Freud, el creador del psicoanálisis, escribió en 1930 una obra maestra titulada, “El Malestar en la Cultura”. En esta obra encontramos una reflexión tan severa como cierta, obligándonos a poner los pies en la tierra; reflexión de Freud que dice:

“El sufrimiento nos amenaza desde tres direcciones: desde nuestro propio cuerpo, que está condenado a pudrirse y disolverse y ni siquiera puede prescindir del dolor y la ansiedad como señales de advertencia; desde el mundo exterior, que pueden encolerizarse en contra nuestra con fuerzas de destrucción abrumadoras e inexorables; y, finalmente, desde nuestras relaciones con otras personas”.

¿Catastrófica o realista, esperanzadora, o pesimista, la reflexión anterior? Quién en verdad quiera tomar en serio la vida y sacar de ella el mayor jugo, tendrá necesariamente que abandonar su mundo de Disneylandia y aferrarse a vivir en la realidad confrontando lo malo y aprovechando lo bueno que las circunstancias nos manden.

La cita de Freud nada tiene de catastrófica ni de pesimista. Se trata de una reflexión apegada a la realidad, por más cruda que ésta nos parezca. Según cálculos de expertos en demografía y estadística, cuando menos ya han muerto más de 50 mil millones de seres humanos a través de la evolución, mientras que solo permanecemos vivos, 6 mil 700 millones de personas.

¿Quien puede dudar que una gripa, una caída, un ligero accidente automovilístico, nos puede causar la muerte? Polvo somos y en polvo nos convertiremos, nos dice la Biblia. Nuestra fragilidad es de un cristal delgadísimo. Y aún, el hombre más fuerte y sano del mundo, difícilmente pasará de los 90 años. ¿Y somos inmunes ante las fuerzas de destrucción abrumadoras e inexorables de la Naturaleza? Las fuerzas de la Naturaleza no piensan ni tienen sentimientos: terremotos, erupciones volcánicas, sequías prolongadas, eras glaciales, gérmenes de todo tipo, maremotos, huracanes, etc.

¿Y las relaciones interpersonales, en un pequeño porcentaje, no son causas de crímenes? ¿Y nuestras deficientes relaciones con personas queridas, no son en cierto porcentaje causa de divorcios, conflictos, ansiedades, depresión?

Todo lo anterior, corresponde a la realidad. Estar conscientes de esta realidad no es vivir en el catastrofismo y en la desesperanza, sino solamente, tomar conciencia de estos hechos para manejarnos con la mayor cautela e inteligencia en nuestro paso fugaz por la tierra. El optimista ciego, que nada quiere saber de las durezas de la vida, inexorablemente se enfrentará, lo quiera o no, a decepciones, enfermedades, muerte de seres queridos, la vejez (si llega a ella), y la muerte, de la que nadie ha podido escapar ni escapará.

Abandonar Disneylandia es, en todos sentidos, lo más aconsejable. No se trata de asumir una posición existencial pesimista, sino realista, abrazarnos a la realidad y sacar fuerzas de nuestra flaqueza. Solamente la verdad nos hará libres, nos dijo Jesucristo. La verdad es la realidad, y quien vive en un realismo puro, podrá tomar las decisiones más inteligentes.

Siempre he pensado que la Naturaleza en toda su crudeza nos ofrece un mundo de enormes riesgos que no podemos controlar, pero también, nos ofrece un mundo lleno de oportunidades.

Si la fortuna es nuestra madrastra, podremos luchar y esperar nuevas circunstancias en que la fortuna nos llegue como madre amorosa. Si la fortuna es envidiosa y destructiva con nosotros, nuestra inteligencia y prudencia podrán sacar de circunstancias adversas los mejores frutos. Como la fortuna es cambiante como las olas del mar, con paciencia y tiento, podremos aprovechar la miel de la fortuna generosa cuando nos toque la puerta.

¡Vivamos nuestra vida con un profundo realismo, severo realismo que podemos aderezar con nuestra creatividad, aguante, y lucha constante por nuestros mejores propósitos y sueños!

¡Por supuesto, que nunca podremos vivir en Disneylandia, pero la mayoría de las personas, podemos obtener ricos frutos a consecuencia de todo lo que se nos oponga, como lo pensaba Goethe!