Imagine usted una manguera. Ahora abra la llave y observe cómo sale el agua. ¿Cuánta sale? Depende de dos factores: 1) La cantidad de agua que le entre por un extremo y 2) El ancho de la manguera, mientras más ancha, más agua podrá fluir. ¿Está de acuerdo?

Vamos a concentrarnos en el segundo punto. La semana pasada compartí en este espacio la Parábola del Vaso Lleno, mediante la cual intenté explicar cómo una jarra con agua puede verter su contenido a un vaso y que éste sólo podrá llenarse hasta su tope y luego derramará. En esa parábola, el agua representa todas las cosas buenas de la vida y el vaso representa a cada uno de nosotros. Mientras más grande es el vaso, más puede recibir, pero tiene un límite.

Concluí que la cantidad de bendiciones que nos da Dios está en proporción a la capacidad que tenemos de recibirlas sin derramarlas o desperdiciarlas.

Bien, esa es la idea original, sólo que vamos a jugar un poco con ella y pensemos. Un vaso ¿no es en realidad una manguera tapada por uno de sus extremos? Así que en lugar de pensar en un vaso, pensemos en una manguera. ¿Cómo medimos la capacidad de la manguera? En la cantidad de fluido que alcanza a pasar a través suyo en una unidad de tiempo. Al final, resulta una medida y actualmente calculamos en pulgadas. Todos sabemos que una manguera o tubo de una pulgada, tiene mayor capacidad de hacer fluir algo que una de media pulgada.

Ahora bien ¿qué pasa si tapamos la manguera por el extremo de salida? Pues se convierte en un simple contenedor, en un vaso muy largo. No fluye nada. Entonces sabemos que el secreto para que fluya el agua no es sólo que entre por un lado, sino que tenga posibilidad de salir por el otro extremo.

Todo esto parece bastante simple, pero aterricemos esta parábola a la realidad. Imagine que usted es la manguera, que el agua son las bendiciones de Dios y que Dios siempre verterá tanta agua como quepa en su manguera.

El secreto para que las cosas buenas fluyan por su vida, está en que tenga la capacidad de destapar su manguera. En otras palabras, los dones que usted tiene no son para conservarlos, sino para compartirlos. Si usted acumula y acumula para “enriquecerse”, sólo impedirá que nuevas bendiciones lleguen. Suéltelo, sea generoso, comparta, sirva a los demás, ayude, sea solidario, busque el beneficio de otros, done, ofrezca, abra puertas, confíe, todo lo que debe lograr es hacer fluir las bendiciones.

Usted no es una bodega para guardar, no es un vaso que sirva para sólo para contener, sino un medio que usa Dios para hacer llegar sus bendiciones. A muchos les parece imposible esto, pero lo que garantiza su prosperidad, es que agradezca y comparta la que tiene. Dios lo proveerá de más. Él está siempre al otro lado, con la llave abierta, esperando a que usted quite el tapón de su manguera.

Otro factor; dijimos, es el grueso de su tubo o su manguera. Si usted es una manguera del ancho de un popote, entonces sabe cuánto puede pasar por ahí; pero si eligió una del ancho de la tubería del drenaje, su capacidad de hacer transitar más fluido, crecerá.

La abundancia en las bendiciones no está en acumularlas, sino en administrarlas para que circulen. Tendrá más mientras más ancha sea su manguera… o tubería. Pregunta ¿Cómo puedo ensanchar mi tubería? ¿Es posible ensancharla? ¿Qué determina el ancho? ¿No siente que las preguntas le invaden?

La capacidad de administrar sin acumular, es lo que vuelve la manguera más ancha. Si usted busca acumular sin administrar, tapando el flujo, logrará romper la manguera. Pero si usted administra, sepa que las paredes de su manguera siempre serán elásticas y crecerán… el fluido las empujará hacia afuera. ¿No es esto maravilloso?

¿Cuál es el ingrediente que da elasticidad a las paredes de su manguera? ¿Hasta qué tanto pueden ser elásticas? ¿Realmente desea y puede ensanchar su manguera? ¿No le parecen preguntas que ameritan respuestas?