que en este sentido implica distanciar en vez de aproximar el conocimiento a su objeto: al racionalizar sus vivencias fenomenológicas éstas pierden su intimidad y singularidad). Además, el conocimiento así adquirido por la conciencia sobre sus vivencias, es aún subjetivo, pues toda su reflexión la ha efectuado el joven al interior de su propia conciencia. El intenta, entonces, "objetivar" de algún modo sus vivencias y procede a,

Dos: hablar con sus amigos, contarles sus vivencias expresándolas con palabras; recoge las opiniones de ellos sobre sus vivencias contadas, opiniones que versarán sobre algo que para ellos (sus interlocutores) se les presenta como externo. Sus amigos le comunican sus propias experiencias fenomenológicas, vivencias semejantes o que al menos expresan con los mismos términos de amor y soledad, las cuales puede ahora considerar en cierto modo externas y observarlas con aquella distancia que parece darle objetividad a su conocimiento de ellas. Obtiene así conocimientos nuevos sobre la realidad fenomenológica, y en particular sobre las vivencias del amor y la soledad. Pero estos conocimientos no parecen aproximarle mucho a "sus" vivencias interiores, pues se refieren a las de otros sujetos, o son conocimientos de esos otros sobre vivencias que les son ajenas y no pueden conocer en su intimidad. Intenta, pues, "objetivar" sus vivencias interiores del amor y la soledad en cuanto propias e íntimas, procediendo a,

Tres: escribir una poesía, en la cual mediante palabras, cadencias, ritmos, referencias a percepciones empíricas, ideas, símbolos y metáforas, expresa sus vivencias interiores. El joven capta fenomenológicamente que sus vivencias de amor y soledad han quedado expresadas en los versos con gran fidelidad respecto a "su" verdad interior, pues al leer la poesía esas vivencias interiores se reproducen e intensifican en su conciencia. Lo interesante es que la poesía que expresa sus vivencias subjetivas interiores, es una realidad empírico-fenomenológico-racional, un objeto que se presenta fuera de su conciencia, y que es accesible tanto al conocimiento fenomenológico como al conocimiento empírico y al conocimiento racional. Podemos decir que el joven ha "objetivado" sus vivencias fenomenológicas interiores al conectarlas a conocimientos empíricos y racionales, estableciéndolas en un objeto (la poesía) que está fuera de su conciencia y que es accesible al conocimiento empírico y racional. (Cabe señalar que la objetivación de los contenidos fenomenológicos de la conciencia puede efectuarse mediante distintas expresiones del arte, y no solamente a través de poesías. La música, las artes plásticas y audiovisivas, la danza, y en general las diversas expresiones artísticas, constituyen formas de objetivación de realidades fenomenológicas que, de este modo, se hacen comunicables y analizables.)

El análisis racional de la poesía o de cualquier otra expresión artística que objetivice contenidos fenomenológicos, efectuado por el mismo autor y por otros que se comunican y con los cuales intercambia ideas, podrá proporcionarle un ulterior conocimiento, más aproximado y en alguna medida más objetivo que el que tenía inicialmente sobre la realidad fenomenológica de su conciencia. Tal conocimiento será un conocimiento racional sobre una realidad fenomenológica, que podrá ser entonces comprendida y comunicada racionalmente. Pero el joven lo considera aún insuficiente, pues demasiado ligado a una expresión parcial de sus vivencias en la poesía, que sólo en parte las expresa. Procede entonces a,

Cuatro: analizar su estado interior recurriendo a la ciencia de la psicología (lee libros, consulta especialistas, etc.), que le proporciona una gran variedad de conocimientos empíricos y racionales que relaciona con sus vivencias subjetivas. Si en el análisis de su experiencia intervienen otras personas (psicólogos, analistas, etc.), su conciencia y sus vivencias interiores serán para ellas externas, lo que les permite examinarlas con mayor objetividad de cuanto pueda hacerlo él mismo. En el análisis psicológico, sus vivencias son descritas y precisadas, relacionadas y comparadas con otras vivencias propias, incluidos sus sueños, sus recuerdos, la poesía y otras poesías, y también con las vivencias de otras personas, y todo ello es examinado metódicamente empleando conceptos rigurosamente formulados. Adquiere así conocimientos nuevos, más precisos, más detallados, más profundos, sobre su realidad subjetiva. Podemos decir que así ha accedido a un conocimiento científico de sus experiencias fenomenológicas. Los contenidos cognitivos de éste podrán ser considerados más objetivos y próximos a su objeto que aquellos que tenía antes del análisis psicológico.

No ha alcanzado, por cierto, un conocimiento plenamente objetivo y verdadero, aún después de este cuarto momento analítico; pero se ha aproximado cognitivamente, algo en cada uno de ellos, a la realidad de sus experiencias fenomenológicas. Sin embargo, como consecuencia del mismo recorrido de su conciencia que ha buscado alcanzar cierta objetividad en el conocimiento de sus experiencias fenomenológicas íntimas, o sea como efecto de la reflexión, la comunicación, la expresión poética y el análisis psicológico de sus vivencias interiores, éstas indudablemente habrán cambiado, se habrán modificado en el transcurso del proceso. Tal vez ya ni siquiera experimente el amor y la soledad iniciales, siendo sus vivencias actuales muy distintas a las que tenía antes del proceso analítico.

La realidad fenomenológica, como la realidad empírica, siempre cambiantes ambas, no pueden ser objeto de un conocimiento completo y definitivo, y el conocimiento mismo -cualquiera sea su forma y contenido- para ser aproximado y relativamente verdadero, deberá ir cambiando también él para corresponder con alguna aproximación a las realidades que cambian.

La conclusión que podemos extraer del ejemplo expuesto y del análisis racional y empírico-racional de los contenidos de la conciencia, respecto a la verdad posible del conocimiento relativo a la realidad fenomenológica, es, básicamente, que el acceso a la verdad como aproximación y correspondencia entre el sujeto y el objeto de este conocimiento, que no se alcanza en la captación fenomenológica pura, es posible solamente mediante la conexión de ella con los conocimientos y las realidades racionales y empíricas. Pero la verdad sobre las vivencias y demás objetos fenomenológicos, resultante del análisis empírico-racional, es solamente aquella que se expresa mediante objetos racionales (en las afirmación que el sujeto hace sobre sus vivencias interiores), y que por tanto es abstracta y universal. Pero la realidad fenomenológica en cuanto fenomenológica no es abstracta y universal. Esto significa que en la verdad fenomenológica posible (en el conocimiento más aproximado sobre la realidad fenomenológica que podamos alcanzar) se mantiene una distancia insalvable entre el sujeto del conocimiento y el objeto real conocido.

Lo que se establece en el sujeto como conocimiento de la realidad fenomenológica susceptible de cierto grado de objetividad y verdad, es solamente aquella estructura racional (o una parte de ella) que está presente de algún modo (que no conocemos aún) en la realidad fenomenológica. Aún tratándose de un conocimiento racional, universal y comunicable, solamente el sujeto de las experiencias fenomenológicas podrá conocer sus objetos fenomenológicos en su singularidad, pues ellos son siempre los suyos, individuales e incomunicables en su individualidad.

Con todo, cabe preguntarse si en la comunicación entre las distintas conciencias sobre sus realidades fenomenológicas interiores, pueda establecerse algo similar a lo que observamos sobre el conocimiento empírico, a saber, que unos sujetos puedan corregir el conocimiento fenomenológico de otros mediante la comparación de sus respectivas realidades fenomenológicas. El problema es que el conocimiento fenomenológico es siempre e inevitablemente individual y subjetivo. Lo que experimenta cognitivamente una conciencia sobre sí misma y en sí misma no puede ser experimentado por otra conciencia, la que experimenta fenomenológicamente sólo la suya, con sus particulares contenidos, y en sí misma permanece recluida incluso cuando tiene conocimiento de otras conciencias y de los contenidos cognitivos de ellas.

Sin embargo, cuando las conciencias se comunican mutuamente sus experiencias fenomenológicas conectadas a objetos empíricos y a los mismos objetos racionales, se comunican conocimientos sobre la realidad fenomenológica que, cada una en sí misma, podrá reconocer como más o menos aproximados a su realidad fenomenológica. De este modo unas conciencias facilitan a otras conciencias el aproximar sus respectivos contenidos de conocimiento a su propia realidad interior. Y podrán compartir entre ellas, en un conocimiento intersubjetivo, verdades aproximadas, relativas y parciales, sobre la realidad fenomenológica: sus estructuras racionales comunes, sus objetivaciones poéticas y de otros tipos, y sus similares relaciones con las realidades empíricas.

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