LAS GUERRAS DE JUÁREZ
Sin ejército, Juárez recurrió a las guardias nacionales de los estados para crear las fuerzas liberales y sostener su mandato.
Los conservadores tenían las tropas del antiguo Ejército Mexicano, de la época de Santa Anna y de la Guerra del 47, y cuyo pasado, repleto de cuartelazos, se remontaba al Ejército realista, proveedor de la mayoría de los oficiales del Ejército de aquellos años.
La Guerra de Reforma ensangrentó al país por tres años, por lo que se le conoce también como Guerra de los Tres Años. Desgarradora y cruel como todas; pero es un capítulo más de nuestro surrealismo, en la que Miguel Miramón ganó todas las batallas, menos una, y... perdió la guerra. Juárez entró triunfante a la capital del país en enero de 1861 y prometió “amnistía tan amplia como la sana política creyera aconsejarla”. La victoria de los liberales no modificó la situación real del país ni sus problemas endémicos.
Conforme a las Leyes de Reforma, los bienes de “manos muertas” pasaron a manos vivas, vivas en extremo, que en nada favorecieron los intereses públicos.
Según la Memoria que don Manuel Payno publicó al año siguiente, de los 25 millones de pesos estimados conservadoramente como valor de los bienes de la Iglesia, el gobierno obtuvo de ellos cerca de seis millones de pesos, la quinta parte de su valor real, absolutamente insuficientes para resolver problemas de fondo. Se vendieron más de dos mil fincas eclesiásticas, rústicas y urbanas, y por ese camino se consumó la revolución política de la Reforma, pero la crisis económica se agravó hasta poner en peligro los objetivos de la revolución política.
Terminada la guerra, no había pretexto para no convocar a elecciones: Juárez, González Ortega y Miguel Lerdo ansiaban la silla presidencial. Lerdo murió antes de las elecciones y la votación lo favoreció sobre González Ortega, el vencedor de Miramón.
El 15 de junio de 1861, durante su tercer año como presidente interino, Juárez, triunfador de las elecciones, protesta como presidente de la República para el periodo 1861-1865. La bancarrota era total.
El 17 de julio, a 32 días de su toma de protesta, el gobierno tuvo que declararse incapaz de pagar su deuda externa y una semana después las legaciones de Francia e Inglaterra arriaban sus banderas, pero Juárez no podía pagar. Si se había derrochado la riqueza reunida por la Iglesia en 300 años; si para sobrevivir miserablemente tenía el Gobierno que expoliar a quienes podía y se dejaban mediante el sistema del préstamo forzoso; si el bandolerismo campeaba a lo ancho y a lo largo del país, más valía jugarse el todo por el todo en aquella medida desesperada, de declararse en quiebra, y morir de una vez, llegado el caso, en vez de hundirse poco a poco, como un deudor moroso cualquiera.
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