lunes, 6 de septiembre de 2010

EL PODER DE LOS MEDIOS

Contra lo que pudiera parecer a simple vista, las discusiones de fondo sobre la naturaleza jurídico-política que anima la función social de los medios de comunicación constituyen un bien escaso en nuestro mercado de las ideas. En el mejor de los casos se suele afirmar que los medios constituyen un cuarto poder; es decir, una visión reformada de la clásica teoría de la división de poderes de Montesquieu que se ha convertido en moneda de uso en las reflexiones periodísticas.
Los interrogantes son numerosos y las respuestas más bien pocas: ¿Constituyen en verdad los medios un cuarto poder? Si no son el cuarto poder, entonces ¿cómo es que definen la agenda de la discusión pública? O más precisamente: ¿cómo sin poder pueden orientar en buena medida el sentido final de la opinión pública? En plena sociedad de la información brindar algunas reflexiones sobre el particular se antoja una tarea necesaria que no suele ser abordada.
Jorge Carpizo se ocupa hoy del tema y lo hace, además, de manera consistente. En el ensayo "El poder: su naturaleza, su tipología y los medios de comunicación masiva", publicado en el Boletín Mexicano de Derecho Comparado, número 95, editado por el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, Carpizo inicia con la reflexión sobre las más importantes definiciones doctrinales que se han vertido sobre la noción de "poder", para concluir que "el poder es la manera de ordenar, dirigir, conducir, o la posibilidad de imponerse".
La noción de poder para Carpizo encuentra diversas formas de manifestarse. Por ello ha construido una tipología del poder que resulta ilustrativa para comprender bien a bien los rasgos distintivos del tipo de poder que encarnan los medios de comunicación. De acuerdo con Carpizo, existen seis tipos de poderes: a) poder originario, que reside en el pueblo y que crea un orden jurídico; b) poder político, que es el poder del Estado que se manifiesta a través de las funciones gubernativas; c) poder paternal, que existe al seno de la familia entre padres e hijos; d) poder económico; e) poder asociativo, que es el que caracteriza a los partidos políticos, a los sindicatos y a las organizaciones de la sociedad civil, y f) poder ideológico, que es el poder de los medios de comunicación, de las escuelas y de los intelectuales y creadores.
Para Carpizo "los medios de comunicación masiva son un poder porque poseen los instrumentos y los mecanismos que les dan la posibilidad de imponerse; porque condicionan o pueden condicionar la conducta de otros poderes, organizaciones o individuos con independencia de su voluntad y de su resistencia... Los instrumentos que utilizan los medios los definen dentro de la tipología del poder como una clase de poder ideológico, ya que, a través de la coacción psíquica, del conocimiento o de ambos, obtienen que otro poder, el grupo o la persona, se comporten en una forma determinada".
Para validar sus asertos, Carpizo enumera seis instrumentos a través de los cuales se manifiesta el poder de los medios: a) El establecimiento de la agenda nacional; b) La espiral del silencio, que hace las veces de círculo concéntrico progresivo de las ideas dominantes o que pueden llegar a serlo y que minimiza las ideas o posturas divergentes; c) El proceso de desregulación de los medios en varios países que maximizan libertades y derechos de los medios, y reducen o eliminan responsabilidades y deberes con la sociedad; d) La creciente vinculación con los políticos en un proceso de interdependencia para maximizar sus virtudes y minimizar sus defectos; e) El camuflaje de los medios que aparecen como un poder "oculto" amparados en la libertad de expresión, y f) Las encuestas elaboradas por los medios que no están debidamente reguladas y que se pueden convertir eventualmente en mecanismos de manipulación de la opinión pública.
Y uno puede coincidir en que efectivamente los medios no son un poder político, pero sí son un poder de naturaleza distinta, como se puede advertir todos los días. La sociedad de la información hacia la que nos dirigimos cada día más en México, debe adoptar reglas claras del juego mediático en aquellos puntos donde la noción de interés público no coincide con el interés del público. El punto del poder "oculto" de los medios debe ser uno de los aspectos que deben ser estudiados a profundidad. Hoy, aunque sea de manera formal, los servidores públicos tienen una Ley de Responsabilidades; en cambio, una parte nada despreciable de ardorosos defensores de la libertad de expresión y de las causas más nobles de México viven en condiciones de extrema riqueza, inexplicables con los raquíticos, los más, o decorosos, los menos, sueldos que existen para los comunicadores mexicanos.
Ante esta situación estoy convencido que deben impulsarse códigos de ética y mecanismos voluntarios de autorregulación en nuestros medios. Debe regularse igualmente de la mejor
manera posible el uso de los recursos públicos destinados a la comunicación social. Y por supuesto hay que establecer procedimientos expeditos para sancionar la afectación ilegítima
de los derechos de la personalidad por la vía civil nunca penal. De no ser así habrá de continuar el proceso que ha hecho que la libertad de expresión pase de ser un derecho fundamental
de las personas a un escudo protectivo para la extorsión, el ejercicio abusivo de derechos y la reivindicación sistemática de la impunidad.

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