No es el destino o la naturaleza, ni es la voluntad de Dios que existan en el mundo ricos muy ricos y pobres muy pobres. ¿Por qué los ricos se vuelven más ricos, y los pobres más pobres? No es sólo por falta de oportunidades; la causa la encontramos en las estructuras económicas, sociales y políticas que operan a nivel internacional.

La pobreza no es sólo un problema moral, de conciencia, sino fundamentalmente es un problema político, muy político. No es suficiente condenar la pobreza extrema, sino que ésta exige un esfuerzo concreto para remediarla: Una verdadera revolución en la arena de las relaciones humanas. La pregunta es: ¿Cómo lograr el desarrollo sin
esclavitud?

El nuevo Pontífice Francisco pertenece a la Compañía de Jesús. Los jesuitas promueven una agenda de justicia social y una labor profunda con los pobres de Latinoamérica. El Papa Francisco se ha pronunciado contra un sistema económico y social injusto, contra la trata de personas, contra el aborto y la eutanasia y, particularmente, contra la explotación laboral.

Muchos preguntan: ¿Por qué seleccionó el nombre de Francisco? Todo parece indicar que San Francisco de Asís encarnaba las virtudes que más atesora el nuevo Papa: La benevolencia, el cuidado y el amor. Dice que esas virtudes crean un universo de excelencia; tienen un significado existencial por todo aquello que es de valor e importancia, y que vale la pena sacrificar: El tiempo, la energía, y la vida misma.

San Francisco decía que el amor es el poder de dar, de rendirse, la capacidad para aceptar al otro como otro. El amor y el poder no son mutuamente excluyentes; mantienen una relación dialéctica entre ellos: “El amor necesita el poder para ser algo más que sentimentalismo, así como el poder necesita el amor con el fin de no convertirse en manipulador”. Se ha comprobado que la razón no explica todas las cosas. La razón no es el primero o el último momento de la existencia humana: Está abierta al plano superior e inferior. Del plano inferior emerge algo antiguo, profundo, elemental y primitivo: El afecto. En el plano superior la razón se abre a la experiencia espiritual que es el descubrimiento de la totalidad presente en el ego más allá de lo concreto, donde no existen estructuras, sólo sentimientos gratificantes, simpatía y ternura.

Encontrarse con San Francisco de Asís siempre ocasiona una conmoción antropológica porque nos confronta con lo más exigente, lo más elevado y lo más radical. En este sentido, es un santo incomparable, o como otros lo han llamado “el primero después de Jesucristo”. Sobre el sentido de pobreza, él vivió más que nada la pobreza como una forma evangélica de practicar la disponibilidad total, y la pobreza como una expresión de amor por el pobre, y contra su pobreza. La disponibilidad total la expresaba siendo siempre el último para poder servir a todos, y jamás disputar una posición de poder. Esto no era una forma de masoquismo, sino la forma más elevada de amistad, que genera libertad en el otro.

Para los desposeídos, sin protección alguna, la comunidad significa todo. La vida de esta fraternidad franciscana, que era pobre, pero muy alegre y muy humana, sólo deseaba reunirse y juntos eran felices, las ausencias eran dolorosas, las separaciones amargas, y las despedidas desgarradoras. El desprendimiento de lo material produjo una enorme liberación de amor y fraternidad y el gozo desinteresado de todas las cosas. El único que puede probar el mundo, sin desnaturalizar su realidad, es aquél que renuncia a poseerlo. Sólo entonces deja de ser una amenaza y puede ser introducido a la arena de la fraternidad humana.

Lo que hace inhumana la pobreza no es sólo que impide la satisfacción de las necesidades básicas, sino que el desprecio, el rechazo, la exclusión de la vida humana en su conjunto, el permanente lavado de cerebro de imágenes negativas de los desposeídos tomadas por aquellos a quienes todo les sobra, producen un sentimiento de inferioridad o de rebelión. Sienten que nadie está de su lado: La buena suerte de la vida y de los otros está contra ellos.

San Francisco, siendo un joven rico y educado, en la flor de la edad en la sociedad de Asís, lo dejó todo para vivir con los desvalidos. Creó una fraternidad de hermanos abierta al mundo de los pobres: Una protesta y un acto de amor –protesta contra la sociedad que los expulsa y esconde en lugares inhumanos e insalubres fuera de la vista-. Curaba sus heridas y las llagas de lepra, los abrazaba, comía, reía y lloraba con ellos. Humanizaba su miseria regresándoles el sentido de la dignidad humana, siempre negada por la sociedad a los desposeídos.