jueves, 23 de septiembre de 2010

El ‘efecto Pigmalión’

Enrique Martínez y Morales

Hace algunos años leí un libro, muy popular en su momento, que tiene por título “El Secreto”, de Rhonda Byrne. La tesis central del texto trata de un fenómeno que se conoce como “La ley de atracción”: lo que pensamos, consciente o inconscientemente, es lo que obtenemos; nuestros pensamientos son enviados al universo y, mediante un proceso cósmico, atraen lo que deseamos a nuestras vidas.

En sociología existe un fenómeno muy similar que se conoce como “Efecto Pigmalión”. Pigmalión, relata una leyenda de la mitología griega, fue un escultor que se enamoró perdidamente de Galatea, una de sus creaciones, al grado que la cuidaba y la atendía cual si viviera. Al ver tal devoción, Afrodita, la diosa del amor (entre otras cosas) le concede a la escultura inerte el don la vida. Fue tal la intensidad del deseo del escultor, que lo imposible se volvió posible.

Dicho portento, también conocido como “Profecía Autocumplida”, se presenta cuando, por alguna circunstancia, un grupo de individuos tiene la creencia de que ocurrirá un determinado suceso y toma las decisiones preventivas al respecto, causando que finalmente el acontecimiento suceda.

En economía existe una teoría, menos cósmica y más pragmática, muy parecida a las anteriores que se denomina “Expectativas Racionales” y se da cuando los agentes económicos aprenden del pasado y actúan como consecuencia de su percepción de la realidad y de sus pronósticos, y ellos mismos, con su actuar y sin quererlo, causan que el pronóstico se cumpla.

Por ejemplo, si los comerciantes esperan una mayor inflación para el próximo año subirán sus precios para compensar sus costos futuros, generando ellos mismos la tan indeseada inflación.

Otro ejemplo de este fenómeno en la historia mexicana reciente es el llamado “Error de Diciembre”, que detonó la crisis del 94. El secretario de Hacienda anunció a un grupo privilegiado de inversionistas, con un día de anticipación, que se iba a ampliar la banda de flotación del tipo de cambio hasta en un 15 por ciento. Los empresarios hicieron lo que cualquier persona racional haría: cambiaron sus posiciones a dólares y sacaron sus inversiones del país, causando una devaluación estrepitosa e incontrolable.

El pasado 1 de septiembre el presidente Calderón entregó su Informe de Gobierno. Gran cantidad de spots publicitarios se transmitieron en los medios de comunicación con ese motivo. Muchas de las cifras contenidas en el documento contrastan radicalmente con la realidad cotidiana y con los indicadores externos, sobre todo en los rubros de infraestructura, generación de empleos, combate a la pobreza, competitividad y seguridad pública.

probablemente la intención presidencial fue generar un “Efecto Pigmalión” o una “Profecía Autocumplida”: mediante la manipulación de cifras y datos mostrar una realidad deseada, pero inexistente, para así atraer cósmicamente los prodigios o generar expectativas positivas que estimulen la inversión y el empleo.

Para que este fenómeno se cumpla el emisor debe gozar de buena reputación y gran credibilidad. Entre más distante esté el México en el que vivimos del que existe en la cabeza del Primer Mandatario, más se deteriora la credibilidad y la confianza presidencial, y la confianza en las autoridades es un recurso no renovable.

A los mexicanos, sobre todo a los del norte, nos gusta que se nos hable con la verdad por más dura que sea. Sería deseable generar un “Efecto Pigmalión” para bien, pero no a cualquier costo. No con engaños ni información adulterada, sino con la realidad y el acicate de la esperanza. De lo contrario, sólo será una quimera.

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