domingo, 10 de octubre de 2010

EN BÚSQUEDA DEL SER Y DE LA VERDAD PERDIDOS. La tarea actual de la filosofía. 12

XII. LA VERDAD SOBRE LA REALIDAD EMPIRICA.
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La aproximación empírica a la realidad empírica.

Hemos concluido que la verdad en sentido estricto no puede darse sino como conocimiento de la realidad en sí, y no de la realidad en cuanto establecida por el conocimiento de los sentidos, de la conciencia y de la razón. Pero podemos examinar estas formas del conocimiento a la luz del concepto de verdad y ver si en ellas pueda verificarse alguna aproximación al conocimiento objetivo.

Entendiendo la verdad como objetividad del conocimiento, o sea como coincidencia entre el contenido del conocimiento y su objeto, es imposible que la haya en el conocimiento empírico puro (o sea aquél que se verifica en los órganos sensitivos), pues la percepción que se verifica en el ojo, en el oído, en el cuerpo y en el cerebro, es un hecho empírico en sí mismo, pero siempre e inevitablemente distinto en su estructura empírica (física, química, orgánica, neurológica, etc.) del hecho empírico externo que la produce. Objeto y sujeto del conocimiento empírico son ambos realidades empíricas, y la experiencia cognitiva empírica es una relación entre unos objetos empíricos que impactan a otros objetos empíricos sensitivos que en dicha relación se constituyen como sujeto. Pero si en el hecho de ser empíricos tanto el sujeto y el objeto se establece entre ellos proximidad y semejanza (en cuanto son parte de una misma realidad), en cuanto conocimiento la realidad empírica que se establece en los sentidos y el cerebro como percepción (lado interno, sujeto de esta experiencia cognitiva), es demasiado distinta (empíricamente) para hablar siquiera de semejanza con la realidad empírica externa (objeto de la experiencia cognitiva) que impacta a los sentidos y el cerebro generando en ellos las percepciones. Dicho más concretamente, el árbol externo (como objeto) es muy diferente de los hechos empíricos que se verifican en los ojos y en el cerebro cuando lo reproducen (como percepción del árbol).

Sin embargo, hay un nexo entre la realidad empírica externa al sujeto y la realidad empírica interna a éste, que no es arbitrario ni irrelevante sino constante y que tiene sentido cognitivo. Y es que la realidad que se constituye en la percepción se presenta como imagen de la realidad empírica a que se refiere, o como una reproducción de la cosa exterior que impacta los sentidos. De un modo similar al de una cámara oscura que deja entrar por un orificio los haces de luz provenientes del exterior y forma con ellos una imagen de los objetos de donde proceden los haces de luz, la imagen que se produce en el ojo y en el cerebro reproduce relaciones empíricas propias de la realidad que perciben: el orden externo de las fuentes de luz se reproduce en cierta medida en el ordenamiento de la luz en la imagen. Lo mismo ocurre con los demás sentidos perceptivos. Tal imagen o reproducción de la realidad empírica externa puede estar más o menos distorsionada por el ojo, el oído, las conexiones nerviosas, el cerebro, etc. del sujeto, según la constitución física y orgánica de los elementos empíricos perceptores. Podemos, pues, decir, que la imagen puede reflejar o reproducir con mayor o menor exactitud, proximidad, correspondencia, corrección, etc. la realidad externa; o dicho al revés y más exactamente, la imagen puede distorsionar en distintos grados la realidad que reproduce. En este sentido podemos decir que unos ojos ven mejor o peor que otros la realidad empírica, pues proporcionan de ella imágenes más o menos aproximadas, y así cada uno de los sentidos y órganos de la percepción. Pero ¿puede la percepción empírica en sí misma apreciar el grado de corrección o la magnitud de la distorsión?

Para hacerlo, necesita de otros elementos de referencia, que se le presenten también como conocimientos empíricos. Si sólo hubiera una imagen de un objeto, no habría modo de evaluar la diferencia. Pero el conocimiento empírico es múltiple, y produce innumerables y sucesivas percepciones e imágenes de la realidad. Así, empíricamente pueden efectuarse comparaciones entre ellas. Un ojo experimenta múltiples percepciones sucesivas de un mismo objeto empírico, unas pueden ser más finas, más detalladas, más claras que otras; la comparación entre ellas hace posible distinguir sus diferentes grados de aproximación al objeto, y llevar al perceptor a formarse imágenes de creciente fidelidad perceptiva.

Además, las percepciones de distintos sentidos, relacionadas en la percepción interna que las integra en una percepción compleja, permite nuevas comparaciones y apreciaciones, pudiendo incluso las percepciones de un sentido corregir las de otro. El sentido del tacto puede corregir, por ejemplo, el error perceptivo del ojo que ve curvado un objeto recto sumergido en el agua. En fin, mediciones empíricas de los procesos ópticos, auditivos, cerebrales, etc., efectuadas con instrumentos especiales, pueden evaluar y medir grados de corrección y/o distorsión de los órganos sensitivos y de las percepciones que se verifican en los ojos, oídos, etc.

Por otro lado, la realidad empírica es objeto de innumerables percepciones, por lo demás siempre cambiantes y renovadas, efectuadas por distintos sujetos. Cada sujeto accede a sólo una parte de la realidad empírica, una parte a la cual no puede acceder idénticamente otro sujeto; sin embargo podemos observar que las percepciones de los sentidos y cerebros de estos distintos sujetos presentan semejanzas y diferencias en cuanto a las imágenes que se forman de los objetos empíricos en sus respectivas experiencias cognitivas. Ello, por un lado, resulta del hecho que los ojos, cerebros, etc. de los distintos hombres, tienen estructuras empíricas similares, de modo que al ser impactadas por también similares ondas luminosas, estímulos nerviosos, etc. de la realidad externa, dan lugar a percepciones que "se parecen" unas a otras. Por otro lado, cada sujeto cognoscente experimenta la realidad empírica desde una parte, desde un lugar y un tiempo determinados de dicha misma realidad, que será siempre la suya, única, imposible de sustituir. Ningún otro puede ver con sus ojos, sentir con su piel y con su cuerpo, organizar las percepciones con su cerebro. Sin embargo, siendo la realidad empírica interrelacionada en todas sus partes, una parte (un ojo, por ejemplo) que percibe una parte de la realidad empírica (un vaso, por ejemplo) no puede percibir algo totalmente distinto de lo que percibe otra parte (otro ojo, similar al anterior) sobre aquella misma parte de la realidad empírica (el mismo vaso), a menos que sus sentidos perceptivos estén manifiestamente distorsionados. Así, dos hombres que miran un mismo árbol verde o una misma piedra piramidal, tendrán una visión semejante, pero distinta según la posición y el ángulo desde donde lo miren, y como sus ojos tampoco son idénticos, habrá diferencias en sus percepciones.

Estas diferencias permiten efectuar nuevas comparaciones empíricas, este vez entre los órganos perceptores y las percepciones de distintos sujetos, y en base a ello establecer nuevas y más precisas evaluaciones de la corrección o distorsión de las imágenes percibidas. Relacionando este hecho con el anterior (la menor o mayor corrección de los órganos sensitivos de cada sujeto en la reproducción de la realidad externa), será posible establecer normalidad perceptiva, y también grados de precisión (aproximación o diferencia) de cada órgano perceptor y de cada imagen empírica, respecto a aquél órgano que se manifieste orgánicamente más perfecto y de aquella imagen que se reconozca mejor constituida.

Esto es lo más que podemos llegar a precisar, al nivel del conocimiento empírico en sí mismo (o en cuanto conocimiento empírico puro) respecto a la "verdad empírica" entendida como proximidad, correspondencia o semejanza que se establece entre la percepción en los sujetos (lado interno) y la realidad percibida como objeto (lado externo).

La aproximación fenomenológica a la realidad empírica.

Pero el conocimiento de la realidad empírica no se limita a la percepción. Las percepciones empíricas no se quedan en los órganos sensitivos del cuerpo y el cerebro, siendo subsumidos por la conciencia que de ellos tiene una segunda experiencia cognitiva, la que llamamos experiencia fenomenológica. Se verifica en la conciencia -nos lo mostró el análisis epistemológico- un tomar conciencia de la experiencia empírica y de la realidad que ésta establece, que implica cierto "procesamiento" de los datos percibidos por los sentidos, una "interpretación" consciente, una "unificación" de múltiples percepciones, que convierten los objetos empíricos en objetos fenomenológicos o de conciencia. Dicho de otro modo, la conciencia "capta" en los objetos empíricos realidades que para ella son sólo fenomenológicas, sabiendo sin embargo que hacen referencia a los objetos empíricos.

En este "hacer referencia" de los objetos fenomenológicos a los objetos empíricos surge y se plantea nuevamente la cuestión de la objetividad, esto es, si se verifique alguna aproximación entre los objetos fenomenológicos presentes en la conciencia y los objetos empíricos externos a ella. Los objetos empíricos captados en la conciencia han dejado de ser empíricos: son ahora objetos fenomenológicos. Pero ellos hacen referencia a, y representan en la conciencia, los objetos empíricos de la percepción. Lo interesante es que la conciencia, que es consciente del hecho empírico de la percepción y de sus lados interno y externo, no refiere la realidad empírica (objeto de la percepción) que capta fenomenológicamente, al hecho que ocurre en los sentidos y el cerebro (al lado interno de la experiencia empírica), sino a la realidad empírica que la produce en ellos (o sea al lado externo de la realidad empírica). Dicho más concretamente, cuando la conciencia capta fenomenológicamente la imagen del árbol, vivencia cognitivamente que ha captado el árbol empírico externo, no el hecho empírico que ocurre en el ojo y el cerebro.

La pregunta que surge, entonces, es si los objetos empíricos en cuanto captados por la conciencia, no obstante haber perdido su empiricidad, representen adecuadamente, o correspondan con cierta aproximación, a los objetos empíricos a que se refieren. Este "representar adecuadamente", o el "corresponder con cierta aproximación" - expresiones que están lejos de significar identidad y coincidencia -, son lo más que la conciencia espera y aspira alcanzar sobre la realidad empírica que capta fenomenológicamente. En este sentido débil, podemos hablar todavía de la posible “verdad” sobre la realidad empírica que alcance la conciencia al captar fenomenológicamente los objetos de la percepción empírica.

Ahora bien, aún entendiendo la "verdad" en este sentido relativo, como sólo representación adecuada o correspondencia aproximada, el conocimiento que adquiere la conciencia de la realidad empírica será siempre individual, singular, personal y subjetivo. Distintas conciencias que asumen fenomenológicamente lo percibido, al unificar, interpretar y representarse a sí mismas lo que vieron los sentidos y órganos sensitivos del cuerpo, tal vez capten un mismo o similar objeto fenomenológico; pero esto no hay modo de saberlo a nivel fenomenológico, pues lo que ocurre en cada conciencia ocurre sólo en ella y es vivenciado interiormente. No hay modo de saberlo, a menos que intervenga una tercera experiencia cognitiva, el conocimiento racional, que establezca una comunicación entre esas conciencias.

La aproximación racional a la realidad empírica.

Asumiendo racionalmente la racionalidad inherente a la realidad empírica, ambas conciencias pueden formular los mismos conceptos, números, figuras geométricas y símbolos de árbol verde y de piedra piramidal, y al comunicarse con palabras esos objetos racionales, coincidir en que están frente a un árbol verde empírico y ante una piedra piramidal empírica. Como hemos visto, el conocimiento racional identifica objetos racionales en conexión con los objetos empíricos, y en el entrelazamiento entre la experiencia empírica y la experiencia racional surgen las ciencias positivas, que otorgan universalidad al conocimiento empírico, o dicho más exactamente, que universalizan el conocimiento empírico formulándolo de un modo abstracto y racional.

La experiencia de la comunicación del conocimiento empírico mediante objetos racionales permite validar, intercambiar, ampliar los contenidos de la percepción. Si lo que comunica un sujeto a otro coincide con lo que éste por si mismo formula racionalmente sobre lo que sus órganos perciben, se asume que ambos han percibido la misma realidad empírica. Pero siempre habrá que "creer" al otro (un acto de conciencia, fenomenológico), haciendo fe en que lo que el otro le comunica con palabras y objetos racionales corresponde a lo que percibe con los sentidos según es captado por la conciencia y formulado racionalmente. En todo caso, es un conocimiento abstracto el que se trasmite, referido a la realidad empírica pero abstracto. De modo que si bien dos personas pueden coincidir en que ven un árbol verde y una piedra piramidal, y llegar a saber que sus conceptos de árbol, verde, piedra y pirámide son idénticos, esto no implica que la percepción y captación de uno sea igual o la misma que la percepción empírica y la captación fenomenológica del otro. Pero se ha verificado la semejanza, y se hace posible un proceso de aproximación a la verdad (objetividad) empírica, mediante la comunicación entre sujetos que combinan las tres experiencias cognitivas referidas a la realidad empírica percibida por cada uno. Un ejemplo algo más complejo nos ayudará a comprenderlo con mayor claridad y precisión.

Dos sujetos observan a la distancia una misma escena empírica, percibiendo a dos niños que se mueven, se acercan y distancian y vuelven a acercarse, gesticulando, entrelazando sus brazos y sus cuerpos, y emitiendo sonidos guturales que los sujetos que observan la escena escuchan apenas. Las percepciones puramente visuales y auditivas no interpretan lo que ven y escuchan, y tampoco los cerebros que conectando dichas percepciones con otras anteriores los lleva a percibir la escena como un conjunto integrado de datos e informaciones empíricas. Las conciencias de ambos sujetos perceptores, conectadas en la mente o yo psíquico a la percepción, interpretan subjetivamente, a nivel fenomenológico, la escena observada. Uno de los sujetos asume que los dos niños están peleando, y el otro que están jugando. Experiencias previas, vivencias de la infancia, configuraciones subjetivas distintas de ambos sujetos, los llevan a esas diferentes captaciones fenomenológicas de la escena, suscitando en ellos distintos sentimientos, recuerdos, ideas. Los dos observadores se comunican mutuamente lo que creen haber captado. "Los niños están jugando", dice uno; "los niños están peleando", replica el otro, expresando ambos, con palabras que sus oídos escuchan, conceptos racionales que ambos entienden. La razón, en la mente de ambos sujetos, sabe que las dos interpretaciones distintas no pueden ser verdaderas, no obstante sean conscientes de la posibilidad de conectar distintas ideas y objetos racionales a una misma realidad empírica. Activada por la razón, en ambos sujetos, la misma pregunta, "¿qué es lo que está ocurriendo en realidad?", y sin disponer de la posibilidad de continuar observando la escena pues los niños han entrado en una casa, llamados por un hombre que parece haberlos reprobado (hecho que confirma a cada uno de los observantes en su interpretación fenomenológica del hecho observado), los dos sujetos que captaron la escena desenvuelven un diálogo racional, tendiente a unificar su conocimiento sobre ella. Analizan los datos, conectándolos a varios otros objetos racionales, ideas, números, figuras. Al hacerlo, coinciden exactamente en los conceptos y objetos racionales que piensan; en este caso, en la definición de pelea y de juego, distinguiendo la agresividad de la competencia, la intención de dañar de la intención de ganar, etc. En ambos, la razón es igual y conecta las ideas del mismo modo; pero en el análisis conectan esos objetos racionales con similares datos de la experiencia y con distintos conocimientos fenomenológicos. La misma razón los lleva a discernir mejor el contenido de sus percepciones y captaciones, acercándolos finalmente a una común comprensión de la escena observada: lo que han visto son dos niños jugando a pelearse. Para llegar a esta común convicción, contribuye un dato percibido al que habían prestado inicialmente escasa atención, pero que examinado en relación a los conceptos de pelea y juego resulta iluminador: han percibido que al ser llamados y reprobados por el hombre desde la casa, los dos niños corren tratando de llegar primero, y mirándose como midiendo la distancia que los separa. Conceptualmente (racionalmente) están de acuerdo en la conclusión del análisis; pero fenomenológicamente (cada uno en su conciencia), mantienen la convicción de que en ese juego a pelearse, uno cree que hubo mayor agresividad, y el otro sigue creyendo que había en los niños más deseos de competir y de ganar que de dañarse. Siguen, pues, conversando en su esfuerzo por comprender exactamente lo sucedido; pero en éste último aspecto, eminentemente subjetivo, no logran coincidir, tal vez porque vivencialmente cada uno de ellos en sus juegos y peleas de infancia era distintamente agresivo y competitivo. Además, ambos conservan algún grado de duda, que incluso se acrecienta en la reflexión que comparten, pues los datos empíricos observados por cada uno e intercambiados en el diálogo, no les resultan plenamente clarificadores. Deciden, entonces, ir a la casa donde entraron los niños y nuevamente los observan desde la ventana entreabierta. Los ven sentados, frente a frente, jugando ajedrez, observados tranquilamente por el hombre (que se imaginan sea su padre). Analizando racionalmente los nuevos datos empíricos y las nuevas captaciones fenomenológicas, entienden que si hubieran peleado no estarían jugando amigablemente bajo la mirada tranquila del padre, y entienden también que el juego de ajedrez consiste en jugar un combate. Sus propias experiencias fenomenológicas les hacen comprender, además, que los estados psicológicos de las personas no cambian tan rápidamente. Se confirman, pues, en su interpretación de lo observado como un juego a pelearse, tal vez bastante encendido. Deciden, finalmente, preguntarle directamente a los niños lo que hacían en la plaza, y ambos responden que jugaban a pelearse. Los nuevos datos empíricos, las nuevas captaciones fenomenológicas, y los nuevos conceptos intercambiados, terminan aproximando la comprensión que tienen los dos sujetos, que creen así haber alcanzado un alto grado de aproximación cognitiva a lo realmente ocurrido.

Lo que han hecho estos sujetos para llegar a aproximarse a la objetividad empírica, o sea, para tener cada uno un conocimiento que corresponda a la realidad observada, y para coincidir ambos en dicho conocimiento, es lo mismo que las ciencias positivas efectúan, metódicamente, con igual propósito. Sólo que las ciencias positivas han perfeccionado el proceso cognitivo, de varios modos, al determinar sus métodos. Ante todo, han perfeccionado la percepción empírica pura, por ejemplo midiendo las distancias entre lo observado y los observantes, estableciendo los grados de normalidad y finura de sus ojos, enumerando y listando detalladamente los datos de la observación, clasificándolos cuidadosamente al relacionarlos con los objetos lógicos, intentando determinar en qué medida las vivencias previas de las conciencias interfieran la objetividad del conocimiento empírico (para evitar que "subjetivicen" el conocimiento), y efectuando definiciones precisas de los conceptos y objetos racionales con que analizan los datos de las experiencias empíricas y fenomenológicas.

La conclusión que podemos extraer del ejemplo expuesto y del análisis del proceder y avanzar de las ciencias positivas, respecto a la verdad posible del conocimiento relativo a la realidad empírica, es, básicamente, que el acceso a la verdad como aproximación y correspondencia entre el sujeto y el objeto del conocimiento, que no se alcanza en la percepción pura ni en la captación fenomenológica de lo percibido, es posible mediante la conexión de la realidad racional (de los objetos racionales procesados lógicamente por la razón) con aquellos datos empíricos y esas captaciones fenomenológicas. Y aunque es la mente o yo psíquico el que adquiere dicho conocimiento complejo, la verdad del conocimiento adquirido no es empírica (en el sentido de que esté establecida por los sentidos); tampoco es compartida plenamente por las conciencias, pues para cada una será siempre subjetiva e interior, conservando de todo lo visto y reflexionado una vivencia absolutamente particular e íntima.

La verdad empírica resultante, en cuanto científicamente aceptada, es solamente aquella que se expresa mediante objetos racionales (en la afirmación "los dos niños jugaban a pelearse"), verdad que es expresada conceptual, matemática, geométrica y simbólicamente, siendo en tal sentido abstracta y universal.

Pero la realidad empírica, en cuanto empírica, no es abstracta y universal. Esto significa que en la verdad empírica posible (en el conocimiento más objetivo sobre la realidad empírica que podamos alcanzar) se mantiene una distancia insalvable entre el sujeto del conocimiento y el objeto real conocido. Lo que hay en el sujeto cognoscente, de la realidad empírica, en cuanto conocido y reconocido como verdad, es solamente aquella estructura racional (una parte de ella) que está presente de algún modo (que no conocemos aún, siendo asunto metafísico) en la realidad empírica.

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