Sanando las Heridas de la Infancia
Pocas son las
personas que podrían contarse entre quienes han tenido una infancia exenta de
sin sabores y limitaciones, ya que todas las personas durante la infancia, en
mayor o menor grado, de una u otra forma, hemos tenido experiencias agradables
y desagradables, necesidades insatisfechas o asuntos inconclusos que si no los
enfrentamos y resolvemos, nos acompañarán a lo largo de toda la vida, la
mayoría de las veces afectando nuestra autoestima y por tanto las relaciones
con los demás.
A estas
experiencias dolorosas se les ha llamado heridas y la mayoría de las veces son
resultado de experiencias vividas con los padres o con los adultos
significativos.
Herida de rechazo:
El adulto que
tiene esta herida vivió experiencias de rechazo en su niñez y tendrá la
tendencia a rechazarse a sí mismo y a los demás, también rechazará experiencias
placenteras y de éxito por el profundo sentimiento de vacío interno y por tener
la creencia errónea de ser ”poco merecedor.” Culpa a los demás de ser rechazado
y sin ser consciente de ello, es él quien se aísla creando así su círculo
vicioso.
Herida de
abandono:
La soledad se convierte en el peor miedo de quien vivió
abandono en la infancia. Y su herida se convierte en su paradoja: “Quien vivió
abandono tenderá a abandonar proyectos y parejas, hasta que haga consciente su
carencia y se haga responsable de su vida y su soledad. Y piensa: Te abandono
yo, antes de ser abandono por ti”.
Herida de humillación:
Los adultos que
tuvieron experiencias de todo tipo de abusos, incluyendo el sexual, o
experimentaron humillaciones, comparaciones o que fueron ridiculizados,
avergonzados por su aspecto físico, por sus actitudes y/o comportamientos
durante su niñez, suelen llevar esa carga a cuestas y la mayoría de las veces
son seres inseguros, tímidos e indecisos que en lo más profundo de su ser se
sienten culpables y no creen tener derechos elementales, e incluso pueden dudar
de su derecho a existir.
Herida de
traición: El adulto con herida de traición será un desconfiado empedernido, ya
que no se permite confiar en nada ni nadie. Su mayor miedo es la mentira y
buscará de manera inconsciente involucrarse en situaciones en las que
irremediablemente será traicionado. Cumpliéndose la profecía que él mismo
decretó: “No confíes en nadie, todo mundo traiciona”. La mayoría de quienes
experimentan celotipia tuvieron vivencias de traición en su niñez.
Herida de
injusticia:
Experimentar la
inequidad es el peor enojo de quien tiene herida de injusticia, y es posible
identificar a quienes la han vivido en su niñez al observar las reacciones
desproporcionadas y neuróticas ante alguna situación injusta. Todas las
personas en algún momento hemos vivido o presenciado situaciones injustas, sin
embargo a quienes tienen la herida les es imposible lidiar con ello y sus
reacciones tienden a la autodestrucción. Una de las características más
importantes es su gran temor a equivocarse y su tendencia a buscar la
perfección, lo cual les trae mucha frustración y su gran reto para sanar es
buscar la flexibilidad y la humildad.
Desafortunadamente,
cuando nos negamos la oportunidad de trabajar en la sanación de estas heridas,
estaremos repitiendo patrones conductuales enfermos que a nosotros nos dañaron
en nuestra niñez y de forma inconsciente se perpetuará el círculo vicioso del
cual hemos huido, dañando ahora a nuestros hijos. Las heridas se muestran en
nuestra comunicación llena de chantajes, manipulación y control, afectando así
la calidad de nuestra relación con ellos.
Por: Psic. Yolanda
González Munguía
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