sábado, 25 de septiembre de 2010

La trampa capitalista

Eliseo Mendoza Berrueto

¿Por qué no ha sido posible dar con una solución verdadera al problema? de las crisis?

Cuando ya comenzábamos a celebrar la recuperación económica, resulta que siempre nones. En el primer trimestre del año la economía norteamericana –nuestro referente económico directo— creció al 3.7%, pero en el segundo la tasa se redujo al 2.4 %, sin que haya cejado el maldito desempleo. Los neoliberales criollos del Gobierno federal, ya se imaginaban que gracias al repunte de aquella economía, la nuestra se iba a recuperar, se fortalecería el Gobierno y así asegurarían una vez más la presidencia de la República. Soñar es “de a grapa”, como dicen los chavos.

Pero ese es un falso silogismo: sus autores ignoran cómo se integran los factores de la producción en la economía moderna, ignoran la evolución de la ciencia económica, desconocen la teoría de la plusvalía de Carlos Marx y no saben que, dentro del neoliberalismo, las crisis económicas van a ser cada vez más recurrentes y más pegajosas.

Los filósofos ingleses del siglo 18, David Ricardo y Adam Smith son considerados los creadores de la ciencia económica. El primero explicaba que una economía se estancaría cuando, por el incremento de la economía y de población, se irían abriendo al cultivo suelos de menor calidad productiva, lo que provocaría una disminución de la renta de la tierra, entonces considerada el principal factor productivo.

Tomás Roberto Malthus, señalado como el fundador de la demografía, predijo que el estancamiento se debería al hecho de que la población mundial crecía geométricamente, mientras que la disponibilidad de alimentos lo hacía aritméticamente. Para remediar esto, se atrevió a proponer la abstinencia sexual e inclusive el control de la natalidad. ¡Y en pleno siglo 18!

Marx, por su parte, explicó que la contradicción inherente al sistema capitalista radica en que el salario del obrero no corresponde al valor de lo que realmente produce en su jornada, quedando para el patrón un margen, a lo que él llamó la “plusvalía”, donde se origina el subconsumo, la sobreoferta y el desempleo (el “ejército industrial de reserva”), hasta que la revolución del proletariado, acicateada por la lucha de clases, impusiera el socialismo y su consecuencia superior, el comunismo.

La historia, en los hechos, desmintió a todos. NI David Ricardo ni Malthus previeron el enorme avance tecnológico que ha permitido sobrevivir ahora a 7 mil millones de habitantes. En el caso del filósofo alemán la lucha obrera mundial y la economía del bienestar han logrado un mejor equilibrio entre el capital y el trabajo, aunque la dureza del capitalismo hegemónico ha puesto su parte. Sin embargo, las crisis financieras y económicas siguen asediando el buen desempeño de la economía mundial.

En la crisis actual, que no acaba de salir, parece que el problema está en que, paradójicamente, aunque haya repuntado la producción, el desempleo no se abate. Y es que la incertidumbre, asociada a la crisis, provoca que el empresario prefiera invertir en tecnología ahorradora de mano de obra, que en contratar más trabajadores. Así se gesta un círculo vicioso: disminuye el ingreso global de la gente, provoca una disminución de la demanda agregada, contrae los mercados y se reduce la producción de bienes y servicios, lo que provoca más desempleo. Esto se parece a una nueva contradicción del sistema capitalista.

¿Cuál es, finalmente, el problema? ¿Por qué no ha sido posible dar con una solución verdadera al problema de las crisis? No hay respuesta unívoca, ni convincente. Sin embargo y a pesar de todo, el capitalismo, por la vía democrática, se ha visto precisado a construir sus propias correcciones operativas, aunque no estructurales.

Por eso los panistas andan asustados, porque será precisamente por la vía democrática como el pueblo votará por otro partido, por otros líderes que, con mayor sensibilidad y sentido de justicia social, impongan un nuevo orden político y económico, menos obsecuente con los monopolios, con los bancos extranjeros, con la corrupción y la ineficacia y más preocupado por la desigualdad y la pobreza. Un auténtico cambio hacia una sociedad mejor estructurada, más justa e igualitaria.

Porque al final de cuentas, cuando un gobierno asume su responsabilidad de empujar con sentido social e ímpetu nacionalista la economía del país, hasta la trampa capitalista se puede superar.

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