Película que inspiró la novela original de Laura Esquivel, publicada en 1989, es un amplio recetario de cocina con las más prolijas instrucciones para preparar los platillos más suculentos del reconocido fogón mexicano.

Donde la cocina se convierte en el refugio y la sede de una curiosa variante del poder femenino.

Entre la comedia, el melodrama y el realismo mágico, la historia atraviesa por la Revolución Mexicana y presenta algunas ideas sobre la condición de la mujer, el machismo y el amor, la trama de esta historia se supone que sucedió en nuestra ciudad durante la época revolucionaria, su esposo, el actor y director cinematográfico Alfonso Arau Incháustegui, la hizo película siendo su mejor producción, con un presupuesto de tres mil millones de viejos pesos, donde participaron el italiano Marco Leonardi y las mexicanas Lumi Cavazos, Ada Carrasco, Regina Torné, Yareli Arismendi, Pilar Aranda y Claudette Maille.

Esta cinta de 143 minutos de duración se exhibió en 1992.

A pesar de que la trama es en Piedras Negras, se construyó una casa especial en el territorio de la presa de La Amistad en Acuña, casa que intentó reproducir la vieja casona del ejido San Isidro, donde también se filmaron escenas y en Piedras Negras, las poquísimas se realizaron en el exterior del viejo hotel del ferrocarril y el puente negro.

El lunes 15 de abril de 1991, único día en que se realizaron las tomas, se acondicionó la calle de Estudios cubriéndola con arena, escenas que provocaron gran curiosidad entre nuestra gente que estuvieron como espectadores, con agentes de Policía controlando el orden, las filmaciones duraron varias horas, el viejo hotel fácilmente fue adaptado para la película, ocultando los objetos de la época actual, incluyendo dos puestos de comidas que se negaron a abandonar el lugar.

En las escenas participaron cientos de personas como extras, dentro del grupo de revolucionarios y federales que pasaban frente al hotel con atuendos de la época y hasta se logró una impresionante explosión e incendio, como parte de los efectos especiales.

Cada vez que iniciaban la filmación de una escena con gran cantidad de extras, donde algunos iban montando sus cabalgaduras, se producía una gran polvareda que incomodaba a la gran cantidad de curiosos.

Alfonso Arau estuvo atento, gritando sus instrucciones a través de su micrófono bocina portátil, donde se escuchaban los característicos gritos de: Silencio, corre y el de corte.

Se impidió el acceso a la estación del ferrocarril que aún funcionaba, desviando el tráfico.

En la película se utilizaron técnicas cinematográficas hollywoodenses y con un gran sentido comercial.

El resultado es un filme fiel a la novela original, excelentemente producido e inteligentemente comercializado.

Los 10 arieles otorgados a esta producción y el éxito internacional de la misma comprueban que Arau sabía muy bien lo que estaba haciendo.