sábado, 25 de septiembre de 2010

1810, 1910, ¿pudo haberse evitado la violencia?

Por José Antonio Crespo
En lugar de exaltar la violencia en los libros de texto y el discurso oficial, más convendría explicar a los niños bajo qué condiciones se hubieran podido evitar las hostilidades, al tiempo de lamentar el hecho de que no hayan podido resolverse esos conflictos por vía pacífica (dados los enormes costos sociales, humanos y económicos que implicaron tales revoluciones). Teóricamente, es posible establecer un esquema básico de racionalidad política que exige al menos tres condiciones necesarias para que los rivales acepten dirimir pacíficamente sus diferendos:

1) La primera es el equilibrio de poder, en donde una confrontación violenta puede ser costosa para ambos contendientes, y no es posible prever quién podrá ganar. En tales condiciones, incluso el ganador paga un costo elevado -una victoria pírrica- que probablemente preferiría ahorrarse. Lo cual hace racional para ambas partes mejor buscar alguna fórmula para resolver pacíficamente el conflicto (una competencia equitativa, como podría ser una partida de ajedrez, un volado o una elección democrática). De no haber tal equilibrio, no será racional para el actor más fuerte aceptar una competencia pacífica: Sabe que en una confrontación violenta ganará con bajos costos.

2) Pero para que se dé ese arreglo pacífico no basta con que haya un equilibrio de poder, sino que los actores involucrados tengan conciencia de ello, pues no siempre es fácil saber que dicho equilibrio existe. Bastaría con que uno de los contendientes se crea más fuerte que sus adversarios para que vea como irracional un arreglo equitativo.

3) Finalmente, deben ponerse límites a lo que recibirá el ganador de esa competencia pacífica, pues deben respetarse ciertos intereses vitales del perdedor, pues de lo contrario éste no aceptará un veredicto desfavorable y recurrirá a la confrontación violenta. Al faltar cualquiera de estas tres condiciones, el arreglo pacífico se dificulta.

¿Cuáles de estas condiciones faltaron en cada una de nuestras épicas?
A) En la Independencia, lo que no hubo fue equilibrio de poder. Los realistas eran claramente más fuertes que el movimiento insurgente, por lo cual no tenían por qué sentarse a pactar una separación pacífica respecto de la metrópoli. Por eso los movimientos de Hidalgo y Morelos fueron derrotados por los realistas.
Recordemos que la Independencia fue consumada por el ejército realista comandado por Agustín de Iturbide, y respaldada por la misma jerarquía católica que excomulgó a Hidalgo y Morelos, al percatarse en 1820 de que la amenaza al orden virreinal venía directamente de la España liberal.

B) En la guerra de Reforma sí había equilibro de poder entre liberales y conservadores, y conciencia mutua de que así ocurría. Pero fue la tercera condición, no afectar intereses considerados vitales por alguno de los rivales, lo que impidió un acuerdo pacífico. La Iglesia católica consideró vulnerados sus intereses y no quiso ceder ni un ápice. Adoptó una posición maximalista y eso impidió un acuerdo pacífico para dirimir las diferencias entre partidos. Por lo que las hostilidades se rompieron en 1858.

C) Y en la Revolución, lo que faltó fue, sobre todo, la conciencia de uno de los actores (Porfirio Díaz) de que no había equilibrio de poder, pues creyéndose más fuerte que sus oponentes (los antirreeleccionistas, liberales, agraristas y sindicalistas), no imaginó que, a seis meses de hostilidades, su otrora invencible ejército se vería mermado frente a las fuerzas revolucionarias. Díaz no sintió en ningún momento la necesidad de considerar siquiera las muy modestas peticiones que originalmente le hacía Madero (aceptar elecciones libres y equitativas para el cargo de vicepresidente, que a la muerte de don Porfirio lo sustituiría en la Presidencia). No coincidieron, pues, en ninguna de esas tres épicas nacionales las tres condiciones esenciales para un arreglo pacífico entre los bandos rivales. No estábamos unidos, desde luego -como lo sugiere el desinformado Felipe Calderón-, sino radicalmente divididos (de ahí el conflicto y la gran violencia en cada caso). Y, por eso, en estos 200 años hemos oscilado justamente entre el autoritarismo y la anarquía, con breves y fallidos intentos democráticos. En 2000 sí se dieron esas condiciones, pero ahora enfrentamos una guerra civil de baja intensidad (aunque por motivos muy distintos a los de antes), pero que tiende a seguir escalando en costos y violencia.

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