miércoles, 15 de septiembre de 2010

TROPA VIEJA, TROPA NUEVA 4

Otro breve ejemplo de que las cosas no iban como las planteaba el mismo Urquizo en sus memorias es este fragmento del poema de "La Diana" que alumnos de aquellas primeras generaciones escribieron y que 50 años después todavía podían recitar al unísono:


Son las cinco: las cornetas de una
banda destemplada
semejando los aullidos de diabólica
jauría,
van tocando los acordes de una
Diana despiadada
que se escuchan cual lamentos de
una trágica agonía.
Mas en vano los cadetes ni siquiera han
escuchado
continúan a pierna suelta abrazados a la
almohada,
las cornetas han cesado de lanzar sus
alaridos
y el "Presente" de la lista, como lúgubre
sollozo
se desprende tristemente de los labios
contraídos….
Diana… Diana… cuando escucho tus
horrísonos clamores
en mi pecho hay un suspiro de dolor y
de quebranto,
en mis labios hay blasfemias, en mis
piernas hay temblores
y en mis ojos lentamente… lentamente
brota el llanto…22


Y la suerte de esta escuela militar, a pesar de las buenas intenciones de Urquizo, no resultó mucho mejor que la del ánimo de sus estudiantes. Una vez planteada la lucha entre Venustiano Carranza y los hombres de Agua Prieta, los oficiales del ahora Colegio Militar y un amplio contingente de su alumnado decidieron apoyar al Jefe Máximo del Constitucionalismo y se unieron a los convoyes que salieron tras él en los primeros días de mayo de 1920 rumbo al trágico final de Tlaxcalantongo. Con él también salió el general Urquizo y tras atestiguar el asalto del coronel Herrero, la muerte del Jefe y permanecer siete meses preso en Santiago de Tlatelolco, abandonó el país para no volver al ejército mexicano sino más de tres lustros después.


IV
¿Qué hará el soldado, el estoico
"Juan Soldado" sin su vieja?
Si la "vieja" es al soldado
lo que el tornillo a la tuerca,
al molinillo la olla,
el sombrero a la cabeza,
la vaina al sable, la funda
de cuero a la bayoneta…
José Gómez Ugarte, El Abate Benigno


La situación del Ejército Nacional después del llamado "desastre de Tlaxcalantongo" fue particularmente crítica. El general Obregón había establecido en sus planes de campaña un programa para la reorganización de las fuerzas armadas que mostraba claramente dicha situación. Planteaba de entrada que el ejército debía reducirse a 50 000 hombres, cuando contaba con una cifra aproximada de 250 000 elementos. Insistía en algo que él mismo no cumplió, que fue "la separación absoluta de la función administrativa del mando militar". También pretendía establecer condiciones de igualdad en retiros y pensiones, y lo que era realmente un portento de demagogia: el punto número 4 del plan obregonista para las milicias decía textualmente: "No admitir en el Ejército, en ningún caso, a delincuentes, a título de castigo." En dicho programa Obregón también se preocupaba por la higiene de la tropa, las pensiones a las viudas y los huérfanos.

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