miércoles, 15 de septiembre de 2010

México y Estados Unidos en la lucha por el petróleo 3

Una inversión de tal envergadura habría resultado atractiva para el gobierno mexicano, pero era poco probable que un proyecto así funcionara, pues las compañías petroleras ya estaban empezando a buscar campos promisorios en países donde fuera posible concertar arreglos políticos más favorables.

Doheny se encontró con Obregón al día siguiente, aparentemente dispuesto a instituir las prácticas más eficientes y a dar los pasos necesarios hacia la conservación que el presidente mexicano esperaba. De inmediato acordaron llevar a cabo reuniones entre el comité de cinco personas, Obregón y Huerta. Aunque éstas se empezaron a realizar a finales de mes dieron pocos frutos nuevos.

Ambos lados tenían algo qué perder, pero al mismo tiempo se necesitaban entre sí. Sólo cambiando las circunstancias durante los siguientes meses se llegaría a una resolución en cuanto a la controversia de Juan Felipe. El gobierno de Obregón no tenía otra cosa de que echar mano en cuanto a recursos que el petróleo; las compañías de Doheny enfrentaban problemas, ya que gran parte de su capacidad productiva estaba ubicada en México y en la prensa se hablaba constantemente de los problemas ocasionados por la caída de los precios, la penetración de las aguas saladas y la sobreproducción.

De haber llegado estas noticias a Estados Unidos se habrían visto afectados los precios de las acciones de Huasteca y Mexican Petroleum Company. Doheny también enfrentaba la imposibilidad de cumplir contratos cuando la producción iba decayendo. Mientras tanto el secretario del interior, Albert Fall, estaba en problemas políticos ocasionados por los esfuerzos hechos en nombre de Doheny y Harry Sinclair para ayudarlos a superar sus dificultades inmediatas.

En el mes de abril de 1921 había obtenido el control de las reservas marítimas petroleras de Elk Hills, California y Teapot Dome, Wyoming. Desde marzo de 1922 sólo había dado una concesión de perforación en esas tierras, y ésta había sido otorgada a Doheny.

Precisamente al mismo tiempo en que el acceso a Juan Felipe parecía estar en peligro, Fall transfirió a Doheny y Sinclair contratos de arrendamiento bastante promisorios en esas reservas. Tres días después de la primera reunión de Obregón con Doheny sobre el asunto de Juan Felipe, Fall anunció que se otorgarían más contratos en las reservas navales.

Cuando la notificación llegó al Senado de Estados Unidos, el 21 de abril de 1922, estaba claro que Doheny era el principal beneficiario de las decisiones de Fall para California. Una semana después el Senado estadounidense inició una investigación que condujo a levantar cargos de corrupción contra Fall y terminó con su salida del gabinete del presidente Harding a principios de 1923 y, más adelante, con una acusación formal en su contra.9

Sin embargo en México la controversia de Juan Felipe estaba temporalmente eclipsada por las negociaciones del secretario de Hacienda y Crédito Público, De la Huerta, con los banqueros extranjeros en Nueva York.

El gobierno de Obregón esperaba lograr un préstamo nuevo. Cuando De la Huerta regresó a la ciudad de México con las manos vacías, y además con un acuerdo que le podía costar bastante caro respecto a la renegociación de los pagos de la deuda mexicana, la situación para Obregón cambió. Mientras que Doheny declaraba que pretendía invertir en una refinería que daría miles de empleos a trabajadores mexicanos, en la ciudad de México empezó a circular el rumor de que se le había otorgado a la compañía Huasteca una concesión para perforar varios pozos a cambio de un depósito de tres millones de pesos, y que parte de esta suma se retendría para indemnizar a otras personas que reclamaban esos campos.10

Obregón, ante el desastre financiero, se había visto forzado a optar por el mejor postor. Sin embargo los problemas con Juan Felipe condujeron a una situación violenta en los campos, la cual no se resolvió sino hasta la firma los Tratados de Bucareli, que analizaremos más adelante.

Parece que en ese momento De la Huerta se acercó a Doheny para pedirle un préstamo de 12.5 millones de dólares. La cantidad final fue de 12 millones pesos mexicanos, una parte de los cuales se destinó a negociar una disputa de impuestos en el estado de Veracruz y la otra se le entregó a la Tesorería Mexicana como un prepago de impuestos.11

Las negociaciones de Bucareli tuvieron una importancia toral en el arreglo de las disputas entre México y Estados Unidos y condujeron al reconocimiento del gobierno de Obregón por la administración de Harding. Se iniciaron el 14 de mayo de 1923 y duraron varias semanas.

La administración de Obregón buscaba acuerdos que llevaran al reconocimiento de su gobierno por Estados Unidos, pero por entonces los diseñadores de la política estadounidense estaban interesados en dar un respiro a las diferencias con México antes de que ellos llegaran a las elecciones presidenciales. Para los mexicanos la opinión estadounidense, junto con el apoyo político y económico, era un tema prioritario, pero para los negociadores estadounidenses México era más bien una molestia.

La política mexicana había sido motivo de discusión dentro de Estados Unidos desde que se inició el periodo de Obregón en 1920. Como México no era una prioridad para los diseñadores de la política, el senador y después secretario Fall, ese gran amigo de Doheny y Sinclair, había logrado ejercer una enorme influencia sobre Harding. El presidente estadounidense había supuesto durante mucho tiempo que su antiguo compañero del Senado —se sentaban juntos debido a la proximidad alfabética de sus apellidos— tenía un conocimiento especial del país del sur.

Para el momento de las negociaciones los escándalos de Teapot Dome y Elk Hills habían forzado la salida de Fall del gabinete; ahora era el secretario de estado Charles Evans Hughes quien se encontraba a cargo de la política mexicana y estaba deseoso de regularizar las relaciones de los dos países.

Varios factores llevaron a Hughes a tratar de resolver estos asuntos. Los intereses de la frontera, especialmente los tejanos, presionaban a favor del reconocimiento con el fin de mejorar el movimiento de las relaciones económicas; las pequeñas compañías y los operadores petroleros presionaban para establecer relaciones más normales que los ayudaran a entrar en el juego; e incluso la prensa estadounidense, especialmente William Randolph Hearst, que parecía haber hecho algún tipo de acuerdo especial con Obregón acerca de sus propias acciones, estaba empezando a ofrecer publicidad favorable a la administración mexicana

La mitad de los gobiernos estatales estadounidenses había presentado resoluciones que pedían el reconocimiento mexicano, y los banqueros –incluso Thomas J. Lamont, quien había sido clave para las negociaciones de la deuda externa– habían comenzado una sutil campaña para influir sobre el secretario Evans Huges. Lamont, por supuesto, se daba cuenta de que el gobierno de Obregón no podría cumplir con las obligaciones de su deuda a menos que hubiese un acuerdo por medio del cual los mexicanos recibieran pagos de las compañías petroleras.

El mismo Harding, un funcionario bastante fácil de convencer, nunca se había mostrado tan especialmente adverso a la administración mexicana. Apenas se vislumbró que accedería a concertar pláticas no oficiales, el secretario de Relaciones Exteriores, Alberto Pani, respondió de inmediato.


Charles Beecher Waren, ex embajador en Japón, y John Barton Payne, quien había sido secretario de asuntos internos y encabezaba la Junta de Embarque durante la Primera Guerra Mundial, fueron elegidos representantes de Estados Unidos,

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