domingo, 10 de octubre de 2010

Fernando Vallejo: ‘El mundo ya es un infierno’

Acérrimo crítico de la Iglesia y amante de los animales, el escritor que vivió una decadente Colombia explicó, durante su visita a Torreón, su pesimista visión del mundo
Su paraíso no está ni en este mundo ni en otro. El de Dios (“Dios, esa hipótesis”), no existe para él. El de aquí está destruido: “El mundo ya es un infierno”. Y añade: “cada vez más caliente”. Fernando Vallejo, para fines literarios, sólo tiene un paraíso: el de su niñez. Allí recuerda la música, la finca de sus abuelos, el mundo que parecía feliz, la Colombia antes de volverse, con el tiempo, en la vejada nación y teatro de su libro “La Virgen de los Sicarios”. Medellín es “Metrallao” y allí se leen rótulos con la leyenda “Prohibido tirar cadáveres”, florecen balas, suena la estridencia callejera y el español está desairado.

El escenario no es distinto para él en el país que le da hogar. ¿Qué tanto está Colombia, la de violencia por narcotráfico, en el México de ahora? “La veo muy reflejada”.

No le parece una ofensa, como aquí se tomó, el que Hillary Clinton, secretaria de Estado de los Estados Unidos, diga que este país es ahora la Colombia de hace 20 años: “era una observación muy atinada”.

Su argumento: la palabra sicario. “Parece que fuera mía”. Fue el primero en utilizarla en literatura, en su novela “La Virgen de los Sicarios”, escrita en 1993. Era la época en la que mataron a Pablo Escobar, el gran capo de los capos colombianos.

“En México nadie utilizaba esa palabra”. No sabían qué significaba esa expresión colombiana (asesino a sueldo).

Entonces Vallejo midió la colombianización de México contando las veces en que “sicario” aparecía en la prensa escrita. “Ahora es una palabra de uso común en México”.

“Se colombianizó en ese punto: el lenguaje refleja perfectamente la realidad”.

Por la ventana del edificio donde nos recibe, y donde habita un gato, la ciudad de Torreón aparece entre edificios; desde el tercer piso se ve la urbe que han enfocado cámaras por balaceras y desapariciones, donde una fiesta ha terminado en 17 muertes (no hará ni cuatro meses de ello), donde ya no hay antros, donde el periódico es ya un mal augurio a diario. Para él, el narcotráfico no es el problema de estos dos países, sí la superpoblación.

“Esto ha conducido a la desaparición del Estado en donde tendría que estar: controlando el caos”. Pero su desaparición no es completa: “(Está) jodiendo con impuestos, con trabas, con papeleo, con todo tipo de obstáculos que hacen imposible respirar a la sociedad”. Y por esta pérdida, evoca a Medellín, donde aún hoy se paga tarifa a grupos de delincuentes, y no sólo narcotraficantes.

“El narcotráfico es una forma más del hampa”. A estos hombres, mujeres, sicarios, narcos, los define como ignorantes.

Una América en problemas

Autor de 17 libros, diez de ellos novelas, siete que no lo son (estudios de biología, biografía y gramática), cuando llegó hace 40 años a México, no existía el secuestro. Ahora, naturalizado mexicano, y después de escribir aquí desesperadamente esa novela (porque quería sacar lo que tenía adentro, terminar ese ciclo, olvidar esa Colombia) donde el personaje al que puso su nombre se enamora de un sicario o ángel de la muerte, ahora está sumido en el ruido de la calle Ámsterdam de la Ciudad de México. “Colombia está mexicanizada”. “Los altos funcionarios públicos de Colombia eran muy mezquinos pero eran cultos y eran honrados.

Ahora son incultos y ladrones. En eso sí México les ha enseñado mucho” y repite: “mucho”.

He aquí la hermandad de naciones. Para él el mal está hecho y “no tiene remedio”: somos siete mil millones del planeta y el desastre es universal. “Nunca antes había medios de destrucción masiva como son las armas nucleares, virus cibernéticos y biológicos”. De América Latina dice: “dentro de poquito perderá su libertad”. Se está “anglizando”, así perderá lo que tenía: su música, la lengua española.

Estamos perdiendo nuestra personalidad. “Nos están invadiendo las sectas protestantes de los Estados Unidos”, que se unen a “la plaga de la Iglesia católica, que ya veíamos que podía ir de salida”.

Su guerra contra la Iglesia

Él puede hablar contra el cristianismo sin que lo maten o agredan, y es explicable, dice, “porque la América española no tuvo guerras de religión”.

“Tampoco tenemos mayor problema racial, somos una mezcla de indios, blancos con negros, en mayor o menor medida. En Estados Unidos, no”. El problema surgiría si insulta al equipo de la Selección Nacional de futbol, o a la Virgen de Guadalupe. Sonríe.

Su aversión hacia la Iglesia no la oculta, los padres salesianos hicieron su trabajo cuando fue educado de niño, con castigo y represión sexual. En su libro “La Puta de Babilonia” vierte su crítica documentada hacia la Iglesia. Al cardenal Sandoval Íñiguez, arzobispo de Guadalajara, lo adjetiva de “absurdo, despreciable, deleznable”.

Y explica: “dice (Íñiguez) que para él no hay dinero sucio de las limosnas que recibe. Ah, ¿no es dinero sucio el de los narcotraficantes asesinos?”. ¿Por qué su manía de atacar a los homosexuales?, se pregunta. Pide, como muchas veces, su deseo de un debate público con él, con los medios. Y le quita lo de cardenal porque “yo no comparto esas jerarquías”.

¿A cuántos quemó vivos la Inquisición? A varias decenas de miles, cosas que se olvidan fácil. Cita el papel del presidente Benito Juárez, quien quitó los hábitos a monjas, quien —primero en América Latina— separó a la Iglesia del Estado, y quien llegó a querer a los animales. “Que ya es decir mucho”, pues para Vallejo éstos son sus hermanos, sus prójimos. México es el único país donde los presidentes no están invocando el nombre de Dios, “ni siquiera se lo he oído a Calderón”. Todos los demás sí.

No deja de recordar la situación de Chile, sobre los mineros “hundidos en las entrañas de la tierra” hasta la fecha. Días después de la noticia, leyó una declaración del presidente Sebastián Piñera que decía en la que se encomendaba a Dios para salir de ello. “¡Pero qué impudicia!”, sube el tono, “¿Cómo puede decir esto el hombre que es el más rico de Chile?”. Y “como este miserable son todos los granujas que hoy tenemos en América Latina”.

Cansancio por la literatura

La literatura es un tema que le cansa. Los escritores le aburren. Ya ha leído todo lo que tenía que leer, por eso no lo hace desde hace tres años y “veinticinco o más, desde que empecé a escribir, que no leo literatura”. No quiere que le digan nada los demás. “No me gustan los escritores”, ni tiene pasión por ninguno, ni por Cervantes, “aunque a veces hable bien de él”. Su procedimiento de escritura: escribir primero en la cabeza y no terminar hasta terminar.

Por los músicos sí tiene una gran admiración y envidia.

De mexicanos, José Alfredo Jiménez.

Llegó a la conclusión, y a pesar de haber estudiado cine, de que éste es un “lenguaje miserable, insignificante, que no permite captar la realidad, ni al ser humano, es artificioso y está viviendo más de la cuenta, lleva más de diez años de existencia”.

-¿Es usted misántropo?- “No. Pero tengo una pelea casada contra la mayoría de lo bípedos pentadáctilos que se comen y atropellan a los animales”, sonríe.

Vallejo repite que la frase terrible de Sartre, “El infierno son los demás”, será la gran frase de la humanidad. ¿Alguna buena noticia? “Estamos muy cerca del fin”.

EL DATO

El escritor, de forma inusual, aceptó la invitación de dar una cátedra, pues expresa detestar presentarse en público, pero accedió a hacerlo en el Teatro Isauro Martínez para inaugurar la Cátedra Enriqueta Ochoa.

El Ayuntamiento del Torreón fue quien lo invitó, y Vallejo donará el dinero que le den a sociedades protectoras de animales.

Entre sus diez novelas, están “La Virgen de los Sicarios” (1994); “El Río del Tiempo” (1999); “Entre
Fantasmas” (1993); “El Desbarrancadero” (2001), que le dio el Premio Rómulo Gallegos
(2003).

Escribió una gramática en el Fondo de Cultura Económica.

Tiene libros de biografías sobre Porfirio Barba-Jacob y José Asunción Silva.

Además es autor de “La Puta de Babilonia”, que critica a la Iglesia. n Este año publicó “El Don de la Vida”.

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